¡Cambiamos!

Ernesto Sanz

Doscientos cincuenta y un días pasaron entre la convención que celebramos los radicales en Gualeguaychú y el ballotage que trajo el cambio a la Argentina. Aquel día de marzo Cambiemos vio la luz y desde entonces no hubo descanso en la construcción colectiva de un Gobierno de cambio para Argentina.

Una campaña tan extensa nos dejó extenuados a todos, pero tiene una enorme ventaja: pone a la política en boca de la gente y en manos de la gente que ayer marcó un rumbo y estableció prioridades.

Hoy muchos nos levantamos exultantes por un triunfo que esperamos largo tiempo y que gran esfuerzo nos costó construir. Muchos otros argentinos se levantaron con un sabor amargo, con una sincera tristeza por no haber logrado el objetivo. Pero desde hoy mismo, con diferentes humores y desde la confianza o el escepticismo, debemos volver a poner a andar a la Argentina.

Con esto tiene que ver el primer desafío del nuevo Gobierno. No pasa por la inflación ni por el dólar; pasa por la unidad, pasa por reconstruir la fraternidad entre los argentinos. Podemos tener Gobiernos más o menos eficaces, más o menos iluminados, más o menos simpáticos, pero no podemos tenernos miedo por nuestras ideas ni dividirnos por nuestras opiniones. Los argentinos no podemos perder ni un minuto más en grietas estériles que no sirven a nadie.

El segundo gran desafío es demostrarnos a nosotros mismos y demostrarle al mundo que nuestra democracia es capaz de tener una transición ordenada y madura. Necesitamos que el Gobierno que termina lo haga como corresponde y que el que se inicia pueda desde el 10 de diciembre gobernar con todas las herramientas y las facultades correspondientes. Las transiciones, en cualquier lugar del mundo, muestran el verdadero carácter de las democracias y los argentinos tenemos todo un desafío en la transición misma.

Volver a creer y a creernos es un tercer reto para el período que iniciamos. La credibilidad en democracia es el patrimonio más preciado y la verdad es el combustible que alimenta ese patrimonio. Los argentinos necesitamos saber la verdad de qué pasa con nuestra economía, pero también necesitamos volver a creer en la Justicia, en las estadísticas, los presupuestos y las medidas de gobierno. Durante muchos años hemos vivido en una atmósfera de desconfianza y mensajes cifrados, debemos superar ese escollo. El desafío es grande y nos hemos preparado para afrontarlo con éxito.

Vamos a cuidar las conquistas que son de todos los argentinos, profundizar los logros en ciencia y tecnología, ampliar la asignación a los eternamente postergados monotributistas y construir lazos permanentes y eficaces que vinculen la ayuda social con el trabajo digno, estable y gratificante.

Tenemos que poner nuestra energía allí donde es prioritaria. Necesitamos una mejor educación, una educación que forme, en contenidos y en valores y que libere en el sentido más genuino de la palabra; que devuelva a nuestra escuela esa cualidad que la distinguió en el mundo: ser una herramienta de ascenso social a través del conocimiento y el esfuerzo.

Tenemos que volver a poner a la Argentina en el mundo, no por una cuestión ideológica, sino por lógica: en el mundo está el mercado para miles de productores argentinos dispuestos a crear empleo. A esos productores y emprendedores les tenemos que dar la oportunidad de producir y emprender sin tener que vigilar de reojo para evitar una zancadilla de parte del Gobierno.

No será fácil devolver al país al camino del progreso. Son muchos años con la conflictividad por las nubes y la economía por el suelo, son muchos años en los que construir poder partidario fue más importante que edificar desarrollo colectivo. Pero vamos a conseguirlo con un Gobierno que tenga los pies en el suelo, la mirada en el futuro y la sensibilidad en cada rincón del país.

Comienza una nueva etapa en Argentina, el cambio deja de ser un eslogan para ser propiedad de todos. La mayoría eligió el cambio y todos tenemos la responsabilidad de construirlo. Vamos a hacerlo.