Antes de la marcha, dolor y preocupación

El domingo previo a la marcha de hoy, 3 de junio, siento dolor y preocupación:  no hubo polític@ que no se sacara una foto comprometiéndose con la manifestación y si bien eso está muy bueno, me pregunto, mirando las fotos de muchos de ellos, qué hicieron hasta ahora.

Soy política y no puedo dejar de hacer algunas críticas, y espero que de la foto a la acción no tengan que pasar 2 años y haya miles de mujeres muertas más, o desaparecidas por las redes de trata y,  entre otras cosas, sin siquiera figurar en un registro, porque no lo tenemos.

Tampoco tenemos reglamentadas, ni con presupuesto, las leyes de protección integral de la niñez, la Ley  contra la Violencia de Género, ni la Ley de Lucha contra la Trata de Personas. Continuar leyendo

El dolor no supone impunidad

Como nos pasó a casi todos, el domingo quedamos sorprendidos por la noticia publicada por Infobae acerca del funcionario de la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación (Carlos Alberto García Muñoz), quien, a pesar de haber estado preso durante 10 años en España por agredir a su ex esposa con una navaja, atarla, violarla y golpearla hasta desmayarla, al regresar a la Argentina fue contratado por el Gobierno Nacional casi con un diploma al mérito por haber sido víctima de la última dictadura militar.

Este personaje daba conferencias a lo largo y a lo ancho de nuestro país como ex detenido desaparecido, destacando la importancia de respetar los derechos humanos, algo que él mismo despreció con el maltrato que le propinó a su ex pareja. Sinceramente no es la primera vez que observo en Argentina que determinadas situaciones te convierten en intocable, limpio, incuestionable y hasta diría casi la encarnación de un ser angélico. Este es el caso de muchas personas que tuvieron experiencias terribles en diferentes momentos de nuestra historia, y que hoy, por el mero hecho de invocar lo sufrido durante los años 70 o los centros clandestinos de detención, se llevan todos los premios a la impunidad, las disculpas y justificaciones de cualquier tipo.

Me tocó trabajar, más de una vez, con personas que padecieron torturas, desaparición de familiares y también años de cárcel por pensar diferente al poder de turno, siendo todos hechos deleznables sobre los que cada día de mi vida trabajo para tratar de evitar que se repitan, pero el desafío es hacer justicia, no privilegios.

La proximidad con algunas de estas personas me llevó a evaluar de manera diferente el papel del dolor, del testimonio y los valores éticos adquiridos, o no, durante sus vidas. Nunca defendí el dolor como aprendizaje de nada y no creo que el sufrimiento vivido convierta a las personas en seres transparentes, que les permita gozar de un altísimo grado de impunidad que nuestra cultura habilita sin cuestionamientos.

Sinceramente pienso que en más de un caso, las situaciones traumáticas, de cualquier tipo, pueden resentir a los individuos, victimizarlos y hasta generar las peores revanchas o compensaciones. Para que se comprenda el punto de mi reflexión quiero agregar que, por mi edad, conozco a mucha gente que sufrió en carne propia las consecuencias de la última dictadura, muchos no pudieron irse, otros no quisieron hacerlo y muchos se fueron y volvieron, pero ese padecimiento no le sumo ningún valor agregado a sus vidas ni los convirtió en seres opuestos a lo que eran.

Los que siempre fueron buenos y dignos lo siguieron siendo y tuvieron muchos años de trabajo personal para recuperar sus proyectos y sus alegrías, pero hay muchos otros que aprovecharon todas y cada una de las prebendas de un relato, que nos duele a todos, para sacar ventajas.

