Res non verba

Se dio cuenta, querido amigo lector, usted y yo compartimos el incomparable privilegio de vivir en un país tan maravilloso que no solo le ha aportado a la humanidad excelentes profesionales, deportistas y artistas; poseemos además el honor de integrar un ítem propio en la clasificación de los sistemas socioeconómicos internacionales (según un premio nobel de economía existen los países desarrollados, los subdesarrollados, Japón y Argentina).

Dos siglos de vida institucional nos han permitido también aportar al mundo elementos tan útiles como el alambre de púa, el bolígrafo y el colectivo. Y mejor no hablo de Diego Maradona y del papa porque no cabe en mi pecho el orgullo.

No nos hemos quedado atrás tampoco en el campo de la literatura. No hablo solamente de Jorge Luis Borges o Julio Cortázar, otras mentes menos conocidas pero igualmente brillantes han permitido al orbe incorporar reflexiones, frases y palabras de todo tipo y tenor que magistralmente definen y resumen situaciones extremadamente complejas. Asonada militar, convertibilidad, sensación de inseguridad, cacerolazo, cepo, corralito, dólar blue y hasta la inefable máxima democrática “todos y todas”. Sacamos a la luz también la transversalidad y al “empoderar”, también a los “piratas del asfalto” y los nacionales y populares motochorros.

Son verdaderas composiciones gramaticales magistrales. Lo invito a leer por separado cada una de ellas y a dar rienda suelta a su memoria para redescubrir lo que cada término ha significado en su vida y en la de nuestra bendita nación, la que supo ser “El granero del mundo”. Otra más, y van… Continuar leyendo

Palabras e imágenes

fuerza aerea argentina 33 aniversario malvinas (1) (1)

El pasado 1 de mayo, mientras el grueso de la población disfrutaba de un nuevo fin de semana XL en virtud de la conmemoración del Día Internacional del Trabajo, muchos habitantes del país cumpliendo sus obligaciones laborales acudieron a sus puestos de trabajo como lo hacen en un día normal

Un grupo muy particular de esos ciudadanos se dio cita en las instalaciones de la 1° Brigada Aérea de El Palomar, para conmemorar el 33° aniversario del bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina durante el conflicto bélico de Malvinas. Se recuerda aquella misión que, al mando del Capitán Norberto Dimeglio, despegó de puerto San Julián a las 17:45 del 1 de mayo de 1982, constituyendo el ataque aeronaval más contundente de la FAA. Tres buques de gran porte de la Royal Navy resultaron severamente averiados.

Ni siquiera el todopoderoso “Relato” ha podido desvirtuar el prestigio adquirido por nuestra aviación militar durante las operaciones bélicas en el Atlántico Sur. Cincuenta y cinco hombres de esa fuerza perecieron durante el conflicto y es mucho lo que nuestros propios enemigos de entonces han escrito respecto al profesionalismo, valentía y entrega que nuestros pilotos pusieron de manifiesto durante la contienda. Obviamente, esta fuerza es la que más profesionales puso en juego ya que no había soldados conscriptos en sus aviones, sino militares de carrera entrenados adecuadamente (algo que obviamente no sucede en la actualidad, por falencias de presupuesto y material)

Siendo la fuerza aérea la más joven de las tres que integran el sistema defensivo del país, las acciones de aquel 1° de mayo son como le dije antes, querido amigo lector, las que marcan esa fecha como el bautismo de fuego, un hecho siempre icónico en la historia de una institución militar

Cualquier honor es poco para estos cincuenta y cinco héroes de la patria. En esta ocasión, el homenaje incluyó la condecoración a la bandera de guerra de la escuela de Suboficiales y también a la del escuadrón “Fénix”  Este escuadrón tiene un valor agregado de sublime ponderación. Estuvo integrado en su mayoría por pilotos civiles, los que de la misma forma que los marinos mercantes  ofrecieron generosos sus vidas para pelear una guerra sin más armas que su tremendo amor por la patria

En un país serio o, mejor dicho, en un país con un gobierno serio, actos de este tipo son encabezados por el Presidente de la Nación; pero… justo a la Fuerza Aérea se le ocurrió atacar al enemigo Inglés un 1° de mayo feriado. No es justo distraer a la Comandante en jefe que goza de su merecido descanso en el lejano sur.

Tomó  la posta en este caso el ministro de Defensa Agustín Rossi. El hombre le puso el pecho al día festivo y se desplazó hacia la base aeronáutica casi como un soldado más.  Brindó a los presentes un “emotivo” discurso,  del que me permito destacar esta frase: “Reiteramos el compromiso con la bandera, con la Patria y con los argentinos”, con ese tono de arenga  que todo político sabe utilizar, la verdad a uno se le eriza la piel.  Lindas palabras.

No obstante su alto grado de compromiso oratorio, poco tiene que ver con las deslucidas imágenes captadas por algún camarógrafo “apátrida o pagado por los medios hegemónicos” y que han inmortalizado al Sr. Ministro con sus manos en el bolsillo y su corbata adolescentemente desalineada, justo en el sublime momento de condecorar a esa misma bandera con la que había asegurado en su discurso estar “comprometido”.

PEOR QUE PEOR

Ayúdeme, amigo lector, a sacarme una duda: ¿le estará faltando el respeto a todos esos “valientes” Brigadieres, Generales y Almirantes que se encontraban en posición de firmes y cara circunspecta, o directamente nos demuestra lo que piensa de nuestra bandera, la que por otra parte representa al país, que el ministro Rossi aspira a presidir?

Defensa en penumbra

Aunque un poco devaluado por la profunda crisis económica que atraviesa con mayor o menor fuerza a casi todas las clases sociales argentinas, puerto Madero conserva buena parte de su movida nocturna. Transito intenso, peatones deambulando por ambas márgenes de esos diques que alguna vez albergaron a la poderosa flota de nuestra Marina Mercante y que hoy con holgura cobijan a  medio centenar de lujosas embarcaciones deportivas; mucho atuendo típico del extranjero en plan turístico  y una interminable hilera de restaurantes y bares bastante colmados de gente, conforman una postal digna de la prosperidad que indica el modelo y pregona el relato.

Pero al llegar a la esquina de Alicia M de Justo y Av. Belgrano, el brillo incandescente de las luminarias se interrumpe abruptamente. Un enorme “agujero negro” de cien metros de largo por ochenta de alto “encandila” con su oscuridad los ojos de transeúntes nativos y foráneos.

Esa enorme estructura edilicia a oscuras brinda al instante dos mensajes contrapuestos que podrían resumirse con la frase: “el orgullo de haber sido y el dolor de ya no ser” . Construido hacia el fin de la década del 30, el Edificio Libertador General San Martín es una joya de la arquitectura local. De estilo francés y techos rematados con pizarras negras como detalle de categoría, supo ser el primer ministerio de guerra de una Argentina con vocación de potencia regional.  A diferencia de otros palacios de nuestro país, al margen de las distintas denominaciones que sus ocupantes le dieron a sus dependencias, siempre representó ser algo así como la sede central de la defensa nacional.

