La inversión social de impacto

La filantropía está de moda en América Latina. Más fundaciones corporativas, familias e individuos de alto patrimonio se están involucrando en inversiones de impacto social. En una región donde el gobierno todavía es el principal proveedor de programas sociales y la filantropía se mantiene escasa, especialmente comparada con los Estados Unidos, este es un bienvenido desarrollo.

Colombia, una de las estrellas económicas de la región, puede ser el mejor ejemplo de esta creciente cultura filantrópica en América Latina. En ese país, la comunidad empresarial se involucró en la provisión de servicios sociales, de salud y educación, más que en cualquier otro de la región, debido al vacío que dejó el Estado en los largos años de conflicto armado.

Durante el extenso conflicto de guerrilla y narcotráfico, el alcance del estado estaba severamente limitado, y el nacimiento de fundaciones empresariales en todo el país permitió llenar ese vacío. Una de esas organizaciones es la Fundación Luker, la rama filantrópica de Casa Luker, empresa líder en fabricación de chocolate. Pablo Jaramillo, el director general de la Fundación Luker, en una presentación reciente en el Atlantic Council en Washington DC, explico “las fundaciones en Colombia son principalmente locales, no nacionales, concentrándose en proveer servicios que el gobierno no lograba brindar”

Carolina Suarez, la Directora Ejecutiva de la Asociación de Fundaciones Empresariales (AFE) está de acuerdo, y resalta que esto es especialmente cierto en el sector educativo “De las 56 fundaciones afiliadas con AFE, 43 consideran mejorar la educación una prioridad”. Y continua, “este interés comenzó hace décadas y se está expandiendo cada año, en todo el país, brindando innovación a este sector.”

De hecho, según la encuesta más reciente conducida por la Asociación Nacional de Empresarios (ANDI) de Colombia, la cual entrevistó a casi trecientos presidentes de distintas compañías, “lograr la educación primaria universal” fue la prioridad del 40% de ellos. Otras áreas altamente valoradas incluyeron la reducción de la pobreza y la protección del medio ambiente.

Otros grupos filantrópicos importantes de Colombia incluyen la Fundación Corona, Dividendo Por Colombia, y la Fundación Carvajal. Dividendo, liderada por María Teresa Mojica, cumplió su decimoquinto año de operaciones en el 2013. La organización se concentra particularmente en los niños más vulnerables – aquellos aislados en escuelas rurales “multigrado”, desplazados por la guerra, y afectados por la pobreza. Sus esfuerzos para entrenar a maestros con métodos de enseñanza participativos, centrados en los estudiantes, ahora alcanzan a más de 100.000 alumnos por año.

¿Pero tiene real impacto las fundaciones en mejorar la educación? ¿Les es posible escalar sus esfuerzos a niveles masivos? El ex alcalde de Nueva York, empresario y filántropo Michael Bloomberg recientemente afirmo, “Todos los billonarios juntos contribuyen muy poco comparado con la cantidad de dinero que el gobierno gasta.” Por eso el desafío consiste en mejores interacciones público-privada. Donde emprendedores y fundaciones pueden traer innovación y nuevos proyectos, más difícil para las burocracias estatales, probar que tienen impacto, y luego ser escalados en colaboración con los gobiernos.

Como dice Mojica, directora ejecutiva de Dividendos, “queremos implementar proyectos modelo, que luego pudieran ser expandidos como programas nacionales e impactar a estudiantes en una escala masiva”

Sin embargo, la filantropía sigue siendo escasa y también el impacto de muchas organizaciones no gubernamentales en generar mayor calidad educativa con sus iniciativas. Nuevas voces están proponiendo que filántropos inviertan mas en emprendimientos privados, en particular en fondos de capital riegos enfocados en educación, como forma de impactar el sistema educativo.

Ese es el tema de un ensayo reciente realizado por los expertos en educación americanos Tom Vander Ark y Matt Grrenfield, titulado “Boosting Impact: Why Foundations Should Invest in Education Venture Funds”, donde enfatizan que las grandes fundaciones muchas veces no tienen suficiente expertise y personal para escalar reformas educativas, y tendrían más impacto si invirtieran en fondos de capital de riesgo e impacto social, que pueden llegar a mas emprendedores e innovadores.

La fundación Bill and Melinda Gates, por ejemplo, invirtio $12 millones en New School Venture Fund, el cual invierte en emprendedores educativos. En el 2013, Kellogg junto con Lumina, Prudential, y otras fundaciones invirtieron en Rethink Education, otro fondo empresarial de educación.

Este tipo de inversión es menos común en América Latina, pero el caso de Colombia demuestra el potencial que existe para generar verdadero impacto cuando fondos privados y filántropos trabajan para desarrollar modelos innovadores en el contexto de un país en desarrollo.