¿Adónde voy con mi comentario? A cuestionar una tara cultural que avanzó para evitar la justicia y ampliar los paraísos impunes de nuestro pasado. Es parte del mismo relato siniestro, cobarde y mentiroso, ver a Milani, indicado como responsable absoluto de la desaparición de conscriptos, ser premiado hoy con la creación de un servicio militar de informaciones. Otra muestra de esas incoherencias, camuflada en el marco de las supuestas políticas de reparación histórica, es la entrega de sumas indiscriminadas de dinero a fundaciones como Las madres de Plaza de Mayo, fomentando los negocios turbios de más de un funcionario de esta gestión.

Es así, como en el Gobierno actual se contrata y embandera a mucha gente simplemente por haber pasado una muy mala experiencia, ejerciendo una generosidad culposa que muy lejos está de hacer justicia con el pasado y mucho menos con el futuro.

La violencia como enfermedad social

Hace tiempo que estamos leyendo, escuchando y viviendo diferentes situaciones de violencia: en el deporte, en la escuela, en la familia, en fin la lista es grande. Los últimos casos que me conmovieron fueron el de la niña de 13 años violada en Moreno, a la que en principio no le hicieron un aborto no punible porque en su momento la denuncia que radicó quedó registrada como “abuso” y no como “violación”. Otro fue el aberrante homicidio de la joven de Junín asesinada a golpes por sus compañeras del colegio. A principio de este mes una chica de 8 años sufrió una golpiza por parte de otros estudiantes en la escuela a la que concurre en la localidad bonaerense de Hudson. Y la semana pasada un adolescente apuñaló a un compañero del colegio en Santa Fe, el chico de 16 años falleció.

Es hora de pensar la violencia, de entender que padecemos una enfermedad social en donde cada parte del Estado debería asumir la falta de respuesta y de diagnóstico a tamaño problema.

La violencia es un concepto global y complejo y se refiere a los actos de comisión u omisión como a cualquier condición, consecuencias,  de dichos actos, es decir, cualquier acción que prive a los sujetos de igualdad de derechos y libertades y los interfiera con su máximo desarrollo y libertad de decidir.

La violencia acompañó el desarrollo humano, el principio de las culturas y las civilizaciones, pero desde el momento que podemos explicarla, también deberíamos poder evitarla, después de siglos de abandonar el estadio de “naturaleza” la esencia misma de nuestro desarrollo fue alejarnos precisamente de este principio primario. La naturaleza humana es cultura.

La salud de nuestras sociedades, la convivencia y superación de las discriminaciones es un trabajo individual y colectivo. Muchas veces, la violencia es tan cotidiana que no podemos percibir sus dimensiones reales, la naturalizamos, incluso le llamamos amor y preocupación, o bien, democracia o altruismo. Cuando lo que vamos a realizar tiene como método la imposición deberíamos reflexionar, al menos, sobre la metodología que estamos utilizando.

Hoy  echamos culpas sobre las autoridades públicas: policías de diferentes tipos y alcances, sistemas judiciales y el mundo penitenciario en general, sin criticar esta posición, debemos también trabajar para autoliberarnos de las responsabilidades individuales. El universo de la cultura está plagado de violencias y justificaciones de la misma. Los hogares, paradójicamente, sitios del cuidado y reposo, son epicentros de múltiples aberraciones, donde se entierran en silencio víctimas de agresiones físicas insoportables tan solo de escuchar.

No hacernos cargo de la violencia privada, de la legitimación de la misma a la hora de educar algunas subjetividades, como por ejemplo la masculinidad, hace de la misma una manera de vivir, una manera aceptada de conducta, respaldada por los hábitos populares y la moralidad convencional, en otras palabras, en una subcultura.

Desde muchas teorías se explica la violencia como la del instinto agresivo (innato). La teoría de la frustración-agresión. La teoría del aprendizaje social, la teoría del condicionamiento operante del psicólogo y filosofo Burrhus Frederic Skinner. El esfuerzo es importante pero la complejidad escapa a las mismas. La capacidad de ejercer la violencia es algo que tenemos todos; pero las circunstancias sociales que,  por ejemplo, la legitiman son una propuesta cultural.

