Inserción laboral trans, un debate pendiente

Por estos días el Congreso de la Nación debate diversos proyectos de ley para la creación de programas de primer empleo destinados a promover la inserción laboral de los jóvenes en todo el país.

Dichas iniciativas, que han sido presentadas por legisladores de todas las bancadas, e incluso por el propio Poder Ejecutivo, plantean la necesidad de generar empleo registrado y facilitar la transición de los jóvenes hacia el mundo del trabajo.

Seguramente motiva estos debates la preocupación por el alto nivel de informalidad que presenta el mercado laboral en nuestro país y la especial exclusión que viven las personas entre 18 y 29 años, con particular atención en algunas realidades regionales, donde el desempleo, el subempleo y el trabajo no registrado se expresan con mayor crudeza.

Sin embargo, esta preocupación, compartida y comprensible, oculta otro debate también urgente que ha recobrado impulso en los últimos meses a partir de la aprobación de leyes provinciales y ordenanzas municipales específicas: la inserción laboral del colectivo trans.

Si bien es cierto que en los últimos años el colectivo trans ha avanzado sustancialmente en materia de derechos formales —la aprobación de la ley de identidad de género en 2012 es prueba de ello—, las situaciones de discriminación, vulneración de derechos y exclusión siguen impactando de lleno en travestis, transexuales y transgéneros en toda la Argentina. Continuar leyendo

Cinco años de igualdad

Hace pocas semanas el movimiento de lesbianas, gays, bisexuales y trans de todo el mundo estuvo de festejo. La esperada decisión de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos echaba por tierra las pretensiones segregacionistas de importantes grupos de ese país, vinculados a las iglesias evangélicas y el Partido Republicano.

Como lo hiciera con la legalización del aborto en el recordado caso Roe v. Wade en el año 1973, y también con una votación dividida (en esta ocasión la mayoría se logró 5 a 4), el máximo tribunal norteamericano zanjó un debate que la sociedad ya había superado (en Estados Unidos en la actualidad más del 65 % de la gente está a favor del matrimonio igualitario), pero que el Congreso no puede superar (la mayoría republicana nunca hubiera aprobado esta ley, a pesar del importante apoyo social, mediático y político existente).

Semanas antes, Irlanda había hecho historia al transformarse en el primer país en legalizar el matrimonio igualitario por voto popular, y más recientemente el Tribunal Supremo mexicano había emitido un fallo muy similar al norteamericano, pero que no tuvo la repercusión mediática y social que merecía. Continuar leyendo

Ayudó a construir un mundo más justo

Conocí a Pedro Zerolo una tarde de domingo de algún septiembre, en Buenos Aires. Bruno Bimbi nos había comentado que él estaba de visita en el país, difundiendo el logro de matrimonio igualitario en España. Y nosotros aquí ya habíamos comenzado desde la FALGBT la campaña que varios años más tarde nos permitiría aprobar la ley de Igualdad, pero aún no lo conocíamos personalmente.

En el hall de aquel hotel de Corrientes y Reconquista había varios medios de prensa, el inseparable Miguel Àngel Fernández –su estecho colaborador y compañero de infatigables luchas– referentes del PSOE en Buenos Aires (presencia obligada para un socialista internacionalista como él) y organizaciones sociales de diverso tipo. Entré, me senté entre el público –que había improvisado un pequeño auditorio– y comencé a escucharlo.

Alegre, valiente, convincente, seductor, irradiaba una energía muy especial. Escucharlo contar cómo se había aprobado la ley de Matrimonio Igualitario en España nos ayudaba a pensar que aquí también era posible. Y escucharlo relatar apasionadamente por qué el socialismo estaba llamado a impulsarlo, conmovía.

No sabía como presentarme, así que hice lo obvio. Levanté la mano con la excusa de una pregunta cualquiera y le dije “Mi nombre es Esteban Paulón, soy militante del Partido Socialista en Argentina y participo en la FALGBT”. Pedro respondió mi pregunta y siguió mostrándonos su visión sobre el futuro de igualdad que veía para toda América Latina, y cómo Argentina tenía que liderar ese proceso.

“La igualdad va a llegar de todos modos. La decisión es estar entre los primeros, o estar entre los últimos” repetía.

Cuando terminó su presentación se paró y se acercó a mi, me saludo con sus clásicos dos besos y me dijo “Oye, no sabía que en Argentina existía un Partido Socialista, siempre pensé que el socialismo aquí era el Partido Radical.”

Enorme herida narcicista la mía… ¿Cómo que no sabía que en Argentina había un Partido Socialista? Y que ese partido ya contaba con grupos para trabajar la igualdad LGBT? Y así nos conocimos.

Rápidamente lo invité a una reunión con la entonces diputada nacional Silvia Augsburger que nos recibió a los dos días en la Cámara de Diputados junto a dos entrañables compañeras socialistas Julia Martino y Clori Yelicic. También las deslumbró y sedujo. Y nos pusimos a trabajar por más igualdad.

