Malvinas: un nuevo camino

Si hay algo que caracterizó a la no política exterior del kirchnerismo, fue la constante pérdida de oportunidades para mejorar la relación con todos los países del mundo, ignorando la cantidad enorme de eventos que —cotidianamente— permiten ampliar diálogos y negociaciones. La diplomacia, como la política, es una suerte de archivo en el que se van depositando activos que en algún momento cobran valor para beneficio de ambas partes (o de quien sepa utilizarlos mejor). Desde pequeños gestos hasta grandes negociaciones, la buena diplomacia consolida relaciones, muestra confiabilidad, exhibe profesionalismo. Y ello incluye desde las relaciones con las grandes potencias hasta el país más pequeño (cuyo voto puede ser decisivo en el momento menos pensado).

Si esta forma de operar es corriente con países amigos, es vital con quienes tenemos conflictos latentes, como es el caso del Reino Unido —en la medida en que el objetivo sea solucionar, en lugar de confrontar.

Cuando Susana Malcorra afirmó que la esencia de la nueva política exterior argentina será tan simple como “hablar con todos”, planteó un nuevo paradigma que ordenó el funcionamiento de la Cancillería en ese sentido y obligó a encontrar oportunidades de interacción en la cotidianeidad.

El Reino Unido no es sólo Malvinas. Mas aún, la solución de Malvinas estará más cerca cuantos más asuntos de diverso tipo entren en la agenda. Continuar leyendo

Malvinas, Putin y Londres

Los conflictos internacionales son una suerte de comodín al que recurren los gobiernos cuando necesitan ocultar otros problemas o lograr objetivos internos.

Hace un par de años, Cristina Kirchner y el Primer Ministro inglés coincidieron en algo: ambos tenían economías en situación compleja y por tanto necesitaban distraer a sus ciudadanos. Por eso, comenzaron a circular versiones sobre el envío de naves militares inglesas a Malvinas; Héctor Timmerman contestó con declaraciones y denuncias y ambos iniciaron un juego con el que cambiaron las tapas de los diarios por un tiempo sin que realmente nadie tuviese la más remota intención de disparar un solo tiro. Continuar leyendo

La invitación de Putin, ¿motivo de alegría?

La Sra Presidenta ha manifestado su alegría y orgullo por el tratamiento especial que le dispensa el Presidente Putin, que incluye una invitación a la próxima reunión de los BRICS. El Gobierno interpreta estas señales como una indicación del reconocimiento de Rusia por la audacia demostrada al apoyar la operación de “recuperación” de Crimea, a la que asocian metafóricamente con la recuperación de las Malvinas. Para un Gobierno al que se le ha cuestionado su aislamiento internacional, los gestos de Putin suenan a una reinserción en el sistema.

Pero creo que tales señales merecen una segunda lectura. Ante todo, porque el Gobierno ha apoyado una operación de virtual invasión de un territorio que fue ruso , pero que incluyó inmediatamente un plebiscito- ganado ampliamente por los pro-rusos- en el que fue decisivo el voto de los habitantes que son de origen ruso. O sea, una similitud con Malvinas que la diplomacia argentina ha rechazado reiteradamente.

En segundo lugar, rompiendo con riquísimos antecedentes de la diplomacia argentina, hemos apoyado una acción armada para apropiarse de territorios de otros países. Argentina siempre ha trabajado por que este tipo de conflictos se resuelvan en el ámbito multilateral, pero esta vez apuntala el uso de la fuerza.

Asimismo, el voto argentino en Naciones Unidas fue decidido en soledad, sin consultar con ninguno de los otros países relevantes del Consejo de Seguridad o de nuestra Región. Un espasmo del tipo del que nos tiene tan acostumbrados nuestra actual política exterior.

El tema no es menor, pues la operación de Rusia sumió a todo el sistema de Naciones Unidas en un enorme nerviosismo. Existe en el mundo una gran cantidad de situaciones similares que, de seguir el ejemplo de Crimea, podrían generar crisis a repetición de incierto desenlace. Los kurdos en Turquía; otros ex territorios rusos en Asia; algunas comunidades del Centro de Europa ;y otros más, en los que existe un muy frágil equilibrio.

La manera de evitar mayores desastres es dar señales inequívocas sobre la decisión del sistema multilateral de no aceptar este tipo de aventuras. Pero Argentina debilitó estas señales al acompañar la aventura de Crimea y con eso volvió a mostrarse como un país impredecible, que no consulta sus decisiones , ni con las grandes potencias ni con sus vecinos regionales.

Tal vez la Presidenta sueñe con que la invitación de Putin a la reunión de los BRICS sea el camino para convertirse en un nuevo miembro del Grupo. Pero lo cierto es que Argentina llega allí por las malas razones que hemos mencionado, y sin ser sostenido por ninguno de los otros miembros, con los que – incluyendo Brasil- no tiene alianzas diplomáticas estratégicas.

En síntesis, tal vez nuestra Presidenta sienta que está siendo premiada por su audacia. Mi visión es que va a recibir un limitado premio por haber acompañado una operación política que rompe la mejor tradición diplomática argentina y remarca nuestra imprevisibilidad.

La parte positiva de este episodio es que sirve para aprender lo que no hay que hacer, y usarlo como otra de las bases de los acuerdos estratégicos que debemos lograr dentro de la oposición.