Sobre la conducta improcedente de Berni

Fernando Morales

Como bien lo usted lo sabe, estimado amigo lector, una columna como esta no es ni más ni menos que un espacio de opinión de quienes nos predisponemos a emitirla. Muchas veces, es cierto , mezclamos opinión con información.  La primera siempre es discutible; la segunda, si es profesional y fundada, no es ni buena ni mala, es simplemente eso,  información.

Así por ejemplo la columna de hoy está relacionada con el asesinato del fiscal Nisman.  ¿Como me atrevo a decir sin empacho “asesinato”? Pues… porque mi opinión es que al fiscal lo mataron.  Y muy difícilmente la llegue  a cambiar.

También tengo la plena convicción que el Teniente Coronel cuerpo profesional médico en uso de licencia antirreglamentaria Sergio Berni no ha parado de mentir en todo lo que ha contado a los medios en relación con su participación en los hechos de público conocimiento.

En este segundo caso, al margen de las informaciones que he podido recolectar, el propio relato del secretario de Estado deja más dudas que certezas.  Nos dice que llegó al lugar sin saber bien que pasaba. Bien, habría que preguntarle entonces si no sabía lo que ocurría, qué fue lo que lo motivó a desplazarse desde Zárate a Puerto Madero. Asimismo, asegura que una vez en el lugar nadie intentó entrar al baño donde estaba el cuerpo del fiscal, hasta que la funcionaria actuante lo dispusiera; parece entonces haber olvidado su condición de médico y su obligación de prestar asistencia a un ser humano en peligro.

Podríamos ahondar argumentando que si tal como el Teniente Coronel nos dice nadie sabía que pasaba, para qué se llama a un fiscal. Si el fallecido hubiera tenido un infarto o se hubiera caído en la bañera , lo más urgente era atenderlo con un médico, no abrirle un sumario. El relato de Berni lo deja tan expuesto que, si estuviéramos en un país con gobernantes serios, cuando usted lea esta columna el Teniente Coronel tendría que habar vaciado ya su escritorio.

Ilustrando al Secretario

El real propósito de la columna de hoy no es darle mi opinión sino brindar un poco de información, para dejar en claro que el señor Berni no tiene bien en claro para que está en el cargo que está.

Si hacemos un poco de memoria seguramente recordaremos que para el caso de las Fuerzas Armadas de la nación, durante muchos años sus máximos responsables se denominaban Comandante en Jefe de…. ( La Armada , El Ejército o la Fuerza Aérea). Luego la democracia generó un ligero cambio de denominación pero con trasfondo muy importante y se pasaron a denominar “Jefes de Estado Mayor”  Ya no son Jefes de las Fuerzas sino de los Estados Mayores de estas.

Este cambio dejó en claro que las FFAA tienen un solo jefe y comandante y este es el Presidente de la Nación. No es Milani el comandante del Ejército y no es Rossi el comandante de las tres fuerzas; es en esta caso la presidente Cristina Fernández. Tal es así que en el hipotético caso que el comandante de un buque debiera hacer uso de sus armas, le pedirá autorización a su comandante superior y este a la comandante en jefe a nadie más. Esto significa que el mando efectivo de las fuerzas armadas lo ejerce una persona. Obviamente en la práctica y en el día a día hay rutinas establecidas que son coordinadas con el ministro de Defensa, y que hacen al trabajo diario de las instituciones militares.

Para el caso de las FFSS, las Fuerzas de Seguridad, esto no funciona de la misma manera. La Policía Federal , La Gendarmería y la Prefectura Naval, sí tienen jefes.  Berni no es el jefe de las fuerzas policiales, Berni es el superior jerárquico de los jefes de estas, lo que no es lo mismo

Entre las muchas semejanzas que hay en la organización militar y policial se encuentra la verticalidad, el uso de armamento, el escalafón, etc. Pero hay sensibles diferencias de fondo y  de forma. Entre ellas se encuentra una muy importante: estas fuerzas policiales, si bien dependen administrativamente del Poder Ejecutivo, operacionalmente se encuentran al servicio mayoritariamente del Poder Judicial.  Excepto en la represión del delito in fraganti, por lo general el accionar de las fuerzas, máxime en casos como el que nos ocupa, se hace bajo control de un fiscal o un juez, no de un secretario de Estado.

En los escritos judiciales los magistrados siempre se dirigen al jefe de la fuerza, para ordenar algo y es este administrativamente quien lo deriva al área operativa correspondiente. Uno puede razonablemente suponer que el Jefe de la Policía federal no recibe cada mañana cientos de mandamientos judiciales en su despacho sino que estos ya tienen un recorrido aceitado que los lleva al lugar indicado.  Pero jamás un Juez llamará a un cabo para ordenarle hacer una escucha o una tarea de inteligencia criminal.

Berni repite hasta el cansancio que es el Jefe de las fuerzas policiales. Y que debe velar por el cumplimiento de “los protocolos”,  expresión puesta de moda para tratar de darle un contexto normativo a casi cualquier cosa.

Todos recordamos el siniestro de un avión privado frente a las costas de Carmelo. Un típico caso SAR (búsqueda y rescate marítimo). Nuestra ley pone este accionar en cabeza de la Armada Argentina y de la Prefectura Naval subsidiariamente.  A Berni poco le importó: no solo que invadió un área que no le compete sino que además se hizo retar por una jueza uruguaya que le recordó que la nave no estaba en aguas argentinas

Días pasados, la Prefectura Naval rescató exitosamente a una tripulante en riesgo de vida a bordo de un pesquero. Una tarea que exige un gran profesionalismo y que la gente de nuestra policía marítima tiene de sobra.  A la hora de difundir la información, la oficina de prensa de Berni obligó a colocar la leyenda “operativo realizado bajo supervisión del secretario de Seguridad”.

De la misma manera que Berni no puede supervisar ni ese operativo ya que no está capacitado, no tiene estado policial y no es auxiliar de la Justicia, tampoco puede entrar a un domicilio particular a su antojo, exista o no un muerto en su interior. No es esa su función y su mera presencia pone a los funcionarios policiales actuantes en la difícil disyuntiva de atender a sus directrices o ponerse a ordenes de las autoridades judiciales, que es lo que les marca la ley.