Las razones del minimalismo de Obama

En los últimos meses el régimen de Assad en Siria ha logrado hacer retroceder a las diversas facciones rebeldes de varios puntos estratégicos. La mayoría de los analistas no duda ya en la posibilidad cierta que su caída no sea un tema de corto plazo y ni aun de mediano plazo para otros observadores. La decisión estadounidense de no proceder a un ataque militar sobre las fuerzas de Assad luego del comprobado uso de armas químicas sobre la población civil y optar por aceptar un proceso de desarme de las mismas, con el monitoreo de Europa, Rusia y funcionarios propios, fueron otra señal para una mayor supervivencia del Assad y su clan.

Desde sectores políticos, académicos y periodísticos en Washington se ha venido desarrollando un debate sobre hasta qué punto se está haciendo demasiado poco para revertir esta reconsolidacion del régimen. Una respuesta adecuada a estas posturas cruzadas deben tomar en cuenta un conjunto de variables y juegos dignos de películas de 007 o de Tom Clancy. Un ejemplo de ello es la insistente versión acerca que un vip de la red terrorista Al Qaeda, que residía en condición de “refugiado” en Irán desde hace años, fue autorizado a‎ salir del país  para trasladarse en Siria y sumarse al “combate” contra Assad, el cual paradojicamente es uno de los más estrechos aliados de Teherán.

¿Cómo podría explicar esta contradicción, que se encuentra acentuada por el hecho que Al Qaeda es sin duda una de las vertientes más extremistas de fundamentalismo sunnita, el cual dedica parte sustancial de su poder de fuego a atentar contra población de origen chiita, corriente minoritaria del Islam excepto en Irán e Irak? Evidentemente la potencia persa tendría interés de profundizar los embates entre sunnis moderados y sunnis fundamentalistas enemigos de Assad y, al mismo tiempo, emparentar a los rebeldes con redes del terrorismo internacional enemigas de Washington y las potencias occidentales. Esto lograría estigmatizarlos y alejarlos de la posibilidad de contar con masiva asistencia económica y militar desde esas potencias

Los recientes testimonios sobre uso de cloro por parte del régimen en varios ataques es otra muestra del no temor a una reacción norteamericana. A su vez, la Casa Blanca no parece tener apuro en una precipitada salida de Assad. La conflagración y desgaste entre sunnita y chiitas, y entre los mismos sunnis, no dejaría de presentar algunas ventajas y erigirse en un curso de acción compatible con un minimalismo en política exterior en esa zona. Los videos que muestran enfrentamientos letales entre grupos operativos de la milicia chiita libanesa Hezbollah, aliada de Assad y de Teherán, contra Al Qaeda son un claro ejemplo en este sentido. Ambas organizaciones, figuran en las agencias federales americanas como estructuras terroristas y enemigas.

Frente a esta conveniente realidad, la presidencia de Obama viene a encarnar también a un país fatigado por dos largas guerras cómo Irak y Afganistán, así como una sociedad que pide una mayor prioridad a la gestión de temas socioeconómicos internos luego de la crisis financiera y de créditos hipotecarios iniciada en el 2008. Asimismo, las minorías cristianas y alauitas moderadas y laicas que viven en Siria, que no dejan de tener voz en los medios de prensa americanos, temen a una hegemonía de la mayoría sunni y aun más a las facciones más fundamentalistas de los rebeldes. No obstante, tampoco es una opción para Obama el mostrarse como indolente frente a la situación, debiendo conciliar el hecho que varios aliados claves cómo Arabia Saudita y las monarquías del Golfo buscan acelerar la caída de Assad y su clan alauita al tiempo que otros como Israel prefieren un desgaste extremo del régimen, pero no necesariamente un colapso acelerado que derive en una situación anarquía y con la redes de Al Qaeda reinando en diversos feudos de lo que en el pasado fue el Estado sirio. Una postura semejante a la de Turquía, reticente a que un caos que derive en una mayor autonomía y poder de las minorías kurdas que viven en Siria y zonas adyacentes.

