Parecido pero diferente

La torre “Coraceros” es un coqueto edificio de oficinas ubicado prácticamente sobre la costa en la ciudad chilena de Viña del Mar. Mirando al oeste desde el piso 24 se tiene la sensación de estar volando sobre el Pacífico. Tal vez la imagen sea similar a la que podríamos obtener desde cualquier torre con vista al mar ubicada en algún punto de nuestro amplio litoral atlántico. Pero la torre “Coraceros” ofrece un espectáculo adicional; sus amplios ventanales con vista al este nos permiten ver la majestuosa altura del “Aconcagua”. Es recién ante esta vista cuando uno puede llegar a comprender lo que es la “estreches territorial” . Curioso “privilegio” visual, imposible de obtener de este lado de la cordillera; sería absurdo suponer que desde algún punto elevado de nuestra maravillosa patria podamos ver al mismo tiempo dos límites terrestres de su dilatada geografía.

Compartimos muchas cosas con nuestros vecinos trasandinos. Muchas más que nuestro nacimiento como Estados independientes gracias al sable libertario del General San Martín. Una geopolítica propia de países ubicados en el extremo sur del planeta, un extenso litoral marítimo, repleto de riquezas; fuente de trabajo y bienestar para gran parte de su pueblo; un océano que a diferencia de los Andes no es sinónimo de separación sino que bien aprovechado conecta este extremo sur con los grandes centros de consumo de Oriente y Occidente respectivamente. Hemos compartido además una larga sucesión de conflictos limítrofes que alguna vez nos pusieron al borde del enfrentamiento armado. Y como usted bien sabe – amigo lector- Ambos países son gobernados por mujeres y esas mujeres tienen una concepción política más o menos parecida. Aunque intelectualmente hablando parecería ser que la estreches se encuentra de este lado las montañas…

Es radicalmente diferente, salir del país en plan turístico a hacerlo por motivos de trabajo o como integrante de una delegación nacional a un congreso internacional. El sol siempre ”brilla” para el turista al margen de las contingencias sociales y políticas del lugar que visita. Se traen de regreso tanto en nuestra memoria como en la del teléfono celular, imágenes siempre bellas; no importa si visitamos Miami, La Habana, Tel Aviv o Sudáfrica. El imperio, la libertad, la paz o la miseria, se ocultan la mayor parte de las veces de los displicentes ojos turísticos.

La semana que dejamos atrás; me encontró participando de un congreso internacional de marinos en el vecino país. Representantes de instituciones marinas de Latinoamérica y Europa interactuaron durante varias jornadas con los anfitriones locales, en su mayoría oficiales de la armada chilena, empresarios navieros y dirigentes gremiales del sector. Y si me atrevo a molestarlo, querido amigo, con estas reflexiones es porque considero que muchas veces el alejarnos unos pocos kilómetros de nuestra convulsionada realidad resulta útil para repreguntarse una vez más porque nos pasa lo que nos pasa

La interacción con senadores y diputados, alcaldes y altos jefes navales es sin lugar a dudas siempre muy interesante e instructiva. No obstante el ida y vuelta con el hombre de la calle es en cualquier circunstancia inigualable. Al dejar el país, solemos llevar en nuestras maletas, todo aquello que creemos necesario para una confortable estadía; llevamos también como equipaje de mano, nuestra cultura; nuestra idiosincrasia y nuestra coyuntura . Esta última incluye: obsesión por temas como el dólar, el cepo, la inseguridad, preocupación por la corrupción en todos los estamentos del Gobierno; intolerancia al que piensa distinto; alteración de la historia de la patria; ocultamiento de la verdad, relato, modelo; arengas presidenciales insoportables, inentendibles y caprichosas. Y por sobre todo una difusa y peligrosa mezcla de gestión de Estado con aplauso militante rentado.

Tal vez el primer baño de realidad (de una realidad distinta quiero decir) me lo dio el conserje del hotel en el que nos hospedaron. “ No, señor, no cambiamos dólares, a dos calles de aquí tiene una casa de cambio” en el mismo sentido es fácil recibir como repuesta de parte de cualquier empleado de comercio “ no tengo idea” si uno pretende que rápidamente el precio de un bien expresado en moneda local le sea convertido a la divisa que desvela nuestros sueños. La explicación a este primer “cachetazo” cultural es obviamente muy sencilla: el peso chileno es una moneda fuerte de valor constante desde hace muchísimo tiempo; no es que el pueblo chileno es más patriota, simplemente no necesitan refugiarse en una moneda extranjera.