No me gusta pensar la violencia como un destino porque no lo es. Es una decisión particular y pública, cultural y social, individual y colectiva que podemos controlar, en principio si podemos reconocerla; si no, no hay ley ni poder de policía que pueda terminar con esta epidemia.

Con respecto a la propagación de esta conducta es un hecho que como tal es efectiva y en nuestra sociedad nos lleva muchas veces al éxito, sobre todo si se pertenece a sectores poderosos, ya que los sectores más vulnerados rápidamente son criminalizados. Por lo tanto, el aprendizaje de la agresividad desempeña un papel destacado, desde el discurso y desde el modelaje.

Otros factores que pueden favorecerla son las condiciones de frustración, pero solucionar éstos no necesariamente te fortalece en la cultura de la paz.

Hay una larga lista de situaciones y relaciones de violencias: agresión intrafamiliar: pareja – hijos – hermanos, violencia en las vías públicas: accidentes, violencia en espectáculos deportivos, hechos delictivos, violencia institucional: institución penitenciaria, policial, psiquiátrica, violencia política: en relaciones económicas e ideológica, esperanza de vida reducida, discriminación, desigualdades, acceso a la enseñanza, a los servicios de salud, exclusión, desempleo, condiciones laborales injustas, miseria, irrespeto a los derechos humanos, poca participación de grupos en forma de decisiones, censura a los medios de comunicación, presiones de naciones poderosas sobre las débiles, desigualdades en el comercio internacional, colonización cultural, guerras, violencia género: subordinación y opresión de la mujer, negación de afectos en el hombre y depredación del ambiente, entre otras.

Como conclusión a una reflexión que no cierra ni pretende acabar el tema sino todo lo contrario, comenzar a estudiarlo en su real dimensión, propongo una reconceptualización del concepto de violencia, percibiéndola en sus manifestaciones explícitas e implícitas y elaborando estrategias que nos comprometan a tod@s, a través de un proceso de concientización y toma de responsabilidades en la génesis del fenómeno.

La paz no puede consistir únicamente en la ausencia de conflictos armados, sino que entraña principalmente un proceso de progreso, de justicia y de respeto mutuo dentro y entre los pueblos. La paz fundada en la injusticia y la violación de los derechos humanos no puede ser duradera y conduce inevitablemente a la violencia.  Debemos fortalecer la paz y todos sus derivados.

Golpiza y violación en la cárcel

Hace años que desde muchos lugares venimos advirtiendo un cambio cualitativo y un incremento feroz de la violencia. Hablamos de ésta como enfermedad social, espiralada y adictiva. Muchas veces se respondía con el concepto de “sensación”, otras, y de manera contundente, se la observó en sus manifestaciones concretas: linchamientos,  violencia de género, doméstica, en el deporte, contra los adultos mayores, de los homofóbicos; en fin, cuesta comprender la expansión y la totalidad de la misma.

A estas variantes de la violencia, se suma la situación de las cárceles en Argentina, una violencia que quedó en el silencio. Los informes sobre la crueldad del trato a los internos, que desde la Comisión de la Memoria se hacían en la provincia de Buenos Aires, los leímos pocos; ni hablar de lo que pasa en provincias como Corrientes, Santiago del Estero y otros.

Pero hoy debemos centrarnos de Córdoba, de donde transcribo la información concreta: “Un caso aberrante se vivió en la cárcel de Villa Dolores, al oeste de la provincia de Córdoba. Un preso denunció haber sido abusado por un grupo de penitenciarios quienes luego de golpearlo salvajemente le introdujeron un palo de escoba en el ano. Fueron imputados el director del penal, un médico y siete guardiacárceles”. 

El interno intentó suicidarse muchas veces. Por cuestiones de seguridad no voy a dar su nombre y espero que el sentido común y la sensatez de las autoridades lo saquen de esa provincia. Tanto el director del penal como el médico callaron durante largo tiempo sobre diferentes violaciones a los derechos de éste y otros internos.

