La Alianza del Pacífico y el emprendimiento

La integración de la Alianza del Pacífico parece avanzar sin demoras. México, Perú, Colombia y Chile ya funcionan integrados en varios aspectos políticos, económicos y sociales y trabajan para profundizar los todavía pendientes, como el tema de emprendimiento e innovación, que se trató los días 5 y 6 de diciembre en Santiago, Chile, con la presencia de emprendedores de todo el continente, funcionarios y dirigentes de los gobiernos, líderes sociales y ponentes de 20 países.

“La Alianza del Pacífico cree y promueve el libre movimiento de personas, de bienes y servicios, de capitales, de estudiantes y profesores; una integración energética y comercial”, dijo el presidente Sebastian Piñera en sus palabras de inauguración. “Y muy principalmente”, continuo, “la promoción de la innovación y el emprendimiento como fuentes fundamentales de creación de riqueza”.

Las países conformados en la Alianza representan en su conjunto la sexta economía del mundo, con más de 200 millones de habitantes, más de la mitad del comercio de América Latina, y un tercio del producto bruto de la región. Los cuatros países tienen tratados de libre comercio con Estados Unidos, dos de ellos pertenecen a la OCDE y uno está en camino, y todos miran a Asia para expandir su comercio. Los cuatros tienen un bono demográfico en términos de altos porcentajes de poblaciones jóvenes y crecientes clases medias. A su vez, sus dirigencias políticas y empresariales parecen enfocadas en seguir promoviendo dinamismo y crecimiento a sus economías, priorizando regla de juego claras, integración al mundo y el capital privado.

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Filantropía de riesgo y educación

“Existen pocas innovaciones en el ámbito educativo que ofrezcan tanto potencial para transformar la educación de los estudiantes como el avance de la educación combinada”, sostiene Laura Vanderkam, autora del reporte sobre nuevas tendencias en educación elaborado por Philanthrophy Roundtable, una asociación de  líderes empresarios e inversores agrupados para potenciar sus donaciones e iniciativas filantrópicas en Estados Unidos.

La educación combinada, o blended learning en su denominación original en inglés, es un fenómeno reciente en Estados Unidos promovido por algunos pensadores, en particular por el famoso experto en innovación de Harvard Clayton Christensen y Michael B. Horn, que lo articularon en el best seller Disrupting Class junto con las primeras experiencias de compañías como K12.com, Connections Academy y escuelas como Rocketship o Carpe Diem. A ellos se suman instituciones como la incubadora Imagine K12, el fondo de inversión New School Venture Funds y otras que están financiando emprendedores enfocados en incorporar tecnología para mejorar la calidad educativa.

Lo que comenzó siendo un movimiento pequeño que trataba de combinar la enseñanza online con presencia en el aula y se dirigía inicialmente a los “no-consumidores” de educación formal, como aquellos alumnos que habían dejado la escuela o los que se educaban en sus casas (homeschooling: un segmento con más de 2 millones de alumnos sólo en Estados Unidos), se está convirtiendo en un fenómeno que está llegando a miles de escuelas primarias y secundarias en todo el país.

Lo interesante de esta innovación es que ha sido promovida casi enteramente desde el sector privado. Emprendedores, inversores y académicos no sólo han introducido el tema en la agenda de política educativa en Estados Unidos, sino que han financiado también experiencias piloto. Estando en marcha y algunas con resultados probados acaba resultando más fácil para el sector público adoptarlas y escalarlas para ser ofrecidas a la población en general. Es decir, el sector privado ha tenido un rol fundamental en introducir una innovación que, según evaluaciones recientes, está mostrando resultados positivos en términos de mejora de la performance de los alumnos en los exámenes nacionales.

Es una lección que podemos aprender en América Latina, donde líderes empresarios han comenzado a apoyar instituciones que generan conciencia sobre la importancia de mejorar la educación, como Todos pela Educacao en Brasil y Empresarios por la Educación en Perú, Colombia y Guatemala. Sin embargo, son pocos los que han ido más allá, financiando experiencias específicas que generen efectos comprobables que puedan ser incorporados por otros y en particular por los gobiernos, los mayores proveedores de educación en la región. Es aquí donde la filantropía puede cumplir un gran rol, identificado ideas con potencial, nutriendo su crecimiento con inversiones inteligentes y expandiéndolas lo más posible.

“La filantropía enfocada en educación está creciendo en América Latina”, señala Claudio González, un prestigioso empresario mexicano que fundó UNETE y más recientemente Mexicanos Primeros, que aboga por mayor calidad educativa en su país. González y sus hermanos han encontrado además que participar en emprendimientos privados en educación es otra forma de contribuir al impacto social y por eso han invertido en empresas como UniversoNet, una cadena de escuelas secundarias.

González es un buen ejemplo de una nueva generación de empresarios latinoamericanos que a través de la filantropía de riesgo asumen mayor compromiso con sus sociedades y buscan influir en el cambio social. “Esto no se veía hace 20 o 30 años en América Latina. Actualmente existe un nuevo grupo de dirigentes en la región, muchos de segunda o tercera generación de las principales familias empresarias de sus países, que combinan la inversión con una búsqueda de impacto en diferentes temas sociales”, sostiene Eliza Erikson, que ha co-invertido con varios de ellos. Erikson es una de las directoras de Omidyar Network, el fondo de inversión creado por Pierry Omidyar, quien decidió destinar la fortuna obtenida por la venta de su empresa ebay a la inversión de impacto y la filantropía de riesgo y hasta la fecha ya ha realizado más de diez inversiones en el área de educación.

El reporte de Philanthrophy Roundtable se enfoca en recomendaciones a filántropos de riesgo interesados en promover calidad educativa a través de la incorporación de tecnología en la educación. Recomendaciones que van desde abogar por esta transformación a través de apoyar conferencias, grupos de expertos, o una nueva publicación, hasta financiar cursos de entrenamiento para maestros, o la creación de nuevas escuelas y proveer capital semilla para emprendedores.

La baja calidad educativa vigente en América Latina requiere nuevas formar de pensar el problema, diferentes modelos para promover cambios. La filantropía de riesgo tiene un importantísimo rol que jugar.