CNN Chile (si, amigo lector, el imperio tiene su emisora allí y, aunque no lo crea, nadie habla de “corpo” alguna) es de gran utilidad para ponerse al tanto de la actualidad local. Gran preocupación causaba por estos días en todo el país la muerte número 12 en lo que va del año de un ciudadano por un hecho de inseguridad. Asimismo, el jefe de Carabineros (los uniformados pueden hablar en Chile, parece mentira) expresaba con tranquilidad que un presunto hecho de corrupción policial había sido esclarecido

Las apariciones presidenciales son tan sobrias como los atuendos de la señora Bachelet. Aunque parezca increíble, suele repetir su vestimenta. Su entorno es su despacho, la bandera de Chile y no mucho más. No hay militancia rentada. Y aunque al igual que lo que ocurre aquí; los sectores uniformados no comulgan con sus ideas, no dejan de reconocer que es una estadista con mayúsculas. Y que no ven en sus acciones un afán de revancha sino una profunda convicción republicana. Por las noches la señora Bachelet, al igual que todos sus antecesores, regresan a su hogar. El Estado chileno no provee alojamiento ni al presidente, ni a sus ministros ni a sus jefes militares.

Hay preocupación en Chile por cosas más o menos parecidas a las de este “lado”: la desocupación, la educación y la salud están primeros en la agenda. Se agregan a ellos una realidad geográfica difícil, un Océano Pacífico que no siempre hace honor a su nombre y una tierra que cada tanto los estremece por demás. Lo que no hay es crispación. No son retados cada mañana por un jefe de Gabinete hablando incoherencias prolijamente preparadas de antemano. No son arengados cada día para ilustrarlos sobre campañas transnacionales en su contra. Sus conflictos son acotados, Perú, Bolivia y Argentina son de tanto en tanto factores lógicos de tensión. Pero ven en el mundo en general una enorme fuente de oportunidades. No castigan el consumo, lo fomentan; no censuran al opositor, lo confrontan. Y a pesar que el océano come cada año un centímetro de su escaso territorio, definen a su país como un ”balcón al mar”, lo que simboliza una apuesta al futuro

No pretendo convencer a nadie (ya que ni yo lo estoy ) que la cordillera separa al infierno del paraíso. Sigo siendo un convencido que habitamos un país maravilloso con una inmensa mayoría de población integrada por gente de bien y con profundo amor por su país. Sí es cierto que afrontamos una tremenda falencia de talento en nuestra clase dirigente, la que se evidencia en la cima misma del poder. Me atrevo a comenzar a pensar que mis profundas diferencias con esta gestión, que nos lleva inevitablemente a un profundo abismo del que nos costará muchísimo salir, son tal vez más de forma que de fondo. Derechos humanos, modernización de la Justicia y de los instrumentos de esta, apuesta a la industria nacional, lucha contra la concentración del poder económico; asistencia a los sectores más necesitados de la sociedad; educación, vivienda y salud para todos, son banderas con la que difícilmente un ciudadano no pueda sentirse identificado.

Apropiación de las banderas de la democracia, intentar doblegar a la Justicia para ponerla al servicio del régimen, empresarios amigos con impunidad absoluta y vía libre para el saqueo a las arcas de la nación, adoctrinamiento en las aulas, parricidas al frente de los planes de vivienda del Estado. Son situaciones que poco tienen que ver con un modelo de gestión al que se le pueda dar un voto de confianza. “Las comparaciones son odiosas” decían las abuelas. A veces lo realmente odioso es ver con sana envidia como mientras nuestros vecinos de Oriente y Occidente, crecen y se afianzan en sus respectivas escalas. Argentina se va quedando sola, aislada, víctima de formas perversas implementadas por oportunistas que han traicionado incluso a sus propios ideales, los que aplicados con un poco más de honestidad tal vez hubieran sido realmente beneficiosos para todos y todas

Entre Bachelet y el “pongui pongui”

Hace un tiempo, mientras aguardaba a ser atendido por un directivo de la Liga Marítima de Chile, observaba el paisaje imponente que rodea al coqueto edificio “Coraceros” ubicado en pleno centro neurálgico de la ciudad de Viña del Mar. Hacia el poniente el majestuoso océano Pacífico. que casi parece acariciar el pórtico de entrada; hacia el este, la majestuosa Cordillera de los Andes y la sobresaliente silueta del Aconcagua. Esa postal que retrataron mis ojos desde un piso 24, era lo último que me faltaba para terminar de comprender la casi mágica subsistencia del pueblo trasandino (según nuestra ubicación, al menos; para ellos los trasandinos somos nosotros…)

Imagine, amigo lector, desde qué punto de la Argentina, sin importar lo alto que éste fuere, podríamos divisar los límites este y oeste del país. Imposible, claro está. Pero en Chile, basta trepar unos metros por sobre el nivel del mar para tomar adecuada perspectiva de su extrema delgadez territorial. Por un lado, el muro rocoso infranqueable; por el otro. el impredecible beso marino, que año tras año se roba unos centímetros de costa y que de tanto en tanto rompe sus propios límites para robarse la vida, los sueños y los bienes de los inevitablemente ribereños pobladores.