El preso afronta una condena por tráfico de drogas, delito en el cual es reincidente por tercera vez y, según dicen desde el penal, tenía problemas con otros reclusos. Una versión muy conveniente, por cierto, para las autoridades. Nada de todo esto justifica que haya estado atado de pies y manos, situación que facilitó el empalamiento.

El preso denunció los hechos, mediante una comunicación telefónica con el fiscal federal, Gustavo Vidal Lascano y el tribunal correspondiente está tomando cartas en este asunto.

Desde hace un tiempo, visito por lo menos dos veces al año las cárceles federales. Mientras fui diputada nacional, tomé contacto con una de las peores formas de violencias ocultas. En muchas notas me referí a “Barbi” una chica jovencita suicidada en Ezeiza, y a un grupo de internas: 12 en total, que se unieron para pelear por sus derechos. En 4 años, se habían suicidado siete. A esto podemos sumarle las falsas fugas, en fin una larga y triste lista de hechos sumamente sospechosos que se fueron dando en muchas cárceles argentinas.

Debemos ser capaces de trabajar para la paz, la justicia y las garantías de absolutamente todas las personas. No podemos pensar que cada situación es un fenómeno aislado propiciado por circunstancias particulares. Cada un@ de nosotr@s debe convertirse en un portador de paz. Lo legal, la justicia, es parte del tema pero no lo único. Hay algo no estamos viendo.

Pido a todas las personas que trabajemos -más allá de lo partidario- en una política que propicie la paz, no podemos tener dudas al respecto. Los únicos beneficiados con la fragmentación son los mafiosos y corruptos de siempre.

Recuperar la información de nuestros cuerpos en el día de la mujer

Hace unos años que no menstruo, desde entonces he tenido tiempo de pensarme y pensar en las hormonas, en todos los medicamentos que me indicaron y rechacé. Y descubrí que el mundo de las hormonas es apasionante: controlan y ayudan nuestra conducta. Son parte esencial en los partos, que creo que es el primer oficio que tuvimos las mujeres: parir, dar a luz y después ayudar a otras a hacerlo. Es esa comunicación única de las mujeres que se produce en algún momento de nuestras vidas. En un parto juegan un papel decisivo la oxitocina, las endorfinas y las llamadas adrenalina y noradrenalina. La oxitocina es conocida como la “hormona del amor”, está presente en el sexo, en el amamantamiento, nos ayuda a “querer” más a nuestro bebé. Los niveles más altos de oxitocina en toda la vida se dan justo después del parto. Las endorfinas son la anestesia natural más potente que existe. De nuevo se encuentran en niveles altos durante el sexo, el embarazo, el parto y cuando se da el pecho. Muy en el otro extremo, la adrenalina y la noradrenalina son responsables de que estés alerta y extremadamente sensible durante el parto. Son la respuesta a los peligros, lo que nos hace estar alerta.

Es difícil detectar cuando rompimos la confianza con la información de nuestro cuerpo, pero diferentes discursos desde la ciencia e interpretaciones religiosas abonaron el camino del miedo y del dolor a una de las experiencias más hermosas que como personas podemos elegir tener. Desde hace muchos años luchamos contra la violencia de género, desde el feminismo, desde los partidos políticos, desde los movimientos sociales, desde los Estados, desde los organismos internacionales y las diferentes religiones, sin embargo, los indicadores muestran que la violencia no baja, por el contrario aumenta.

Continuar leyendo

Niños, malos tratos y muertes

Como muchas otras veces, suceden hechos que te subsumen en el espanto y el dolor. Lamentablemente, en nuestro país, esta experiencia se muestra muy a menudo. Pocas cosas te quiebran y desarman tanto como la violencia hacia los niños. En esta oportunidad quiero pensar un sentido y opinión, más allá de diagnósticos psicológicos, juicios morales, y otras perspectivas muy respetables. Quiero pensar en los Tribunales de Familia, nunca se los nombra cuando suceden estos crímenes, aunque deberíamos, ya que, en muchos casos, encontramos el desatino que las sentencias provocan en sujetos que debieron ser cuidados, protegidos y  defendidos.

