Disminuir brechas entre educación, trabajo y producción

El desarrollo de talentos es esencial para la competitividad del país. La mejora en la disponibilidad y la calidad del capital humano resulta clave para dar el salto de productividad que requiere un programa de crecimiento de largo plazo para Argentina, en un contexto global y regional altamente competitivo. Las brechas entre la demanda del sector productivo y la oferta educativa nos interpelan sobre varios desafíos que tenemos por delante.

Un estudio reciente que realizamos desde el Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) del Ministerio de Educación de la Nación reveló que, a pesar del contexto económico, la contratación de personal no se detuvo, pero tres de cada cuatro empresas (78,7%) tuvieron dificultades para cubrir las vacantes abiertas. Esto se debió principalmente a falta de competencias técnicas duras, falta de experiencia y de postulantes.

El impacto de esta brecha no fue neutral: 85% de las empresas advirtió que las limitaciones de mano de obra calificada de perfil técnico han incidido en su estrategia de negocios y competitividad, ya que las han forzado a operar con menores niveles de productividad y mayores costos o estándares de calidad por debajo de los requeridos por el cliente. Continuar leyendo

¿Dónde trabajarán los latinoamericanos en el mundo de la inteligencia artificial?

Parece haber llegado la hora de la inteligencia artificial (AI, por sus siglas en inglés). A partir del éxito de sistemas como Watson de IBM (el primero de AI en ganar el juego Jeopardy! contra contrincantes humanos) y más recientemente el programa Amelia, de IPsoft, la tecnología está precipitando cambios que pueden tener efectos de largo alcance sobre la naturaleza del empleo.

Emprendedores e innovadores insisten en que estas transformaciones marcarán el fin de la monotonía en el trabajo, pero las consecuencias podrían ir más allá. Según pronósticos de la consultora McKinsey, para 2025 la automatización podría reemplazar a unos 250 millones de trabajadores en todo el mundo. Esto podría significar una reducción de tareas repetitivas y tediosas, pero también implicaría que, sin una formación complementaria, muchos trabajadores quedarían despojados de los medios para desarrollar nuevas habilidades o bien comenzar su propio negocio. La mayoría de los análisis pone foco en los sectores obvios: trabajos de línea, ensamble u otros rutinarios, pero también impactará sobre otros trabajos basados en la interpretación de datos predecibles, fácilmente reemplazables con inteligencia artificial. La tercerización sentirá los efectos, gracias a que los costos de tecnologías de la información (IT, por sus siglas en inglés) se recortarán en un 60% hacia 2017 a partir de estas nuevas herramientas, según estimaciones de la firma Gartner, por lo que menos empresas trasladarán estos costos fuera de sus países.

Esto ha motorizado una enérgica conversación en los Estados Unidos. El libro Rise of the Robots: Technology and the Threat of a Jobless Future del emprendedor Martin Ford ha llamado la atención de todo el espectro político. Algunas publicaciones de referencia como The Atlantic Foreign Affairs han puesto el tema en sus portadas más recientes.

Para Ford, un futuro definido por la inteligencia artificial es inevitable. “Cambiará definitivamente una de nuestras presunciones básicas sobre la tecnología: que las máquinas son herramientas que incrementan la productividad de los trabajadores”, escribe en su libro. “Sin embargo, son las máquinas las que están convirtiéndose en trabajadores, mientras la línea divisoria entre capital y trabajo se desdibuja como nunca antes”.

Pero aun quienes se encuentran a la vanguardia de esta revolución tecnológica advierten sobre los potenciales riesgos. “Pienso que tenemos que ser muy cuidadosos sobre la inteligencia artificial”, dijo el cofundador de Tesla y SpaceX, Elon Musk. “Si tuviera que adivinar cuál es nuestra mayor amenaza existencial, posiblemente diría que es esta. Con la inteligencia artificial estamos convocando al demonio”. Estos comentarios hacen eco de las advertencias de Stephen Hawking y otros científicos e inventores.

