Una oportuna demanda judicial

Gastón Pérez Izquierdo

Ha originado numerosos comentarios la medida cautelar que promovió el presidente electo, Mauricio Macri. La mayoría ha sido crítica de la acción deducida, con argumentos fundados en el hecho de que ese reclamo impedía lo que se consideraría una “fiesta de la democracia”.

Me permito disentir con esa posición.

La medida cautelar ha sido una actitud positiva, si se tiene en cuenta quiénes son los protagonistas y los resultados posibles si ella no fuera deducida. El ingeniero Macri ha demostrado una gran sagacidad al promover esa acción: ello le permitió tener en sus manos la policía, las fuerzas de seguridad y las armadas, elementos imprescindibles para asegurar que la transición se lleve a cabo sin inconvenientes y sobre todo, sin interferencias.

En condiciones normales –que no son las actuales- ello no podría ocurrir; desde todo punto de vista, una transferencia como la ocurrida en la provincia de Buenos Aires sería lo deseable, pero se sabe que, en materia política, ningún molde resulta de aplicación para una hipótesis parecida. Quienes se oponían a la decisión que finalmente adoptó la jueza Servini de Cubría, tal vez no encuentren respuesta a algunos interrogantes: ¿qué hubiera pasado si los que tienen las armas legales dudaran acerca de la autoridad a la que debían reportarse? ¿Qué hubiera ocurrido de quedar el operativo de seguridad en un terreno “limbático”? En este sentido, los argentinos podemos confiar en la astucia del Presidente recién electo; logró mediante esa “cautelar” que las fuerzas de seguridad quedasen en sus manos, e impidió que las mismas respondieran a dos voces de mando, lo que hubiera ocurrido sin la decisión de la Jueza Electoral.

En suma, la acción cautelar es apropiada porque permitió al nuevo Presidente no sólo preservar en una sola mano las fuerzas de seguridad sino que alejó la velada amenaza del ex Jefe de Gabinete de recurrir a un decreto de necesidad y urgencia, postergando la entrega del mando.

Ese dato no sólo hubiese constituido una ofensa para los muchos mandatarios visitantes, sino que habría provocado la lógica reacción esperada: “los argentinos, después de algunos años de paz, sienten nostalgia por el desorden….”