Caso Lola Chomnalez: culpables y culposos

Fernando Morales

Feliz Año Nuevo, querido amigo lector. En este primer post de 2015, y en con el sano propósito de darle un descanso a las oficinas militares y civiles que siguen con atención nuestros encuentros semanales, intentaré dejar de lado las cuestiones internas de nuestra contrariada Patria para abordar sin ninguna autoridad profesional un tema que por estos días conmueve a la opinión pública de ambas márgenes del Río de la Plata. La muerte de la joven Lola Chomnalez. Lo haré como un simple espectador  local de la actualidad.

Razones profesionales me llevan a estar mucho tiempo aquí en Uruguay. Al menos el suficiente para ir comprendiendo a una sociedad muy parecida a la nuestra en muchas cosas pero con sensibles diferencias; entre ellas, la de la forma en que se encara desde las esferas oficiales y periodísticas un caso de fuerte percusión social como el que nos ocupa.

Algunas cosas de las ocurridas en torno a este aberrante crimen, son muestra de esas diferencias a las que aludo en el párrafo anterior. Sé que esto que le contaré querido amigo le resultará “increíble” pero, ¿a que no se imagina quien fue el encargado de informar a la sociedad uruguaya y a los medios sobre el hallazgo del cuerpo de la desafortunada joven?

Se lo digo; un oficial de la Armada uruguaya. Por si no lo tiene claro, aquí en Uruguay la marina también se ocupa de la seguridad  en las playas y costas; digamos que tiene las funciones de policía marítima tal como en nuestro país lo hace la prefectura naval. Así que, haciendo uso de ese rol policial, un vocero naval, sin pedir permiso a ningún ministro, ya que cumplía con su deber, informó lo que debía informar. Más raro le podrá parecer que en sus variadas apariciones ante los medios, no tuvo que rendir pleitesía a funcionario político alguno y solo hizo reiteradas alusiones a que la investigación quedaría en manos de la policía local y de la justicia. Me imaginaba el inmediato pase a retiro del oficial naval por haber osado enfrentar las cámaras, pero no; el funcionario sigue firme en su puesto. Me explicaban que aquí existe la subordinación al poder político, no la sumisión como en otros lados. Incluso por estos días la Armada uruguaya se dio el lujo de declinar la donación de un buque brasilero por ser obsoleto.  De este lado del río la chatarra extranjera no es bien recibida.

Consumí varias horas de noticieros charrúas esperando ver la llegada de algún secretario de seguridad saltando desde un helicóptero o emergiendo desde alguna duna piloteando su moto con casco de bombero en la cabeza y chaleco antibalas colocado al revés. Pero lo máximo que obtuve fue una sobria declaración del ministro del Interior, dejando en claro una vez más que la justicia y la policía son las responsables de todas las actuaciones y que desde la política lo que se hará es poner a disposición de la justicia todo lo necesario . Por cierto aquí el Ministro del Interior (aunque nos parezca extraño) no se ocupa del horario de los trenes ni de la tarifa de los colectivos; esta gente, vaya a saber por qué extraña razón, sostiene que las cuestiones relacionadas con el manejo de las relaciones del gobierno central con los departamentos (provincias) no tienen mucho que ver con el transporte de pasajeros y cargas.

Otra diferencia notoria es el cuidado con el que se manejaron  las cuestiones relacionadas con los diferentes involucrados en el caso y como se han preservado hasta donde resultó posible los datos personales de todos y cada uno de los distintos detenidos. Un joven de 14 años protegido  sin lugar a dudas por ser menor, pero también los adultos detenidos en cada instancia y que luego fueron liberados por falta de mérito. Ni usted ni yo conoceremos sus rostros y si en verdad son inocentes, está muy bien que así sea. La prensa local informó en la mañana del domingo 4 de enero, que han existido 15 presuntos implicados; incluyendo a una ciudadana francesa. No se verán no obstante, fotos, videos o datos personales de ninguno de ellos salvo que los propios protagonistas se presten a exponerse ante los medios

Pero permítame ahora, querido amigo, reflexionar juntos sobre un aspecto no menor en ésta y en otras tantas historias similares. Por razones de elemental respeto al dolor de la familia Chomnalez dejemos a un lado este caso en particular, ya que lo se ve por estos días en decenas de kilómetros de costa uruguaya aporta material más que suficiente.

Cientos de adolescentes de ambos sexos disfrutan como es natural del verano; muchos lo hacen en plan familiar acompañando a sus padres;  pero otros –tal vez los más- deambulan por estas latitudes totalmente desprovistos del menor de los controles. Es moneda corriente ver grupos de adolescentes o jóvenes que apenas alcanzan la mayoría legal de edad (lo que no indica que estén aptos para cuidarse o cuidar de terceros) hacinados en minúsculos departamentos seguramente pagados por padres tan generosos como ausentes.

Con un nivel de inseguridad  aún bastante más bajo que el de nuestro país, los propios uruguayos reconocen que sus costas y playas ya no son lo que eran dos décadas atrás. El avance de la delincuencia y la droga obligan a tomar medidas básicas para cuidar la seguridad de locales y visitantes. Lo reconocen  todos por aquí. No obstante, es absolutamente normal ver adolescentes haciendo dedo de día y de noche. Niñas vestidas como modelos de pasarela, paradas a lo largo de la ruta, que no temen subir a cualquier vehículo que las lleve al boliche de moda o las regrese a las cercanías de sus residencias veraniegas al amanecer .

Como si no pasara nada; como si no hubiera pasado nada. Mientras se  habla de Lola en los medios, mientras  se habla de Lola en los paradores playeros y en las calles, resulta curioso ver, en cualquier reunión social de padres adultos, cómo se  alterna la charla acerca de la tragedia con la más absoluta ignorancia acerca de dónde se encuentran en ese preciso momento cada uno de sus hijos.

Cual será en el fondo el pensamiento mágico que alberga en las mentes de tantos adultos prósperos en lo económico pero carentes de una mínima cuota de sentido común que hace que piensen que algún ente superior se ocupará de cuidar a sus hijos. ¿Podrá ser que no vean lo que con solo abrir una ventana a la calle durante la madrugada está a la vista de cualquiera? ¿En qué manual para padres está escrito que, del mismo modo que toman licencia en sus trabajos para salir de vacaciones, éstas implican la suspensión de sus obligaciones como tales?  ¿Qué complejo de culpa estarán expiando quienes no admiten un “no” o un mínimo límite a la hora de asumir la patria potestad de sus hijos?

Le pido perdón, amigo lector; usted me prefiere hablando de otras cosas, ya lo sé. Pero no quería dejar de acercarle mi opinión; será tal vez porque, a pesar de que detrás del crimen de Lola y de todas las lolas habrá uno dos o tres culpables, que tarde o temprano pagarán su delito en una cárcel, hay algo que me inquieta. La cárcel es el invento destinado a mantener a buen resguardo a los culpables. Deberíamos ir pensando en crear algún lugar para albergar o al menos instruir a otro tipo de responsables: los culposos, una especie en franco aumento que ante determinadas tragedias emergen clamando a viva voz por justicia; que organizan marchas y encienden velas, y que con toda razón nos explican que sus hijos eran buenas personas. Lo que pocas veces nos explican es dónde se encontraban en el momento de la tragedia, dónde estuvieron antes –mucho antes-  para evitar que ésta ocurra. Dios quiera que todos los que están a tiempo de hacer algo lo hagan antes de que sea demasiado tarde.