No pescarás

Amigos son los amigos. Fieles a esta máxima popular y dispuestos a ayudar al amigo caído en desgracia, los máximos líderes del “modelo” le procuraron al eterno derrotado Daniel Filmus un conchabo en la Cancillería. Como todos los cargos estaban ocupados, optaron por crearle uno relacionado con las cuestiones inherentes a nuestras Islas Malvinas. No fueron pocos los problemas que esta “ayudita” al amigo crearon en la consejería legal y en otras dependencias diplomáticas del país, ya que hubo literalmente que inventar algunas tareas para delegarle al nuevo secretario de Estado. Tareas, claro está, que sean tan sonoras como inútiles ya que aun para este “modelo” el tema Malvinas es algo delicado.

Así fue que dispuesto a honrar a quienes lo ungieron en el cargo, el nuevo secretario ya nos ha comunicado su primera gestión en procura de poner en jaque a la mismísima corona Británica, anunciando urbi et orbi que “serán sancionados civil y penalmente quienes realicen tareas de pesca en las adyacencias de nuestras islas sin el correspondiente permiso de pesca emitido por nuestro país”. Ya alguna vez le he comentado -amigo lector- que la porción sumergida de la patria se divide en tres partes: mar territorial, zona contigua y zona económica exclusiva. Esta última es la porción que se extiende desde la línea de más bajas mareas hasta las 200 millas mar adentro y en la cual, como estado ribereño, Argentina ejerce plenos derechos de explotación de sus recursos pesqueros y riquezas provenientes del lecho y subsuelo marinos.

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Del Almirante Brown al teniente de corbeta Etchegaray

La inefable Mafalda se preguntó alguna vez por qué hubo tantos próceres en el siglo XIX y ninguno en el XX. Nos decía desde su ácido humor: “¿Será que los próceres se dan un siglo sí y uno no?”. Considerando que la genial criatura de Quino nos dejó más de una enseñanza, este siglo XXI debería ser prodigo en patriotas dignos de quedar en el bronce de la historia.

Transcurrida largamente la primera década y más allá de fastuosos mausoleos y decenas de calles con nombre propio, estamos lejos de estar en presencia de líder alguno que emule a los prohombres de antaño y la cosa no pinta mejorar en el corto plazo al menos.

Con mucho sentido común, el gobierno nacional ha determinado que este año sea declarado como Año de homenaje al Almirante Guillermo Brown. Esto obedece a cumplirse en 2014 el bicentenario del llamado Combate de Montevideo, sin lugar a dudas un resonante triunfo naval de nuestras fuerzas emancipadoras, magistralmente conducido por Brown, un marino mercante irlandés que se enamoró de estas tierras y lucho por su libertad. Su ejemplo de entrega y su talento, ya que no era militar de carrera, le valieron ser considerado el padre de la Armada Argentina, si bien es cierto que recién sería Sarmiento quien crearía muchos años después la Escuela Naval Militar.

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Camila y Hernán, íconos del modelo

El 28 de diciembre es tradicionalmente reconocido como el Día de los Santos Inocentes, en obvia conmemoración de lo que según nos relata el Evangelio fue la salvaje matanza de niños recién nacidos en procura de matar al hijo de Dios a pocos días de ocurrido el alumbramiento de Jesucristo.

La cultura popular alteró este acontecimiento netamente religioso, transformándolo en una ocasión propicia para jugarle alguna broma a familiares o amigos, quienes al morder ingenuamente el anzuelo tendido por el bromista reciben como irrefutable testimonio de su candidez un lapidario “que la inocencia te valga”.

En este tórrido diciembre de 2013, seguramente cuestiones relacionadas con la falta de energía eléctrica, el cepo al dólar, la inflación, las increíbles excusas de nuestros ministros y hasta la inexplicable ausencia de nuestra presidente en la emergencia habrán sido material propicio para más de un bromista.