Del otro lado del debate, los defensores de la inteligencia artificial dudan que los robots sean alguna vez capaces de sustituir a los seres humanos, por la creatividad, el liderazgo y la resolución de conflictos que solamente nosotros pueden proveer. Otros señalan que las disrupciones que ya ocurrieron por efecto de este tipo de tecnologías no son nada comparadas con la invención de la electricidad, la luz o el teléfono. Más del 80% de los estadounidenses solía ser granjero, por ejemplo, pero la tecnología les ha permitido dejar los campos e invertir su tiempo en otras cuestiones.

Esta conversación no ha tenido mucha cabida en América Latina, a pesar de que la inteligencia artificial podría tener un efecto negativo para la región. Mientras el comercio se expandió en los noventa, gran parte de la industria textil latinoamericana viró hacia Asia. Este patrón podría repetirse con la automatización si los call centers, los consultores en sistemas y el resto de la industria regional de tercerización de procesos (BPO, por sus siglas en inglés) deciden que es más barato “volver a casa”, a los Estados Unidos.

Es por eso que es tiempo de que los líderes de América Latina presten atención al potencial impacto de estas tecnologías, especialmente los funcionarios educativos y sanitarios, dos de los principales generadores de empleo en la región. Luciano Tourn, un director ejecutivo del proveedor argentino de servicios Grupo Gamma, señala que los sistemas de salud necesitan una gran cantidad de capital humano altamente calificado. Para el sector, el desafío no es la falta de trabajos, sino la escasez de trabajadores calificados. “En los próximos años, será cada vez más importante para los proveedores de salud poder atraer y retener a los principales talentos”, dice Tourn.

Aún no podemos saber si la inteligencia artificial exaltará los desafíos de la humanidad, como aventuran algunos, o si será capaz de solucionar algunos de sus problemas más acuciantes, como los tecnooptimistas argumentan. Lo que está claro es que estas tecnologías traccionarán cambios transformadores de uno u otro tipo en todo el mundo, especialmente en América Latina. Los líderes de la región deben empezar a prepararse.

Conectar talentos, estudios y salida laboral

En casi todas las industrias modernas, la tecnología está cambiando el modo en que los usuarios acceden a la información. Pero todavía vemos poco de estos cambios en la educación, especialmente en América Latina. Los padres no suelen tener acceso a información sobre la calidad de las escuelas, lo que los lleva a tomar decisiones basadas en otros factores, como la ubicación o las referencias de sus amigos. Esto ocurre incluso con las escuelas privadas, que “no comparten indicadores educativos reales con los padres”, dice Massimo Mazzone, fundador de Cadmus Academies, una nueva red de escuelas privadas de bajo costo en América Central. “Su posicionamiento está más ligado a elementos como el confort y la seguridad de las instalaciones en lugar de las estadísticas de acceso a la universidad o inserción laboral”.

El fenómeno se repite en la educación superior. Los rankings se enfocan en el tamaño de los campus, la cantidad de publicaciones del cuerpo docente y la evolución del financiamiento, en lugar de la escala salarial y las oportunidades de carrera de los alumnos. Sin importar si se elige una licenciatura tradicional de 4 años o algún curso técnico vocacional, prácticamente no hay buena información sobre el destino de los graduados. Continuar leyendo

La educación humanista en un mundo automatizado

“Nos estamos ahogando en información, mientras escasea la sabiduría”, escribe el renombrado científico E. O. Wilson, incluido en el prólogo de En defensa de la educación liberal, el último libro de Fareed Zakaria. Y agrega: “El mundo que viene será liderado por sintetizadores, aquellos que sean capaces de reunir la información correcta en el momento adecuado, analizarla críticamente, y tomar las mejores decisiones”.

Esta afirmación parece una sorprendente defensa de la humanidad, viniendo de un científico, especialmente en una era que vive obsesionada por la ciencia, la tecnología, la educación y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). Aun así, el testimonio de Wilson resume perfectamente el argumento de la obra de Zakaria: El supuesto conflicto entre las ciencias y las humanidades ha sido llevado a un extremo desproporcionado.