Con climas duros en el sur y en norte, con una agricultura extremadamente ingeniosa para arrancarle nutrientes a la roca, una rica minería y mucho pero mucho espíritu de sacrificio, Chile nos exhibe con orgullo algunos indicadores de desarrollo que son dignos de admiración. Puede también dejarnos con la boca abierta en algunas otras cuestiones, entre ellas la gran madurez con la que el pueblo y los distintos gobiernos democráticos han dejado atrás los años oscuros de la dictadura y, como más allá de derechas e izquierdas, cuestiones básicas tales como el posicionamiento internacional, la inquebrantable voluntad de ver en el Pacífico más que un límite una oportunidad de negocios con todo Oriente y la astucia y pragmatismo con que los demócratas de hoy supieron mantener todo aquello que los tiranos de ayer habían hecho más o menos bien, les permitió avanzar a un excelente ritmo.

Hace pocos días atrás, el anterior Jefe de la Armada Chilena definió a su país como “un balcón al mar”. Dicho sea de paso, no pasó a retiro porque osara hablar en público, ni por haber posado en una foto con un dirigente opositor. Simplemente cumplió su mandato de cuatro años al frente de su fuerza y, tal como marca la ley, fue reemplazado por uno de los tres oficiales superiores que le seguían en antigüedad. Una elemental forma de despolitizar a las cúpulas militares. (igualito que acá ¿vio?). Pero el destino parece ensañarse con nuestros hermanos con una inusual frecuencia: cuando apenas comienzan a levantarse de un tsunami, les manda un terremoto y, con las heridas aún sangrando, les envía un devastador incendio en la populosa Valparaíso, uno de los principales focos económicos del país.

Como todos saben Chile es gobernado por una mujer; una mujer que ha demostrado ser una verdadera estadista. Hija de un militar asesinado por sus propios camaradas de armas. Una mujer de esas que sí la pasaron mal durante la ausencia de la democracia y tendría más que sobrados motivos para buscar “revancha” desde el poder que por segunda vez le otorgó el voto popular. Pero una vez más y ante la terrible tragedia que ahora azota a su país, la presidente Michelle Bachelet no dudó en poner la zona en emergencia bajo el absoluto control de la fuerzas armadas de su nación. ¿Supone tal vez esta actitud sucumbir bajo el despótico dominio de las botas castrenses? ¿Significa acaso, que la autoridad civil se declara rendida ante la emergencia y pide a hombres de una raza superior que por favor salven al pueblo? ¿Claudicó la seguramente también nacional y popular jefa de Estado a los mandatos de las corporaciones trasandinas, al establishment local o la presión de alguna superpotencia extranjera ubicada más bien al sur de Canadá?

No, no y una vez más no. Simplemente la Jefa de Estado y Comandante en Jefe de sus Fuerzas Armadas ha revindicado su natural mando sobre las mismas. Ella; la Jefa civil, diagramará la estrategia y sus subordinados de uniforme actuarán en el terreno táctico. Bajo el mando civil, pero con la experiencia, disciplina, equipos y entrenamiento que les son propios. La democracia no pierde ni se arrían sus banderas con esta actitud, sino todo lo contrario. Se verá fortalecida

Algún amigo lector afín a nuestro “modelo” podrá decir que ante las últimas inundaciones en la ciudad de La Plata, las FFAA del país también fueron puestas al servicio de la población. Y es verdad en parte. Pero fueron confinadas a una función periférica, eran los aguateros del equipo. Las primeras figuras, como no podría ser de otra manera, fueron los jóvenes de la “Cámpora”, de “Unidos y Organizados”, de “Kolina” y cualquier otro con ganas de lucir en su pecho un chaleco que revindique a la década inundada. Perdón… ganada

Un papel no menor jugó el ahora exiliado ex secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, el que dando muestras de una capacidad ejecutiva increíble decretó el ya famoso “pongui pongui” millonario impuesto de facto. Prolijamente recaudado, al parecer hasta el presente no fue aplicado a solucionar ninguno de los problemas originados aquel 2 de abril de 2013. Por su parte, Bachelet viajó de inmediato a ponerse al frente de la situación, no tuvo tiempo de pasar por la casa de su madre para mostrarla como una víctima más de la catástrofe. Seguro a causa de alguna perversa razón, los medios chilenos no enfocan a los jóvenes que portando pecheras de la “ Allende” o alguna otra organización política oficialista. Si se vieron por doquier a decenas de socorristas, médicos, camilleros, bomberos y militares haciendo su trabajo, no haciendo política.

Puede llegar a imaginar, querido amigo lector, qué nos pasaría de este lado de Los Andes si sufriéramos una seguilla de catástrofes como las que vienen padeciendo nuestros vecinos. ¿Se imagina a algún miembro de nuestro eximio gabinete (excepto Berni seguramente) metiendo los pies en el barro o tendiendo la mano a una víctima? ¿No? Tranquilo, yo tampoco. Se ve que Dios tampoco lo imagina: tal vez por eso no nos castiga con adversidades extremas y, a la hora de balancear desventajas territoriales con talento y honestidad dirigencial, ubicó de un lado de la cordillera a Bachelet y del otro al “pongui pongui”.