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Fito Paez, la Antártida y el Almirante Irizar: caprichitos muy caros

Si hay algo que – al menos en teoría- es impecable en la administración de los recursos del Estado, es el sistema de contrataciones públicas, llevado a su casi perfección entre 1990 y 2000, época de gran cantidad de obras públicas y de una no menor cifra de escándalos políticos, judiciales y administrativos en materia de compras estatales y recientemente retocado mediante el decreto 893/2012 (recomiendo su atenta lectura).

La creación del sistema denominado “Transparencia” al que se accede simplemente googleando ONC” (Oficina Nacional de Contrataciones) es tan simple de entender que a poco de navegar sus páginas cualquier novel aspirante a contratista descubre cuáles son las condiciones que debe cumplir si desea vender un lápiz al Estado nacional, ofrecer un recital en una fiesta para todos y todas o reparar un rompehielos.

No es por cierto imposible trabajar legalmente para el Estado; inscribirse como proveedor, elegir el rubro o rubros en los que se ofrecen servicios, presentar balances, antecedentes y fundamentalmente demostrar cada cuatro meses mediante un certificado fiscal emitido por la AFIP que no se tiene deuda fiscal son las premisas básicas que, si no se cumplen (junto a otras ), deberían indicarle al aspirante a contratista que es mejor abstenerse.

Tan perfecto es el sistema que la propia Oficina Nacional de Contrataciones ha organizado reiterados cursos para funcionarios y contratistas, por los cuales todos los que alguna vez hemos Estado de uno u otro lado del mostrador estatal sabemos perfectamente cuáles son las reglas de juego.

Recientemente tomó estado público una millonaria contratación por parte de la Secretaría de Cultura para contar con los servicios artísticos del cantante Fito Páez; no se hizo en forma directa con el cantante sino por intermedio de la productora artística Siberia SA.

La perfección del sistema de contrataciones al que aludimos permitió que a pocos minutos de conocerse los detalles de la contratación, cualquier ciudadano desde su PC pueda comprobar que Siberia SA no posee certificado de habilitación fiscal para contratar con el Estado (lo que no implica que sea evasora o nada por el estilo, simplemente no puede contratar porque no cumplió el trámite de solicitar la constancia fiscal de libre deuda) y lo que es peor es que esa empresa jamás se inscribió como proveedora del Estado. Lo que resulta bastante difícil de explicar es cómo habrá sido el pago a esta firma, ya que el sistema sólo habilita el depósito en cuenta corriente bancaria a proveedores registrados (recordemos que el sistema es perfecto).

La noticia escaló por la fama del protagonista más que por la suma involucrada (una nimiedad en comparación al gran derroche estatal) pero se suma a otros escándalos recientes en materia de contrataciones públicas, como por ejemplo la bochornosa campaña antártica que insumió 90 millones de pesos contratados en parte con monotributistas y empresas intermediarias radicadas en el exterior con el triste agregado de que, a diferencia de Fito (que no defraudó a su público), el servicio contratado para atender a las bases antárticas fue pésimo.

Bueno es recordar que se debió licitar un servicio de transporte antártico, porque desde hace años el rompehielos Almirante Irizar intenta ser reparado con poco éxito en una dependencia estatal (Tandanor) que por más buena voluntad que detente por parte de obreros y directivos no es el lugar adecuado para una tarea de semejante envergadura si se lo compara con los también estatales Astilleros Río Santiago, ubicados -claro está- en el hostil territorio bonaerense.

Así las cosas, sean un par de millones o decenas de ellos, sea un recital de un par de horas o una reparación naval de 6 años, se trate de la intención de reemplazar el tradicional desfile y las canciones patrias por cantantes de rock ataviados con bolivarianos colores o de asegurar la subsistencia de cientos de argentinos haciendo patria en el continente blanco, todas estas contrataciones públicas tienen un denominador común que excede incluso a la primaria sospecha de corrupción. Satisfacen irracionales caprichos.

Varios jefes y expertos navales recomendaron oportunamente a la entonces ministra Nilda Garré sobre la conveniencia de reparar el rompehielos en un astillero de envergadura como lo es Río Santiago (el astillero que construyó buena parte de los buques de la Armada, Fragata Libertad incluida).

