Mar de fondo

Tal vez por alguna extraña alineación planetaria, los últimos días han tenido a las distintas ramas de la actividad marítima del país como protagonistas de situaciones de lo más variadas. La catástrofe ambiental que mantiene en llamas a miles de hectáreas de bosques y la tragedia marina acaecida la semana anterior frente a las costas de Villa Gesell han movilizado a hombres y medios de nuestra Prefectura Naval, Marina Mercante y Armada para distintas tareas de socorro que exaltan una vez más lo mejor de nuestras distintas vertientes de hombres y mujeres de mar

Por otra parte y en otro plano, la política; el relato y el modelo se ocuparon casi simultáneamente de obligar a propios y extraños a anteponer el mal uso que se le da a recursos materiales y humanos; los que una y otra vez se ven envueltos en actividades que los alejan de su vocación y de sus aptitudes profesionales. Continuar leyendo

Caso Lola Chomnalez: culpables y culposos

Feliz Año Nuevo, querido amigo lector. En este primer post de 2015, y en con el sano propósito de darle un descanso a las oficinas militares y civiles que siguen con atención nuestros encuentros semanales, intentaré dejar de lado las cuestiones internas de nuestra contrariada Patria para abordar sin ninguna autoridad profesional un tema que por estos días conmueve a la opinión pública de ambas márgenes del Río de la Plata. La muerte de la joven Lola Chomnalez. Lo haré como un simple espectador  local de la actualidad.

Razones profesionales me llevan a estar mucho tiempo aquí en Uruguay. Al menos el suficiente para ir comprendiendo a una sociedad muy parecida a la nuestra en muchas cosas pero con sensibles diferencias; entre ellas, la de la forma en que se encara desde las esferas oficiales y periodísticas un caso de fuerte percusión social como el que nos ocupa.

Algunas cosas de las ocurridas en torno a este aberrante crimen, son muestra de esas diferencias a las que aludo en el párrafo anterior. Sé que esto que le contaré querido amigo le resultará “increíble” pero, ¿a que no se imagina quien fue el encargado de informar a la sociedad uruguaya y a los medios sobre el hallazgo del cuerpo de la desafortunada joven? Continuar leyendo

Cristina del mar…

Y finalmente llegó el día; los marinos y todos aquellos relacionados con la actividad marítima, tuvimos nuestro minuto de gloria; sin cadena nacional pero con la adecuada difusión por medio de la cadena “oficiosa”, la Presidente nos ilustró sobre los últimos descubrimientos que el modelo acaba de producir en materia naval.

Millones de argentinos por fin se enteraron que tenemos 2.800.000 kmts2 de mar continental, que tenemos enormes riquezas pesqueras que son salvajemente depredadas por pesqueros ilegales que transitan por el límite de la milla 200 de nuestra zona económica exclusiva y que por falta de un adecuado control arrasan con nuestros recursos ictícolas.  También descubrimos ayer que la pesca no solo es una actividad económica importante; es también generadora de puestos de trabajo calificados, tanto a bordo de los buques factoría como en tierra firme, y una fabulosa herramienta para nutrir a un mundo demandante de alimentos.

En el particular lenguaje presidencial, se nos explicó que el mar está lleno de “pescados”, cuando en realidad los que deambulan libres por nuestras aguas son peces. Pero tampoco es cuestión de quedarse en los detalles menores, ahora que por fin gozaremos de los beneficios de la década ganada también en alta mar.

El anuncio del proyecto “Pampa Azul” pareció cuando menos ambicioso. Vaya uno a saber por qué lo llamaron “Pampa” teniendo tantas referencias marinas para denominarlo, pero bueno, estamos en pleno descubrimiento.

La presidente anunció, entre otras cosas, que la Armada Argentina y la Prefectura Naval desarrollarán tareas de investigación ictícola; algo así como lo que viene haciendo desde hace años el INIDEP (Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero), organismo que, por si nadie se enteró en la calle Balcarce, depende del PEN. Asimismo la Prefectura Naval ya viene realizando investigaciones científicas tanto en la Antártida, como en nuestro mar continental y en nuestros ríos.  La Armada, por su parte, ha tenido un papel protagónico en el relevamiento de nuestra plataforma continental a la luz de los requerimientos establecidos por la ONU para dar sustento a nuestro reclamo de extender nuestra  plataforma hasta las 350 millas marinas contadas a partir de la línea de más bajas mareas.