Desde ese momento forjamos una amistad hermosa. Fue colaborador activo de la FALGBT –recuerdo una tarde lluviosa en el despacho de Augsburger con él y junto a María Rachid, Marcela Romero y Mariana Casas trabajando en el proyecto de identidad de género– y del movimiento LGBT en toda América Latina.

O su visita a Rosario, donde lo declaramos visitante distinguido en el Concejo Municipal de la ciudad en un viaje relámpago sólo posible por sus ganas de ser parte de todo cambio en favor de la diversidad sexual.Pedro y Jesus

Tengo fresca esa reunión de noviembre de 2009 cuando desde la FALGBT impulsamos el primer debate parlamentario de Comisiones por la ley de la Igualdad y Pedro nos acompañó (llegó en esa ocasión junto a su esposo y a Toni Poveda, entonces Presidente de la FELGTB). Ante un auditorio repleto de activistas anti derecho –que blandían carteles con la leyenda “los niños necesitan papá y mamá” o “no al gaymonio – se presentó, con esa calidez que siempre irradiaba, diciendo “Buenos días, me llamo Pedro Zerolo y estoy casado con Jesús”.

El estupor de la audiencia anti-derechos se fundió con nuestro aplauso que en un estallido espontáneo, inundó la sala. Pero más alla de todo, Pedro tenía razón. Al fin y al cabo estaba casado con Jesús, su esposo legal.

Siempre presente en las conquistas que protagonizamos estos años viajó desde Madrid sólo para acompañarnos esa helada madrugada porteña en que se aprobó la ley de Matrimonio Igualitario. O el viaje relámpago a Montevideo para participar en el debate en el Congreso junto al colectivo Ovejas Negras y el Tati Sabini pocos meses antes de aprobarse la ley.

Incluso en nuestro último encuentro, que fue hace pocos meses, sólo hablaba de la visita urgente que tenía que hacer a América Latina para profundizar la ola igualitaria que se esparce por nuestro continente. Su querida Venezuela y Ecuador lo desvelaban. Seguramente se habrá ido con un gran dolor de ver que la “izquierda beata latinoamericana” no comprendió aún que, como repetía vehementemente en todos sus discursos, el “socialismo y la igualdad van de la mano” y que “no se puede ser de izquierdas y homo/lesbo/transfobo”.

Agradezco a la militancia LGBT y al socialismo haber conocido a alguien tan apasionado y valiente como Pedro Zerolo. Alguien que se le paró firme al cáncer y aguantó hasta donde dieron sus fuerzas, que eran enormes.

Para finalizar le voy a robar una frase a Claudia Castrosín, la vicepresidenta de la FALGBT, que en la mañana de ayer, impactada por la noticia, me dijo: “Supongo que hubieramos iniciado el camino hacia el matrimonio igualitario de todas maneras, pero qué lindo fue haberlo hecho con él y con la alegría que genera una persona feliz, luchadora y libre”.

¡Hasta siempre, Pedro querido! Y gracias por ayudarnos a soñar que un mundo más justo siempre es posible.

Hablando de subsidios… e hipocresía

                                                        En memoria de Claudia Pía Baudracco, fundadora de ATTTA y la FALGBT, activista incansable fallecida a los 42 años y una de las tantas personas trans que no pudo ver con vida la ley de Identidad de Género

 

Enorme revuelo causó esta semana nuestro proyecto (presentado en el Congreso de la Nación, la Legislatura porteña y la Legislatura de la provincia de Santa Fe) para otorgar una Asignación monetaria mensual a las mujeres y hombres trans mayores de 40 años.

Desde la FALGBT le llamamos “Asignación para la Ciudadanía Trans” y se inscribe en las razonables recomendaciones de la OIT de brindar un piso de protección social a todos los sectores vulnerados en derechos.

Y sin dudas tenemos razones para plantearlo. En Argentina no hay ningún otro colectivo social que tenga una expectativa de vida de entre 37 y 42 años. Sí, leíste bien. El colectivo trans en Argentina vive en promedio 35 años menos que el resto de la población. Qué otro colectivo social en nuestro país expresa tan brutalmente con sus vidas (y sus muertes) la exclusión y discriminación? Continuar leyendo

Derecho a ser, todos los derechos

En los últimos días nuestro país ha vivido una encendida polémica en torno a la Identidad de Género del colectivo trans (travestis, transexuasles y transgéneros) que tuvo su mayor expresión mediática en el enfrentamiento entre el periodista Jorge Lanata y la actriz y conductora Florencia de la V.

Más allá de ese debate puntual, la polémica revela un gran desconocimiento de parte de la sociedad alrededor de las identidades trans y los alcances de la ley, pero sobre todo encubre un debate aún más importante y urgente: la grave situación de exclusión que este colectivo vive y la falta de políticas públicas de impacto que logren revertirla.

Aclarando algunos conceptos. El colectivo trans nuclea a aquellas personas que expresan, viven y sienten un género diferente al que les fuera asignado al momento del nacimiento.