Hoy en sus dieciséis pisos se encuentran: el ministerio de Defensa de la Nación, el Estado Mayor Conjunto de las FFAA, la Jefatura del Estado Mayor General del Ejército y varias dependencias de esta fuerza, entre ellas la sede del “todopoderoso” Servicio de inteligencia del ejército, con instalaciones totalmente remozadas que incluyen una espectacular sala de situación con paredes enteladas y detalles de diseño.  Durante la gestión de Nilda Garré al frente del ministerio se dispusieron locaciones para los jefes de la Armada y de la Fuerza Aérea,  las que aún permanecen vacías  ya que la cultura militar y la poca noción que aún tienen nuestros mandos militares sobre la conjuntes  operacional  hacen que ningún brigadier o almirante de cuatro estrellas quiera compartir edificio con el mandamás local, el Jefe del Ejército

Así las cosas, y como usted sabe, amigo lector, el miércoles pasado y, al igual que el resto de la Capital y el gran Buenos Aires, las arterias conductoras de fluido eléctrico, telefónico, informático  y todo otro cableado del imperial palacio colapsaron.  Y colapsaron mal, literalmente fueron arrasados por el fuego miles de metros de distintos  cables, fruto de una perversa combinación de baja tensión y exceso de carga.

Tal vez a raíz de las bondades de la década ganada,  los pisos del “Libertador” fueron viendo incrementar año tras año la cantidad de huéspedes que se cobijan en sus coquetos ambientes. Tantos son que la arquitectura tradicional cedió frente al avance de los paneles de “roca de yeso” de marca muy conocida.  Cientos y cientos de cubículos para albergar a nuevos asesores de nuevos secretarios y subsecretarios  que ocupan las también nuevos cargos a partir de las sucesivas modificaciones orgánicas de la cartera ministerial . Cientos y cientos de jóvenes militantes ávidos de viajar en esos aviones “Hércules” que ya casi no despegan o dorar sus torsos bajo el arrullo marino y el velamen de la fragata Libertad.  Todos con función jerárquica, todos con despacho, todos con confort nacional y popular que obviamente incluye aire acondicionado, microondas, centritos de computo por doquier y mucho pero mucho smart TV para seguir de cerca el devenir nacional.

Y así fue que el coqueto y octogenario edificio dijo ¡basta! El calor acumulado en sus cables por tanto consumo no calculado, mutó en llama (ciertamente no sagrada) y no quedó nada.  Desde el conmutador que nos daba la bienvenida  ya no con sones marciales pero sí con algún tangazo, hasta los servidores de la dirección de informática del ministerio, pasando lógicamente por los equipos de  acumulación de información del generalísimo Milani.  Agentes de campo que no tienen a quien reportar y analistas sin “luz”  son la consecuencia  más patética de la triste realidad.

Podría hablarle, querido amigo lector, de otros sectores. La FM Soldados,  la sastrería militar, las dependencias de la obra social del Ejército  y por qué no de  las instalaciones del recién creado comando de “Ciber-Defensa”. Todos y todas los que aquí trabajan  están  de franco en sus casas, en una decisión transversal e inclusiva que une a civiles y militares, espías y distraídos; políticos y administrativos, militantes y a aquellos pocos que aún no lo son.

Si bien la defensa nacional no es algo que importe mucho, tampoco es para no preocuparse. Los espías del General tienen en Campo de Mayo sus instalaciones de “back up”; ya se comenzó a estudiar la posibilidad de llevar a los más de 700 agentes de Inteligencia hacía allí. Pero, claro, mudar a nuestras  “99” lejos del jardín maternal de sus hijos y hacerles  rendir las “SUBE” con los mayores costos de transporte más que asemejarlas a la mítica agente de “Control” las sumerge en un absoluto y verdadero “ Caos “ (esos eran los malos ¿se acuerda?)

Gracias a la ausencia de hipótesis de conflicto, y a que merced a nuestra política exterior  nos hemos ganado el “cariño”  de nuestros vecinos, no se avizoran en el corto plazo peligros bélicos. Lo que es una verdadera suerte ya que si los hubiera el eventual enemigo no tendría dónde entregar la declaración de guerra y el ministro Rossi debería instalar el tablero táctico en living de su casa.

Ironías y bromas al margen,  el incendio y posterior  apagón del “Libertador” es una alarmante muestra a escala de la situación de la Nación. Declamamos abundancia pero respiramos miseria; pregonamos eficiencia estatal, pero exudamos inoperancia, clientelismo y mediocridad de gestión; alardeamos planificación federal; pero se nos apagan las centrales, se nos caen las redes y hasta se nos queman los cables.

Y se sigue construyendo una “ nueva Argentina” con bases cimentadas con discursos groseros, con columnas erigidas  con ilusiones delirantes, con planos proyectados con modelos y relatos vacíos de lógica y razón. Una patria  que es inclusiva en la oscuridad fruto de cables finitos  y mentes estrechas, igualitaria en la inseguridad para todos y todas, ecuménica en lo que respecta a los avatares socio-económicos. En fin, mediocre, ficticia y decadente.

Mientras tanto, desde alguna locación descentralizada del ministerio de Defensa, un empleado por estas horas ha de estar redactando aquello que los empresarios amigos del poder esperan con ansia y que comienza más o menos así:  “ Llamase a contratación directa por razones de urgencia impostergable a la renovación integral de toda la instalación eléctrica del edificio Libertador. No importa lo que cueste, a la hora de contratar esta gestión no escatima en gastos”.

Sobre la conducta improcedente de Berni

Como bien lo usted lo sabe, estimado amigo lector, una columna como esta no es ni más ni menos que un espacio de opinión de quienes nos predisponemos a emitirla. Muchas veces, es cierto , mezclamos opinión con información.  La primera siempre es discutible; la segunda, si es profesional y fundada, no es ni buena ni mala, es simplemente eso,  información.

Así por ejemplo la columna de hoy está relacionada con el asesinato del fiscal Nisman.  ¿Como me atrevo a decir sin empacho “asesinato”? Pues… porque mi opinión es que al fiscal lo mataron.  Y muy difícilmente la llegue  a cambiar.

También tengo la plena convicción que el Teniente Coronel cuerpo profesional médico en uso de licencia antirreglamentaria Sergio Berni no ha parado de mentir en todo lo que ha contado a los medios en relación con su participación en los hechos de público conocimiento.