Oportuno es acotar que el INIDEP estudia el comportamiento de las distintas especies, las migraciones de los cardúmenes, las variaciones de stock disponible para cada una de ellas y todos los aspectos a tener en cuenta para que luego las autoridades de la Subsecretaría de Pesca y el Consejo Federal Pesquero establezcan los cupos de pesca que se otorgan a las distintas empresas del rubro; intentando de esta manera que la actividad pesquera sea sustentable.

Al menos en teoría, la cuestión pesquera nacional está más o menos organizada. Todas las provincias con litoral marítimo tienen un asiento en el ya nombrado consejo federal , tenemos buena mano de obra y férreos controles sobre las empresas armadoras que pescan legalmente. Venimos un poco (bastante) flojos no obstante en materia de herramientas de control y vigilancia sobre todo ese enorme mar argentino al que se refirió la jefa de Estado y, obviamente, todo el andamiaje legal existente se vuelve nulo frente a la ambición pesquera de quienes no están dispuestos a someterse a nuestras reglas de juego.

Es por ello que, al margen de los siempre coloridos y multifacéticos anuncios presidenciales, en los que se llega a mezclar la pesca de la merluza con lo mal que estábamos hace diez años y la edad de los analistas políticos televisivos no alineados, sería bueno recordar que, si hemos decidido prestar atención a nuestro mar y sus riquezas, más que inventar planes, hace falta comprar barcos;  la soberanía en alta mar no se consolida con los “pibes para la liberación”; no se le puede hacer un piquete a un pesquero ilegal y menos que menos culpar por su actividad a la corpo. Sería más fácil claro; pero….. en este tema y mal que les pese a los redactores del modelo hace falta echar mano a las famosas “efectividades conducentes”.

Una Armada con barcos viejos, mal equipados y que, lanzados a una campaña de verdad en alta mar, muy probablemente  deban ser remolcados  de regreso a puerto por los propios barcos a los que fueron a controlar, no puede garantizar por ahora un control efectivo de nuestro mar y sus recursos. Una fuerza de seguridad especializada como la Prefectura Naval Argentina no puede seguir siendo desperdiciada en controles vehiculares en la General Paz o en el gran Buenos Aires. La formación de nuestros marinos mercantes (algunos de ellos futuros pescadores) no puede seguir siendo ignorada en los presupuestos nacionales y llevada al estado de abandono en el que actualmente se encuentra, librada totalmente a la buena voluntad de empresas y gremios marítimos que intentan hacer lo que el Estado Nacional no hace.

Por estos días, un subsecretario de Estado con algún escaso apoyo parlamentario ha lanzado a rodar un proyecto de ley de fomento de la Marina Mercante y la Industria Naval. Mientras sus propios superiores jerárquicos del Ministerio del Interior y Transportes lo miran con recelo, el grueso de los destinatarios de la norma legal descreen de que en algún momento llegue a convertirse en ley.  En épocas de vacas flacas, el problema para los dirigentes no son los peces, ni los barcos, ni los astilleros. Para fomentar cualquier aspecto de la actividad naval hacen falta cientos de millones de ausentes dólares; los que  -de existir- podrían transformarse en generosos subsidios terrestres con el consecuente acopio de votos para el angustiante 2015.

“Pampa Azul”, lindo nombre para un tango; desafortunada combinación de palabras para referir a una iniciativa marítima. Una vez más vuelven a mis oídos lo que un actual ministro me dijo hace mucho tiempo: “Pibe… los peces no votan”.  Tal vez el reciente anuncio apunte a los “pescados”, que sí lo hacen.

Si hubiera caído en el Atlántico Sur…

Como tantas otras veces, la catástrofe del avión de Malaysia Airlines se adueñó de las primeras planas de diarios y revistas, del aire de nuestras radios y de cientos de minutos de éter televisivo; fueron protagonizados por expertos marinos, pilotos civiles, de las fuerzas de seguridad y hasta oportunos vendedores de simuladores navales para intentar explicar al público espectador cómo se busca un avión siniestrado en la inmensidad del mar.

Tal como ha ocurrido en las últimas situaciones que han tenido al mar como protagonista -desde el último tsunami hasta la tragedia del Costa Concordia, pasando por el embargo de la Fragata Libertad-, el periodismo se lanza sobre distintos actores  principales o secundarios de la actividad naval vernácula, para intentar llevar a sus lectores, televidentes u oyentes, precisiones lo más aproximadas a la realidad de cada momento.  Descubren al mismo tiempo que, en algunos casos, la primera dificultad es qué preguntarle a quien se ha prestado al requerimiento periodístico ya que la cuestión marina es infinitamente más desconocida que cualquier actividad terrestre o incluso aérea.

