Ampliar nuestra mirada y no banalizar

Esteban Wood

Por su papel más que privilegiado en la creación, distribución e interpretación de la realidad, y en la promoción de representaciones sociales sobre las más diferentes cuestiones, los medios tienen el poderío de definir un problema y transmitir, instalar y jerarquizar los valores asociados al mismo. Esta cuestión cobra vital importancia cuando se cae en la cuenta de que hoy en día, el conocimiento de la realidad se realiza cada vez menos a través de la experiencia directa y más a través de los medios de comunicación. Lo que llamamos realidad no es más que un fenómeno social de consistencia especial, un conjunto de creencias socialmente compartidas como guiones de conocimiento, como patrones consensuados. Los problemas en realidad no existen, sino que son construcciones y definiciones subjetivas de un observador.

Actores distintos entienden una problemática de manera diferente, y la reflejan desde sus respectivos intereses y sistema de valores. Es necesario asumir que el periodista es intérprete de la realidad social y, en muchos casos, conforma las imágenes que adquiere la sociedad sobre la mayoría de las temas. Este rol protagónico de los medios de comunicación invita a la reflexión sobre como estos agentes mediadores construyen y reconstruyen el problema del uso y abuso de drogas, las adicciones y el narcotráfico. La legitimidad de la que gozan los vuelven responsables de muchos de los significados y simbolizaciones públicas que circulan en torno a la cuestión.

La atención puesta sobre los mensajes y sentidos que promueven los medios sobre el tema drogas no es nueva, aunque la conciencia respecto a su trascendencia es cada vez mayor. Ciertos abordajes periodísticos superfluos sobre la problemática suelen dificultar la intervenciones preventivas, influir en los niveles de consumo de sustancias psicoactivas en una sociedad y repercutir de manera negativa en la actitud social. Ciertas coberturas terminan estigmatizando, marginando, alarmando, confundiendo y hasta desinformando a la sociedad. Ciertos mensajes mediáticos se constituyen en rotundas apologías, ciertamente nocivas.

El impacto que esto supone sobre la percepción social de los diferentes aspectos relacionados con el problema de las drogas es de gran importancia: al elegir mostrar un enfoque de un problema, a expensas de otras formas de abordarlo, se toman decisiones que pueden incentivar o fomentar el consumo de sustancias. En tiempos en los que desde algunos medios de comunicación se ha construido un imaginario social que, lamentablemente, banaliza el consumo de drogas, es imperativo redefinir el rol del periodismo a la luz del impacto (o costo social) que determinadas informaciones tienen sobre la sociedad en su conjunto.

El tratamiento informativo de ciertos temas socialmente complejos debería ser algo a consensuar, a redefinir entre los actores partes del proceso comunicacional. Voceros, fuentes informativas, cronistas, editores, propietarios de multimedios y demás miembros del ecosistema mediático-comunicacional deberían establecer claramente las reglas del juego, los sesgos, las trampas y trucos. Y por sobre todas las cosas, las responsabilidades que, en mayor o menor medida, todos comparten al transmitir una información que, como en el caso del uso y abuso de drogas, puede ser extremadamente costosa para la sociedad sino se la difunde desde la premisa de una responsabilidad social frente al problema.

El ejercicio periodístico no puede limitarse a la construcción del presente informativo con meros fines de conocimiento público. No se trata de negar una dimensión tan importante del quehacer laboral, pero sí de ampliar la mirada hacia otras posibilidades de ejercicio profesional que prioricen el amor al prójimo, el respeto por la verdad y el servicio del bien común. El mayor aporte a la comunidad es la verdad. Pero a la vez, la verdad que luce más espléndida es la que sirve para orientar a una comunidad.

No existen en el mundo soluciones recetadas a la compleja situación del uso y abusos de sustancias legales o ilegales, que nacen por múltiples causas, como tampoco al problema del narcotráfico y sus delitos conexos. Pero sin dudas, las soluciones partirán de los diversos canales sociales que faciliten la comunicación, los diálogos, los consensos, la inclusión, la participación, la prevención y el compromiso de todos. Y en este terreno, los periodistas y los medios cumplen un rol determinante y fundamental. Bien dijo Saramago: “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad, quizá no merezcamos existir”. Actuemos en consecuencia.