Ni que decir de Irak, cuyo gobierno de mayoría chiita pretende mantener al mismo tiempo buenas relaciones con Washington y con Teherán y ve como una amenaza el fin de la hegemonía de Assad. La frutilla del postre, o quizás el propio pastel, es el fuerte vínculo de Moscú con Damasco incluyendo multimillonarios contratos de armas y las facilidades navales que en la costa siria existen para la flota rusa. Todo ello es un contexto de aguda tensión de Putin con EE.UU. y Europa por la situación de Ucrania. Un ataque militar norteamericano a Siria no haría más que potenciar una posible escalada militar entre esas dos repúblicas de la ex URSS.

Frente a este panorama, el saber convencional en Washington parece ser dejar que se desgasten todos los bandos de la tragedia siria y al mismo tiempo abrir muy selectivamente un flujo de armas relativamente sofisticadas y asistencia para grupos sunnis moderados y de óptima relación con Jordania y otros actores confiables para Washington. La difusión de un par de videos en donde un rebelde muestra el uso de un misil antitanque de largo alcance TOW de fabricación estadounidense es un boton de muestra en este sentido. El matiz, y reflejo de lo antes mencionado, es que una mirada más atenta nos mostraría que el arma en cuestión es de los modelos más anticuados, data de 1990 y solo operativo para ser usado de día y en buenas condiciones climáticas, y al parecer provenientes de los arsenales de algunos de los aliados de EEUU en la región. Obviamente previa autorización de la Casa Blanca.

El interrogante es si este minimalismo no dejará de tener un impacto estratégico en la capacidad norteamericana de gestionar sus intereses de largo plazo en el Medio Oriente y hasta en zonas tan lejanas cómo la prioritaria Asia. Como consuelo queda el hecho que de llegar a buen puerto el acuerdo nuclear con Irán, de  continuar y consolidarse la revolución del shale gas y shale petróleo en suelo de los EE.UU. y la consiguiente menor dependencia de importaciones y las vulnerabilidades económicas y demográficas que presenta la renacida Rusia, en balance entre el debe y el haber para el poder americano distara de ser tan linealmente negativo cómo se asume hoy en ciertas esferas de pensamiento.

La sombra de Bin Laden cubre los diálogos reservados de EEUU e Irán

A ya casi 13 años del fatídico 11 de septiembre y su correlato de miles de muertos y heridos, la estructura original de Al Qaeda ha sido diezmada, incluyendo al propio Bin Laden en su refugio en Pakistán. Durante ese mismo lapso de tiempo, la red no logró articular otro megaatentado de este tipo en territorio de los EEUU o de sus principales aliados. No obstante, una mirada más atenta de la herencia de esa Al Qaeda “vintage” nos mostraría una panorama menos lineal y alentador.

Organizaciones armadas que se declaran herederas de esa matriz religiosa-ideologica de sunismo extremista son actores centrales y crecientes de devastadoras guerras civiles en Siria, Irak y de manera incipiente en el Líbano. Con sus uniformes negros y banderas verdes, los militantes filo Al Qaeda del ISIS y grupos afines han llevado a cabo la friolera de casi 70 atentados con autos y camiones bombas en sólo los últimos 30 días en Irak. Así como la ocupación a sangre y fuego de ciudades cargadas de historia y simbolismo cómo Falluja (bastión sunnita que resistió el avance de los EEUU durante 2003-2004). En el caso sirio, el ISIS ha tomado una gravitación central en la lucha contra el régimen de Assad pero al mismo tiempo ha exacerbado choques internos con grupos laicos, religiosos moderados y kurdos que pelean por desplazar del poder al clan de la minoría alawita (corriente minoritaria del islam con vínculos históricos con el shiísmo y que sólo es mayoría en Irán e Irak). En otras palabras, una guerra civil dentro de otra guerra civil.

Este entramado de religión, historia e intereses geopolíticos, es el marco dentro del cual tanto los EEUU como sus rivales de Irán han encontrado algunos temas de agenda en común que quizás estén ayudando a un cierto acercamiento para resolver la temática del programa nuclear persa anunciado a fines del 2013. No casualmente en las últimas semanas el gobierno shiíta de Irak ha recibido anuncio de asistencia militar por parte de Washington y Teherán. En el primer caso, Bagdad comenzará a contar con sofisticados misiles aire-tierra hellfire, nuevas partida de aviones para combate de contrainsurgencia y la posibilidad cierta de que vehículos aéreos no tripulados sumamente sofisticados que el Pentágono tiene desplegados en Jordania intensifiquen su acción de vigilancia, control y ataque en suelo iraquí.

