El mar tiene ley pero no tiene código

Estimado amigo lector, si en este momento le preguntara su conocimiento sobre temas tales como fertilización asistida, alquiler de vientres, matrimonio igualitario, responsabilidad civil del Estado o función social de la vivienda, me juego la vida a que usted está sin lugar a dudas medianamente capacitado para emitir una opinión a la luz de toda la letra que sobre cada uno de estos temas se ha escrito o pronunciado en los últimos días de la mano de la ya famosa reforma del Código Civil de la Nación.

Si ahora le preguntara qué tanto sabe usted de la COPLA, también me la juego con que encarará para el lado de música y me apabullará (Wikipedia mediante) contándome que “es una forma poética que sirve para la letra de canciones populares. Surgió en España en el siglo XVIII y se ha difundido mucho en América Latina”. Pero no, no me refería a esa sino la otra COPLA: a la sigla que sintetiza el nombre de la “Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental”, es decir (tomando prestada la frase al Servicio de Hidrografía Naval) “nuestra frontera con la humanidad”.

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Una de piratas

Se incrementa día a día la campaña oficial y privada tendiente a rescatar de las garras del sistema judicial ruso a dos argentinos detenidos por “protestar contra la peligrosa extracción de hidrocarburos en el mar Ártico”. La movida salvadora llega a su punto máximo por estos días, dado que el propio canciller Timerman ha ofrecido al gobierno ruso una garantía oficial avalada por la propia presidente y que tiene como objetivo lograr que los “chicos” sean liberados y puestos en arresto domiciliario. Parece mentira, pero en los dos párrafos precedentes, se encuentran escondidos dos errores de concepto fundamentales los que -en mi humilde opinión- si no son asumidos por el propio gobierno, nos empujarán una vez más a ese oscuro camino que solemos transitar y que desemboca en un estilo de vida muy particular, obeso en derechos y desnutrido en obligaciones.

Los hechos

Fugazmente, recordemos que todo comenzó cuando un buque polar (rompehielos) propiedad de la ONG Greenpeace, matriculado en Holanda (esto significa que ese Estado es el que tiene bajo su control las aptitudes náuticas de la nave y de su tripulación) se acercó a una plataforma petrolera rusa, fondeada en el mar de Pechora (Ártico ruso) bajando al mar botes semirrígidos tripulados, para intentar “escalar” por el casco de este “artefacto naval” y de esta manera materializar una protesta simbólica en contra de las actividades extractivas en forma pacífica… En tales circunstancias y estando la plataforma ubicada dentro del mar territorial ruso, la guardia costera local, argumentando que el buque no estaba autorizado a estar allí y temiendo que se tratara de un acto terrorista o pirata encubierto, hizo lo que la ley local manda: los detuvo a todos. Los ambientalistas argumentaron que la represión fue excesiva, pero no se han reportado ni bajas ni heridos entre los detenidos.

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