En este segundo caso, al margen de las informaciones que he podido recolectar, el propio relato del secretario de Estado deja más dudas que certezas.  Nos dice que llegó al lugar sin saber bien que pasaba. Bien, habría que preguntarle entonces si no sabía lo que ocurría, qué fue lo que lo motivó a desplazarse desde Zárate a Puerto Madero. Asimismo, asegura que una vez en el lugar nadie intentó entrar al baño donde estaba el cuerpo del fiscal, hasta que la funcionaria actuante lo dispusiera; parece entonces haber olvidado su condición de médico y su obligación de prestar asistencia a un ser humano en peligro.

Podríamos ahondar argumentando que si tal como el Teniente Coronel nos dice nadie sabía que pasaba, para qué se llama a un fiscal. Si el fallecido hubiera tenido un infarto o se hubiera caído en la bañera , lo más urgente era atenderlo con un médico, no abrirle un sumario. El relato de Berni lo deja tan expuesto que, si estuviéramos en un país con gobernantes serios, cuando usted lea esta columna el Teniente Coronel tendría que habar vaciado ya su escritorio.

Ilustrando al Secretario

El real propósito de la columna de hoy no es darle mi opinión sino brindar un poco de información, para dejar en claro que el señor Berni no tiene bien en claro para que está en el cargo que está.

Si hacemos un poco de memoria seguramente recordaremos que para el caso de las Fuerzas Armadas de la nación, durante muchos años sus máximos responsables se denominaban Comandante en Jefe de…. ( La Armada , El Ejército o la Fuerza Aérea). Luego la democracia generó un ligero cambio de denominación pero con trasfondo muy importante y se pasaron a denominar “Jefes de Estado Mayor”  Ya no son Jefes de las Fuerzas sino de los Estados Mayores de estas.

Este cambio dejó en claro que las FFAA tienen un solo jefe y comandante y este es el Presidente de la Nación. No es Milani el comandante del Ejército y no es Rossi el comandante de las tres fuerzas; es en esta caso la presidente Cristina Fernández. Tal es así que en el hipotético caso que el comandante de un buque debiera hacer uso de sus armas, le pedirá autorización a su comandante superior y este a la comandante en jefe a nadie más. Esto significa que el mando efectivo de las fuerzas armadas lo ejerce una persona. Obviamente en la práctica y en el día a día hay rutinas establecidas que son coordinadas con el ministro de Defensa, y que hacen al trabajo diario de las instituciones militares.

Para el caso de las FFSS, las Fuerzas de Seguridad, esto no funciona de la misma manera. La Policía Federal , La Gendarmería y la Prefectura Naval, sí tienen jefes.  Berni no es el jefe de las fuerzas policiales, Berni es el superior jerárquico de los jefes de estas, lo que no es lo mismo

Entre las muchas semejanzas que hay en la organización militar y policial se encuentra la verticalidad, el uso de armamento, el escalafón, etc. Pero hay sensibles diferencias de fondo y  de forma. Entre ellas se encuentra una muy importante: estas fuerzas policiales, si bien dependen administrativamente del Poder Ejecutivo, operacionalmente se encuentran al servicio mayoritariamente del Poder Judicial.  Excepto en la represión del delito in fraganti, por lo general el accionar de las fuerzas, máxime en casos como el que nos ocupa, se hace bajo control de un fiscal o un juez, no de un secretario de Estado.

En los escritos judiciales los magistrados siempre se dirigen al jefe de la fuerza, para ordenar algo y es este administrativamente quien lo deriva al área operativa correspondiente. Uno puede razonablemente suponer que el Jefe de la Policía federal no recibe cada mañana cientos de mandamientos judiciales en su despacho sino que estos ya tienen un recorrido aceitado que los lleva al lugar indicado.  Pero jamás un Juez llamará a un cabo para ordenarle hacer una escucha o una tarea de inteligencia criminal.

Berni repite hasta el cansancio que es el Jefe de las fuerzas policiales. Y que debe velar por el cumplimiento de “los protocolos”,  expresión puesta de moda para tratar de darle un contexto normativo a casi cualquier cosa.

Todos recordamos el siniestro de un avión privado frente a las costas de Carmelo. Un típico caso SAR (búsqueda y rescate marítimo). Nuestra ley pone este accionar en cabeza de la Armada Argentina y de la Prefectura Naval subsidiariamente.  A Berni poco le importó: no solo que invadió un área que no le compete sino que además se hizo retar por una jueza uruguaya que le recordó que la nave no estaba en aguas argentinas

Días pasados, la Prefectura Naval rescató exitosamente a una tripulante en riesgo de vida a bordo de un pesquero. Una tarea que exige un gran profesionalismo y que la gente de nuestra policía marítima tiene de sobra.  A la hora de difundir la información, la oficina de prensa de Berni obligó a colocar la leyenda “operativo realizado bajo supervisión del secretario de Seguridad”.

De la misma manera que Berni no puede supervisar ni ese operativo ya que no está capacitado, no tiene estado policial y no es auxiliar de la Justicia, tampoco puede entrar a un domicilio particular a su antojo, exista o no un muerto en su interior. No es esa su función y su mera presencia pone a los funcionarios policiales actuantes en la difícil disyuntiva de atender a sus directrices o ponerse a ordenes de las autoridades judiciales, que es lo que les marca la ley.

Aniversario para pocos

Las nuevas chapas de los techos del viejo apostadero naval de Buenos Aires parecían servir de eficiente amplificador del bullicio reinante en la Plaza de Mayo. Miles de personas eficientemente transportadas en centenares de micros -contratados seguramente con cargo al presupuesto de municipios diversos- entonaban pegadizos canticos que “mágicamente” se encendían  y  apagaban al unísono cuando “Ella”  necesitaba el calor de la militancia o el respetuoso silencio frente a su arenga nacional y popular.

Gracias a la potencia del audio, el personal de guardia en buques  y muelles no debió abandonar sus responsabilidades para escuchar el discurso que seguramente la Presidente de los 40 millones de argentinos (como le gusta hacerse llamar) pronunciaría con motivo de festejarse nada más ni nada menos que 31 años de democracia. Democracia de todos. De peronistas, radicales, izquierdistas y conservadores. Democracia de los profesionales y de quienes no lo son.  De la civilidad, pero también de los militares de la democracia, de los curas, rabinos y clérigos de todos los credos. De los obreros y de los patrones. De los presos con derechos humanos, de quienes los custodian y también de los jueces que imparten justicia al margen de los cargos que puedan detentar circunstancialmente los justiciables. Democracia de los nietos recuperados y de sus abuelas, también de las abuelas y nietos  de muchos soldados, policías y civiles muertos por la metralla asesina de quienes mancharon con su sangre el gobierno democrático de la primer presidente mujer de la Argentina, María Stella Martínez de Perón. La esposa del fundador de la idea que dice profesar el actual Gobierno por si no queda claro

La patria lamentablemente no ofrece por estos días muchos motivos de festejo. Relato al margen, ellos saben que sabemos que las cosas no van bien. Sería redundante, amigo lector, pasar revista a todo lo que nos aqueja y angustia. Pero la bien ganada y bendita democracia nos brinda la necesaria luz de esperanza para saber que a partir de este acto, comenzamos a transitar la cuenta regresiva que ubica el anhelado recambio presidencial en una cifra menor a un año.