En esta oportunidad , una vez que tomaron vida las versiones sobre el  descubrimiento de posibles restos náufragos en el poco apacible océano Indico, comenzó un largo raid de interrogatorios mediáticos del tipo:  ¿cómo se busca un avión en alta mar?, ¿qué es un caso “SAR”? ( siglas de la versión inglesa de la frase, “Salvamento y Rescate”), ¿puede un buque mercante ser apto para un rescate de este tipo? E incluso alguna risueña cuestión sobre si habría algún problema en enviar un buzo a 4000 mts de profundidad…..

Y cada uno de los entrevistados, invariablemente trata de hacer comprender con mayor o menor habilidad didáctica, las elementales pero desconocidas realidades de la actividad marítima y naval, los límites a la tarea, los protocolos que rigen la asistencia en alta mar y hasta con infinita paciencia lo que le pasaría a un ser humano si llegara a sumergirse en la profundidad marina más allá de algunas decenas de metros.

Hoy – con mucho sentido común- un camarada me hizo reflexionar sobre la única pregunta que ningún periodista realizó. Me atrevo a acotar; la única pregunta que afortunadamente ningún periodista realizó y que no obstante es más que obvia:  ¿qué hubiera pasado si la infortunada aeronave hubiera caído en el océano Atlántico Sudoccidental; porción de mar bajo control y responsabilidad de nuestro país a la hora de organizar y poner en práctica un protocolo de Salvamento y Rescate conforme a lo dispuesto por el organismo pertinente de las Naciones Unidas a partir de 1979?

La respuesta (o parte de ella al menos) nos debería llenar de orgullo como argentinos. Cientos de hombres y mujeres de nuestras Armada, Prefectura Naval y Marina Mercante, estarían dispuestos a poner todo su talento y profesionalismo para cumplir cada uno desde su rol específico con la sublime misión de proceder en salvaguarda de la vida humana en el mar.  La segunda parte de la respuesta prefiero decirla en voz bajita para que el mundo no se entere. Todos esos brillantes profesionales tropezarían desde el primer instante contra la cada vez más alarmante falta de medios técnicos para cumplir con su labor. Buques no aprestados para una rápida zarpada, elementos de localización obsoletos o inoperables, aviones vetustos y faltos de mantenimiento, lanchas rápidas de patrulla que hace años se prometen y que no han pasado del tablero de dibujo de quien las diseñó, una marina mercante destruida que ya no cuenta con buques de pabellón propio a los que echar mano sin necesidad de mendigarlos a alguna autoridad consular extranjera, y toda la larga lista de impedimentos que prefiero no agregar para que luego no se diga que lo mío es pura oposición.

Pero la intención de esta reflexión, es en parte responder a algunos amigos lectores o amigos personales, que muchas veces me preguntan  para qué quiere nuestro país tener por ejemplo una Armada moderna, bien equipada, con gente entrenada y buques que funcionen de verdad. Una de las respuestas se obtiene simplemente mirando un mapamundi e indagando un poco sobre cuál es la responsabilidad de nuestro país sobre unos cuantos millones de metros cuadrados de océano en los que el mundo confía que, de ocurrir algún percance, allí estaremos. ¿Estaremos?

El orgullo profesional de más de un camarada se va a sentir herido al leer esta afirmación, precisamente porque es ese orgullo el que suple con creces las elementales carencias de la Patria en la materia, siempre postergadas por otras no más importantes pero tal vez más urgentes cuestiones terrestres (que no son lo mismo que las urgencias terrenales de algunos dirigentes).

La reflexión viene a coincidir con días especialmente dolorosos para la Patria;  la mayoría de nuestra juventud aún no ha iniciado las clases, tal vez muchos de esos jóvenes al deambular sin horarios que cumplir por las calles, sean presa fácil del flagelo de la droga la que al parecer se ha adueñado de las principales ciudades del país; o pueden también transformarse en víctimas o instrumentos de la creciente ola delictiva que no respeta ni edad, ni sexo ni condición social.

Podría ocurrir también que queden atrapados en los cientos de conflictos sociales que conforman ya nuestro paisaje cotidiano y hasta tal vez de la simple furia ciudadana que día tras día nos hace más difícil la simple convivencia vecinal.

