Es urgente un Líbano democrático y federal para terminar con Hezbollah

Más allá de cualquier debate ideológico, es un hecho concreto que la influencia del grupo político-terrorista Hezbollah ha favorecido la ingobernabilidad en varios de los conflictos armados en los países de Oriente Medio. Líbano, Siria y Yemen son los ejemplos palmarios donde el accionar y la presencia del grupo han sido factores desencadenantes de ingobernabilidad.

En el caso libanés, para ser un Estado moderno y librarse de Hezbollah, Líbano debe dejar de ser un Estado confesional. Un país cuyo presidente debe ser siempre cristiano maronita, su primer ministro, sunita y el presidente del Parlamento, chiíta, difícilmente pueda funcionar cuando dentro de sus instituciones se ha creado un Estado paralelo e ilegal. Ello es lo que ha hecho Hezbollah en el país de los cedros, donde no sólo secuestró la voluntad y las decisiones del Estado sino que es más fuerte que el propio ejército libanés, por la conocida ayuda material y logística, además del armamento que le proporciona la República Islámica de Irán, a quien Hezbollah responde como virtual ejército de ocupación en Líbano.

Líbano ha sido bendecido por la naturaleza, dispone de hermosas montañas, pistas de esquí superiores a muchas en el mundo. Sus playas del Mediterráneo nada tienen que envidiar a la Costa del Sol. Cuenta con excelentes universidades, una gastronomía formidable y una población extremadamente bien educada para la región. Sin embargo, es sectario en su sistema de gobierno. Y ello es como disponer de un avión privado con toda la tecnología y el confort, que pueda unir grandes distancias sin reabastecerse, en el cual se pueda volar conectado en todo momento a internet y descansar en confortables asientos-cama. Pero si ese lujoso y moderno jet no dispone de tren de aterrizaje, ¡no funcionará! Nunca despegará. Continuar leyendo

Obama en Argentina, los temas en agenda

Entre los varios temas que se aborden en la visita del presidente Barack Obama a Buenos Aires, no debería estar ausente la ayuda de los Estados Unidos a la República Argentina en materia de los atentados terroristas acaecidos en Buenos Aires.

La nueva administración del presidente Mauricio Macri ha dado muestras de que en la Argentina finalmente se buscará hacer justicia por las víctimas del atentado de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) y por resolver la dudosa muerte —hace poco más de un año— del fiscal especial Alberto Nisman, quien conducía la investigación sobre aquel ataque terrorista.

Mayoritariamente, la sociedad argentina alberga la esperanza de que se esclarezcan estos crímenes. Lo mismo en cuanto al papel de Irán en ambos casos, así como con la penetración ideológica y operativa en el continente latinoamericano de la Guardia Revolucionaria iraní, según sostenía la investigación del fiscal Nisman antes de morir.

La derrota del candidato Daniel Scioli, elegido como último recurso por la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, significó cierto alivio para la comunidad internacional, principalmente en aquellos actores preocupados por las relaciones cercanas de Argentina con Irán, dados los canales de comunicación no oficiales y los secretos de personas y agrupaciones políticas cercanas al Gobierno kirchnerista, como lo exponía el fiscal Nisman. Continuar leyendo

Política y religión: mala cosa

¿Sabe el lector que el término hereje viene de la palabra griega heréticos, que significa: ‘poder elegir’? Entonces, permítame decirle que tal definición casi lo dice todo, ¿no le parece?

En materia de primaveras árabes y diálogos políticos y religiosos, estoy convencido de que las personas deberían dejar de fingir, porque eso es justamente lo que se está haciendo: fingiendo ante los hechos de los que estamos siendo testigos. Sólo algunos incautos voluntariosos pueden creer que todas las culturas son iguales. Lo cierto es que para quien quiera verlo sin las gafas de la miopía ideológica, podrá darse cuenta claramente que no lo son.

Los dogmas político-religiosos del Oriente Medio no son iguales, ni se acercan a la cultura judeocristiana, ni a la política o la forma de vivir la religión en Occidente. Los primeros alientan la poligamia, el matrimonio de personas mayores con niños, la violencia contra la mujer, contra los homosexuales y contra todo aquel que intente colocar en perspectiva hechos ajenos a la forma de vida árabe musulmana influenciada por el salafismo yihadista o por el extremismo teocrático, sean estos hechos considerados o decorados lingüísticamente como políticos o religiosos. Nada de eso es cierto, son lisa y llanamente crímenes. Continuar leyendo

Entre Auschwitz y el World Trade Center

Alguien escribió alguna vez, no hace mucho tiempo, que Europa murió en Auschwitz, donde mataron a seis millones de judíos. Y creo firmemente que hay una gran verdad en ello. Aunque en los años ochenta y mucho antes de esta frase, la brillante escritora italiana Oriana Fallaci ya nos hablaba de dobles raseros, hipocresía y otras cuestiones que finalmente la llevaron al exilio de esa Europa psicoculposa para radicarse en los Estados Unidos, donde finalmente falleció, no sin antes dejarnos verdades irrefutables e ideas magníficas, más allá de cualquier dogma.

