Las exportaciones argentinas, desacopladas del resto del mundo

Eliana Scialabba

El saldo comercial volvió a contraerse en el mes de octubre. Según cifras oficiales, éste disminuyó un 39%, llegando a los 361 millones de dólares, acumulando entre enero y octubre 6.151 millones de dólares, 15% por debajo que igual período del año pasado.

El resultado se explicó por el desplome del 16% interanual de las exportaciones, debido a las menores ventas de autos y poroto de soja, mientras que las importaciones cayeron un 14%. En ambos casos, las caídas se explicaron por fuertes descensos en las cantidades.

Sin embargo, estos resultados no son azarosos, sino que dependen exclusivamente de las decisiones de política comercial y cambiaria llevadas adelante durante los últimos años. El cepo cambiario junto a la creciente inflación y un tipo de cambio nominal estable presionan sobre la apreciación cambiaria, y el aumento de la presión tributaria empeora el panorama. Asimismo el menor crecimiento mundial también impacta de manera negativa, generándose un círculo negativo para las exportaciones.

A pesar de la retracción de la demanda interna por el estancamiento que atraviesa la economía, los productores no han reorientado las ventas al resto del mundo debido a lo mencionado previamente: en el contexto actual, no existen incentivos para exportar.

Por otra parte debe considerarse que la devaluación del mes de enero no tuvo los efectos positivos esperados sobre las exportaciones, debido a que al no ir acompañada de un plan anti-inflacionario integral fue vista como muy cortoplacista: la suba de precios internos muy por encima de los internacionales disminuyó en poco tiempo la mejora de los precios relativos, impidiendo la reasignación de recursos hacia la producción de bienes exportables.

Otro problema que enfrentan de los productores son las trabas a las importaciones, debido a que se necesitan crecientes cantidades de insumos importados para aumentar su volumen de producción. Si bien afecta a la producción en general, algunos sectores exportadores se han visto más perjudicados.

Desde el punto de vista de los dos sectores que mayor cantidad de divisas generaba y este año se desplomaron, hay que considerar que la disminución de ventas de porotos de soja se explica por varias razones, entre ellas, una menor dinámica de la economía China, principal demandante de este producto; como así también por la caída de los precios internacionales y el acopio de los productores, los cuales permanecen a la espera de la suba de los precios, una nueva devaluación o una mejora impositiva, escenarios que no se ven con altas probabilidades en los próximos meses.

En tanto, en el caso de la industria automotriz, las ventas al exterior disminuyeron, al igual que los porotos de soja, tanto por razones internas como externas. La desaceleración de Brasil asestó un fuerte golpe al sector – el 89% de las exportaciones del sector tienen como destino ese país – mientras que las trabas a las importaciones han paralizado la producción de las automotrices, ya que si bien los autos se ensamblan en el país, más del 70% de sus insumos son de origen importados.

En este escenario, se estima que las exportaciones finalizarán el año en torno a los 75.000 millones de dólares, un 8% por debajo de 2013. Las cifras confirman que Argentina se ha desacoplado hace varios meses del crecimiento de las exportaciones globales, las cuales, según estimaciones de la OMC, crecerán este año en torno al 3%.

Una vez más el país va en contramarcha del resto del mundo, y nuevamente no se puede culpar a cuestiones externas. Las políticas económicas en su conjunto han sido desacertadas, y el atraso cambiario originado por la creciente inflación presiona mes a mes sobre la competitividad.

El mayor desafío de la próxima administración no será revertir las condiciones macroeconómicas y financieras actuales, sino que serán las medidas que adoptará para lograr un cambio en las expectativas de los agentes económicos, ya que mientras tanto cualquier política que se implemente será percibida como transitoria y no generará efectos de largo plazo. Solo una vez cambiadas las expectativas, podrá la economía retomar su senda de crecimiento y acoplarse al resto del mundo.