Memoria, verdad y justicia

“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”

Antonio Machado

Más allá de la espectacular pluma de Machado, tal vez como nunca una pequeña frase nos permitiría reflexionar durante días sobre el tristemente célebre modelo, el no menos triste relato y el fin de una década que para la mayoría de los argentinos quedará en la memoria como un mal recuerdo. Mientras que para otros tantos seguramente será parte de lo más glorioso de la historia política argentina.

Divagues al margen, lo concreto es que para bien o para muy bien ya está, ya pasó. A medida que pasan las horas, la “década ganada” comienza a adentrarse en el terreno de los historiadores y se aleja del día a día de la gestión de Estado.

Un acto inicial de Gobierno nos brindó la primera imagen mágica, el Presidente recibiendo a sus competidores electorales. ¡Bien ahí! La segunda —impensada hasta antes del 10 de diciembre— nos exhibió a los 24 jefes de Estado distritales juntos, incluida la segunda persona con sangre Kirchner a cargo de un Poder Ejecutivo provincial luego de Néstor Kirchner (la ex Presidente era K por adopción, bueno es recordarlo). Continuar leyendo

El pequeño gran cambio

Y finalmente pasó lo que muchos imaginamos que pasaría. El hastío, el modelo, el relato, los modos poco republicanos y algunas otras cosas terminaron rebalsando el vaso de la paciencia ciudadana y dijimos “Basta”.

Para la anécdota quedarán muchas de las contingencias de la campaña y del proceso eleccionario. Si el giro temperamental de Daniel Scioli le jugó en contra, si la Presidente saliente quería en realidad que la oposición ganara, si la diferencia fue más grande pero en el Correo pasó algo, son todas cosas del pasado. El país arrancó el lunes 23 con una sensación de aire fresco. No hubo festejos excesivos, ni tristezas extremas. Algún petardo bullanguero en el Obelisco y alguna lágrima honesta de militantes derrotados, que en muchos casos lloraron por convicción y no por perder sus cargos.

Distinta es la situación en oficinas ministeriales, despachos de funcionarios e incluso dependencias militares. Es increíble cómo ayer en las instalaciones oficiales que visité la trituradora de papeles estaba invariablemente trabajando a full. Uno se pregunta: si lo que rompen no es importante, ¿para qué lo imprimieron? Y si lo fuera, ¿por qué lo destruyen? Continuar leyendo

No sabe, no puede, no quiere

Seguramente con la envidia de decenas de productores televisivos y radiales, el gran debate presidencial acaparó en la noche del pasado domingo la totalidad del encendido hogareño.

Una verdadera cadena nacional autoconvocada que rememoró a esas películas de ciencia ficción en las que en cada bar pueblerino la gente se agolpa frente al televisor para escuchar la noticia tremenda que anunciará al mundo el mandamás de turno.

Es natural que así haya sido. Con casi un 50% de la población nacida en democracia, este país jamás había tenido la oportunidad de que dos finalistas de semejante talla le contaran a ese pueblo tan renombrado, utilizado y siempre necesario a la hora del voto qué le tienen deparado para su futuro en caso de alcanzar la cima del poder.

Seguramente cuando transitemos el décimo debate, este que acabamos de vivir nos parecerá primitivo, híper controlado, falto de espontaneidad y muy lejano a lo que en otras partes del mundo se hace. Pero el paso que hemos dado es fundamental y definitivamente será difícil que alguna vez en el futuro quienes aspiren a la Presidencia puedan negarse a la contienda intelectual con sus oponentes. Continuar leyendo

Decálogo del buen presidente

Y al final está llegando el día nomás. Ríos de tinta, millones de minutos de aire y muchísimos terabytes empleados en portales digitales para desentrañar el complejo proceso de fin del modelo y agotamiento del relato, ya son historia. En unos días más Mauricio Macri y Daniel Scioli medirán fuerzas en la recta final de la contienda electoral. Al día siguiente, gane quien gane, rotarán los vientos. Por cierto, ¿usted, querido amigo lector, no percibe que ya hay otro clima?

