Venezuela, país fracturado

Fernanda Kobelinsky

Maduro gana aire político para enfrentar la crisis económica. Con estos resultados, y sólo por un tiempo, el presidente venezolano podrá bajar la guardia en uno de los dos frentes más graves que lo cercaban: el de su validez como líder del PSUV. El chavismo logró, a fuerza de medidas demagógicas y mucho de “remolque” (como llaman en Venezuela el acarreo de votantes a las urnas, cuando no es obligatorio votar), imponerse a nivel nacional en las elecciones municipales del último 8 de diciembre.

El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) obtuvo 196 alcaldías, mientras que la Mesa de Unidad Democrática (MUD) ganó 53 y otros partidos ocho. La cifra de puestos obtenidos por el chavismo parece arrolladora, sin embargo el diseño institucional venezolano es mentiroso. Es que el oficialismo sólo obtuvo 500 mil votos más que la oposición. Desde que murió Hugo Chávez, el 5 de marzo de 2013, las dos elecciones que vivieron los venezolanos terminaron con márgenes estrechísimos. La polarización del país es evidente.

Ahora bien, Maduro podría tomar los resultados con madurez y llamar a una conciliación nacional para enfrentar los más de 5 años que aún le quedan de mandato y buscar acercar posiciones. Pero esa no parece ser la reacción que vayamos a ver de inmediato. Para el bolivariano, ese 42% que no lo acompañó es el enemigo burgués y corrupto, y probablemente utilizará sus polémicos superpoderes para emprender una cruzada anticorrupción que tenga como fin último desmembrar a la hoy golpeada coalición antichavista.

Henrique Capriles, el jefe opositor que se puso la elección al hombro como jefe de la campaña, llamó a la unidad nacional. Pero, hay que decirlo, salió más que golpeado de la contienda. El “casi ganamos” de su discurso ya no resulta válido para quienes esperaban un cambio. Las clases altas, cansadas de la derrota, pierden las esperanzas. Se trata de un sector que vive mitad del tiempo en el país y mitad del tiempo fuera. Son ellos el corazón opositor que, aún en agonía, mantiene los latidos. ¿Cómo se los seducirá para que la próxima vez sí voten? La primavera antichavista de abril podría diluirse. El escaso 58% de asistencia a las urnas marca una desmoralización difícil de remontar. Es que el chavismo tiene un aparato casi invencible. Organizados, arrasan con el oponente.

Maduro, por un tiempo, no deberá probar que está al frente del chavismo. Con ese peso fuera de sus hombros podría avocarse a resolver la tremenda crisis económica del país (con inflación superior al 50%, escasez de alimentos básicos y un dólar paralelo que supera en un 900% al oficial). La tarea no le será sencilla. Es que para imponerse en esta elección gastó hasta lo que no tenía. ¿De dónde sacará recursos de aquí en adelante? Probablemente la sangría la siga sufriendo el empresariado venezolano. Ya pasó la elección, incluso pasó la Navidad (adelantada por decreto), queda el año nuevo y los Reyes Magos… Veremos con qué nos sorprende esta vez el bolivariano.