El mar tiene ley pero no tiene código

Estimado amigo lector, si en este momento le preguntara su conocimiento sobre temas tales como fertilización asistida, alquiler de vientres, matrimonio igualitario, responsabilidad civil del Estado o función social de la vivienda, me juego la vida a que usted está sin lugar a dudas medianamente capacitado para emitir una opinión a la luz de toda la letra que sobre cada uno de estos temas se ha escrito o pronunciado en los últimos días de la mano de la ya famosa reforma del Código Civil de la Nación.

Si ahora le preguntara qué tanto sabe usted de la COPLA, también me la juego con que encarará para el lado de música y me apabullará (Wikipedia mediante) contándome que “es una forma poética que sirve para la letra de canciones populares. Surgió en España en el siglo XVIII y se ha difundido mucho en América Latina”. Pero no, no me refería a esa sino la otra COPLA: a la sigla que sintetiza el nombre de la “Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental”, es decir (tomando prestada la frase al Servicio de Hidrografía Naval) “nuestra frontera con la humanidad”.

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Un mar de diferencias

Al igual que los incrédulos cuarenta millones de argentinos y argentinas, usted, yo y buena parte de la opinión pública internacional escuchamos (¿o creímos escuchar?) a la presidente de la Nación efectuar una curiosa comparación entre nuestro país, Canadá y Australia.

De acuerdo con los guarismos tomados como base para el análisis descripto por la primera mandataria (no primera mandante), somos ganadores natos por paliza. Nuestro triunfo en todos los campos contrastados son casi más aplastantes que el triunfo electoral del oficialismo en la Antártida (sin contar la base Marambio -la del problema de aprovisonamiento- donde sobre 54 personas votaron sólo 3).

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Gibraltar – Malvinas: parecido pero diferente

Salud España, bienvenida a lucha contra el colonialismo. Las curiosas vueltas de la vida hacen que en pleno siglo XXI la “Madre Patria” y una de sus “hijas” compartan una penuria que va más allá de sus respectivas crisis socioeconómicas, la corrupción de sus gobernantes y el más que inminente fin de ciclo (el ciclo del Partido Popular mucho más corto que el del pseudo progresismo K, por cierto).

Juguetear literariamente con la paradoja de nuestros colonizadores, redescubriendo su condición de víctimas de la política colonial británica, es una gran tentación; pero prefiero dejar esa gimnasia para cada lector y aprovechar estas líneas para analizar algunas cuestiones del presente que nos brindan una oportunidad de reposicionar el tema Malvinas a nivel mundial

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