Sostener un equilibrio virtuoso entre presente y futuro

Si a alguien la quedaban dudas que la historia se repite una y otra vez , los resultados de la primera vuelta deberían sacárselas.

Primera lección: las autocracias empiezan como utópicas y terminan como burocracias; esto es encerradas sobre sí mismas, escuchando solo su discurso y sorprendidas con el desagradecimiento popular. Algunas autocracias optan por la violencia para perpetuarse. Otras profundizan la división social en su intento por revertir el ciclo histórico. Pero los ciclos son irreversibles.

Segunda lección: el supuesto del PJ de que los símbolos partidarios permiten cualquier cosa (o puesto de otra manera, que cantando la marcha las personas siguen como ovejas a cualquier candidato y aceptan cualquier atrocidad en silencio) vuelve a demostrar su falacia. Ya lo mostró Antonio Cafiero cuando barrió a los violentos e inauguró la Renovación; y se confirma hoy con el caso de Anibal Fernandez y varios caudillos locales derrotados por jóvenes que ofrecieron “solamente” cercanía, honestidad y gestión. Un positivo avance hacia la plena incorporación del peronismo a una buena democracia.

Tercera lección: a la gente no le interesan las etiquetas ideológicas. La derrota histórica de Kicillof en la CABA y el triunfo de Cambiemos en las zonas pobres de la Provincia lo demuestran claramente.

Cuarta lección: la gente pobre no vota “por los planes sociales”, como dice alguna derecha reaccionaria. La gente pobre vota por razones muy complejas, que van desde la memoria de tiempos mejores Y los planes, hasta la empatía con un mensaje de esperanza. Si los pobres votasen “por los planes”, Alfonsín habría ganado con el PAN, Chiche Duhalde con las Manzaneras y Scioli habría arrasado en estas primarias. Y, en este mismo sentido, solo el consumo no alcanza para anestesiar a los votantes. Pero, peor aún, este intento de hipnotizar con consumismo tiene un enorme costo en términos de futuro para toda la sociedad.

Con estos aprendizajes, y asumiendo que Mauricio Macri será Presidente, cabe reflexionar acerca de los desafíos y posibilidades que se le presentan.

Sería necio negar que el nuevo Gobierno tiene por delante un desfiladero en lo económico que puede durar algunos meses; pero sería ficticio no reconocer que al fin de esos meses existe un “Jardín del Edén” que tiene enormes posibilidades para un mejor y mas estable futuro.

Pero para que ello sea posible el nuevo Gobierno deberá sostener un equilibrio virtuoso entre presente y futuro.

Corregir el rumbo inmediato al tiempo que se sientan las bases para una transformación económica e institucional y social irreversible sosteniendo y ampliando los derechos adquiridos y satisfaciendo demandas sociales postergadas, sobre la base de la calidad en los bienes públicos. Es notable ver como un Gobierno que se dice progresista ha abandonado los bienes públicos básicos, como la educación, salud, seguridad e infraestructura social. Recuperarlos con calidad será un eje de nuestra gestión.

Otro de los mayores desafíos es, a la vez, un riesgo y una enorme oportunidad, y tiene que ver con la consolidación de la gobernabilidad en un sistema político sin mayorías definidas. Es un riesgo pues puede condicionar un proceso complejo, pero una gran posibilidad para ensayar y consolidar una cultura política nueva, que incluya a lo mejor del peronismo y aísle a los mas reaccionarios.

La oportunidad pasa también por el hecho que durante los años de gobierno K se han tejido en la oposición muchos acuerdos que servirán de base para avanzar rápidamente en campos como lucha contra el narco, mejor justicia, reforma política, corrupción. Y, además de estos acuerdos preexistentes, resulta difícil pensar que haya oposición cerril a mejorar el funcionamiento del Estado, promover el valor agregado a nuestra producción primaria; acordar una política estratégica de uso del suelo y ocupación del territorio; reformar la educación acorde con las necesidades sociales y productivas. No nos cabe duda que en todo el arco político- incluyendo especialmente al peronismo y al movimiento obrero- hay buena voluntad para construir un país mas integrado y equitativo.