Uno debería pensar que nuestras máximas autoridades están al tanto de estas cuestiones, y que con un criterio propio de los grandes estadistas, se deban abocar a los conflictos docentes y sociales antes que a la problemática naval; el cálculo probabilístico indica que hay más posibilidades que ante una lluvia se nos inunde un barrio carenciado a que un avión caiga en nuestro mar.

Pero cuando uno ve que por cadena nacional se nos arenga con orgullo sobre nuestra condición de inventores mundiales del alfajor de tres capas, y se nos exhorta a comer con avidez las galletitas que nos regala en cada vuelo la aerolínea estatal económicamente más perdedora del mundo; necesariamente hay que preguntarse no sólo acerca de “en qué estamos” sino además acerca de “hacia dónde vamos”  y como por estos días los discursos oficiales vienen expresados un poco en castellano, un poco en inglés berreta y otro poco en lunfardo, al sólo efecto de que la ciudadanía toda los entienda mejor, sería bueno reflexionar sobre el eje de la temática presidencial de la última cadena nacional. Digamos al respecto que “Fantoche” viene a ser sinónimo de “persona muy presumida”. Pero también de “persona ridícula”.  Qué quiere que le diga, amigo lector. De seguir en este camino va a llegar el día en que el que el emblema nacional que mejor nos represente, en lugar del escudo será un simple alfajor.

Las marinas argentinas

Ciertamente la celebración del día internacional de la mujer, poco tiene que ver con las tradicionales festividades de neto corte comercial las que si bien evocan aspectos sensibles como las figuras de padre, madre, hijo y valores tales como la amistad y el amor, vienen de la mano de una movida mercantil; la que incluso hace que cada país la adecue a sus disponibilidades de calendario y a que en nuestro país algunas celebraciones hayan migrado de fecha para evitar que sorprendan a la población con los bolsillos flacos por la cercanía del fin de mes.

Por el contrario, el 8 de marzo es un día que va más allá de una celebración social. De hecho la elección de esa fecha – como todos recordamos- tiene fundamento en el trágico fin sufrido por un grupo de trabajadoras de la costura de la ciudad de Nueva York en 1857, que reclamaban una jornada laboral de 10 horas. La protesta devino en un incendio en el que perecieron 16 de ellas.

Es por ello que a modo de homenaje, y con su permiso – amigo lector- deseo dedicarle la columna de hoy a una porción muy particular de nuestras conciudadanas que “osaron” con todo éxito incursionar en un bastión masculino por excelencia. La actividad naval.

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Despertares

¿Notó -amigo lector- cómo por arte de magia, de un día para el otro (en realidad se tomaron algunos días) las máximas autoridades relacionadas con la seguridad y la defensa de la Nación nos reconocieron todo aquello que nosotros -simples ciudadanos comunes- estábamos intuyendo desde hacía algún tiempo? Era verdad nomás, la inseguridad es una de las más altas de la región (según la ONU); el narcotráfico ya no usa estas pampas para ir y venir hacia o desde rentables mercados. Están aquí para quedarse y buena parte de lo que ya no sucede en Colombia sucede ahora en las principales ciudades de nuestro país. Las cárceles federales o provinciales parecen construidas con barrotes de cartón, cerraduras de juguete y muros de yeso.

Resulta ser así que luego de lo infinitamente difícil que es conseguir que finalmente un delincuente ingrese a la cárcel, salir de ellas (legal o ilegalmente) es mil veces más sencillo. El pasado jueves, todos vimos por TV cómo un peligroso delincuente que tuvo en vilo a la bonaerense durante seis horas, a pesar de su frondoso prontuario gozaba de un régimen de detención de puertas abiertas. Abiertas están las puertas de los penales, mientras usted, yo y todos ya no sabemos qué inventar para que las de nuestras casas se mantengan cerradas de la manera más segura posible.

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Llegó la paz a la “Libertad”

Con mucha menos repercusión mediática y social que en aquellos días de octubre a diciembre pasados, la diplomacia de nuestro país y la de la República de Ghana pusieron un definitivo final a la controversia desatada por la detención ilegal de nuestro buque escuela fragata “Libertad” en el principal puerto comercial ghanés durante su 43° viaje de instrucción.

