Un país llamado olvido

Eleonora Bruzual

Nada debe asustar más que la desmemoria, pero parece que los venezolanos no nos paseamos por esa infinita tragedia que significa padecerla. Y es que así de simple, sufre de desmemoria la gran mayoría. Me impacta que 15 años de castrochavismo haya borrado realidades y formas de vida que teníamos y que muchos ya no recuerdan. Y miren que no me refiero a los muy jóvenes, porque realmente si tomamos en cuenta más de 15 años de Robolución, un hombre de 25 años apenas tenía menos de 10 cuando ese encantador de serpientes llegó mintiendo, desmantelando el Estado, destruyendo la democracia e inventándose una historia donde nos resultó pariente de Cristo, hijo de Bolívar, ahijado de José Martí e inventor del agua tibia, extraño líquido que nadie por estas tierras conocía.

Detalles tontos como olvidar por ejemplo, que un pasaporte te lo sacabas rápidamente y no tenías que hacer infinidad de trámites, incluido pagarle cuatro sueldos mínimos a un gestor que de paso no te liberará de la larga cola así llegues amaneciendo a la oficina de identificación “eficientemente” dirigida por cubanos.

Olvidar que ibas a un mercado y allí encontrabas lo que buscabas y necesitabas y no tenías que plantearte varias romerías, con sus consabidas colas, para en uno obtener harina, en otro aceite, con suerte en alguno lejos de donde vives, papel toilet y en el máximum de la buena fortuna, que ningún desesperado como tú, te caiga a golpes porque vio primero el último desodorante que quedaba.

Olvidamos que en las farmacias había medicamentos, que unos frasquitos azules con la marca Vick VapoRub te guiñaban desde las estanterías donde igualmente había Alka-Seltzer y Sal de Fruta ENO. Que podían hacerte exámenes médicos porque existían reactivos y que no morías de mengua, como ahora, después que el “Salvador” de los pobres irrumpió sembrando odio, desatando violencia. Destruyendo hospitales, corriendo a nuestros médicos y supliéndolos por farsantes cubanos de batas blancas. Decretando el hambre y la ruina como primer derecho revolucionario.

Los crímenes sacudían la opinión pública y eran resueltos los casos por policías eficientes. Pero ahora, bajo esta peste colorada, matan, secuestran, roban y todo se convirtió en cotidiano, en normal. Cien cadáveres ingresados un fin de semana sólo en la morgue de la ciudad de Caracas no nos impresiona y menos nos enerva. Más de uno borró la Venezuela donde se podía vivir y no ésta donde no sabes cómo sigues vivo.

Olvidamos que, aunque nunca fuimos país turístico, llegaban extranjeros y no los asesinaban en lobbies de hoteles 5 estrellas. No mataban diplomáticos, no asaltaban sus casas. Más de un adolescente piensa que siempre los ministros de Relaciones Interiores eran tan farsantes como ese que se vanagloria de darnos una “Patria Segura” con unas fulanas divisiones que él se inventó y llama “Cuadrantes” y donde en uno, el Sr. Christophorus Wilhelm, empresario alemán fue abatido la semana pasada por tres hampones llegando al Hotel Eurobuilding y teniendo como última visión un matero grandote que dice: ¡Welcome to Caracas!

Millones ya no conocen otra cosa que esta malandrocracia que empoderó el odio y la violencia, saqueó el país, tiró a cientos de miles al destierro, sembró de muertos Venezuela y pone vallas publicitarias asegurando que todo está “Chévere”. Millones creen que jamás un venezolano tuvo acceso a divisas extranjeras porque ya cumplimos once años con Control de Cambio (2003) y es una dádiva graciosa que te asignen (sólo a los que pueden tener tarjeta de crédito), 300$ para compras por internet -una vez al año- 700$ si vas a Miami, a Bogotá (por más de 8 días) también 700$ y nunca más de 2.500 al año, vayas donde vayas. Control de Cambio que por supuesto no padecen jerarcas castrochavistas, chulos extranjeros y militares archicorruptos.

Una sola muestrita la tenemos en los 3,7 millones de dólares que Chávez en diez años le asignó a ese engendro donde comandan Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Luis Alegre y coincidencialmente un tío avispado de apellido Monedero. La asignación del Terminator Chávez, la justificó dada su “ilusión” ante estos trúhanes españoles que tenían una fundación “sin ánimo de lucro” nacida el año 2002 y cuya meta era promover “la redistribución de la riqueza”. ¡Y miren que la redistribuyeron!

Desmemorias, resignación, apatía, sinvergüenzura… De todo hay, fíjense no más que parece normal que ya no haya casi líneas aéreas internacionales volando a Venezuela y ofreciendo sus rutas desde aquí. Que mientras vemos a miles de colombianos, argentinos, ecuatorianos, uruguayos, costarricenses, mexicanos en las gradas de los diferentes estadios de Brasil donde juegan sus equipos, apenas unos cientos de venezolanos han podido viajar al Mundial de Fútbol. Y por eso –respetados lectores- en Venezuela en sangrienta parodia los goles hieden a pólvora. El guardameta es la Muerte y el capitán de la oncena de malandros, el odio y los antivalores.

Ahora cuando ya lo que nos dejan es un país destruido, saqueado, ensangrentado, comienzan a echarse las culpas unos a otros. Ratas abandonando un barco maltrecho que hace aguas. No me falla la memoria ¡No! Yo –gracias a Dios- tengo presente cada delito, cada crimen, cada engaño, cada culpable. No me confunden rencillas entre hampones. Observándolas estoy segura que el muerto, que era astuto y pendenciero debe tener ganas de aparecérsele a la banda y caerles a golpes.

Yo en cambio lo único que espero es que despierten millones y no acepten jamás que seamos un país llamado olvido