Es por ello que uno podía ingenuamente haber pensado que “Ella” aprovecharía esta última ocasión en la que hablaría al país con motivo de tan importante circunstancia para al menos por una vez hacerlo realmente para todos y todas. Tal vez no llegó a comprender que jamás volverá a poder tener semejante privilegio: el próximo 10 de diciembre, a la misma hora, no será nada más que una ciudadana común mirando el mismo acto por televisión; sin lujos provistos por el erario público, con una custodia reducida acorde a su condición de ex presidente. Sin mandos militares que le digan que a todo que sí por temor a perder la carrera y buena parte del salario; sin ministros complacientes y con un Partido Justicialista que como corresponde a su génesis estará alineado y listo para jurar fidelidad  absoluta a una nueva corriente interna cuyo nombre terminará en “ismo” y comenzará con el nombre del triunfador en los comicios.

Pero la Presidente ciertamente no habló para todos; no al menos  para el mundo al que fustigó con dureza acusándolos como siempre de todos sus pesares. No habló para el grueso de los miembros del Poder Judicial, a quienes no puede perdonarles que se entrometan en escabrosos asuntos que rozan a sus protegidos; tampoco habló para la clase media, esa especie en vías de extinción que tal vez molesta al modelo porque no necesita de la dádiva populista pero tampoco está en condiciones de ofrecer tentadores negocios al poder. No habló para usted, querido amigo, no habló para mí, ni para ningún argentino o argentina que no profese una devoción a libro cerrado por el modelo y la imaginaria década ganada. No habló para ninguno de los ex presidentes que la precedieron en estos 31 años, los que fueron expuestos con máxima exaltación de sus errores, en un documental previo a su discurso.

“Ella” es de los 40 millones de argentinos, pero se concentra en el puñado de militantes que aún aceptan ser conducidos como rebaño rentado para dar marco a cada acto. No había lugar en la que “ella” denomina la casa de la democracia, para algún demócrata de otra ideología. Con excepción de Leopoldo Moreau, todo era armónicamente K.

No hubo lugar en esa plaza para una familia que quisiera ilustrar a sus hijos sobre las virtudes de la democracia.  Para poder enseñarles que los países democráticos entre otras cosas, saben separar los actos partidarios de los actos de gobierno.  Que el día de la bandera es para honrar a su creador y no a “El”, que en el día de  la independencia se homenajea a quienes nos la dieron en 1816 no en 2003  y que un día como el pasado sábado la fiesta es de toda la sociedad incluso de aquellos a los que le gusta el color amarillo o el naranja.

Una verdadera oportunidad desperdiciada. Una cierta posibilidad de hacer algo para quedar en la historia con un recuerdo que resista al inexorable borrón y cuenta nueva que arrancará precisamente el próximo 10 de diciembre, día en el que las hojas del relato se comiencen a borrar, las “luces “ del modelo se vayan apagando y las lealtades, sostenidas antes con la billetera que con el corazón, se esfuercen denodadamente en encontrar un modesto rincón para salir en la foto oficial del acto en homenaje al 32° aniversario de la democracia. Una foto en la que seguramente veremos sonriendo a muchos de los que estaban ayer, pero a “Ella” nunca más.

 

Contradiciendo a Belgrano

“Una Nación que deja hacer por otra una navegación que puede realizar por sí misma, compromete su futuro y el bienestar de su pueblo”. La frase precedente, fue escrita por el Secretario del Real Consulado de Buenos Aires, el Dr. Manuel Belgrano. La misma representa el fundamento ideológico que el prócer favorito de la Presidente usó como base para inaugurar -un 25 de noviembre de 1799- la Escuela de ciencias matemáticas y náuticas. Con razón sostenía Don Manuel que era necesario dotar a estas tierras de pilotos y marinos para tripular naves que afiancen el transporte del comercio exterior de la región. La escuela de náutica por el creada habría un futuro promisorio destinado a “jóvenes animosos y capaces que quisieran aprender una profesión honrosa y lucrativa”.

La historia de la patria, rica en grandezas y miserias de gobernantes y gobernados, asestaría varios golpes certeros a este emprendimiento ideado por Belgrano; su escuela y el consecuente desarrollo de una marina mercante de bandera nacional que sirva de sostén logístico al comercio exterior sufriría distintas clausuras y reaperturas;  produciéndose recién en 1895 la reapertura definitiva de la misma. En nuestros días se la conoce como Escuela Nacional de Náutica “Manuel Belgrano” y su decadencia guarda estrecha relación con la situación de la Marina Mercante Nacional y porque no de la patria misma…

Seguramente habrá reparado, querido amigo lector, en una columna publicada en este portal hace pocos días atrás, en la que el ex vicecanciller Roberto García Moritán aludía a la necesidad que tiene nuestro país de contar con una política naviera.

Al margen de lo acertado o no  de la nota, resulta gratificante ver que una personalidad de la talla de García Moritan se ocupe de un tema sobre el que la clase política en general demuestra un desconocimiento supino; solo abren asombrados los ojos cuando algún especialista en la materia les cuenta que entre lo que pagamos por fletes de importación y dejamos de cobrar por fletes de exportación, las flacas arcas del BCRA tienen al año unos cinco mil millones de dólares menos.

Si bien supimos tener una flota mercante de cierta importancia a nivel regional, la misma se componía en gran parte de flotas estatales (ELMA e YPF) y de un interesante elenco de empresas navieras privadas de bandera argentina que aseguraban la presencia del pabellón argentino en casi todos los puertos del mundo.  La desregulación y privatización de los 90, el cambio de paradigma en materia de transporte internacional por agua, la desaparición de las líneas regulares de transporte marítimo, de las conferencias de fletes y algunas otras cuestiones hicieron que de aquella marina mercante solo queden imágenes en la mente de la gente de mar y en algunas maquetas navales distribuidas en diferentes despachos oficiales cuando finalmente cayó el telón.

Las privatizaciones de Menem y Cavallo tuvieron un capítulo especial para esta actividad. Mientras que las empresas de Electricidad, Agua, Gas, Teléfonos y otras fueron vendidas pero siguieron funcionando, las empresas navieras estatales fueron desguazadas; las naves, vendidas; el personal, despedido y sus edificios poco menos que demolidos o transformados en otra cosa.

Luego llegó la refundación de la patria. El modelo y el relato y con ellos la promesa de nuevos vientos de cola para la marina mercante nacional -y si hay algo en lo que el viento de cola es útil es precisamente en la navegación.