Estamos seguro que este equilibrio entre presente y futuro es posible lograrlo en una economía que encuentre los incentivos necesarios para lanzar un proceso de inversión inédito por su amplitud y complejidad. En cada sector de la producción hay oportunidades hasta hoy desaprovechadas para generar empleo y aumentar la competitividad.

Frente a todas estas oportunidades, el kirchnerismo esta lanzando una campaña francamente ridícula de miedo, con amenazas que van desde la desaparición de la AUH y las jubilaciones, hasta el cierre de universidades y liberación de represores presos, cuya extravagancia solo puede explicarse por el terror a un futuro negro para burócratas y corruptos.

Nuestra respuesta es simple. Asistimos a un fin de ciclo y la historia no vuelve atrás.

La decisión de Macri

A esta altura del partido, deberíamos ya haber aprendido que en la política argentina hay ciertas reglas que no se cumplen. A saber: a) que el aparato es lo que define las elecciones; b) que la gente vota en función de planes sociales; c) que la publicidad es definitoria; d) que las decisiones de cúpula definen el mapa electoral.

Es comprensible que el análisis político (y no solo de la prensa), busque predecir con el confort que da lo conocido según las reglas y el “sentido común” (las comillas son a propósito).

Pero la historia debería hacernos reflexionar. Antonio Cafiero y Graciela Fernandez Meijide derrotaron al aparato peronista y a los planes sociales (el PAN y las manzaneras). De La Rúa , Narváez y muchos intendentes en diversos contextos también demostraron que el aparato no es invencible; y que el voto de la gente premia la empatía con los procesos históricos  antes que las fidelidades folklóricas.

Una mirada cuidadosa de algunos resultados no lejanos demuele la teoría del voto cautivo de los pobres, sobre todo cuando existe una fuerte sensación de cambio de época. Ni La Matanza, Merlo o Cuartel IX tienen dueño, aunque haya una base de fidelidad tradicional con el aparato.

En los análisis a posteriori se descubre que el candidato victorioso supo interpretar esos nuevos vientos; y que su mensaje llegó de las maneras menos pensadas a círculos que excedían en mucho los anillos urbanos mas confortables.

Es con estas ideas básicas que quiero agregar un comentario a lo mucho que se dice sobre la tozudez de Macri en mantener su estrategia de identidad. Veamos lo que sucedió en el último año

Sergio Massa desapareció porque, mientras sus adversarios mantenían cada uno una estrategia, él ensayaba diez tácticas. Llamarse “Frente Renovador” y acordar con Othacehe es un oxímoron que la gente percibe aunque no vea los programas políticos de bajo rating; y por eso se paga un precio en votos perdidos que no se recuperan. Una vez que la espuma de la cerveza baja, ya no vuelve a subir.

El kirchnerismo se ha encerrado sobre si mismo, apelando a la memoria de tiempos mejores, la monserga chauvinista y al miedo al cambio, logrando consolidar un voto propio.

Macri desarrolló una estrategia simple pero consistente: dejar de lado los estereotipos políticos que querían colocarlo en “la derecha”, con el simple expediente de mostrar resultados que benefician a ese colectivo que se llama la gente, e insistir en anticipar que la Argentina se encamina hacia un cambio de tiempo y estilo. Gestionar bien es una manera de escuchar y contestar a lo que esa gente necesita.

El kirchnerismo lo ayudó con su intemperancia y con episodios de mal gobierno que gotean cotidianamente hacia el electorado, afirmando la necesidad de nuevos tiempos.

La estrategia funcionó, más que en la intención de voto- que se duplicó en un año-, en sus fundamentos: imagen, techo y piso de voto, aceptación del cambio como concepto.

La nueva etapa podría denominarse de “cercanía intensa”, una suerte de épica en la que se quiere volver a la herramienta fundamental de la buena política: la credibilidad en el candidato y su proyecto sobre la base de la relación humana. Ni mas ni menos que eso es el timbreo, una estrategia que se cuela por dentro del aparentemente invencible aparato y le genera profundas grietas.

Macri esta tomando decisiones que ponen a prueba su capacidad de liderazgo, que es mucho más que fijarse en las editoriales o en las presiones corporativas. Es confiar en la gente, asumiendo que ha de responder positivamente a un diálogo silencioso, imperceptible pero que pone en sintonía sus deseos con la capacidad del líder para conducirlo por buen camino. La experiencia demuestra que no es un salto al vacío.