Como usted recordará, amigo lector, el origen del embargo se debió al reclamo efectuado por un fondo de bonistas que no entraron en el canje de la deuda soberana de  Argentina, y que creyeron ver en la obtención de esta medida con poco sustento jurídico una buena forma de causar una conmoción política y social de envergadura tal, que diera lugar alguna alternativa más beneficiosa para sus intereses.

Y, tal como ha ocurrido ya en otras situaciones tal vez mucho más dramáticas y terribles, los argentinos tan propensos muchas veces a dividirnos por cuestiones menores antes que a unirnos por grandes ideales, nos pintamos la cara de celeste y blanco, nos hicimos “expertos” en aparejos marineros, fuimos gavieros por tres meses, y nos abrazamos y festejamos -como si fuera el gol del triunfo en una final del mundial de fútbol- cuando el Tribunal Internacional del Mar ordenó al gobierno de Ghana liberar a ese pedacito de Patria que ansiaba inflar sus velas con el viento que la trajera de regreso a su apostadero natural.

Claro que, entretanto, no faltaron las alternativas y condimentos vernáculos que también son parte inescindible de la argentinidad al palo; funcionarios que movían a sus agentes de prensa para aclarar que no eran los responsables del desacierto operacional de haber colocado a nuestra nave en un puerto donde no sólo no teníamos embajador ni mucho menos agregado naval, sino que además pertenecía a un país sobre el que desconocíamos prácticamente todo. Un funcionario de la cancillería recordaba hace algunos días que fue una suerte descubrir a tiempo que el Comandante de la fragata debería llevar bebidas alcohólicas como único obsequio aceptable por parte de las autoridades ghanesas; ya que la falta de este etílico elemento en un encuentro protocolar podía ser tomado como una falta de cortesía por parte del anfitrión.

Pero mientras “sordos ruidos” y “balas de tinta” cruzaban los despachos de la Cancillería , el ministerio de Defensa, la secretaría de Comercio Interior y quién sabe cuántos despachos más, la heterogénea oposición política no perdió oportunidad de intentar sacar alguna tajada de lo que pintaba como desastre nacional; desde una diputada que afirmaba que la fragata no era un buque militar (atacando desde la retaguardia al principal argumento de nuestra defensa) hasta colectas para juntar los 20 millones de dólares para pagar la fianza y algunas otras más.

Es justo reconocer que, si bien el gobierno y sobre todo el canciller (tal vez por no pedir asesoramiento antes de actuar) arrancó errando el rumbo, ya que el Consejo de Seguridad no era el lugar indicado para plantear el reclamo, rápidamente descubrió que en la lejana Hamburgo veintiún expertos internacionales en derecho del mar (entre ellos una argentina) constituyen desde hace años el tribunal internacional que se ocupa de estas cuestiones. Hacia allí se dirigieron poniéndose en manos de la que tal vez sea la mayor experta de nuestra diplomacia en cuestiones de derecho internacional ; me refiero a la embajadora Susana Ruiz Cerutti, quien junto a un equipo de expertos diplomáticos, demostró ante el tribunal que el embargo dispuesto por la justicia de Ghana violaba la Convención Internacional de Derecho del Mar.

Fue así que ni tuvimos que cortar las amarras y escaparnos de noche (fábula marinera ideada por algunos bravos marinos que solo ven el mar desde la orilla y en verano), ni el Capitán Salonio tuvo que cumplir el viejo mandato del Almirante Guillermo Brown -“Es preferible irse a pique que rendir el pabellón”. La fragata volvió a casa “libre de culpa y cargo” y todos festejamos. Siendo que (también hay que reconocerlo) esta vez la “terquedad” presidencial, obtuvo un rotundo éxito.

Pero acallados los fervores nacionales y populares, pocos son lo que entendieron que lo que Hamburgo dispuso fue ni más ni menos que una medida cautelar y que se ordenó a las partes someterse a un arbitraje internacional  en La Haya para dirimir la cuestión de fondo.

A esa instancia Ghana llegaría con un reclamo por las pérdidas sufridas por la negativa argentina a mover la nave a un muelle con menos movimiento comercial que el famoso “muelle 11” que la retuvo durante 74 días, y la Argentina llevaría su exigencia de resarcimiento económico por los daños materiales y morales sufridos por la retención y además con una exigencia de desagravio al pabellón nacional.  Ya que un buque de guerra en puerto extranjero se comporta de la misma manera que una embajada; es decir es un pedazo de suelo patrio en el exterior.

