Acuerdo Cuba-USA y un escaso rol argentino

Fernando Petrella

Se ha atemperado la conmoción motivada por el comienzo de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Con la ventaja de contar con esa circunstancia, cabe intentar un análisis parcial a la luz de los elementos de información existentes.

Se trata de un evento muy importante porque inicia el camino de Cuba hacia la democracia. Es de esperar que esa democracia sea la que establece la Carta de la OEA, los Pactos de Derechos Humanos, la Declaración de Santiago de 1959 (que crea la CIDH) y la Carta Democrática Interamericana del 2001 por iniciativa de Perú y Argentina (Rodríguez Giavarini). Vale decir, pluralidad de partidos políticos, división de poderes, alternancia en el gobierno, libertad de expresión, entre otras instituciones que son la esencia de Occidente y también de América Latina y el Caribe. Abogar para que en el Hemisferio se practique la democracia representativa es responsabilidad colectiva que invita a no respaldar gobiernos autoritarios. Ello nunca podría implicar una discriminación ideológica hacia los pueblos que sufren el autoritarismo.

No confiemos en que este proceso, que recién comienza, resulte rápido, ni tracemos paralelos con la caída del Muro de Berlín. El aparato represor del castrismo sigue en pie como si nada hubiese sucedido y desde que se iniciaron los contactos entre Obama y Castro, las cosas no han mejorado. Esto explica la “cautela” o “apatía” de los cubanos.

Vale la pena detenerse en dos actores principales y necesarios, aparte de los protagonistas interesados que fueron EEUU y Cuba. Estos actores principales y necesarios fueron el Vaticano, ahora en la figura del Papa Francisco y Canadá – que oficio de “aproximador” – en la Stephen Harper, su Primer Ministro. El Vaticano es uno de los “poderes” considerado “conservador” y apegado a lo “tradicional”. El Papa Francisco un hombre genuinamente progresista, lo que implica su inclinación hacia los pobres nada especulativa, tal como demuestran sus antecedentes pastorales y sus preferencias políticas. Por su parte, Canadá es uno de los países más virtuosos del mundo según Naciones Unidas y muy independiente de los EEUU en su política exterior. En la ONU integró un grupo de países, junto con Argentina (Carlos Ruckauf), Chile, México y Suecia, que se opuso claramente a la invasión de Irak. Canadá sugirió asimismo retirarse de Afganistán y no participó en los ataques de la NATO a Kadaffi. Stephen Harper, que actuó personalmente de aproximador, es un cristiano evangélico, más bien conservador y neoliberal.

Se señaló como factor motivante el escenario poco propicio a Cuba en razón de la crisis Rusa y las dificultades venezolanas. No obstante, esta negociación -según hoy sabemos- se venía llevando a cabo desde hace algunos años. Es decir, Raúl Castro se flexibilizó ante la presión de su pueblo y la ineficacia del régimen socialista. Poco tuvo que ver el embargo. Salvo con EEUU, Cuba podía comerciar con quien quisiese, porque no existió bloqueo. Bloqueo es otra cosa. De hecho Cuba comerciaba con Rusia, China, Canadá, Europa, México, Argentina, Brasil y muchos otros. Bloqueo fue lo que impuso EEUU a los puertos de Nicaragua en los años ochenta. Esa acción fue declarada ilegal por la Corte Internacional de Justicia mediante un dictamen redactado por el jurista y diplomático argentino, José María Ruda.

El último punto de análisis se relaciona con el aparentemente escaso rol argentino, que se contradice con  una amplia trayectoria de involucramiento positivo en dicha región. Para no remontarnos muy lejos, respaldamos a Guatemala condenando el golpe contra Jacobo Arbenz en 1954 (Gerónimo Remorino); obtuvimos el ingreso a la OEA de los países del Caribe y propusimos también el ingreso de Canadá (Miguel Angel Zavala Ortiz, en 1964, y Canadá concretó su ingreso durante la gestión de Guido Di Tella); Arturo Frondizi le insistió a John Kennedy con que no había que aislar a Cuba, porque profundizaría su acercamiento al bloque comunista (Ver Memorias de Carlos Ortiz de Rozas y artículos de Albino Gómez y Eduardo De Simone); Miguel Angel Cárcano se opuso a la exclusión de Cuba de la OEA, acompañado por Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México (1962), Argentina fue activa en el Grupo Contadora para democratizar América Central (Dante Caputo y Gastón de Prat Gay, 1987) y Guido Di Tella introdujo en la agenda bilateral argentino/norteamericana la cuestión del levantamiento del embargo a Cuba, persuadido de que las comunicaciones y el comercio llevarían a dicho país hacia la normalización (1994).  Argentina también fue determinante en la recuperación democrática de Haití (Dante Caputo, Leandro Despuy, Guido Di Tella) y en la preservación de las instituciones republicanas en Perú y Paraguay (Guido Di Tella, Cesar Gaviria).

Por todo esto y por la tradicional amistad (la Presidenta Cristina Kirchner logró la salida de la científica Hilda Molina y su asilo en la Argentina), cooperación (Malvinas) y “complicidades” argentino/cubanas (colaboración de ambas dictaduras), sorprende que no hayamos tenido la posibilidad de hacer algún aporte no obstante nuestro liderazgo indiscutido en los temas políticos y humanitarios. De allí que corresponde lamentar la ausencia argentina y también de América Latina en una responsabilidad colectiva que a todos incumbe. Pero para Argentina en particular, que ha sido y es todavía, un vibrante motor político de América Latina y el Caribe, referente indiscutido en cuestiones humanitarias y enérgico defensor de la unidad hemisférica (Canadá hasta Tierra del Fuego), esta ausencia resulta más decepcionante. Que el Vaticano y Canadá – poderes centrales y “occidentales” – hayan llenado ese vacío, debe leerse como un enérgico llamado de atención, en particular para las dirigencias argentinas, políticas e intelectuales, y también para el Mercosur que aprobó en su momento una “cláusula democrática” a instancias de la diplomacia argentina (Guido Di Tella, Fernando Henrique Cardoso).

Como el proceso de democratización de Cuba no será corto, es posible que se nos vuelva a presentar la oportunidad que ahora no hemos utilizado. Seguramente el pueblo cubano sabrá agradecerlo.