Una de las primeras cosas que hizo el ex presidente Kirchner fue firmar un acuerdo con Hugo Chávez para construir cuatro buques petroleros. Esto marcaría un renovado impulso para la industria naval nacional. Por ahora, y a 12 años de aquel solemne momento, no hemos terminado ni el primero y como es de suponer, difícilmente se lleguen a hacer los otros tres.  Asimismo, la promulgación del decreto 1010/04 prometía la panacea naval, haciendo que mágicamente las popas de los buques vuelvan a ver flamear la bandera de la patria con todo lo que ello implicaba.

El mundo,  la realidad o las cuentas (como usted prefiera) demostraron que hacía falta algo más que un emotivo acto en el salón blanco (todavía lo usaban por aquellos días) para que aquel pedazo de papel cumpliera su cometido.  No podemos negar una tibia (muy tibia) recuperación de la actividad, pero nos sobran los dedos de las manos para contabilizar las naves de nuestra marina mercante (no cuento los botes a remo de los lagos de Palermo ni las lanchas del Tigre; cosa que sí  parecen hacer algunos informes oficiales.

Para no seguir abrumándolo con historia antigua, amigo lector,  déjeme simplemente contarle que hoy 25 de noviembre se “celebra” en todo el país el día de la marina mercante argentina. El festejo esta empañado por la muerte de un joven oficial de la marina mercante ocurrida a bordo de un buque surto  en el taller naval del ministerio de Defensa (TANDANOR) y sobre la que curiosamente las autoridades no han informado nada aún.

Ha visto, querido amigo lector, hoy volví a las fuentes. A los barcos, a contarle algo de una actividad que, además de ser un importante negocio, es un factor fundamental de la geopolítica y la estrategia nacional. Uno de los brazos del poder naval de la Nación. No hay fuerza naval militar que pueda operar en tiempo de guerra si no tiene el sostén logístico de una flota mercante que transporte los víveres, los tanques, el combustible y hasta el personal militar.  Malvinas lo demostró: la marina mercante aportó 30 buques, 700 hombres y mujeres con 16 muertos en combate.

215 años después, funcionarios de civil y de uniforme formarán hoy frente a la tumba del general Manuel Belgrano para decir como cada año con voz firme y cara de circunstancia “¡Aquí estamos!”. Don Manuel, seguramente viendo lo poco que hacen para cumplir su sueños,  desde el más allá les preguntará: “¿Y para qué vinieron?

Feliz día a todos los hombres y mujeres que día a día intentan seguir construyendo la patria en cada rincón de nuestro mar y nuestros ríos.

Parecido pero diferente

La torre “Coraceros” es un coqueto edificio de oficinas ubicado prácticamente sobre la costa en la ciudad chilena de Viña del Mar. Mirando al oeste desde el piso 24 se tiene la sensación de estar volando sobre el Pacífico. Tal vez la imagen sea similar a la que podríamos obtener desde cualquier torre con vista al mar ubicada en algún punto de nuestro amplio litoral atlántico. Pero la torre “Coraceros” ofrece un espectáculo adicional; sus amplios ventanales con vista al este nos permiten ver la majestuosa altura del “Aconcagua”. Es recién ante esta vista cuando uno puede llegar a comprender lo que es la “estreches territorial” . Curioso “privilegio” visual, imposible de obtener de este lado de la cordillera; sería absurdo suponer que desde algún punto elevado de nuestra maravillosa patria podamos ver al mismo tiempo dos límites terrestres de su dilatada geografía.

Compartimos muchas cosas con nuestros vecinos trasandinos. Muchas más que nuestro nacimiento como Estados independientes gracias al sable libertario del General San Martín. Una geopolítica propia de países ubicados en el extremo sur del planeta, un extenso litoral marítimo, repleto de riquezas; fuente de trabajo y bienestar para gran parte de su pueblo; un océano que a diferencia de los Andes no es sinónimo de separación sino que bien aprovechado conecta este extremo sur con los grandes centros de consumo de Oriente y Occidente respectivamente. Hemos compartido además una larga sucesión de conflictos limítrofes que alguna vez nos pusieron al borde del enfrentamiento armado. Y como usted bien sabe – amigo lector- Ambos países son gobernados por mujeres y esas mujeres tienen una concepción política más o menos parecida. Aunque intelectualmente hablando parecería ser que la estreches se encuentra de este lado las montañas…

Es radicalmente diferente, salir del país en plan turístico a hacerlo por motivos de trabajo o como integrante de una delegación nacional a un congreso internacional. El sol siempre ”brilla” para el turista al margen de las contingencias sociales y políticas del lugar que visita. Se traen de regreso tanto en nuestra memoria como en la del teléfono celular, imágenes siempre bellas; no importa si visitamos Miami, La Habana, Tel Aviv o Sudáfrica. El imperio, la libertad, la paz o la miseria, se ocultan la mayor parte de las veces de los displicentes ojos turísticos.

La semana que dejamos atrás; me encontró participando de un congreso internacional de marinos en el vecino país. Representantes de instituciones marinas de Latinoamérica y Europa interactuaron durante varias jornadas con los anfitriones locales, en su mayoría oficiales de la armada chilena, empresarios navieros y dirigentes gremiales del sector. Y si me atrevo a molestarlo, querido amigo, con estas reflexiones es porque considero que muchas veces el alejarnos unos pocos kilómetros de nuestra convulsionada realidad resulta útil para repreguntarse una vez más porque nos pasa lo que nos pasa

La interacción con senadores y diputados, alcaldes y altos jefes navales es sin lugar a dudas siempre muy interesante e instructiva. No obstante el ida y vuelta con el hombre de la calle es en cualquier circunstancia inigualable. Al dejar el país, solemos llevar en nuestras maletas, todo aquello que creemos necesario para una confortable estadía; llevamos también como equipaje de mano, nuestra cultura; nuestra idiosincrasia y nuestra coyuntura . Esta última incluye: obsesión por temas como el dólar, el cepo, la inseguridad, preocupación por la corrupción en todos los estamentos del Gobierno; intolerancia al que piensa distinto; alteración de la historia de la patria; ocultamiento de la verdad, relato, modelo; arengas presidenciales insoportables, inentendibles y caprichosas. Y por sobre todo una difusa y peligrosa mezcla de gestión de Estado con aplauso militante rentado.

Tal vez el primer baño de realidad (de una realidad distinta quiero decir) me lo dio el conserje del hotel en el que nos hospedaron. “ No, señor, no cambiamos dólares, a dos calles de aquí tiene una casa de cambio” en el mismo sentido es fácil recibir como repuesta de parte de cualquier empleado de comercio “ no tengo idea” si uno pretende que rápidamente el precio de un bien expresado en moneda local le sea convertido a la divisa que desvela nuestros sueños. La explicación a este primer “cachetazo” cultural es obviamente muy sencilla: el peso chileno es una moneda fuerte de valor constante desde hace muchísimo tiempo; no es que el pueblo chileno es más patriota, simplemente no necesitan refugiarse en una moneda extranjera.