Zakaria no niega el peso de la ingeniería o de otras ciencias duras entre los campos más cotizados y demandados del futuro. Pero, sostiene, hoy resulta más crítico que nunca combinar la formación en las llamadas STEM con una base sólida en humanidades. En sus palabras, “en la medida en que trabajamos con computadoras (que es realmente el futuro de todo trabajo) las competencias más valiosas serán aquellas propiamente humanas, que las computadoras no logran sustituir -aun”. Continuar leyendo

¿Ayudará la enseñanza online a generar mayor acceso a la educación superior?

La educación superior se ha convertido en un paso obligado para competir en el mercado de trabajo del siglo XXI. Diversos estudios han demostrado que las personas con títulos superiores -de institutos comunitarios, programas de formación técnica o universidades tradicionales- tienen mejores salarios a lo largo de su vida, pero además gozan de una mayor movilidad social, una esperanza de vida más larga y mayores oportunidades.

A pesar de estos hallazgos, la enseñanza postsecundaria es aún escasa en las economías emergentes como en las latinoamericanas. Y en los países más desarrollados, los costos -y la consecuente deuda- se han disparado. Un informe reciente de los investigadores de Harvard Claudia Goldin y Lawrence Katz sostiene que “las ganancias asociadas a la educación superior en EEUU se han elevado de modo marcado desde 1980, sugiriendo que la oferta de formación para el trabajo no ha podido seguir el ritmo de la demanda”. Continuar leyendo

Potenciando la inversión social de impacto

Para muchos, América Latina está asociada a una larga lista de atributos negativos: narcotrafico, corrupción, violencia pandillera y crimen organizado. Sin embargo, nuestro nuevo reporte Harnessing Social Impact Investing in Latin America ayuda a contrarrestar algunos de esos mitos. En efecto, en el campo de la inversión social de impacto, la región se ubica a la vanguardia de las nuevas tendencias globales.

El informe, publicado por el Atlantic Council, demuestra que la inversión de impacto – el uso de fondos y herramientas de inversión para financiar programas y emprendedores que generan ganancias a la vez que brindan servicios públicos esenciales –está alcanzando un punto de inflexión en la región. Bajo el subtítulo “Capital Privado para el Bien Público”, analizamos cómo emprendedores e inversores contribuyen con el progreso social en los ámbitos de la educación, la salud pública y otros sectores de impacto.

En el 2013 el 19% de las inversiones de impacto a nivel global estaban dirigidas hacia firmas y organizaciones situadas en América Latina. Ello aun a pesar de que sólo el 4% de los inversores globales de impacto se encuentran basados físicamente en la región. Un motivo fundamental de la popularidad de América Latina entre estos inversores es la demografía. La clase media se ha expandido de un modo dramático en la última década, acompanada de un crecimiento económico sostenido y programas gubernamentales que sacaron a miles de familias de la pobreza.

La creciente clase media demanda a los gobiernos una mejora en los servicios sociales, desde la educación hasta la vivienda y la salud. Hoy, el 20% de la población tiene entre 15 y 24 años de edad, y cada vez más de ellos –conocidos como “NiNis” (ni estudian ni trabajan)— tienen pocas oportunidades en el mercado laboral. Aquí, la inversión de impacto puede ofrecer nuevas alternativas a través de la educación técnica y la formación para el trabajo. Como el columnista del New York Times David Brooks escribió recientemente, “no sustituirá al gobierno o será la panacea, pero es una herramienta más para atender a problemas sociales”. En otras palabras, donde los gobiernos llegan a un límite, el sector privado puede ayudar.

La tecnología también es un factor clave. Los jóvenes de hoy son “nativos digitales” en una región donde la penetración de Internet crece rápidamente y se espera que en 2015 sobrepase el 54%. Los millenials latinoamericanos exhiben un espíritu emprendedor y una marcada preocupación por la justicia social, dos ingredientes claves para inversiones de impacto exitosas.

Entonces, ¿de qué se tratan puntualmente estos programas? Nuestro informe examina diversos casos liderados por el sector privado, agencias gubernamentales y organismos multilaterales –llamados los rayos de la rueda de la inversión de impacto.

Algunos de los fondos privados más exitosos incluyen al brasileño Gera Venture Capital, el fondo mexicano IGNIA, o el fondo regional Elevar Equity. Elevar, por tomar un caso, distribuyó US$94 millones a más de 11 millones de hogares a través de servicios como microcréditos, salud rural y préstamos hipotecarios, con ROI’s superiores al 20%. Los fondos multilaterales, asimismo, como el Fondo Multilateral de Inversión (FOMIN) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), juegan un rol fundamental.