Cuando estudiamos los femicidios encontramos la inacción tanto de la Justicia civil como de la penal, a su vez, el tendal de víctimas colaterales que estas deficiencias provocan en los núcleos familiares. Cada mujer que se asesina deja niños a la deriva y adultos mayores que dependían de su cuidado. Simultáneamente, diferentes estereotipos sociales llevan a la Justicia de Familia a no revisar los vínculos entre las madres y sus hijos. Por ejemplo, siempre escuchamos “los niños deben estar con su madre”. Me pregunto: ¿por qué? Los niños deberían estar donde se les garanticen sus derechos, no donde se los vulnere. Priscila estaba bien con su padre, ¿por qué el tribunal le sacó la tenencia? Y se la otorgó  a una mujer, que aunque fuera su madre biológica, era violenta, evidentemente sin control y con una furia que la llevó a matar a su propia niña a golpes, delante de sus otros hijos.

Todos los vecinos hablaron en diferentes medios explicando los malos tratos que en los últimos dos meses padecía Priscila en manos de su madre. El Tribunal que le asigna la tenencia ¿no debió monitorear esta nueva situación? ¿Qué les pasa a nuestros jueces?

En esta oportunidad su desidia mató a Priscila. En Mendoza dos padres golpearon tanto a una niña de tres años que la mataron. El hospital que la recibió, donde fue abandonada, hablaba de heridas viejas y otras muy recientes. Yo me pregunto nuevamente, ¿nadie escucha, ve o atiende a estas criaturas? Ellas no pueden defenderse, somos los adultos los que debemos intervenir.

Debemos pensar y trabajar en otra acción e  intervención de los Tribunales, es urgente que existan otros canales de control y, sobre todo, tomar conciencia de que socialmente estamos muy enfermos, y que solitos, dejando que pase el tiempo, no se cura, al contrario fortalecemos la enfermedad.

La violencia que esconde la locura

Los últimos 20 días estuvieron permeados en la cobertura de los medios, más allá del proceso electoral, por situaciones y hechos de mucha violencia: gente que dispara porque alguien le ocupa un lugar de estacionamiento, una mujer fue asesinada por otra vecina por quejarse de sus perros, nuevamente el cuerpo sin vida de mujeres muy jóvenes tiradas en terrenos baldíos, y como frutilla del postre un “papá” que por deudas consideró posible cometer el simulacro de secuestro con su hijita, de un año y medio, para conseguir dinero de sus amigos.

Hubo otros hechos también muy terribles, claramente relacionados con los famosos “privados” que existen en lujosos departamentos de Recoleta y Retiro como tantas otras denuncias de violencia de género y por situaciones domésticas sobre todo hacia adultos mayores que no llegan a los medios. Diferentes cronistas y gente especializada en seguridad, muy respetables en sus disciplinas respectivas, se expresaron ante las situaciones espantosas, señalando al perpetrador como un “loco”. Así se reduce a la particularidad absoluta una situación que lo que grita es una enfermedad social estructural llamada “violencia”.

Continuar leyendo

Pobreza, maltrato y muerte

El 8 de octubre de 2006 en Mercedes, Corrientes, fue hallado el cuerpo decapitado de un niño de 12 años, en un terreno baldío. A la izquierda de su cuerpo estaba la cabeza, pelada hasta el hueso, aunque con un barniz de sangre seca, algunos jirones de carne y el cerebro adentro. Después de unas horas se supo que la víctima era Ramón Ignacio González, “Ramoncito”.

