Más allá del debate necesario

Facundo Chidini

En 1921, en el seno de la revolución socialista rusa iniciada en 1917, luego de varios años de economía estatizada y planificada, de militarización laboral y de coacciones físicas, Lenin se encontró con una gran contradicción entre sus ideas abstractas y la realidad.

La economía estaba en ruinas, producto de la planificación estatal, del trabajo obligatorio y de las entregas forzadas de ganado y cereales. Para tomar conciencia, la producción de cereales disminuyó a la mitad respecto de 1913 y la producción industrial bajó un 80%. Esta situación llevó a que los trabajadores realicen matanzas suicidas del ganado en forma de protesta contra la colectivización y se manifiesten en huelgas cada vez más numerosas, en donde La Checa -policía política soviética para combatir la contrarrevolución y el sabotaje- tenía dificultades para hacer frente a ellas.

Estos sucesos encarnados legítimamente por los trabajadores que luchaban por sus derechos y que no querían ser esclavizados, fue la única razón del primer cambio de rumbo en la historia del régimen soviético, denominado NEP o nueva política económica, dejando atrás el nefasto “comunismo de guerra”.

La NEP, que perduró hasta 1928, consistía en restablecer una economía de mercado limitada, donde coexistían los sectores públicos y privados. Es necesario aclarar, que implícitamente en el cambio radical del rumbo, se vislumbra que el trabajo servil es improductivo y eso llevó al fracaso, aunque los socialistas lo disfracen con excusas.

Traigo a colación este hecho histórico porque creo que la ciudadanía ni los dirigentes han tomado la suficiente conciencia de la delicada situación que está atravesando, en general, la economía y en particular, el campo y el agravamiento progresivo que se va a acelerar mientras más se insista con las intervenciones estatales en la economía perpetradas por un gobierno autoritario que cree tener derecho a digitar la vida de los ciudadanos.

Salvando las distancias con lo relatado anteriormente, podemos encontrar puntos en común en la grotesca planificación estatal económica y en sus consecuencias. A raíz de la fijación de precios máximos, de la emisión descontrolada de moneda generadora de inflación, de la exorbitante presión impositiva, de las trabas a las importaciones, estamos sufriendo la peor cosecha de trigo y de maíz de la historia. Como si fuera poco, los cínicos gubernamentales quieren aplicar extendidamente la inconstitucional Ley de Abastecimiento.

En este contexto, el sector agropecuario ha dicho basta, se ha terminado el periodo de pedido de dialogo al gobierno, no quieren ser trabajadores serviles, están decididos a tomar medidas de fuerza legítimas para defender sus derechos, como no comercializar soja por tiempo indeterminado, manifestarse a lo largo y ancho del país ante nuevas retenciones y hasta destruir su cosecha, siguiendo el ejemplo ruso, en vez de que se la decomise una banda de mafiosos que se quieren apropiar del fruto del trabajo ajeno.

Se han visto ciertos dirigentes políticos apoyar a los sectores agropecuarios; sin embargo, es imprescindible llevar este debate necesario a fondo en la contienda electoral y trascender éste, con apoyo irrestricto y explícito, si se toman medidas de fuerzas legítimas por parte del campo para frenar el autoritarismo central reinante, porque somos todos iguales ante la ley y ellos están defendiendo sus derechos, los daños económicos nos afectan a todos. Si dejamos que violenten sus libertades marcamos un precedente para que luego vengan por nosotros y, por último, quizá logremos un cambio de rumbo como se dio en 1921, con más libertad y menos intervención, pero esta vez, de forma definitiva. Afortunadamente, estamos a tiempo.