Junto con ellos, se encuentran los propios emprendedores, como el Grupo Compartamos, el mayor grupo de microfinanzas en la región, con más de 2.4 millones de clientes. Otro start-up mexicano, FINAE, ofrece préstamos de bajo costo a miles de estudiantes mexicanos. El informe argumenta que, aunque el emprendimiento social es motorizado por el sector privado, los gobiernos tienen un importante papel, ya que proveen reglas de juego claras e invierten en infraestructura estratégica, como internet de banda ancha. Los gobiernos también pueden absorber parte del riesgo al apoyar iniciativas prometedoras que se encuentren en estadios incipientes.

Este último rol viene siendo asumido por incubadoras de negocios con respaldo público en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, y México. Start-Up Chile es quizás el más aclamado, y a traves del caul el gobierno chileno ofrece directamente capital semilla de hasta US$40.000 a emprendedores calificados. El Instituto Nacional del Emprendedor (INADEM) en México e IncuBA en la Ciudad de Buenos Aires son otros dos ejemplos del rol promotor que están desempeñando los gobiernos.

Mientras la inversión de impacto aún enfrenta numerosos desafíos en la región –la falta de métricas consistentes, la escasez de capital inicial—estos casos de éxito demuestran que los proyectos bien manejados pueden tener impactos sociales significativos. El desafío que tenemos por delante es encontrar el modo de desplegar este potencial –identificar a los emprendedores en los estadios más precarios de desarrollo y conectarlos con las redes de negocios y los capitales adecuados.

La transición hacia una economía de alta productividad

En la última década, América Latina mantuvo niveles llamativos de crecimiento mientras EEUU y Europa se debatían en medio de la crisis económica. Y aun cuando los desafíos sociales históricos de la región –incluyendo altos niveles de pobreza, desigualdad, informalidad laboral y baja calidad educativa- mostraron avances, siguen siendo un gran impedimento para construir economías más sólidas e inclusivas.

Una lección central de los últimos años es que mientras el equilibrio fiscal y la estabilidad macroeconómica son necesarios para el crecimiento económico, no bastan para subsanar las deudas sociales más profundas. Al mismo tiempo, aprendimos que los esfuerzos gubernamentales aislados tampoco son suficientes –a veces por falta de financiamiento pero también a menudo dada la carencia de innovación y de implementación efectiva.

El fenómeno se replica en el campo de la educación técnica y vocacional que podría preparar a más estudiantes latinoamericanos para empleos altamente calificados. Informe tras informe se demuestra una profunda desconexión entre los contenidos enseñados en la escuela y los requeridos por el sector privado. Pero ni el mercado ni los gobiernos han logrado  solucionarlo.

Datos del Enterprise Survey del Banco Mundial revelan que el sector empresario latinoamericano tienen mas dificultades que el de cualquier otra región para reclutar talentos. Más del 35% de las empresas de la región afirman que una fuerza laboral mal calificada es su principal impedimento para la expansión de su negocio, contra el 22% en África Subsahariana o el 17% del Sudeste Asiático. Las empresas latinoamericanas son también las que sufren de los mayores periodos de posiciones vacantes.

Los gobiernos han estado lidiando con el tema por algún tiempo con pocos resultados visibles. Uno de los precursores, el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) de Colombia, fue lanzado en 1957, mientras que el más nuevo, el programa Bolsa Escola de Brasil, data de 2001. Argentina, México y Chile han realizado esfuerzos similares.

El Banco de Desarrollo de América Latina – CAF presentó un informe sobre este tema llamado Educación Técnica y Formación Profesional (ETFP). El estudio reveló que las Pymes generalmente necesitan ofrecer sus propios programas de entrenamiento dado que, sobre todo para las posiciones de menor nivel, casi no existen alternativas públicas o privadas de formación para sus potenciales empleados. Tampoco está claro cuan valiosa sería la acreditación dada por instituciones públicas –aunque hay poca evidencia, el mercado parece preferir las acreditaciones privadas ofrecidas con el respaldo de grandes empresas como por ejemplo la Cisco Networking Academy, Adobe Certification o el Amazon Web Service.