CNN Chile (si, amigo lector, el imperio tiene su emisora allí y, aunque no lo crea, nadie habla de “corpo” alguna) es de gran utilidad para ponerse al tanto de la actualidad local. Gran preocupación causaba por estos días en todo el país la muerte número 12 en lo que va del año de un ciudadano por un hecho de inseguridad. Asimismo, el jefe de Carabineros (los uniformados pueden hablar en Chile, parece mentira) expresaba con tranquilidad que un presunto hecho de corrupción policial había sido esclarecido

Las apariciones presidenciales son tan sobrias como los atuendos de la señora Bachelet. Aunque parezca increíble, suele repetir su vestimenta. Su entorno es su despacho, la bandera de Chile y no mucho más. No hay militancia rentada. Y aunque al igual que lo que ocurre aquí; los sectores uniformados no comulgan con sus ideas, no dejan de reconocer que es una estadista con mayúsculas. Y que no ven en sus acciones un afán de revancha sino una profunda convicción republicana. Por las noches la señora Bachelet, al igual que todos sus antecesores, regresan a su hogar. El Estado chileno no provee alojamiento ni al presidente, ni a sus ministros ni a sus jefes militares.

Hay preocupación en Chile por cosas más o menos parecidas a las de este “lado”: la desocupación, la educación y la salud están primeros en la agenda. Se agregan a ellos una realidad geográfica difícil, un Océano Pacífico que no siempre hace honor a su nombre y una tierra que cada tanto los estremece por demás. Lo que no hay es crispación. No son retados cada mañana por un jefe de Gabinete hablando incoherencias prolijamente preparadas de antemano. No son arengados cada día para ilustrarlos sobre campañas transnacionales en su contra. Sus conflictos son acotados, Perú, Bolivia y Argentina son de tanto en tanto factores lógicos de tensión. Pero ven en el mundo en general una enorme fuente de oportunidades. No castigan el consumo, lo fomentan; no censuran al opositor, lo confrontan. Y a pesar que el océano come cada año un centímetro de su escaso territorio, definen a su país como un ”balcón al mar”, lo que simboliza una apuesta al futuro

No pretendo convencer a nadie (ya que ni yo lo estoy ) que la cordillera separa al infierno del paraíso. Sigo siendo un convencido que habitamos un país maravilloso con una inmensa mayoría de población integrada por gente de bien y con profundo amor por su país. Sí es cierto que afrontamos una tremenda falencia de talento en nuestra clase dirigente, la que se evidencia en la cima misma del poder. Me atrevo a comenzar a pensar que mis profundas diferencias con esta gestión, que nos lleva inevitablemente a un profundo abismo del que nos costará muchísimo salir, son tal vez más de forma que de fondo. Derechos humanos, modernización de la Justicia y de los instrumentos de esta, apuesta a la industria nacional, lucha contra la concentración del poder económico; asistencia a los sectores más necesitados de la sociedad; educación, vivienda y salud para todos, son banderas con la que difícilmente un ciudadano no pueda sentirse identificado.

Apropiación de las banderas de la democracia, intentar doblegar a la Justicia para ponerla al servicio del régimen, empresarios amigos con impunidad absoluta y vía libre para el saqueo a las arcas de la nación, adoctrinamiento en las aulas, parricidas al frente de los planes de vivienda del Estado. Son situaciones que poco tienen que ver con un modelo de gestión al que se le pueda dar un voto de confianza. “Las comparaciones son odiosas” decían las abuelas. A veces lo realmente odioso es ver con sana envidia como mientras nuestros vecinos de Oriente y Occidente, crecen y se afianzan en sus respectivas escalas. Argentina se va quedando sola, aislada, víctima de formas perversas implementadas por oportunistas que han traicionado incluso a sus propios ideales, los que aplicados con un poco más de honestidad tal vez hubieran sido realmente beneficiosos para todos y todas

Tragedia y oportunismo

Tal como es de público conocimiento, desde hace 15 días cuatro ciudadanos argentinos que tripulando el velero de 12mts de eslora TUNANTE II se dirigían desde Buenos Aires a Rio de Janeiro, fueron sorprendidos por un fuerte temporal a la altura del estado de San Francisco Do Sul, encontrándose perdidos desde pocas horas después a que ellos mismos informaran su posición y declaran su propia emergencia

Como se ha explicado reiteradamente, el hecho constituye un claro caso “SAR” (Search and Rescue). El SAR es un protocolo implementado por la OMI (Organización Marítima Mundial) por el cual los estados partes del convenio para la salvaguarda de la vida humana en el mar, asumen a través de sus autoridades marítimas o armadas la responsabilidad de búsqueda y rescate de personas en peligro de vida en el mar

Naufragios, incendios, colisiones de grandes buques o pequeñas embarcaciones deportivas como en este caso. Ponen en marcha enormes y costosos procesos que movilizan hombres y medios en defensa del más preciado de los bienes: la vida humana.

El Tunante II se accidentó en una ubicación geográfica que cae bajo responsabilidad SAR del estado brasilero. La Armada del país vecino estuvo a la altura de las circunstancias y desplegó a la zona de probable ubicación del velero a medios navales y aéreos

Casualmente, en fecha coincidente con el siniestro, la Argentina estaba a punto de desarrollar junto a las marinas de Brasil, Uruguay y Sudáfrica el tradicional ejercicio conjunto ATLASUR. Dada esta circunstancia, la corbeta argentina ARA Rosales se encontraba en posición de sumarse a la búsqueda en forma solidaria, ya que como dijimos el área del siniestro no está bajo responsabilidad de nuestro país.

Por recomendación de la Armada, y en una acertada decisión , días después el ministerio de Defensa autorizó la zarpada de otra corbeta. En este caso, la más moderna de la flota de mar ARA Gomez Roca (de la clase Meko 140) y además un avión de exploración P3 Orión. De acuerdo a la normativa internacional, este tipo de acciones de rescate no generan ningún tipo de resarcimiento al estado rescatador; obviamente mucho menos al colaborador. Lo que permite inferir que el esfuerzo presupuestario de esta misión con fecha aún incierta de terminación será absorbido en su totalidad por el Estado Nacional

Hasta aquí todo impecable. La acción de nuestros hombres y mujeres de la fuerza naval, pero también la predisposición de las autoridades políticas del área al autorizar a la Armada a cumplir con una tarea humanitaria. Pero la noticia emanada ayer desde la cartera que dirige Agustín Rossi amerita un pequeño llamado de atención

“El ministro de Defensa dispuso que la fragata Libertad se sume a la búsqueda del velero Tunante II”. La noticia sorprendió a la comunidad especializada en temas navales por la sencilla razón que la “Libertad” no es un medio básicamente idóneo para tareas de búsqueda. No tiene un sistema de propulsión que le permita desarrollar una gran velocidad, su condición de buque velero lo hace poco ágil para la maniobra, tampoco lleva equipamiento apto para la tarea de búsqueda y, obviamente, al ser un buque escuela, el grueso de su tripulación son cadetes con poca experiencia en el mar.

