El futuro del país en ballottage

Gastón Pérez Izquierdo

El domingo por la noche me fui a dormir con una idea formada del desarrollo de las próximas elecciones. Por la mañana me asaltaron algunas dudas y el transcurso de los días fue acentuando esa sensación.

Mi primera impresión fue de resignación. Me parecía que Mauricio Macri, como el general Urquiza después de la batalla de Pavón, deseaba íntimamente no imponerse en la elección general y replegarse sobre su distrito. Como el célebre entrerriano, que ansiaba la unidad nacional y se le permitiera gobernar en paz su feudo, la decisión de Macri sería (a juicio exclusivo del suscrito) la de triunfar en CABA y “abandonar” la carrera presidencial.

Varias razones impiden teñir de arbitraria esta idea. Macri desafió una tradición unánimemente aceptada por todos los participantes: la integración de la fórmula con una persona de Buenos Aires y otra del interior. La decisión de incorporar a la Gabriela Michetti tiene una doble implicancia: desdeñar las provincias -y en consecuencia la competencia por la presidencia- y reforzar Capital Federal, asegurando que su liderazgo resulte indiscutido.

En 1892, cuando el presidente Pellegrini dio pruebas de que no sería otro presidente-elector, los vencidos en la revolución del noventa proclamaron una fórmula de “unidad nacional”: Bartolomé Mitre-Bernardo de Irigoyen (Mitre estaba en Europa). De inmediato el diario La Nación puso el grito en el cielo: “¡El general Mitre no aceptaría un rosista!”, además de resultar una expresión poco seria, al estar constituida por dos porteños. En definitiva, ese binomio no prosperó.

Es cierto que los candidatos auspiciados por el Frente para la Victoria y Daniel Scioli sufrieron espectaculares derrotas en los principales distritos del país (con excepción de La Rioja, de escasa -0,8 %- representación en la república), pero en general sus vencedores representan corrientes distintas de las encarnadas por el PRO.

Esta circunstancia llevó a este columnista a formularse una proposición que lo llevaba a la incógnita: Scioli, a pesar de ser un “gran derrotado”, podría imponerse en las PASO por la dispersión de sus opositores.

No obstante esta lapidaria aseveración, las matemáticas, que son exactas y tiránicas, indicarían una decisión que permite mantener el suspenso hasta el ballottage, que, con estas cifras, existirá. En efecto; si el señor Scioli obtuviera (según estimación de los encuestadores) solo el 32 % de los votos, ¿con cuánto margen tendría que triunfar en la provincia de Buenos Aires, histórico bastión del peronismo, para que no exista una segunda elección? Si se impusiera Aníbal Fernández por sobre Julián Domínguez: ¿dónde radica el mayor conocimiento que la sociedad tendría entre el ex intendente de Quilmes y María Eugenia Vidal?

Evidentemente, quienes suponen con tristeza que el señor Scioli habrá de imponerse en una primera vuelta pueden estar equivocados y los que sostengan lo contrario habrán de mantener una expectativa favorable. En esta ocasión, el ballottage decidirá quién gobierna nuestro país en los próximos cuatro años.