Conseguir empleo ya no es suficiente para empezar a desarrollar habilidades profesionales, especialmente en sectores donde la automatización está reemplazando a la mano de obra. En estas industrias tecnificadas se requieren conocimientos más sofisticados, en particular habilidades técnicas y una mentalidad creativa orientada a la solución de problemas.

Al mismo tiempo, mientras el retorno a los empleos más calificados se incrementa, estos beneficios no siempre están claros para los individuos que toman las decisiones educativas. Este es un punto en el que los gobiernos tienen un rol concreto que desempeñar: brindando información certera, transparente y accesible sobre las carreras con mayor demanda y las habilidades que requieren.

El entorno regulatorio es otro de los desafíos pendientes. La falta de una regulación clara significa que es imposible diferenciar las instituciones de mayor y de menor calidad. Al mismo tiempo, las escuelas y los programas exitosos encuentran trabas para expandirse y tener éxito por la falta de transparencia en los requerimientos. Además de minar la innovación, este escenario pone en riesgo a los propios estudiantes.

Los gobiernos necesitan poder evaluar de un modo efectivo la calidad de las nuevas instituciones educativas e identificar a aquellas que flaquean. Los programas públicos están en una posición de privilegio para proveer información objetiva y brindar a los desocupados alternativas de formación que puedan devolverlos al mundo del trabajo y la productividad.

Mientras América Latina emerge de una década de crecimiento basada en la exportación de commodities con altos precios internacionales, hoy se enfrenta a su próximo desafío: la transición hacia una economía de alta productividad. Mantener la estabilidad macroeconómica será crucial, así como ampliar la infraestructura regional y continuar luchando contra la pobreza. Pero para crear sectores económicos verdaderamente robustos que puedan elevar la calidad de vida, será imperativo equipar a los trabajadores de todos los niveles con las habilidades necesarias para progresar. Difícilmente lo logremos sin un sector técnico y vocacional más fuerte.

La economía on-demand y la brecha global de talentos

El mundo está cambiando a un ritmo sin precedentes. Internet y los avances tecnológicos han transformado los negocios, la industria, la administración gubernamental, y prácticamente todos los aspectos de nuestra vida diaria. Mientras la penetración de la computación llevo décadas, los celulares, y más recientemente los smartphones, han proliferado en tan solo unos pocos años.

Hoy la mayor parte de la población mundial usa teléfonos inteligentes. Además, lo que se conoce como “internet de las cosas” (o “the internet of things”) nos está conectando con nuestros electrodomésticos, nuestros autos, y nuestros edificios a través de inteligencia artificial virtual. Esto ha tenido sus implicancias en la economía, a medida que la automatización estimula la productividad y la eficiencia desplazando a los trabajadores de las industrias tradicionales.

También ha provocado la expansión de la llamada “economía colaborativa”, muy positiva para los consumidores pero disruptiva para viejas formas de empleo. Uber desafía a los taxistas tradicionales, Airbnb hackea a la industria hotelera, ZipCar compromete a las agencias de alquiler de autos, y los servicios de streaming como Netflix revolucionan a las productoras dominantes de televisión y cine y a los cableoperadores. Mientras hay mucho por explicar desde un punto de vista sociológico acerca de la confianza que generan estos servicios sin el respaldo de una marca o una empresa, es claro que todos estamos actuando cada vez más como si fuéramos cada uno pequeñas empresas.

El impacto sobre el mercado laboral –y por tanto sobre el tipo de educación y entrenamiento necesario parar progresar—aún debe ser evaluado. Pero sabemos que el contrato convencional entre empleado y empleador esta rompiéndose. Las empresas ya no pueden ofrecer como antes la seguridad del empleo de por vida, y como consecuencia los jóvenes posiblemente cambien de trabajo más de una docena de veces a lo largo de su carrera. Casi un tercio de los trabajadores norteamericanos ya son “virtuales”, y la consultora PWC estima que para 2020 la movilidad laboral se incrementara en un 50%.
Como consecuencia, la competencia por el talento es más intensa en todos lados, aun cuando el futuro del trabajo es más incierto. Un estudiante en Brasil está compitiendo contra otros en Singapur o Marruecos.