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EEUU e Irán: de aliados a enemigos, y ahora ¿socios reticentes?

Días atrás, y ya en un contexto de fuertes trascendido, el Grupo 5 + 1 (EEUU, Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania) anunció un acuerdo transitorio con Irán para restarle vértigo al proceso de la potencia persa hacia el control de la tecnología y el material necesario para fabricar bombas nucleares. Una nueva ronda, en este caso se espera que definitiva, se debería llevar a cabo dentro de seis meses, momento en que ambas partes evaluarán hasta qué punto cada uno ha cumplido con lo comprometido. En el caso de Teherán, centrar su enriquecimiento de uranio a niveles por debajo del 5 % y ya no al 20 %. Si bien para el montaje de un explosivo nuclear se requiere grados superiores al 90 %, aquellos países que logran alcanzar el 20 % están en condiciones tecnológicas y logísticas de llegar al nivel de uso militar. Para simplificarlo, de 0 al 20, el proceso sería semejante a subir un ripio con una muy marcada inclinación y dificultad, para luego tornarse menos pronunciada y fatigosa. Tal como hiciésemos referencia en un par de artículos previos en esta columna, la llegada al poder del pragmático -pero también hábilmente escurridizo- nuevo presidente Hassan Rouhani era una fiel demostración de la voluntad del máximo líder religioso, político y militar de Irán, Ali Khamenei, de darle el visto bueno a una negociación frontal y extremadamente compleja con los EEUU. Asimismo, a mediados del 2014 deberían quedar en evidencia los pasos que las potencias occidentales han dado para atenuar en parte las sanciones económicas y comerciales que afectan más contundentemente la vida cotidiana de Irán.

Salvo una mayúscula sorpresa, que nunca se debe subestimar, todo indica que en 6 meses habrá un avance más allá de los trucos y trabas que puedas surgir. Un fracaso rotundo abriría la puerta de un ataque militar de los EEUU. El presidente Obama tendrá el capital político para mostrar a la opinión pública americana e internacional que su opción por la diplomacia fue firme y sincera, hecho que quedó convalidado por la reticencia a autorizar finalmente los ataques aéreos y misilísticos sobre el régimen de Siria, el más estrecho aliado de Irán en la región. Los cuestionamientos que recibirá de los escépticos de la sinceridad del régimen fundamentalista iraní no harán más que acumular el capital político que la Casa Blanca podrá emplear si se comprueba que Teherán sólo buscó ganar tiempo. No sería la primera vez. Hace poco menos de diez años el entonces principal negociador de temas nucleares de Irán, nada más y nada menos que el actual presidente, supo usar sus habilidades para distraer por un buen tiempo a los EEUU con idas y vueltas mientras el programa de uso civil y militar seguía avanzando a toda velocidad.

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México quiere sumarse al mundo petrolero 2.0

En los próximos días, el Congreso mexicano comenzará un debate sobre la reforma energética que propone el presidente Peña Nieto, hombre del PRI, partido que en 1938 impulsó la creación de la empresa Pemex y la nacionalización de los hidrocarburos. Esta compañía enfrenta varios desafíos importantes, como pérdidas en los últimos nueve meses de 7 mil millones y niveles de producción de 2,5 millones de barriles diarios, el nivel más bajo en dos décadas. Desde agosto, el Ejecutivo impulsa una legislación que le dé más espacio a la inversión privada e internacional. Para concretarlo, deberá conseguir una mayoría calificada de tres cuartas partes‎.

Asimismo, el gobierno impulsa reforzar la seguridad de Pemex frente a los ataques de las mafias del narcotráfico. Se invertirá en sistemas de seguridad electrónicos de cámaras, sensores, drones, lanchas, etcétera. Esto se hará también y de manera coordinada con la Comisión Federal de Electricidad, principal proveedora de energía eléctrica del país. El plan de seguridad de Pemex se extenderá en una primera etapa hasta el 2017 e invertirá 2900 millones de pesos mexicanos. Se buscará también reducir el número de robo de combustible y secuestro de personal.‎ En la visión del gobierno, sin una mejora de la seguridad física de estas instalaciones y del personal, no habrá inversión sustentable en el mediano y largo plazo.