Hace algunas horas, algunas autoridades del ministerio aclararon que en realidad el buque tenía previsto zarpar de regreso a nuestro país en la mañana del 10 de setiembre y que en su navegación normal de regreso al sur atravesará durante dos días parte de la zona de búsqueda. No se desviará ni hará otra cosa que no sea prestar atención extraordinaria a lo que pueda acontecer a su alrededor

Esto es técnicamente correcto y estrictamente obligatorio. Mientras dure la emergencia decretada por la armada de Brasil, todo buque civil o militar que navegue por la zona tiene obligación de hacerlo. Pero considerando que cuatro familias siguen con infinita esperanza cualquier novedad que se produzca en relación con los navegantes perdidos, sería bueno dejar de lado la propaganda política propia de ministros en campaña y respetar el sufrimiento de esas familias intentado no borrar con el codo del oportunismo político. Una buena decisión que mereció, por una vez, que los marinos argentinos se sintieran orgullosos de su ministro de Defensa.

Ley antiterrorista nacional y popular

Una noche cualquiera de mi adolescencia, con el silencio habitual de esa noche cualquiera. Una ciudad adormecida entre sábanas, recuperando energías para la jornada por venir. Silencio, quietud, calles vacías, sueños en curso. Un ruido estremecedor, repentino e imprevisto. Gritos, sirenas, visibles rastros de sangre en las manos de quienes las tienden para ayudar.  También sangre, invisible, en las de aquellos jóvenes que en honor a vaya a saber uno que sublimes “ideales” rompían algunas noches no solo los sueños de la ciudad sino los de cientos de familias destrozadas por la bomba traicionera, la metralla fratricida, la muerte por la muerte misma y el despreciable empecinamiento en la revolución permanente. Eso creo recordar que era para mí generación el terrorismo

El guerrillero preso y desarmado; torturado y desaparecido. La embarazada cautiva a la que se le arranca de los brazos al hijo recién nacido, que es luego entregado a extraños para que crezca sin pasado, sin origen y sin raíces; constituyendo un delito aberrante ejecutado por un Estado que adquirió en la batalla los mismos males que se proponía erradicar. Eso también era terrorismo -y por cierto, de la peor especie.

Los relojes detenidos en las inertes muñecas de las 85 víctimas de la AMIA marcaron definitivamente a la hora 09:53 de aquel 18 de julio de 1994, como la correspondiente al mayor atentado criminal perpetrado en territorio argentino. Aquello también fue terrorismo, en su máxima expresión

Y las torres gemelas, la explosión en Atocha, los fundamentalismos asesinos escudados en cualquier exacerbación de una creencia religiosa, constituyen obviamente demenciales extremos de lo que el concierto mundial de las naciones reconoce como terrorismo

El terrorismo es definido por la RAE como la “actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”. Simple pero contundente.

Nuestro código penal contempló hasta 2007 un concepto bastante aproximado al pensamiento mundial en la materia disponiendo en su artículo 213 “quien tomare parte de una asociación ilícita cuyo propósito sea, mediante la comisión de delitos, aterrorizar a la población u obligar a un gobierno o una organización internacional, a realizar un acto o abstenerse de hacerlo, siempre que ella reúna las siguientes características:

a) Tener un plan de acción destinado a la propagación del odio étnico, religioso o político;
b) Estar organizado en redes operativas internacionales;
c) Disponer de armas de guerra, explosivos, agentes químicos o bacteriológicos, o cualquier otro medio idóneo para poner en peligro la vida o la integridad de un número indeterminado de personas”

Luego el modelo que todo lo puede, sin pedir permiso a los padres de la lengua, agrupo bajo el término “terrorismo” a la trata de niños, la prostitución el fraude financiero y hasta la protesta social (si es una protesta social no conveniente claro está). Incluso a un periodista inquieto se le quiso aplicar como “correctivo” la particular ley antiterrorista nacional y popular.

Hace un par de días, en una nueva emisión del melodrama presidencial de entrega casi diaria que bien podría titularse “Sola contra el mundo”, fuimos informados que la quiebra de la imprenta Donnelley, constituye un terrible acto de terrorismo “puro y duro”.

Inútil sería intentar desde esta columna descubrir la verdad sobre el cierre del establecimiento gráfico. Pérdida de rentabilidad, alteración insalvable de los términos de la ecuación “costo beneficio”, hastío irreversible por los caprichos y entuertos administrativos, cepo y más cepo o también -porque no- la vieja y conocida maniobra de quiebra fraudulenta. Como sea, y sin ser expertos en derecho, parecería prima facie que el vocablo “terrorismo” no aplica para esta situación.

Sin bien la imagen de 400 operarios sin trabajo causa angustia, desde hace ya bastante tiempo, con mayor o menor repercusión mediática, imágenes similares son casi cotidianas: autopartistas, metalúrgicas, constructoras, frigoríficos, textiles y tantas otras actividades industriales y comerciales van cerrando sus puertas. Van bajando sus persianas y apagando su luces para no encenderlas nunca más. Por más proclamas lanzadas en el salón “Mujeres argentinas”, por más conciliaciones que se hagan en la cartera laboral y por más que esmere nuestra Gendarmería en despejar las autopistas. Normalmente el empresario (patriota o buitre) recurre al cierre de su emprendimiento no como primer recurso ante un sacudón, sino como última e irreversible decisión cuando aprecia que con cada amanecer su situación empeora respecto al día anterior

Desde aquel famoso “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo” hasta las desaforadas alocuciones nacionales y populares que incluyen amenazas de expropiación de la gestión empresarial, precios cuidados y tal vez (porque no) la creación de un “Guantánamo” a la criolla para albergar a estos nuevos y peligrosos “terroristas”, nuestros brillantes líderes parecen no entender que sea que se trate de una poderosa filial de una aún más poderosa multinacional hasta un almacén de barrio, la cosa funciona con un viejo precepto fenicio: “maximizar utilidades y minimizar pérdidas”. Me permito agregar (utilizando mi profesión universitaria y no mi condición de marino) que resultará muy beneficioso también que las ganancias obtenidas lícitamente puedan también lícitamente ser de libre disponibilidad.