Esta noticia golpeó a toda la comunidad mercedina como a las autoridades provinciales, incluso el gobernador, oriundo de esa ciudad sintió algo que lo rozaba, cuando se dio a conocer este crimen y los detalles escabrosos que lo rodearon. Esta ciudad tiene en su espacio el sincretismo de una prolífica religiosidad popular donde conviven, se mezclan y pelean diversos santos, santones, vírgenes, narcotraficantes y tratantes de personas. Están las imágenes de Jesús, el Gaucho Gil, las vírgenes de Itatí, de la Merced, la Desatanudos, del Rosario de San Nicolás, de Guadalupe y un batallón de deidades de religiones afro. Incluso, hay un caso en que una de las vírgenes ha enviado mensajes de texto por celular a sus devotos, cuentan los creyentes.

Las personas que contacté expresaron muchos temores y explicaciones diferentes para los crímenes rituales de Corrientes. La gente rica, de poder, utiliza la fe como canal de expresión de otros desacuerdos, detrás de la fachada esotérica, otros negocios se desarrollan donde la niñez prostituida y el turismo sexual no son ajenos, tampoco la utilización de niños como mulas para pasar las drogas. A veces ocurre que alguien se queda con algo que no corresponde y aparece el cobro disciplinario con los sujetos más vulnerados, mujeres, niños y niñas. Simultáneamente, los sacrificios que permiten obtener sangre pura, se pagan muy bien.

Los delincuentes saben utilizar a su favor la sugestión de una sociedad creyente ya sea en una virgen, un gaucho degollado o el payé (trabajo o brujería hecha por encargo) y gran parte de las autoridades y gente poderosa  marca estatus e impone miedo, para muchos respeto, haciendo creer a los demás que su poder está ligado a un aura mística o acuerdos sobrenaturales.

A su manera, Mercedes en estos años volvió a su peculiar normalidad, la tormenta pasó pero las condiciones socioculturales no cambiaron. Corrientes tiene muchos “ramoncitos” pero anónimos.

Todo mi afecto y memoria por aquellos que conocemos con nombre y apellido y los que ni siquiera sabemos nombrar pero tenemos la certeza que existen.

La fuga no fue cinematográfica

La “fuga no fue cinematográfica, la explicación, sí”. Me voy a tomar el atrevimiento de contar otra historia: mientras trabajé como diputada nacional, dos o tres veces al año iba a las cárceles de Ezeiza, la mayoría de las veces a la de mujeres. Cuando comencé a escuchar las demandas, quejas, solicitudes de los internos e internas de estas instituciones atravesé un túnel -no del tiempo-, avancé a un territorio de la ley del más fuerte, de otros códigos, que muchas veces los muestran en las películas.

Una vez llegué a la cárcel de Ezeiza de mujeres, y una interna apodada “Barbie”, porque era rubia y bonita, apareció suicidada. Los esfuerzos del director del penal para que no fuera al lugar del hecho fueron meritorios; igual llegué. La ventana de la cual se había colgado era imposible de alcanzar sin ayuda. Es decir, ¿se suicidó o la suicidaron? Posteriormente hablé muchas veces con algunas otras internas y me contaron otra historia. Barbie se había peleado con una guardiacárcel, le había pegado y se había establecido una pésima relación entre ambas. Según sus compañeras, Barbie había ido al colegio y sabía de los derechos y confrontaba con las autoridades del penal. Lo cierto es que la solución fue impulsar, sugerir, obligar, ordenar a dos internas peligrosas que la mataran en el baño.

Continuar leyendo

Una huella imborrable para Latinoamérica

Denostado y alabado siempre en exceso, la figura de Hugo Chávez deja una huella imborrable en la historia latinoamericana del siglo XXI.

Pero como siempre ocurre con las figuras de gran trascendencia, es común dejarse llevar por el ícono más que por la personalidad histórica concreta. Gran antiimperialista y defensor de los desposeídos, gobernante autoritario y mesiánico son atributos más aplicables a una figura simbólica que a un ser humano.

Continuar leyendo