Al mismo tiempo, las empresas tienen cada vez más dificultades para encontrar los talentos que necesitan para sus negocios globales y de alta tecnología. El informe de PWC también encontró que a casi dos tercios (63%) de los CEOs globales les preocupa no poder encontrar los empleados con las habilidades y el suficiente espíritu innovador para cubrir las posiciones abiertas. McKinsey estima que habrá un déficit de unos 85 millones de trabajadores calificados hacia 2020.

Aquí es donde el alza del trabajo cuentapropista y la economía colaborativa, a menudo basadas en aplicaciones de celular, entran en juego. 53 millones de estadounidenses -34% de la fuerza laboral- están trabajando de forma independiente y el número continua creciendo. Como señala The Economist, esta tendencia “desafiará muchos de los supuestos fundamentales del capitalismo del siglo XX”.

Para empezar, desafía la lógica original de agrupar trabajadores en empresas. Unificar la actividad económica bajo el paraguas de grandes compañías reducía los costos de transacción, resolvía los problemas de coordinación inherentes a la producción industrial, y conectaba la oferta con la demanda. Pero ahora, cualquiera con un teléfono móvil puede ofrecer sus bienes y servicios a consumidores potenciales de todo el mundo moviendo un solo dedo. (Las empresas también se benefician, ya que pueden tercerizar servicios rutinarios y menores a trabajadores freelance y enfocarse en otras competencias estratégicas).

Y mientras tanto, nuestra política pública queda rezagada, con mercados laborales regulados y estructurados para una economía diferente –basada en la seguridad laboral, generosas pensiones, y de beneficios otorgados por el empleador. Todas estas tendencias juntas –conectividad, emprendedorismo móvil, la ruptura de las relaciones corporativas tradicionales, y la brecha global de talentos- significa que nuestros estudiantes enfrentan presiones inesperadas así como oportunidades inimaginadas. Ellos tendrán que adoptar lógicas innovadoras y resolutivas, y prepararse para una vida profesional adaptándose permanentemente al cambio.

Es un reto para nuestros sistemas educativos desactualizados, y aquellos estudiantes que queden rezagados deberán competir con trabajadores de todo el mundo. Pero aquellas escuelas, ciudades, estados y países que puedan adaptarse a la economía on-demand podrán cosechar los beneficios de una productividad creciente y el avance tecnológico.

La voluntad política es clave para una reforma educativa exitosa

“La escuela estaba en pésimas condiciones –bajas tasas de graduación, violencia pandillera filtrándose desde un vecindario convertido en un campo de batalla, y una comunidad educativa cercana a su punto de quiebre.” A diferencia de lo que uno podría imaginar, no es la historia de una comunidad marginal en un país en desarrollo. En relato proviene del corazón de Nueva York, según cuenta Joel Klein, responsable del sistema educativo de la ciudad durante la administración de Michael Bloomberg.

A comienzos de la década de 2000, cuando Klein asumió su función, Nueva York enfrentaba desafíos similares a los de varias ciudades latinoamericanas. Bajo rendimiento –especialmente en comunidades vulnerables- , falta de rendición de cuentas, carencia de alternativas educativas para los padres, y pesadas burocracias obstruían casi por completo las posibilidades de reforma. En su nuevo libro, Lecciones de Esperanza: Como Corregir nuestras Escuelas, Klein comparte su experiencia sobre la transformación de un sistema “con escuelas a medida de las necesidades de los alumnos, no de los adultos.”

Mientras muchos reformadores parecen dedicar su retórica a apaciguar a los críticos, Klein toma otro camino. Por el contrario, ofrece una decidida defensa, arraigada en su paso por la función publica, de los motivos por los que es más necesario que nunca evitar que las reformas educativas se liguen a los ciclos políticos. “Klein produjo un excelente material para la reforma educativa a nivel urbano”, sostiene Esteban Bullrich, actual Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires –un sistema muy parecido al neoyorquino por tamaño y cantidad de estudiantes.

