El Estado no tiene derechos

Ezequiel Spector
Un nuevo debate en torno a la libertad de expresión se ha dado en los últimos días, respecto del uso excesivo de la cadena nacional por parte de la Presidenta, y de la actitud del Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, de romper un diario en plena conferencia de prensa. La Presidenta sostuvo que la libertad de expresión es para los 40 millones de argentinos, incluida ella, de modo que tiene la libertad de expresarse cuando lo desee, sin que ello sea una razón para ser criticada.

Esta concepción del derecho a la libertad de expresión, y en general de todos los derechos individuales, no es exclusiva de la Presidenta, sino que subyace a todo el pensamiento kirchnerista. La idea es que el Estado, como cualquier ciudadano, tiene derechos constitucionales y puede ejercerlos cuando lo desee.

No obstante, esta concepción está lejos de ser acertada. La razón de ser de los derechos individuales es precisamente que las personas tengan una herramienta para defenderse del poder, no que el poder tenga otra herramienta (además de las que ya tiene, como el manejo de la policía y la facultad de cobrar impuestos) para sacarle aún más ventaja a los individuos. Derechos como la libertad de expresión encuentran su fundamento justamente en que les posibilita a los ciudadanos defenderse de los abusos del poder estatal, denunciando actos de corrupción, violaciones de otros derechos, actos de violencia policíaca y política, etcétera. Ahí se encuentra, por así decirlo, la gracia de los derechos. Por eso repudiamos la Alemania Nazi, la China de Mao y la Unión Soviética de Stalin, donde los derechos individuales estaban completamente anulados y reemplazados por la voluntad de un líder. Y por eso festejamos cuando, al finalizar un régimen totalitario, la gente recupera su libertad. Son los individuos quienes tienen derechos. Para eso existen (o se crearon, dependiendo de la teoría filosófica de los derechos que uno apoye).

Dicho de otro modo, el Estado tiene una inmensa cantidad de recursos y poder. Y los derechos individuales son principalmente para que la gente pueda defenderse de abusos estatales de ese poder. El Estado tiene la facultad (e incluso el deber) de comunicar actos de gobierno, en virtud de la transparencia que posibilita un mayor control ciudadano. Tiene el deber de respetar los derechos constitucionales. Incluso alguien podría decir que tiene el deber de informar a las personas acerca de cómo ejercer sus derechos. Pero el Estado no tiene derechos.

Por supuesto, la Presidenta y cualquier otro funcionario público tienen el derecho a expresarse en calidad de ciudadanos, así como tienen derecho a la defensa en juicio. Publicar sus ideas por la prensa es una forma de ejercerlo. No obstante, el uso de recursos públicos a los cuales sólo la Presidenta puede acceder, como la cadena nacional, no es un ejercicio de ese derecho.

Es cierto que el gobierno tiene el deber de representar a los ciudadanos. Sin embargo, ello no es una razón para pensar que el gobierno de turno, que ocupa el lugar del Estado, puede ejercer sus derechos individuales. Ellos están justamente por si el gobierno, usando el poder estatal, se desvía de esa función para perseguir sus propios intereses políticos o económicos.

En un año de elecciones, estas consideraciones son esenciales para encarar el futuro como país. La prosperidad vendrá de la mano de, entre otras cosas, la comprensión ciudadana de que somos nosotros los titulares de los derechos consagrados en la Constitución. No son un regalo ni un favor. Es lo que debemos exigir. Y son sólo nuestros, porque es lo único que tenemos para defendernos del poder.