No se apure en condenarme, amigo lector. También existe la función social de la empresa, el rol integrador del trabajo, los factores de la producción que aprendimos en el cole (naturaleza, trabajo y capital) y un montón de cosas más. Pero el empresario no es un predicador y aún a los predicadores, a los curas y a los pastores, a usted y a mí, no nos gusta perder dinero, es así de simple y sencillo. ¿Acaso usted alguna vez pensó que el descuento del supermercado en un determinado día de la semana se hace para que el dueño de la cadena duerma mejor esa noche sabiendo que hizo el bien al prójimo? Seguro que no, pero eso no es óbice para que -si tenemos tiempo- aprovechemos ese día para deambular con nuestro carrito entre las góndolas y eso no nos transforma en usureros.

Gritos, amenazas, aplaudidores que asienten con la cabeza ante cada palabra pronunciada desde el podio y se miran entre sí para efectuar un “control cruzado” de gestos aprobatorios, advertencias cantadas por la barra adolescente y mucha pero mucha cadena nacional, no solo no alcanzan para frenar la debacle nacional y popular sino que la agravan y nos precipitan cada día a un abismo más profundo del que será más difícil salir.

Alguna razón secreta deberá existir para preferir estos métodos a otros un tanto más “ortodoxos” que permitan a un empresario trabajar con el natural riesgo de “ganar o perder”, pero sin el temor de ser equiparado a un miembro de Al Qaeda. Con todos los controles, regulaciones y medidas que por otra parte impidan que se transforme en un Al Capone. Y que si llegara a transformarse en un émulo del capo mafioso, hagan que vaya preso igual que este, por evadir sus tributos para con el fisco

La imprenta Donnelley tal como la conocimos ya no existe. Sus trabajadores, aún inundados por la adrenalina que genera la situación, se han puesto al frente de la producción. Sabemos cómo termina la historia: los clientes elegirán empresas menos conflictivas para encargar sus trabajos, no habrá plan de inversión ni conducción estratégica del negocio y tal vez cuando menos lo recordemos, la mano salvadora del Estado anexará la planta a la cartilla del déficit público o –por qué no- algún vicepresidente ducho en estas cuestiones armará alguna “cosita” con un par de amigos y se la quedará.Total, si lo pescan dirá que fue fruto de la más pura casualidad.

Una vez más lo invito a jugar juntos, amigo lector. Le pregunto: si pudiéramos poner en una larga fila a nuestros principales dirigentes empresarios, en otra a nuestros gremialistas y en una tercera a nuestros gobernantes y -ya que hablamos de terrorismo- los miráramos fijamente a sus ojos por un buen rato, ¿qué fila piensa usted que nos daría más terror?

El presidente procesado

Finalizado el Mundial y sin la copa en la mano, la sociedad argentina volvió a prestar atención en forma inmediata al resto de los torneos que día tras día la tienen también liderando los primeros puestos del ranking mundial: inflación, inseguridad, déficit educativo y de salud, y un largo etc. Pero ninguno de todos los anteriores nos ha de llevar a la cima del podio en forma tan espectacular como lo hará -en el campeonato mundial de la corrupción- la breve estancia del encartado Amado Boudou al frente del Poder Ejecutivo Nacional

Si tuvo usted tiempo, amigo lector, de ver por estos días emisiones de TV de afuera, la expectativa por la final futbolística hizo que muchos canales de los cinco continentes se refieran en forma reiterada a cuestiones relacionadas al lejano país sudamericano que, una vez más, enfrentaría a la prolija y ordenada Alemania. He visto y oído hablar de nuestro país con mayor o menor grado de detalle, con precisiones y con subjetividades propias de la visión que tienen de nosotros en distintas latitudes del orbe.

Si por una cuestión de calendario el cierre de la Copa Mundial se hubiera corrido un par de días, el mundo tendría una perla periodística que muy difícilmente podría ser asimilada o entendía con facilidad por las culturas germana, nipona o sajona; muy probablemente tampoco por las mexicana, chilena o uruguaya. Si bien, con sus más y sus menos, ninguna de las comunidades aludidas es ajena a hechos de corrupción que han sacudido en alguna que otra ocasión lo más profundo de sus cimientos institucionales, la delegación de la presidencia de la Nación a un funcionario procesado por la Justicia en una causa por sobornos y con firmes posibilidades de ser procesado en al menos otras dos, constituye un hito periodístico de amplio espectro digno de protagonizar tanto la pantalla de CNN y RTVE como de History Channel o Animal Planet

Podrá en este punto, amigo lector, tildarme de exagerado; unas horas de interinato seguramente no lleven al procesado a la obligación de producir actos protocolares o administrativos que comprometan de manera significativa el futuro de la patria o sus instituciones. Es muy probable que el encartado haya recibido directivas claras de no circular por los alfombrados pasillos del poder, no llamar, no preguntar, ni hacer nada que pueda exacerbar aún más sus “no positivas” relaciones con el resto del equipo gubernamental. Hay que evitarle incluso al jefe de la “devaluada” casa militar, la difícil tarea de –en caso de ingresar Boudou a Casa de Gobierno- ordenar la rendición de honores militares a un procesado; algo que se da de patadas con elementales normas de disciplina castrense. La tradicional fórmula de bienvenida “Buenos días señor Presidente; Casa de Gobierno sin novedad” sonaría casi a cargada; ya que precisamente la novedad sería que la cabeza del PEN se encuentre siendo ejercida por un individuo con varios expedientes abiertos en la justicia penal

Suelen -desde el kirchnerismo- comparar la situación del Jefe de gobierno de la Ciudad con la del vicepresidente; parecen olvidar dos cuestiones muy importantes. La primera es que uno al margen del título rimbombante del cargo, Macri no es más que un intendente municipal. La otra, y tal vez más importante, es que se suponía que esta gestión del FPV era más buena, más transparente y más patriota que todas las demás. En especial que la del alcalde porteño. Nos dijeron que venían a romper con la corrupción, que no dejarían sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, que no permitirían que se le siga robando al pueblo su ilusión y su futuro. (algo creo que dijeron también sobre no robarles su dinero; pero no estoy seguro)

Un vicepresidente es nada más ni nada menos que un “presidente suplente”. Aún imbuido del clima futbolero, me permito reflexionar sobre el excelente papel que jugó Romero en nuestra selección. No hizo falta poner en acción al arquero suplente; pero seguro que Orión o Andujar no eran ni mancos, ni rengos ni discapacitados visuales. Si Sabella los eligió sería porque podrían cumplir su rol con la misma idoneidad que el titular. Eran en suma, hombres de total confianza para el resto del equipo.

Hablando de confianza, me despido con una pregunta que suele hacerse a modo de test de honestidad simbólico -alguna vez se la habrán hecho seguramente: Usted, amigo lector, ¿le compraría un auto usado al vicepresidente Boudou? En este particular caso, la respuesta la tendrá tarde o temprano el juez federal Claudio Bonadio.