Mientras Mauricio lo anuncia sin tapujos, Daniel es más cauto. Tanto él como sus interlocutores no se cansan de repetir en privado ante pequeños círculos de referentes de diversas actividades que se acabó el modelo tal como lo conocemos. En lo personal, me tocó participar de una reunión relacionada obviamente con cuestiones navales y llegué a confundirme sobre el partido al que pertenecía el señor que nos arengaba. Cerró su alocución con la lapidaria muletilla “Con fe y esperanza”, lo que me estrelló rápidamente contra la dura realidad. Pero no dejo de recordar que en más de una hora de charla no se escucharon los vocablos “él”, “ella”, “modelo”, “inclusión”, “empoderar”, “todos y todas”, y tantos otros de los que estamos sinceramente hartos.

Gane quien gane, la tarea de recuperación de la patria es ciclópea y muy difícil. Casi nada queda en pie y lo que aún no derribaron al menos está fuera del eje. Desde la seguridad hasta la salud. De la defensa a la educación, sin soslayar la piedra basal de todo: la economía. Cuánto talento, vocación de servicio y amor a la patria harán falta para encarar la tarea, una faena para especialistas de alta escuela a la que uno no llega intelectualmente ni a los talones. Continuar leyendo

Divididos para la victoria

El pasado 12 de setiembre se debería haber celebrado un nuevo aniversario del Día de la Industria Naval. Ello en honor a un famoso decreto del presidente Arturo Frondizi, quien en 1961 ordenó la construcción de 36 nuevas unidades para la flota nacional en un plazo de 10 años.

Era sin lugar a dudas otra Argentina aquella. En el pasado reciente, al asumir, el expresidente Néstor Kirchner firmó un mucho menos ambicioso plan para construir 4 buques tanque para Venezuela y, 12 años después, aún nuestro principal astillero no pudo terminar el primero. Tampoco puede corregir los defectos que presenta la fragata Libertad luego de su reparación de media vida y que la mantiene en un proceso casi constante de “retoques”. En el presente y luego de varios meses en los astilleros Río Santiago (bajo el mando de Daniel Scioli) debió ser trasladada a los talleres de la propia Armada a fin de intentar corregir las fallas que presenta. Es decir, que el astillero que otrora fue idóneo para construirla, ahora ya no puede repararla.

El otro “estandarte” de la industria naval oficial -el taller naval con ínfulas de astillero, Tandanor- hace 8 años que intenta reparar el único rompehielos con el que cuenta la nación sin éxito (al margen de lo que declama el modelo). Llevamos gastado el equivalente a dos rompehielos de última generación y si algún día finalmente el Irizar vuelve a surcar los mares, será, por mucho lifting que se le hubiera efectuado, un barco viejo. Hoy se construyen rompehielos con habilidades para rotura de hielo no solo por la acción de su proa, sino además con movimientos laterales que permiten abrir surcos laterales, lo que potencia increíblemente su rendimiento. Los marinos lo sabemos y, aunque progresistas y sumisos almirantes se jacten de lo lindos que quedaron los camarotes, la obra ya es técnicamente un estrepitoso fracaso. Continuar leyendo

Rumbo a Europa, con fe y esperanza

Cuando aquella mañana de 2003 recibí el llamado de un hoy ex jefe de la Armada Argentina, no podía salir de mi asombro. El ofrecimiento de ocupar un lugar en el Directorio de la centenaria y prestigiosa Liga Naval Argentina era como mucho para mí, pero era tentador.

Días después, ya en el despacho del presidente de la institución naval, me enteraba de los motivos de la convocatoria. “Vea, Daniel Scioli tiene que dejar el cargo en el Directorio, porque va a asumir como vicepresidente de la nación y ya le han dicho que no es bien visto que participe en este tipo de organizaciones con olor a cosa militar”. Según cuenta la leyenda, el hombre le había acercado a Néstor un par de números de la revista Marina (nuestro órgano de prensa)  y poco menos que se los habían tirado por la cabeza.

Tal vez haya sido esa la primera de una larga lista de insultos, desprecios, humillaciones y ninguneos que el matrimonio gobernante y su núcleo duro le habrían de propinar desde aquel lejano 2003 hasta -según cuentan- la propia noche de cierre de las PASO, donde al parecer le recriminaron su presunta intervención para que dentro de un penal bonaerense se llevara a cabo una entrevista periodística de gran repercusión social y mediática. Continuar leyendo

Res non verba

Se dio cuenta, querido amigo lector, usted y yo compartimos el incomparable privilegio de vivir en un país tan maravilloso que no solo le ha aportado a la humanidad excelentes profesionales, deportistas y artistas; poseemos además el honor de integrar un ítem propio en la clasificación de los sistemas socioeconómicos internacionales (según un premio nobel de economía existen los países desarrollados, los subdesarrollados, Japón y Argentina).