En el medio de los preparativos para la instancia arbitral, la corte suprema de Ghana determinó que el juez de primera instancia que nos embargó el barco se había equivocado. Esto simplificó las cosas y finalmente se acaba de cerrar el arbitraje lo que da por finalizado de una buena vez el conflicto y por sobre todo le da a nuestro barco escuela y a todos los bienes del Estado Argentino equivalentes (buques y aeronaves militares) un adecuado barniz de inmunidad frente a embargos de “buitres, halcones o palomas financieras” ya que difícilmente alguien vuelva a invertir tiempo y dinero en propiciar medidas judiciales con finales adversos ya anticipados por los hechos resumidos en esta columna.

MORALEJA. Las guerras, una vez finalizadas, son estudiadas y analizadas durante años, en claustros militares, diplomáticos y políticos. No solo de los países beligerantes sino por el resto del mundo. De allí se suelen extraer conclusiones (según el caso) para hacer la próxima guerra de una manera “mejor” o para aprender del pasado y evitar una guerra futura (mucho mejor por cierto).

La crisis de la “Libertad” será estudiada por varias generaciones de diplomáticos, políticos y militares ya que fue el primer caso de embargo de una nave militar por cuestiones que no tenían que ver con un conflicto bélico. Hubo un antecedente de un rompehielos soviético hace algunos años pero con condimentos muy diferentes.  El tema está en la oportunidad  que tiene nuestra sociedad y en especial nuestra dirigencia en sacar el adecuado provecho a este rotundo triunfo político y diplomático.

La fragata Libertad no tendrá seguramente una formación de militares ghaneses pidiendo disculpas; rindiendo sus sables en respetuoso saludo ante el paso de la bandera de guerra de la unidad naval. Seguramente tampoco recibiremos un peso de indemnización. Aunque sí el mundo sabrá que fuimos víctimas de un acto ilegal, arbitrario e injusto.

Pero puertas adentro, nos debería servir a gobernantes y gobernados, para redescubrir el valor de las estructuras profesionales de la Nación. Hemos desarrollado en los últimos años una formidable capacidad innovadora intentando dar vuelta como a una media a las estructuras básicas de la Nación. Y tal vez sea bueno asumir que no nacimos como sociedad jurídicamente organizada en 2003. Traemos a cuestas 200 años de aciertos errores y horrores. Pero estos dos siglos nos han permitido también crear instrumentos jurídicos, técnicos y académicos que hacen por ejemplo que tengamos embajadores como la doctora Cerutti. Médicos talentosos que asombran al mundo con sus descubrimientos, arquitectos reconocidos, profesionales en cada campo de la ciencia, del deporte, del arte, etcétera.

Me preocupa cuando veo a tanto improvisado ocupando un cargo para el que no está preparado, cuando se privilegia la afinidad política por sobre el interés de la Nación. Cuando maneja la seguridad quien se formó para curar y cuando veo a nuestra Prefectura Naval custodiando el Parque Chacabuco mientras Gendarmería Nacional recorre la periferia del Puerto de Olivos.

Acabamos de tener un éxito rotundo sobre el que poca gente tomará el adecuado conocimiento, aprendamos de él; tal vez si en lugar de dinamitar el pasado, lo readecuamos al presente, podremos reforzarlo adecuadamente para proyectarnos al futuro.

Cristina, la madrina argentina del Papa uruguayo

El próximo 30 de septiembre, Buenos Aires será protagonista de un hecho triplemente inédito. Por un lado, la más importante empresa de transporte fluvial de pasajeros del Río de la Plata (Buquebus) incorporará a su flota un nuevo barco dotado de propulsión a gas, un concepto de propulsión naval totalmente innovador que permite reducir prácticamente a cero la contaminación ambiental por gases de escape. A ello se le puede adicionar que la extraordinaria velocidad máxima que desarrolla la nave es de 58 nudos (107 kmts/hora). Piense, amigo lector, que si el barco se desplazara imaginariamente por la avenida General Paz, sería multado por exceso de velocidad.

En segundo lugar, si bien el nombre original de la embarcación sería el del fundador de la empresa naviera rioplatense (López Mena), la llegada del cardenal Bergoglio al sillón de Pedro en plena etapa final de alistamiento del buque produjo un radical cambio de planes. Será bautizado como “Francisco Papa”. Sin lugar a dudas, primer santo padre en ejercicio de su papado que tendrá un barco con su nombre.

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