El dilema de Erdogan

Tras sufrir una recaída electoral en junio, con su popularidad en un bajo histórico, Recep Tayyip Erdogan, fiel a su estilo, ha vuelto a apostar a la política exterior para ganar los puntos que le faltan. Apelando a un tono nacionalista, tanteando una ofensiva contra los enemigos del Estado, el oficialismo busca compensar por la gestión que falta en casa y, apalancándose en el contexto actual de guerra regional, busca recuperar los votos que en las últimas elecciones no pudo cosechar. Es la primera vez, desde las elecciones generales de 2002, que la plataforma de Erdogan, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), no logra hacerse con una mayoría parlamentaria.

Pese a ganar las elecciones pasadas, dado que no ha podido formar coalición con otra fuerza política, Turquía llamará a elecciones anticipadas en noviembre. Erdogan intenta cambiar el sistema turco para convertirlo en un presidencialismo moldeado en el ejemplo ruso y, en los tres meses que quedan hasta los próximos comicios, espera recuperar votantes apoyándose en una política exterior fornida. Esta, que en el pasado reciente ha sido duramente criticada por su ambivalencia frente al conflicto en Siria y el avance del yihadismo, en los últimos meses se ha endurecido; y mientras el Gobierno la presenta como el cálculo estratégico propio de los intereses nacionales, la oposición, los periodistas y los analistas sospechan que estriba de intereses políticos bastante limitados, con mira a réditos inmediatos en el plano doméstico. De cualquier modo, vale preguntarse si la política exterior turca es sustentable, como desde ya también inquirir si le saldrá bien o no la apuesta a Erdogan. Continuar leyendo

El peligro del terrorismo islámico en América Latina

Ya hemos sido advertidos, y ya hemos pagado con sangre el precio de la inacción, la inoperancia y la corrupción. Pero a vista de algunos en Latinoamérica el terrorismo parecería ser una invención de la imaginación. Una excusa yankee para justificar intervenciones armadas y designios imperiales. Un guion para dar legitimidad a todo tipo de intromisión; y una suerte de trama confeccionada para socavar la soberanía de las naciones y conquistar recursos vitales.

Estoy hablando de ciertos elementos dentro del pensamiento contemporáneo y de algún que otro artífice del populismo latinoamericano. No obstante, y sin ánimos de entrar ahora en un debate político más amplio, a veintiún años de la voladura a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), la sociedad civil debe concientizarse sobre los peligros que representa el terrorismo internacional. Debemos terminar con las declaraciones obtusas que hacen apología del delito, que básicamente arguyen que el que para uno es terrorista para otro es un combatiente -un freedom fighter- que lucha por la liberación de su pueblo. Como argumenta pues George Chaya, nunca nos pondremos de acuerdo sobre las causas puntuales del terrorismo si nos empecinamos solamente en explicar (y en justificar) la existencia de ideales frustrados.

Aunque no existe una definición internacionalmente consensuada sobre el tema, los expertos por lo menos coinciden en que un acto terrorista es aquel que busca la matanza de civiles y hacedores de decisión. Los terroristas pueden intentar maximizar el número de víctimas atacando un lugar lleno de transeúntes, o bien directamente atentar contra la vida de un funcionario público. Sean a gran escala o en un nivel simbólico, los atentados se llevan a cabo con fines políticos y propagandísticos; y su objetivo final consiste en influenciar, o mismo coaccionar, por medio del miedo y el terror, las decisiones y las políticas de un Estado o una organización internacional. Continuar leyendo