Pero el capricho ministerial determinó que el destino fuera otro y el gustito ya nos va a costar casi 1000 millones de pesos (dos rompehielos y medio). La gestión Garré acertó, no obstante, con la elección del reemplazo del averiado Irizar y durante varias campañas el buque ruso Vasily Golovnin cumplió su tarea con eficiencia y a un costo razonable. Pero su sucesor al frente del ministerio de defensa, Arturo Puricelli, quiso ponerle su impronta a la gestión y contrató a un buque apto para transportar automóviles pero totalmente inadecuado para la tarea requerida. Otro caprichito… el que por mucho que sea defendido por el actual ministro Agustín Rossi, tiene a la base Marambio al borde del colapso.

Falta saber ahora cuál habrá sido el funcionario que nunca llegó a ver desde una cómoda butaca de algún teatro a Fito Páez y se dijo así mismo “ahora que tengo la manija, lo contrato y listo… total con media hora de recaudación por impuesto al cheque, retenciones al agro, ganancias a la cuarta categoría o alguna pavada de esas lo pago”.

El anterior párrafo es una mera construcción imaginaria, pero sirve para graficar y para preguntarse cuáles serán los criterios de quienes manejan desde su área de acción los dineros públicos y para reflexionar sobre si realmente no lo estarán usando como si fuera propio.

Solemos escuchar más veces de lo que quisiéramos frases tales como “yo que les pago el sueldo”, “aquí les traje ayuda”, “voy a hacer esto, aquello o lo de mas allá” como si realmente estuviéramos conducidos por un grupo de mecenas que gentilmente nos abren su billetera para satisfacer nuestras necesidades primarias, secundarias y terciarias.

Y lo grave del asunto es que cuando se echa mano a lo que es de todos en forma irresponsable o delictual pero sabiendo que no es propio, puede surgir (tal vez) el arrepentimiento, el miedo a ser descubiertos y/o el temor al castigo judicial. Pero cuando se hacen tropelías administrativas y económicas con la convicción de que encima están bien hechas, estamos en problemas ya que ninguna barrera inhibitoria aplica a quienes no llegan a percibir la diferencia entre lo que está bien o lo que está mal, entre lo legal o lo ilegal.

Hace muchísimos años un superior me reprochó severamente por haber perforado un mamparo (pared) de mi camarote para colgar un retrato familiar: “No muchacho, eso no se hace”. Aunque me costó entenderlo, tenía razón. “Mi camarote” no era mío, era el lugar que el Estado nacional me brindaba para que pueda vivir dignamente mientras cumplía mi trabajo de marino, lo que es sustancialmente diferente.

Serios problemas nos aguardan si los “timoneles de la Nación” siguen perforando los bienes y recursos del país con el mismo criterio con el que irresponsablemente perforé el mamparo de mi camarote, pero con el agravante de no contar con superior alguno que les diga “No muchachos, así no”.

Y como el todo siempre es superior a alguna de las partes, tal vez sea la ciudadanía la que deba advertir y corregir el error; en paz, en democracia, en libertad pero con absoluta severidad, antes de que por tanto perforar y perforar la Nación se vaya a pique.

¿Recaudación o soberanía?

Si fuera economista seguramente entendería fácilmente por qué es posible que el Estado nacional efectúe percepciones de ganancias y bienes personales sobre los gastos que realizan los ciudadanos y no sobre los ingresos. Pero soy un simple marinero.

Si fuera economista, también comprendería por qué, si la resolución de la AFIP extendida ahora a los paquetes turísticos dice que la percepción se aplica sobre compras efectuadas en moneda extranjera, un pasaje en micro a Paraguay, comprado a una empresa argentina y pagado en Argentina y en pesos, tiene un recargo del 20%. Pero soy un simple marinero.

También podría entender por qué una familia que hace un modesto viaje en una de esas lanchas del Tigre y viaja hasta Carmelo estaría haciendo ostentación de poder adquisitivo y merece tributar a cuenta de bienes personales que seguramente no tiene. Pero como lo dije reiteradamente lo mío es el agua y no los números.

Sin embargo hay un aspecto que, al margen de no entenderlo, me hace ruido en la cabeza desde hace varios días. La AFIP resolvió grabar con el 20% los pasajes, paquetes y gastos de argentinos en las Islas Malvinas, según informaron los medios de comunicación.