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Obama, el Congreso y la oportunidad de comenzar a bosquejar un nuevo consenso de política exterior

Durante el primer tramo de la década de los 70, en un contexto caracterizado por el traumático final de la guerra de Vietnam, el Poder Ejecutivo de los EEUU fue perdiendo márgenes de maniobra en cuestiones de “poderes de guerra” en manos del Congreso. Esa ecuación no fue sustancialmente alterada durante las décadas posteriores. Ni aún por caudillos del peso de R. Reagan en los ’80. Tampoco el fin de la Guerra Fría lo cambiaría radicalmente. El trauma de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 generaría un escenario en donde el presidente pasaba a tener fuertemente la iniciativa y los legisladores tenían escaso margen de maniobra para oponerse.

Ello se vio claramente en el amplio respaldo de senadores y diputados a la operación militar en Afganistán a fines del mismo año y la invasión a Irak en marzo  de 2003. Habrá que esperar varios años y traumas de sangre y fuego en territorio iraquí para que se fortalecieran las posturas criticas y el reclamo de rectificaciones por parte de los legisladores a la Casa Blanca. Esta fatiga guerrera fue cabalmente entendida por Obama en su campaña electoral del 2008 y en sus dos periodos presidenciales.

Ordenar y acelerar el retiro de la gran mayoría de las fuerzas militares americanas de Irak y el cronograma para hacer lo mismo de acá a fines del 2014 en Afganistán son claro ejemplo de ello, así como el relativo bajo perfil del Pentágono durante la guerra civil en Libia, vis a vis el fuerte activismo del Reino Unido y Francia. No obstante, lo relativamente poco hecho en Libia por parte de Washington fue clave para inclinar la balanza a favor de los rebeldes en los momentos mas críticos y finales del conflicto. La posterior guerra civil siria confirmó la doctrina Obama de intervenir lo mínimo y necesario en conflictos que no hagan al interés vital de la superpotencia.

Mientras las monarquías del Golfo Pérsico y la misma Turquía, todos países con mayoría de población islámica sunita al igual 3/4 de los sirios controlados por una minoría alawita más cercana al shiísmo de Irán y de Hezbollah en Líbano, aceleraban en todo lo posible la ayuda militar y logística a los opositores a Assad, la administración demócrata ponía paños fríos a los halcones que dentro y fuera de EEUU reclamaban una intervención más activa. Para los consejeros de Obama, qué mejor que tener un conflicto armado en donde archienemigos como Al Qaeda luchan a gran escala contra otros rivales de Washington como Assad y las milicias pro iraníes de Hezbollah.

Una destrucción mutua asegurada. No obstante, el uso puntual por parte del régimen de Assad de armas químicas denunciado por medios de prensa internacionales desde abril pasado, motivaron que el presidente americano anunciara una “línea roja” que sinceramente él no creía que alguna vez Damasco cruzaría de la manera en que lo hizo el pasado 21 de agosto. Es decir, lanzamiento de numerosos cohetes con gas sarín contra uno de los barrios de la ciudad, la muerte de 1500 personas y miles de afectados. La credibilidad de la principal potencia internacional, inmersa en una compleja partida de ajedrez con Irán por su programa nuclear, está en juego.

En un primer momento y luego de las evidencias acerca de que efectivamente se trató de armas químicas, Washington pareció inclinarse por un ataque puntual de unas 24 a 48 horas, en donde se abatirían alrededor de 50 blancos militares seleccionados usando misiles crucero de ataque a tierra del tipo Tomahawks III y IV lanzados desde 5 destructores Aegis y uno o más submarinos Ohio en el Mediterráneo, así como algún uso puntual de bombarderos estratégicos B2 y caza bombarderos furtivos F117.

Se trata de una operación con ciertas semejanzas con la Desert Fox que lanzó Clinton contra Irak entre el 16 y el 19 de diciembre de 1998. De manera sorpresiva y luego de rondas de consulta con su jefe de Gabinete y asesores de Seguridad Nacional, Obama decidió buscar el respaldo del Congreso. Inmediatamente los analistas comenzaron a subrayar cómo de esa forma el Poder Ejecutivo parecía orientado a repetir en cierta medida la lógica citada al comienzo de este artículo acerca del fortalecimiento del Poder Legislativo en tema de guerra y paz hace 40 años. A una semana de una resolución del Congreso en este sentido, todo parece indicar que más allá de ideologías, clichés y tentaciones de usos políticos internos por parte de algunos legisladores, el interés nacional primará y el presidente contará con el apoyo necesario.

