Argentina, Máxima y la responsabilidad

Fernando Petrella

El objetivo principal de una buena diplomacia es lograr que el propio país se inserte virtuosamente en el sistema internacional. Que el país “sume”, que el país “pese”. Esto implica asociarse, no sólo con sus vecinos y su región, sino también y muy especialmente con aquellos otros países que, por su afinidad cultural, características y desarrollo, están en condiciones de ayudar al crecimiento y satisfacer así los intereses y necesidades de su pueblo.

Para que ello sea posible, la diplomacia tiene que recurrir a todas las circunstancias –a veces provocadas, a veces fortuitas– que ponen a su país bajo las luces y la atención de la opinión pública mundial, lo que resalta sus cualidades respecto de otros actores internacionales.

La coronación de Máxima como reina de Holanda es, en sí mismo, un hecho histórico relevante para Holanda, para Europa y para el mundo. Pero, aunque fortuito, es también un muy significativo para los argentinos y su Gobierno, que lo han festejado con sincero entusiasmo. En primer lugar, porque nos vincula con un país tradicionalmente amigo y con el que las afinidades en temas estratégicos surgen naturalmente. Argentina y Holanda coinciden espontáneamente en cuestiones de derechos humanos, desarme, no proliferación, medio ambiente y desarrollo, que constituyen los aspectos centrales de la agenda global y de las “metas” del Milenio de las Naciones Unidas. Además, porque se trata de dos países con gravitación en sus regiones, basada en el apoyo a las mejores causas, que son siempre las que tienen que ver con la defensa democracia, la integración, la unidad hemisférica y la búsqueda del bienestar de sus pueblos.

Toda la presencia Argentina, hace algunos años, en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en operaciones de mantenimiento de paz, y actualmente con la acción de los Cascos Blancos y en el G-20, promoviendo, por ejemplo, la eliminación de los paraísos fiscales, se relaciona con esa diplomacia activa y, cuando es necesario, también visible.

Pero, en realidad, el significado de Máxima para los argentinos debería ser más profundo. En efecto, Máxima es percibida como representativa de un sector muy numeroso y potente de la sociedad argentina, que desde la clase media y a través de educación, esfuerzo y ambición llega a ocupar una posición muy importante que le abre posibilidades para influir en un entorno muy amplio. Máxima demuestra que no se debe ceder a la pasividad a la indiferencia y al aislamiento. Demuestra que no se deben desperdiciar las propias cualidades cuando éstas sugieren un camino de relevancia y posiblemente también de grandeza. El mensaje para la Argentina es claro: Argentina tampoco debería sustraerse a sus responsabilidades internacionales y a su propia grandeza probada genuinamente en muchas ocasiones. Por eso, en el terreno de la política exterior, sorprende que no se haya aprovechado el liderazgo en materia de armas químicas y no proliferación nuclear, mediante alguna iniciativa propia de la Argentina para complementar los esfuerzos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y de la Agencia Internacional de Energía Atómica en las crisis de Siria, Irán y Corea del Norte. Sin embargo, éstas son delicadas cuestiones que se vinculan, precisamente, con aspectos en las que Argentina puede ejercer una genuina influencia. No se trata en modo alguno de “dividir” los esfuerzos de la comunidad internacional, mucho menos los de los países occidentales. Se trata de no ponerse a la “sombra” de los hechos y de tener presente que no deberíamos borrar con “pasividad” toda una historia de aportes al sistema internacional. La política de “no involucrarse” para que no “te involucren” debe terminar. Involucrarse no afecta la soberanía ni condiciona necesariamente. Mucho menos a un país de la dimensión de Argentina Ejercemos junto con Guatemala la representación de América Latina y el Caribe en el Consejo de Seguridad y eso conlleva responsabilidades concretas a la altura de nuestras posibilidades y grandeza.

El acceso de Máxima a la Corona de Holanda puede haber sido algo “fortuito” para Argentina. Pero, en lo que hace a la política exterior, brinda un instrumento invalorable que muestra nuestros mejores perfiles y ayuda a que Argentina “pese” y “cuente” aún más en el mundo. Aunque Máxima “haya dejado” de ser argentina, su ejemplo y personalidad no deben ser desperdiciados.