Filantropía de riesgo y educación

“Existen pocas innovaciones en el ámbito educativo que ofrezcan tanto potencial para transformar la educación de los estudiantes como el avance de la educación combinada”, sostiene Laura Vanderkam, autora del reporte sobre nuevas tendencias en educación elaborado por Philanthrophy Roundtable, una asociación de  líderes empresarios e inversores agrupados para potenciar sus donaciones e iniciativas filantrópicas en Estados Unidos.

La educación combinada, o blended learning en su denominación original en inglés, es un fenómeno reciente en Estados Unidos promovido por algunos pensadores, en particular por el famoso experto en innovación de Harvard Clayton Christensen y Michael B. Horn, que lo articularon en el best seller Disrupting Class junto con las primeras experiencias de compañías como K12.com, Connections Academy y escuelas como Rocketship o Carpe Diem. A ellos se suman instituciones como la incubadora Imagine K12, el fondo de inversión New School Venture Funds y otras que están financiando emprendedores enfocados en incorporar tecnología para mejorar la calidad educativa.

Lo que comenzó siendo un movimiento pequeño que trataba de combinar la enseñanza online con presencia en el aula y se dirigía inicialmente a los “no-consumidores” de educación formal, como aquellos alumnos que habían dejado la escuela o los que se educaban en sus casas (homeschooling: un segmento con más de 2 millones de alumnos sólo en Estados Unidos), se está convirtiendo en un fenómeno que está llegando a miles de escuelas primarias y secundarias en todo el país.

Lo interesante de esta innovación es que ha sido promovida casi enteramente desde el sector privado. Emprendedores, inversores y académicos no sólo han introducido el tema en la agenda de política educativa en Estados Unidos, sino que han financiado también experiencias piloto. Estando en marcha y algunas con resultados probados acaba resultando más fácil para el sector público adoptarlas y escalarlas para ser ofrecidas a la población en general. Es decir, el sector privado ha tenido un rol fundamental en introducir una innovación que, según evaluaciones recientes, está mostrando resultados positivos en términos de mejora de la performance de los alumnos en los exámenes nacionales.

Es una lección que podemos aprender en América Latina, donde líderes empresarios han comenzado a apoyar instituciones que generan conciencia sobre la importancia de mejorar la educación, como Todos pela Educacao en Brasil y Empresarios por la Educación en Perú, Colombia y Guatemala. Sin embargo, son pocos los que han ido más allá, financiando experiencias específicas que generen efectos comprobables que puedan ser incorporados por otros y en particular por los gobiernos, los mayores proveedores de educación en la región. Es aquí donde la filantropía puede cumplir un gran rol, identificado ideas con potencial, nutriendo su crecimiento con inversiones inteligentes y expandiéndolas lo más posible.

“La filantropía enfocada en educación está creciendo en América Latina”, señala Claudio González, un prestigioso empresario mexicano que fundó UNETE y más recientemente Mexicanos Primeros, que aboga por mayor calidad educativa en su país. González y sus hermanos han encontrado además que participar en emprendimientos privados en educación es otra forma de contribuir al impacto social y por eso han invertido en empresas como UniversoNet, una cadena de escuelas secundarias.

González es un buen ejemplo de una nueva generación de empresarios latinoamericanos que a través de la filantropía de riesgo asumen mayor compromiso con sus sociedades y buscan influir en el cambio social. “Esto no se veía hace 20 o 30 años en América Latina. Actualmente existe un nuevo grupo de dirigentes en la región, muchos de segunda o tercera generación de las principales familias empresarias de sus países, que combinan la inversión con una búsqueda de impacto en diferentes temas sociales”, sostiene Eliza Erikson, que ha co-invertido con varios de ellos. Erikson es una de las directoras de Omidyar Network, el fondo de inversión creado por Pierry Omidyar, quien decidió destinar la fortuna obtenida por la venta de su empresa ebay a la inversión de impacto y la filantropía de riesgo y hasta la fecha ya ha realizado más de diez inversiones en el área de educación.

El reporte de Philanthrophy Roundtable se enfoca en recomendaciones a filántropos de riesgo interesados en promover calidad educativa a través de la incorporación de tecnología en la educación. Recomendaciones que van desde abogar por esta transformación a través de apoyar conferencias, grupos de expertos, o una nueva publicación, hasta financiar cursos de entrenamiento para maestros, o la creación de nuevas escuelas y proveer capital semilla para emprendedores.

La baja calidad educativa vigente en América Latina requiere nuevas formar de pensar el problema, diferentes modelos para promover cambios. La filantropía de riesgo tiene un importantísimo rol que jugar.