Transitando un difícil sendero intermedio entre aquellos que postulan directamente la no intervención y aquellos que no quieren andar con chiquitas y directamente exigen el cambio de régimen político en Siria mediante un ataque sostenido y a gran escala, al parecer la postura que podría lograr un relativo consenso sería la de un ataque que degradara sustancialmente la capacidad militar del régimen y el compromiso de acelerar la ayuda militar y logística a las facciones rebeldes alejadas de Al Qaeda. Países claves dentro del Islam como Turquía y Arabia Saudita le darían el respaldo diplomático y militar a la operación. A diferencia de lo que se pensó en un primer momento cuando el Ejecutivo americano se inclinó a lograr un acuerdo con el Legislativo, todo parece indicar que el resultado final parece ser un ataque más contundente y ambicioso.

La Casa Blanca, conscientemente, puede comenzar a transitar la rearticulación de un consenso básico y necesario en materia de política exterior y seguridad nacional que EEUU en gran medida ha perdido de la mano de tres eventos fundamentales: la desaparición de un enemigo poderoso y claro como fue la URSS, la desafortunada guerra de Irak a partir de premisas no verdaderas y la crisis económica estallada en septiembre 2008 y la consiguiente tendencia más aislacionista que este tipo de situaciones genera.

Lograrlo o dejar marcado el camino para que se dé sería una de las mayores herencias de los 8 años de Obama, así como un factor central para gestionar el mix de palos y zanahorias que depara la relación entre EEUU e Irán por el programa nuclear de este último. Una ventana que en los próximos 12 a 18 meses puede derivar en paz o guerra, esta última de consecuencias estratégicas infinitamente mayores a la actual en Siria. Ni que decir de la utilidad de ese eventual nuevo consenso para gestionar el mix de rivalidad y cooperación con la ascendente superpotencia China.

Como proféticamente argumentaba el filósofo I. Kant en el siglo XVIII, las repúblicas tenderán a ser más eficientes para desarrollar su poder económico y militar e imponerse en parte sustancial de las contienda bélicas. Aun antes que él, N. Maquiavelo realizaba una afirmación semejante. Siglos después, los estudios estadísticos llevados a cabo en algunas de las más prestigiosas universidades del mundo de la mano de académicos de la talla de M. Doyle y B. Russett nos muestran que ello ha sido así: entre 1815 y fines del siglo XX, los regímenes políticos dotados de división de poderes y libertad política han triunfado en un 80% de las guerras en que han intervenido.

La geopolítica de EEUU: del Nilo y el Éufrates al Ganges

A diferencia de las décadas pasadas en las que se desarrollaron otras escaladas bélicas en el Medio Oriente, en especial entre Israel y diversas coaliciones árabes, actualmente la región esta siendo cruzada por los vientos del choque entre laicos y fundamentalistas (en especial ligados a la Hermandad Musulmana en Egipto, Túnez y crecientemente en Turquía) y las escaladas de violencia de sunnitas vs. shiítas o sus “primo hermanos” alawitas. Siria es un fiel reflejo de ello, pero también ello es claramente visible en Irak, Pakistán y Bahrein. Todo ello condimentado, por una red transnacional de terrorismo como es Al Qaeda, cuyos dos primeros mandos son respectivamente un egipcio, Zawahiri, y su ascendente nuevo numero 2, el yemenita Nasir al Wuhaysi.

La presencia del grupo filo iraní Hezbollah en las operaciones militares de los alawitas de Assad en Siria contra los laicos y fundamentalistas sunnitas (la amplia mayoría en el país) muestra la complejidad y permeabilidad del escenario. En tanto, Irán avanza en la puesta en operaciones de centenares de nuevas y sofisticadas centrifugadoras para enriquecer uranio al 20% o más y en el montaje de un centro de lanzamiento cohetes espaciales y eventualmente misiles intercontinentales en Shahrud a 100 kms al NE de Teherán. Ya en enero pasado un cohete llevó un mono al espacio y lo regresó vivo a la tierra. Tecnología, esencialmente de uso dual, o sea civil y militar. Cualquier decisión de los EEUU y o Israel de operar militarmente dentro de los próximos 12 a 18 meses sobre el programa nuclear de Teherán deberá tener en cuenta una multiplicidad de impactos cruzados pocas veces vistos.

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