“Los datos –encuestas, estudios, reportes- son muy importantes, pero sobre todo se necesita liderazgo,” continua Bullrich. “Construir un equipo competente, el apoyo de tu jefe –el jefe de gobierno- sea local o federal, y se necesita lidiar con una gran variedad de grupos de interés: la comunidad de negocios, sindicatos, los medios, grupos de padres, todos los cuales tienen perspectivas y puntos de vista contrapuestos. Este tipo de liderazgo político es clave para sostener la reforma y generar mejoras reales para los alumnos.”

En esta línea, Klein articula una estrategia clara para sistemas escolares de baja calidad, basada en cuatro pilares de cambio. Los dos primeros tienen que ver con inyectar más opciones y flexibilidad en el sistema, promoviendo escuelas independientes de gestión mixta y cerrando otras que no producen resultados. Un tercer punto es implementar políticas que “empoderen a directores y les permitan ser los verdaderos líderes de sus escuelas,” mientras que el último paso es promover la innovación en un sistema que ha operado por largo tiempo como un virtual monopolio excluyendo a nuevos participantes, nuevas tecnologías y nuevos métodos pedagógicos.

La experiencia de Klein debería ser particularmente interesante para los reformadores en otras ciudades alrededor del mundo. Una de sus mejores iniciativas ha sido la creación de las llamadas “iZone” o clusters de escuelas que reciben financiamiento específico para experimentar nuevas metodologías de enseñanza. De este modo, las buenas –y malas- ideas pueden ser testeadas a baja escala sin imponerlas sobre todo un distrito educativo.

La idea del iZone reafirma que las mejoras educativas en general son primero generadas a nivel local. Esto es particularmente cierto en América Latina, donde las prolíficas burocracias federales en grandes países como Brasil, México y Argentina complican al extremo los procesos de reforma a escala. Colombia bajo el liderazgo de la actual Ministra Gina Parody y su Vice Luis Enrique García, puede ser una excepción, pero las más destacadas reformas se has visto a nivel local, como las impulsadas por Bullrich en Buenos Aires o Claudia Contin en Rio de Janeiro.

Mientras Klein ahonda en sus políticas, vuelve una y otra vez sobre la cuestión del liderazgo, enfocándose en la construcción de equipos, evaluaciones de impacto y construcción de coaliciones como si estuviera escribiendo un libro de estrategias de campaña o negocios. En ese sentido, su libro es muy original. El espacio educativo está lleno de expertos en políticas educativas, pero es difícil encontrar análisis sobre la acción política necesaria para llevarlas adelante.

La esperanza de Klein es que una nueva generación de reformadores pueda beneficiarse de sus experiencias. La planificación de la comunicación y de la estrategia es esencial para el éxito de cualquier reforma estructural, especialmente una tan compleja y sensible como la educativa. Los interesados en reformar la educación en América Latina no deberían dejar de leer las lecciones de Klein!

La calidad educativa en América Latina está en manos de los docentes

Todos los días parece haber más evidencia de que los docentes son el factor más determinante cuando hablamos de calidad educativa. Un mayor entendimiento del rol de los docentes es vital para darle foco a los esfuerzos de reforma y direccionar los recursos de manera más efectiva. El desafío es grande: hay unos 7 millones de maestros en América Latina y el Caribe, de acuerdo a un reporte reciente del Banco Mundial, lo que representa alrededor de un 4% de la fuerza laboral y un 20% de los profesionales, mientras sus salarios equivalen a casi un 4% del PBI regional. Se desempeñan en condiciones que van desde aulas al aire libre en zonas rurales hasta instalaciones con aire acondicionado en ricas áreas urbanas.

Entonces, ¿cómo se puede mejorar el desempeño docente en la región, en medio de tantas particularidades locales?

En su reporte, “Great Teachers: How to Raise Student Learning in Latin America and the Caribbean,” el Banco Mundial ensaya posibles respuestas. En quizás uno de los informes más exhaustivos sobre la profesión docente, los investigadores realizaron más de 15.000 visitas sorpresas a aulas en más de 3000 escuelas públicas entre 2009 y 2013.

