Reforma educativa en México: lo más difícil está por venir

Gabriel Sánchez Zinny

Lucía, una residente de la ciudad de México, se quejaba que estuvo parada en el tráfico por siete horas. Pedro, de Guatemala, no puedo volar a su casa luego de que la protesta forzara a cerrar el aeropuerto y cancelar la mayoría de los vuelos.

Estas historias le serán familiares a cualquiera que haya estado por México en las últimas semanas. El desorden que se vio en el centro de la ciudad fue ocasionado por diferentes manifestaciones y protestas de los sindicatos de maestros, contrarias a las reformas educativas promovidas por la administración Peña Nieto, que generaron intensos debates en todos los sectores de la sociedad mexicana.

El debate es ciertamente bienvenido, muy necesario, y un buen ejemplo para otros países de América Latina. Mejorar la calidad de la educación es fundamental para el futuro de México. En los indicadores internacionales, el país está casi 70 puntos por debajo del promedio de países de la OCDE en comprensión lectora, y todavía más abajo en matemática y ciencias. Menos de uno por ciento de los estudiantes califica como “excelente” en matemática, comparado con 30 % en Hong Kong. La mayoría de estudiantes mexicanos, un 54%, no terminan los estudios secundarios, y solo 10% se gradúan de la universidad.

Evidentemente, el financiamiento no es la raíz del problema, y tampoco una rápida solución. México tiene los mayores niveles de inversión educativa, como porcentaje del producto bruto, y más dinero va al pago de salarios docentes que en cualquier otro país de la OCDE.

Desde el comienzo de su mandato, el presidente Peña Nieto ha mostrado voluntad reformista, impulsando cambios en el sector energético, de telecomunicaciones y financiero, buscando atraer inversión y promover empleo. Pero mejorar la economía del país no será posible sin mejorar el capital humano.

El Congreso mexicano aprobó en septiembre las leyes que cambian el sistema educativo, lo que precipitó la manifestación de los maestros en la ciudad. La reforma produce cambios en la carrera docente, incluyendo la creación del instituto nacional de evaluación que tomará exámenes a todos los maestros, e incorpora un sistema de selección más competitivo, permitiendo que puedan participar profesionales de otras carreras también. A su vez, la llamativa práctica de transferir o vender títulos docentes a familiares o amigos será ilegal, y los maestros que trabajen a tiempo completo para el sindicato no podrán recibir otro salario.

Si bien los cambios en la carrera docente y la evaluación de los maestros son los que han generado una oposición más visceral, existen otras reformas menos visibles, que probablemente tengan más impacto en el largo plazo. “Primero y principal”, dice David Calderón, director ejecutivo de Mexicanos Primeros, un instituto de la sociedad civil que tuvo un papel fundamental en promover la reforma, “la legislación establece que todo ciudadano mexicano tiene el derecho a una educación de calidad, con énfasis en calidad. Asegurar educación universal no es suficiente, si no es una educación de calidad, que prepare a los alumnos para la sociedad del conocimiento que les tocará vivir”.

De igual importancia es el componente de la reforma que busca involucrar más a los padres. La legislación contempla que los padres formen parte en consejos que ayuden a supervisar escuelas, presupuestos, sistemas de evaluación y currículum. El Instituto Mexicano para la Competitividad está colaborando en esta línea, con el innovador proyecto Mejora tu Escuela, que nuclea información de todas las instituciones, públicas y privadas, dando la oportunidad a los padres, alumnos y otros interesados en la educación de comparar los resultados de las escuelas.

Observando las protestas, se podría concluir que los únicos actores involucrados son los sindicatos y el gobierno. Pero ¿qué piensan de las reforma aquellos más afectados por ellas, como los estudiantes y los padres? De hecho, diferentes encuestas en México han mostrado frustración pública por el estado de la educación y una mayoría apoya los cambios propuestos. De acuerdo con el Centro de Estudios Sociales y Opinión Pública, el 52% de la población considera que las reformas mejoran la educación de México. Y sólo el 20% de los entrevistados simpatizan con las protestas. Otras encuestas muestran que el 88% de la población apoya la creación de un sistema de evaluación de los maestros.

El presidente Peña Nieto parece haber entendido correctamente la inclinación de la opinión pública hacia una reforma educativa, aunque todavía existan muchos intereses creados que se oponen. Recientemente dijo que “en los siguientes meses estaremos escribiendo el futuro de México”. Puede ser cierto, pero el desafío mas difícil, ejecutar la reforma, está todavía por delante.