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La ley que nos hizo una sociedad mejor

Aún recuerdo claramente el frío intenso que pasamos esos miles de locos y locas que esperábamos frente a un escenario la resolución de la votación del Senado, en el debate por la ley de matrimonio igualitario. A pesar de la helada noche, la multitud generaba un calor impresionante y estábamos ahí, clavados frente a una pantalla, siguiendo los discursos de las senadoras y senadores que iban a definir buena parte de nuestras vidas, de nuestra dignidad y nuestro futuro. Como siempre, otras y otros decidiendo por nosotros, hablando por nosotros, diciendo por nosotros, pero esta vez sentíamos nuestra voz en la de cada uno de esos legisladores que argumentaban a favor de la igualdad. Esa noche sentimos que eramos ciudadanas y ciudadanos de pleno derecho.

También recuerdo el intenso debate que precedió a la ley. Desde que éramos parte de un plan del demonio hasta que íbamos a ser los responsables de la destrucción de la familia, los sectores que se opusieron a la ley argumentaron de todo. Que las lesbianas eran violentas con sus hijos, que los gays lo éramos, por ser víctimas de abuso sexual, que no estábamos capacitados para la crianza, que nuestras relaciones no eran duraderas. Un sinfín de falacias que intentaban instalar el temor en la sociedad y, montadas sobre la falta de conocimiento de mucha gente de buena fe, impedir la aprobación de esta trascendente ley. Cuántas cosas han pasado desde aquellos días.

A cuatro años de su aprobación, podemos decir con enorme orgullo y alegría que el propio matrimonio igualitario se encargó de echar por tierra todos y cada uno de ellos. Ninguna de las catástrofes sucedió. La sociedad no se desintegró ni la familia se debilitó. Muy por el contrario, las familias fueron las grandes favorecidas tras la aprobación de esta ley de igualdad, porque hoy son más y más diversas aquellas familias que pueden gozar de los mismos derechos.

Haciendo un poco de historia, la ley de matrimonio igualitario fue presentada por primera vez en el Parlamento en diciembre de 2005 por la Federación Argentina de lesbianas, gays, bisexuales y trans (que recién se conformaba) y el diputado socialista Eduardo Di Pollina. En esa ocasión, casi nadie, fuera de nosotros, creyó que fuera posible. Ya en febrero de 2007 la presentación del primer amparo ante la Corte Suprema de Justicia, que pedía declarar inconstitucional -por discriminatorio- al Código Civil, dio cuerpo y volumen a la campaña nacional “Los mismos derechos, con los mismos nombres” que desde la FALGBT habíamos puesto en marcha. A finales de ese año el proyecto volvió a ser presentado con un importante apoyo parlamentario y de la mano de las dos diputadas que finalmente nos acompañarían hasta el debate y posterior aprobación de la ley de Igualdad: Silvia Augsburger y Vilma Ibarra. Una opositora (Augsburger era presidenta del bloque de diputados socialistas) y una afín al oficialismo (Ibarra integraba Nuevo Encuentro). Así se construyó la ley. Transversalmente, con apoyo del oficialismo y la oposición. 

Cuando en noviembre de 2009 la FALGBT logró generar el primer debate parlamentario por el matrimonio igualitario, también se había logrado la adhesión de buena parte de la sociedad. El tema se debatía intensamente en escuelas, universidades, clubes, espacios de trabajo y medios de comunicación. Y también en el seno de las familias, dentro de las cuales muchas veces este debate era la ocasión perfecta para salir del armario ante padres y hermanos, defendiendo la ley en primera persona, con su propio cuerpo.

Tanto había avanzado el debate social sobre el matrimonio igualitario que aquel primer amparo ante la Justicia -el de febrero de 2007- se multiplicó por 100 y el equipo jurídico de la FALGBT los patrocinó en todo el país. Hasta tuvimos que mandar a una pareja a Tierra del Fuego para concretar el primer casamiento gay de América Latina en diciembre de 2009. Esa lucha también dio sus frutos. En Argentina, se casaron diez parejas de personas del mismo sexo previo a aquel 14 de julio. La justicia también le decía sí a la igualdad.  

Y luego vendrían los debates, las horas de televisión, las votaciones en Diputados y Senado, las marchas a favor y en contra. Hasta un oficio interreligioso frente al Congreso para “evitar” la catástrofe que traería esta norma, reuniendo a una importante cantidad de personas blandiendo carteles naranjas que decían “Papá y Mamá”, como si nosotros y nosotras no lo fuéramos. Eso también está en nuestra memoria.

Han pasado 4 años y miles de parejas han podido contraer matrimonio. Sin embargo, quedan aún materias pendientes, porque ninguna ley modifica automáticamente realidades naturalizadas por siglos. Pero con la posibilidad de dar las batallas que haya que dar, para transformar profundamente la cultura y la sociedad, desde un pie de igualdad.