Así, llegaron a una serie de interesantes conclusiones. La publicación The Economist sintetiza los hallazgos: “El principal motivo de la crisis educativa latinoamericana es simple. La región capta grandes cantidades de docentes de entre los egresados menos lucidos. Los entrena pobremente y les paga peniques (entre el 10 y el 50% menos que otros profesionales). Como resultado, la enseñanza es mala.”

En efecto, el Banco Mundial revelo que los docentes de América Latina en general pasan apenas el 65% de su tiempo enseñando –comparado con el promedio internacional que ronda el 85%. Este no es un problema que se solucione fácilmente con nuevas tecnologías o mejores materiales –el informe destaca que aun en escuelas con conectividad a internet, computadoras u otros dispositivos de aprendizaje avanzados, los maestros generalmente usan lo que mejor conocen, el pizarrón.

En consecuencia, las cifras sobre la pérdida de tiempo en el aula indican que hay que prestar atención a un problema más fundamental: el modo en que los docentes son reclutados, entrenados y compensados por su desempeño. Desafortunadamente, hacer cambios en este sentido no es tarea fácil dada la influencia de varios actores con un decidido interés en mantener el statu quo –incluidos sindicatos docentes, administraciones universitarias, e institutos de formación.

Sin embargo, no todas las mejoras son necesariamente complejas, de acuerdo a Javier Luque, uno de los autores del reporte del Banco Mundial y un especialista en educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Luque sostiene: “Interactuando con maestros en miles de aulas, encontramos que a menudo los mayores problemas tienen que ver con cosas muy simples: una vez que tenemos docentes en el aula, el sistema debería garantizar que usen el tiempo en promover el aprendizaje de todos sus alumnos. Los estudiantes no pueden recuperar el tiempo perdido. En muchos casos vimos desperdiciar hasta un tercio del tiempo de clase esperando que sonara el timbre. Solo imagínense las actividades que se podrían haber hecho en todo ese tiempo”

“Los alumnos van a la escuela a aprender,” agrega, “y por lo tanto todos los actores del sistema deben alinearse para asegurar que el aprendizaje ocurra. Esto suena muy sencillo, pero lamentablemente no está ocurriendo.” Uno de los posibles motivos es que los docentes de menor rendimiento ya poseen los conocimientos técnicos o las habilidades cognitivas, pero la falta de señales claras en cuanto al aprendizaje de sus alumnos los previene de avanzar.

Al mismo tiempo, Luque argumenta que se necesitan reformas más profundas. “Estas se refieren a modernizar la formación docente y los sistemas de evaluación,” dice. Esto resulta crítico “a fin de obtener mejor información sobre lo que funciona y lo que no –y así saber cómo y dónde intervenir.”

Algunos países como Chile, México, Perú y Ecuador han aprobado regulaciones para incrementar las evaluaciones. A la vez, grandes ciudades como Río de Janeiro y Buenos Aires están tomando la delantera. En cada uno de estos casos, las propuestas encontraron fuerte resistencia por parte de los sindicatos docentes, quienes se opusieron a vincular el desempeño al progreso de carrera.

Pero en mi conversación con Luque, él insistió en que esas “señales” son exactamente lo que nuestros sistemas educativos no están advirtiendo. “En América Latina, la mayoría de las aulas son como una ‘caja negra’: el sistema desconoce lo que realmente sucede en ellas. Eso limita sustancialmente las posibilidades de mejora”. Hacer esto explicito –y atarlo a procesos rigurosos de evaluación- puede hacer una gran diferencia.

El informe presentado por Luque y sus colegas presenta no solo un vigoroso retrato de la educación latinoamericana sino también una serie de buenas ideas para arreglarlo: mejores directivos, más intercambio de experiencias, y la reducción de la carga de tareas administrativas de los maestros.

Aun así, pone poco foco en los recursos que se necesitaran a nivel sistémico para alcanzar estas reformas. El ámbito político es donde radican los verdaderos desafíos y, con grupos poderosos listos para oponerse a cualquier cambio, los reformadores deben construir estrategias políticas tanto como recomendaciones técnicas. Ese, quizás, sea un buen tema para el próximo reporte.