Dos siglos de vida institucional nos han permitido también aportar al mundo elementos tan útiles como el alambre de púa, el bolígrafo y el colectivo. Y mejor no hablo de Diego Maradona y del papa porque no cabe en mi pecho el orgullo.

No nos hemos quedado atrás tampoco en el campo de la literatura. No hablo solamente de Jorge Luis Borges o Julio Cortázar, otras mentes menos conocidas pero igualmente brillantes han permitido al orbe incorporar reflexiones, frases y palabras de todo tipo y tenor que magistralmente definen y resumen situaciones extremadamente complejas. Asonada militar, convertibilidad, sensación de inseguridad, cacerolazo, cepo, corralito, dólar blue y hasta la inefable máxima democrática “todos y todas”. Sacamos a la luz también la transversalidad y al “empoderar”, también a los “piratas del asfalto” y los nacionales y populares motochorros.

Son verdaderas composiciones gramaticales magistrales. Lo invito a leer por separado cada una de ellas y a dar rienda suelta a su memoria para redescubrir lo que cada término ha significado en su vida y en la de nuestra bendita nación, la que supo ser “El granero del mundo”. Otra más, y van… Continuar leyendo

Ay, patria mía…

Cada acto, cada ceremonia, cada encuentro con su pueblo ha de tener muy seguramente un sabor especial para la presidente Cristina Fernández. Ese sabor característico de la última vez. En el Congreso, al abrir las sesiones ordinarias, el aniversario de la Revolución de Mayo y ahora la reciente celebración del Día de la Bandera han agregado al tradicional tono épico de cada arenga el matiz melancólico de la despedida.

Ese “los quiero mucho” al cerrar su discurso del 20 de junio en Rosario parecía recordar el famoso “llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”, dicho por Juan Domingo Perón el 12 de junio de 1974. Salvando las obvias distancias tanto en el tipo de despedida como en la altura política del orador, claro está.

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De hijos y entenados

En plena cuenta regresiva para el fin de la era K, son públicas y cada vez más notorias las tiranteces entre la tropa oficial en la natural búsqueda de acciones que permitan a los candidatos  posicionarse de la mejor manera posible en la primera interna real que tendrá el partido gobernante ahora que Néstor no está y Cristina no puede candidatearse.

Habrá notado, amigo lector, que los distintos postulantes oficialistas se esmeran en marcar sus diferencias internas en todos los casos, contra el gobernador Daniel Scioli.  Sus recientes declaraciones sobre una eventual polarización del voto entre su propuesta y la opción macrista, han enfurecido a los soldados de Cristina quienes raudamente han salido al cruce de tamaña “ofensa”.

Entre las espadas más filosas de los soldados de la “Jefa” se destacan el actual ministro del Interior y Transportes Florencio Randazzo y de defensa Agustín Rossi. Si bien un análisis primario podría determinar con certeza que la Presidente no marca aún sus preferencias – al menos en público- se puede realizar con todo derecho una segunda lectura que indica claramente que el título de esta columna tiene sobrado fundamento.

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El fin de la institución policial

¡Es una orden! Tres cortas palabras bastan para resumir magistralmente algo más que simples empleos o un grupo de particulares profesiones. Esas tres nada democráticas palabras encierran, al ser pronunciadas y acatadas, la síntesis perfecta de un estilo de vida.

Una orden es un compromiso indelegable por parte de quien la da de asumir las consecuencias totales por las derivaciones -inmediatas y mediatas- que la orden pueda acarrear tanto al subordinado como a terceros involucrados en ella. Una orden es una garantía para quien la cumple de que un superior se hará formalmente cargo de todo cuanto ocurra a partir del acatamiento por parte del ejecutor, quien lo hará confiado sabiendo que su superior dará si es necesario la vida por defenderlo en todo lo relativo a su leal subordinación.

