En septiembre de 1979, Oriana Fallaci entrevistó al ayatolá Ruhollah Jomeini en la ciudad iraní de Qom. La entrevista duró seis horas y, en determinado momento, haciendo gala de su carácter aguerrido, la polémica periodista italiana se quitó el chador que tenía puesto y se lo tiró en la cara al líder de la Revolución islámica. Fallaci simplemente no podía tolerar que la mujer fuese privada de su personalidad o de su independencia por clérigos obtusos y por las políticas de un “fanatismo fascista”. Enojada con Jomeini, Fallaci estalló y sentenció: “Ya mismo me voy a sacar este trapo estúpido y medieval”.
¡Vaya si Fallaci estuviera viva! El 25 de noviembre, Hassan Rouhani, el presidente iraní, aterrizó en Italia para dar inicio a una gira europea. Para no ofender a su huésped, la delegación italiana decidió cubrir los desnudos de las estatuas expuestas en los museos capitolinos de Roma. Aunque Rouhani aseguró que él nunca pidió tal cosa, agradeció a los italianos por “hacer todo lo posible para que sus huéspedes estén cómodos”. Según la prensa italiana, fuentes extraoficiales indicaron lo contrario, pero de cualquier forma el caso tiene la misma gravedad. Las estatuas fueron tapadas con paneles de cartón y cajas de madera contrachapada. Además, los ceremonialistas italianos decidieron agasajar a la delegación iraní absteniéndose de servir vino. Continuar leyendo