El desempleo joven y los desafíos de las políticas públicas

Francisco Menin

La economía mundial vive un proceso de turbulencia desde la crisis de 2007, con una lenta recuperación que no logra hacer despegar las tasas de empleo. En el marco de esta nueva realidad son especialmente afectados los jóvenes y sus posibilidades de inserción en el mundo del trabajo. En mayo pasado la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó el informe “Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2013: una generación en peligro”, que da cuenta de la urgencia que presenta la temática y busca instalarla en la agenda internacional ante la certeza que hoy el desempleo tiene cara de joven.

Mientras que la tasa general de desocupación en el mundo es del 5,9 %, asciende al 12,6 % cuando se trata de jóvenes de hasta 25 años. En algunos países la situación llega a extremos alarmantes, como el caso de España donde las estadísticas oficiales fijan que un 57,22 % de los jóvenes se encuentran desempleados. Los porcentajes dan cuenta de una realidad donde 75 millones de jóvenes deambulan por el mundo en busca de un trabajo, el equivalente a la población de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay sumados.

En este escenario global, los jóvenes viven el desempleo con un especial estigma de vulnerabilidad. La OIT estima que tienen tres veces más posibilidades de estar desempleados que los adultos, y que en el caso que posean un trabajo, deben enfrentar malas condiciones laborales. En los países desarrollados existe una proliferación de empleos temporales y un creciente desaliento entre los jóvenes; y en los países en desarrollo los empleos son de baja calidad, informales y de subsistencia.

En la Argentina se reflejan las tendencias generales del mundo. Tomando como fuente la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que realiza el Indec, encontramos que en el 4° trimestre de 2012 la tasa de desocupación general era de 6,9 %, pero que asciende al 13,4 % entre los menores de 29 años. Si profundizamos el análisis, se destaca que la franja crítica del desempleo es entre los 18 y los 25 años con una tasa promedio de 17,5 %, y un pico 25,2 % a los 18 años. Otra tendencia alarmante que presentan las estadísticas es que el desempleo además de tener cara de joven, tiene cara de mujer. Los hombres menores de 25 años poseen una tasa promedio de 14,15 % de desempleo, mientras que entre las mujeres asciende a 22,9 %, con un pico de 33,1 % a los 19 años. Desigualdad que se extiende de manera marcada en la franja de edad de 25 a 29 años, donde la tasa entre los hombres es de 5,6 %, y entre las mujeres es de 11,5 %.

Los jóvenes de nuestro país también son la franja más vulnerable de los trabajadores. Realizando una comparación entre los datos de los cuatro relevamientos de la EPH durante 2012 se puede comprobar que un resfrío en el desempleo es una gripe entre los jóvenes. Analizando un período donde se produjo un aumento de 5 décimas en la tasa general de desocupación, pasando de 7,1 % a 7,6 %, encontramos que entre los jóvenes la suba fue de 17,1 % a 18,4 %, es decir 1,3 %, 2,6 veces más que la tasa general.

Similar efecto se produce cuando desciende la desocupación, tomando un período donde se produjo una baja de 7 décimas porcentuales en la tasa general, se observa que en la franja joven significó una variación de 3,2 %, es decir 4,5 veces más. Datos que demuestran que la vulnerabilidad laboral es cotidiana para los jóvenes de nuestro país.

Las tendencias son marcadas y profundas, el desafío de las políticas públicas es atenuarlas y revertir las desigualdades. Las experiencias son variadas en diferentes países del mundo, desde estrategias integrales hasta acciones espasmódicas. Pero la conclusión en todos los casos es que no logran los objetivos propuestos, nadie logra ponerle el cascabel al gato. En términos generales, las iniciativas que se impulsan se basan en formación de oficios o competencias, servicios de búsqueda de empleo, empleo directo o pasantías, subsidios o exenciones a empleadores o promoción de emprendimientos de jóvenes. Sin embargo ninguna logra un resultado contundente. Nuestro país ha sido testigo del Programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, una iniciativa que incluye una gran batería de medidas y es de una magnitud considerable.

Pero realizando un análisis macro, vemos que las estadísticas nos arrojan un panorama ambiguo. A finales del 2008, cuando comenzó la implementación del programa, la tasa de desocupación entre los jóvenes de 20 a 24 años era del 13,6 %, y a finales del 2012 ascendió a 15,2 %. Asimismo la tasa de actividad de esa franja etaria bajó de 63,3 % en 2008 a 59,6 % en 2012, es decir un 3,7 %. Paralelamente el índice de escolaridad pasó de 38,27 % en 2008 a 40,42 % en 2012, aumentando sólo 2,15 %. Eso significa que mientras 44.000 jóvenes ingresaron al sistema educativo, más de 32.000 han pasado a engrosar la categoría de NINI (ni estudia, ni trabaja) en estos cuatro años. Estadísticas agridulces.

El gran dilema es cómo encarar esta realidad, y la respuesta es con los jóvenes. El desafío es cualitativo y dual, trabajar en el mercado laboral y trabajar con los jóvenes. Una de las tristes herencias de las décadas de neoliberalismo es la fragmentación social, y como consecuencia el trabajo y el estudio han dejado de ser objetivos de realización personal para la juventud. El consumo ha ganado ese espacio. La significancia del trabajo pasó a ser meramente instrumental, un medio para el consumo. Pero sí la capacidad de consumo se obtiene por otros medios, por ejemplo los padres o la delincuencia, el trabajo queda completamente de lado. Hay que lograr que el trabajo y el estudio vuelvan a formar parte del proyecto de vida de nuestros jóvenes, y que el mercado los integre.

La OIT ha lanzado una iniciativa innovadora en este sentido, creando la plataforma www.decentwrok4youth.org, donde los jóvenes debaten e interactúan con funcionarios y expertos sobre las temáticas globales y locales de empleo joven: desempleo, pasantías, empleabilidad, migraciones laborales. Es una gran fuente de información y de experiencias para la Organización y para quienes trabajan en políticas públicas, conociendo de primera mano las realidades y necesidades de los jóvenes. Ese es el camino a seguir.