Así de simple, así de autoritario, así de “tiránico” y de repudiable para progres tímpanos y revisionistas paladares nacionales y populares. Así de castrense, así de policíaco pero también así de científico cuando el cirujano pide “bisturí” y no espera que le den “tijera”; así de mercante, como cuando el capitán del crucero ordena “diez babor” y no quiere ni cinco ni quince. Ni tampoco quiere que el timonel le consulte si está seguro de lo que le está pidiendo.

Aunque tal vez no todos lo hayan percibido, en las últimas jornadas hemos comenzado a asistir a la mayor degradación institucional jamás vivida por organizaciones comúnmente denominadas “fuerzas de seguridad” o “instituciones armadas” o en general “uniformados”. Un peligroso virus incubado a partir de la “refundación nacional de 2003” maduró pacientemente durante diez años, y a partir de un foco de erupción en Córdoba, rápidamente se comenzó a diseminar por todos los rincones de la patria, sin que ningún experto pueda a la fecha dar un diagnóstico certero sobre cuál será la vacuna que lo pueda neutralizar.

Oportunamente, cuando se originó la protesta de gendarmes y prefecturianos, dijimos desde esta columna que ver uniformados enarbolando otra cosa que no sea el pabellón nacional en un desfile era al menos tristísimo. Ni que decir del no menos triste espectáculo de ver a un cuadro policial semiuniformado gritando a viva voz en una asamblea policial cuáles son las nuevas escalas salariales que le “arrancaron al gobernador de Buenos Aires” e imaginar que comisarios mayores y generales estarán con lápiz y papel en mano escuchando qué es lo que consiguió el sargento X. En realidad, más que triste es dramático.

Uno podría razonablemente imaginar a un alto jefe policial explicando a su ministro o a su gobernador la inquietud salarial de su gente y volviendo luego al cuartel a comunicar los beneficios obtenidos. Pero el estado de asamblea permanente donde la pirámide jerárquica se subvierte llega a límites tan ridículos que hemos visto en Córdoba a un abogado devenido en “representante legal” de las tropas acuarteladas firmando con el gobernador un acta, sin que nadie a la fecha pueda explicar qué poderes legales llevó ese jurista a negociar como contraparte nada menos que del jefe de Estado provincial.

Bastante patético resultó por cierto el papel del gobernador Daniel Scioli firmando un decreto salarial ante dos o tres agentes de policía y entregándoselos para que lo lean ante la muchachada a ver si están de acuerdo. Mientras tanto, el jefe formal de la fuerza estaba negociando por su lado con otra muchachada en Mar del Plata.

La necesidad tiene cara de hereje

Varios ministros -jefe de Gabinete incluido- cumplieron con la formalidad de denunciar una “asonada policial”, un “intento desestabilizador”, justo a 30 años del fin de la salvaje dictadura militar o, como dijo el “Coqui”, una caricatura de revolución. Obvio que ninguno de los ilustres oradores estaba convencido de nada de eso. Los polis no quieren el gobierno, quieren que les blanqueen el sueldo, ganar un mango más y no tener que hacer ocho horas adicionales por día para poder llegar a fin de mes.

Lo particularmente perverso de esta situación es que hace diez años que esta porción uniformada de la sociedad es obligada asistir casi a diario a las más variadas protestas, marchas, piquetes y cortes de calles efectuados por variopintos reclamantes, a veces pacíficos, a veces agresivos pero todas la veces intocables, indetenibles, inimputables e irreprochables. Son los uniformados los que reciben la piedra, el escupitajo, el insulto y muy probablemente algún oportuno pedido de procesamiento porque a algún manifestante le apareció un rasguño en la cara.

Y resultó ser que, un buen día, esta misma porción ciudadana a la que hasta el cansancio los modernos reformadores de estructuras militares y policiales les explicó que no hay ninguna diferencia entre ellos y el resto de los mortales y que son simples ciudadanos de uniforme, se autoconvenció de que la mano venía por ese lado y no hizo ni más menos que aquello que todos los días ven hacer al resto de la sociedad a la que sirven, y con muy buenos resultados por cierto.