La resolución expresa que no se puede exceptuar a esta porción de suelo patrio (porque es suelo patrio, ¿no?) porque los gastos que allí se realizan se hacen en moneda extranjera y que la norma no puede atender cuestiones geopolíticas o estratégicas.

Dejando de lado que -como creo entender- ir a Colonia en un barco de bandera argentina y no mediando pago en divisa alguno hoy tributa un recargo (a cuenta), hasta qué punto una autoridad fiscal puede atentar contra 180 años de reclamos en defensa de nuestra soberanía y cómo haremos para explicarle a un veterano o al familiar de un caído que para el fisco las Malvinas no son Argentinas.

Es entendible que a la hora de tomar una medida de alta incidencia en el bolsillo de los consumidores y en medio de un clima de desbande cambiario no se haya tenido tiempo de separar la salida de divisas para atender los gastos originados en crucero de lujo en el Mediterráneo de una excursión de fin de semana a Colonia (ROU), y que tampoco se haya podido discernir entre un pasaje en avión al Caribe de uno en micro a Asunción contratado por un obrero de la construcción que tiene a su madre enferma del otro lado de la frontera.

Pero Malvinas…, Malvinas es otra cosa.

Malvinas aún tiene la sangre de nuestros muertos fresca, y los que volvimos ilesos (como en mi caso), heridos o mutilados pero vivos, aún mantenemos muy firme el consuelo que implica haber arriesgado la vida por defender un pedazo de la Patria.

No es sensiblería barata, es una cuestión de pura lógica. ¿Cuál puede ser el movimiento de pasajeros a Malvinas ? ¿Cuál el nivel de gastos en las Islas (no hay shopping , ni grandes cadenas de electrodomésticos , ni concesionarias de autos de alta gama, sólo ovejas , viento, frío y algún que otro recuerdo típico. ¿Creen realmente nuestras autoridades impositivas que Malvinas como destino turístico puede acrecentar la imparable fuga de divisas?

Si la preocupación fuera por las eventuales compras hechas en Puerto Argentino (¿me permite el fisco llamarlo así?), la solución es simple: basta con aplicar el mismo régimen que se utiliza cuando uno hace un gasto en Ushuaia y que tributa impuesto al ingresar al territorio continental por tener la ciudad austral un tratamiento impositivo diferencial. Para el resto de los gastos en los que un eventual turista pueda hacer en las Islas el Estado argentino tendrá que evaluar qué es más conveniente; si resignar una ínfima porción del nuevo régimen de percepción impositiva o crear un peligroso antecedente que sin lugar a dudas será usado por el gobierno inglés a la hora de intentar demostrar que la propia Argentina le da a las Islas el trato equivalente al que le da a cualquier otro país.

Si de por sí la medida adoptada es poco feliz, también lo es el momento elegido: la época del año en que muchos familiares de caídos organizan la visita a las tumbas de sus seres queridos, que no murieron esquiando en la cordillera ni practicando turismo aventura en el lejano sur, murieron en una guerra cruel, desigual y tremenda por la defensa de nuestra soberanía precisamente sobre esta tierra fiscalmente extranjera.

¿Cuanto esfuerzo les costará a los hoy ya ancianos padres de cualquier soldado conscripto, cabo o marinero de 1982, juntar peso por peso el importe equivalente al pasaje para ir a llevar un rosario, rezar una plegaria o simplemente llorar frente a una tumba que suponen es la de su hijo?

No llegaran en jets privados, ni se alojarán en un hotel cinco estrellas ni comerán caviar… Van a exteriorizar angustia, pena, tristeza, no riqueza.

Está dicho y está claro: “nunca es triste la verdad; lo que no tiene es remedio”. A nuestras autoridades les pido, demostremos que tal vez esta triste realidad aún se puede remediar.

“TRAS UN MANTO DE NEBLINA NO LAS HEMOS DE OLVIDAR,

LAS MALVINAS ARGENTINAS CLAMA EL VIENTO Y RUGE EL MAR”