Y obviamente, al compás de los vidrios rotos y de los plasmas robados, gobernantes varios cayeron en la cuenta de que no es lo mismo que Moyano no junte los residuos o no mande nafta a las estaciones de servicio a que la “poli” libere las calles. Cualquier gil tiene medio tanque de reserva o guarda la bolsita de residuos en la casa. Pero una turba arrasando comercios no resiste muchas horas sin que la estabilidad política se haga añicos.

Si la valiente muchachada de la Armada, del Ejército o de la Fuerza Aérea osara tan sólo pedir “Aspirinas para todos”, tenga por seguro, amigo lector, que los pasan a degüello (y con razón, claro está) en cinco minutos. Como usted bien sabe, por estos días un general, un brigadier o  un almirante más o menos no es algo que modifique un ápice al gran proyecto nacional y popular. Si los tanques, aviones y barcos no andan, no hay que preocuparse demasiado por aquellos que en teoría los tienen bajo su control.

Pero la poli… la poli es otra cosa; aunque más no sea para la protección de los funcionarios y sus cuantiosos bienes terrenales, por ahora los necesitamos.

Y a pesar del ya tradicional desprecio hacia lo castrense, al parecer se han impartido discretas órdenes para un no menos discreto acuartelamiento de personal militar en algunas unidades linderas con áreas sensibles, por si las moscas…

Lamentablemente, a partir de ahora cuando los muchos sargentos X, negociadores ante las máximas autoridades de las provincias, “conseguidores” de mejoras salariales para sí mismos, para sus compañeros y hasta para sus propios jefes y autoproclamados “capangas policiales”, reciban un directiva de parte de un joven oficial para salir a patrullar algún sector caliente de sus provincias y no les guste, aquella frase inicio de esta columna (¡Es una orden!), se pondrá en evidencia que algo se ha roto para siempre en la cadena de mandos policiales y comenzaremos a ver que el remedio fue mucho peor que la enfermedad. Sólo es cuestión de sentarse a esperar cuál será la próxima rebelión policial y cuáles los reclamos a satisfacer; ya quedó demostrado que serán atendidos sin dilaciones.

Así las cosas, y ante lo irreversible de la situación, sería mejor que al menos para los cuadros subalternos de las fuerzas policiales se establezca la representación gremial. De tal manera que se evite la repetición de los estados deliberativos y que exista una estructura que pueda hacer llegar orgánicamente a las autoridades políticas del Estado las necesidades más o menos sensatas de la tropa policial.

Para muchos viejos cuadros castrenses, leer esta afirmación deberá ser seguramente más “escandaloso” que la aprobación de la Ley de Divorcio, el matrimonio igualitario o la libre adopción de la identidad de género. Pero nos guste o no, algo comenzó a quebrarse en la nación, y digo que comenzó porque el final de esta película aún es incierto.

Rápidos de reflejos, los mandos de las fuerzas federales han hecho saber a la conducción política que será muy difícil que un agente bonaerense con un básico de $ 8.500 pueda coexistir con un marinero o gendarme de $2.800. ¿Dónde habría quedado entonces el viejo axioma sindical “a igualdad de tarea, igualdad de remuneración”? Con rapidez aún mayor, la política acaba de anunciar a la ciudadanía que se dispuso un “premio” a las fuerzas federales por su actuación en la represión de los saqueos. En la volteada cayó también la policía aeronáutica, que obviamente no reprime saqueo alguno pues no tiene ni elementos, ni personal apto para esa tarea.

En realidad en lo que se trabaja contra reloj es en una rápida adecuación de los valores salariales federales a sumas equivalentes a las obtenidas por los “díscolos provinciales” como única forma que la próxima orden que reciba un “federal” no sea respondida con un irreproducible epíteto.

La situación es mucho más grave de lo que puede imaginarse y no sólo por una mera cuestión salarial. El problema es filosófico; una extraña mezcla de mala paga, mal trato y ninguneo, con un generoso condimento “civilizador” que destruye a cualquier estructura verticalista.

La fabulosa máquina igualadora puesta en marcha desde hace una década, está funcionado a la perfección: hemos igualado gracias al modelo a policías con piqueteros. Misión cumplida. Un visionario del siglo pasado lo explicó magistralmente:

No pienses más, echate a un lao, 
que a nadie importa si naciste honrao.
Que es lo mismo el que labura
noche y día como un buey
que el que vive de las minas, que el que mata o el que cura
o está fuera de la ley.