Y es que, ciertamente, una Europa despreciable renunció en Auschwitz a su propia cultura, sus valores, su pensamiento, su creatividad y su talento. Esa Europa fue la que decidió autodestruirse eliminando a veinte millones de seres humanos; seis millones de ellos pertenecientes al pueblo judío, un pueblo que produjo los científicos más grandes y las personas más maravillosas que cambiaron el mundo desde diferentes disciplinas.

La contribución del pueblo judío se manifiesta hoy en todos los ámbitos de la vida del mundo moderno: las ciencias, el arte, el comercio internacional y, sobre todo, como algo que trasciende a todo lo anterior: un elemento superior en la idea y el concepto del respeto por la vida, que, a mi juicio, debe ser definido como la conciencia de la humanidad. Continuar leyendo

El error de Huntington: el choque es de cultura, no de civilización

Es innegable que la política mundial avanza hacia una nueva etapa en lo concerniente a la seguridad de los Estados frente a las migraciones masivas producto de los conflictos actuales. En este proceso, muchos intelectuales no han vacilado en abundar sobre los posibles aspectos que los cambios entrañan y han arribado a definiciones tales como “el fin de la historia”, “el regreso a las rivalidades tradicionales entre las naciones-Estado” y “la declinación del Estado-nación a causa de las contradicciones entre tribalismo y globalización”, entre otras posibilidades.

Cada una de estas versiones da cuenta —en algún aspecto— de una nueva realidad con la que discrepo. A mi juicio, pasan por alto un elemento decisivo y central de la política mundial de los próximos años, a saber: la principal fuente de conflicto en el mundo no será fundamentalmente social ni económica. El carácter de las grandes divisiones de la humanidad, como así la fuente dominante del conflicto es y continuará siendo cultural.

Las naciones-Estado seguirán siendo los agentes más poderosos en los asuntos mundiales. Pero en los principales conflictos políticos internacionales se enfrentarán naciones con entidades culturales paraestatales distintas. El choque de culturas dominará el escenario de la política mundial. No el choque de civilizaciones. Continuar leyendo

El falso debate de confrontar libertad y seguridad

En general, y a través de la historia, un país no escoge entrar o no en una guerra: la guerra le es declarada. De igual manera, un país no elige dónde librar una guerra, depende del enemigo que se la declara. Cuando estas circunstancias se producen, un país no está en condiciones de elegir qué guerra quiere librar: el tipo de guerra le es impuesta por el agresor.

Nunca se elige ni contra quién, ni cómo ni dónde se hace la guerra, salvo en muy escasas ocasiones. Estas tres sencillas verdades han pertenecido durante siglos a la tradición política y estratégica occidental, aunque los dirigentes y las sociedades de lo conocido como mundo libre las hayan olvidado en las últimas dos décadas. Desde la caída de la Unión Soviética, los europeos han vivido unas vacaciones estratégicas y han alimentado tres peligrosas ilusiones: a) que pueden elegir libremente a quién hacer la guerra, b) que pueden elegir de qué manera librarla, y c) que pueden elegir dónde combatirla.

Luego de la masacre de París, los europeos continúan encerrados en esa ilusión. Aunque deben reconocer —cuanto antes— que no depende de ellos librar o no esta guerra. La tienen encima, dentro de sus ciudades, se la declaró el yihadismo con sus fatwas desde mediados de los años noventa, y esta declaración ha sido renovada por las organizaciones radicales, hasta llegar actualmente al ISIS. La guerra ya ha sido declarada por quienes consideran la civilización occidental como una perversión y un mundo a destruir, y ya es muy claro que se han dado a la tarea de aniquilarlo. Continuar leyendo

Bienvenidos al mundo real

Compartiré hoy con el lector algunas ideas que exprese en mi libro La yihad global, el terrorismo del siglo XXI, editado en el año 2010. Recuerdo que al mismo tiempo de la publicación de la obra, los llamados analistas políticos o especialistas sobre Oriente Medio no tenían la menor idea de que no existía tal cosa a la que llamar Primaveras Árabes, y no fueron pocas las críticas a mis anticipaciones sobre los eventos de los que hoy somos testigos.

Sin embargo, opinólogos y autoproclamados analistas desgranaban teorías tan dispares como cercanas al final de la historia. En otras palabras, hoy estas personas deberían sentir vergüenza, pues demostraron con el paso del tiempo (en poco menos de seis años) que conocían tanto del mundo árabe-islámico como este humilde pensador conoce sobre el ciclo reproductivo de la medusa.

Estas personas generaron la peor y más estruendosa sordina de aplaudidores norteamericanos, latinoamericanos y europeos, cómodos observadores televisivos de esos eventos desde el living de sus hogares y, sin sonrojarse e influenciados por la prensa arabista, hasta llegaron a conceptualizar tales eventos como revoluciones árabes, cuando, en realidad, en aquellos días estábamos viviendo el ascenso al poder de la ideología yihadista en toda la región. Continuar leyendo

Líbano: conmemoraciones sí, festejos no

Muchas instituciones y organizaciones libanesas de la diáspora festejarán el próximo 22 de noviembre el 72.º aniversario de la independencia del país.

Líbano es el único país en Oriente Medio que, por muchos años y hasta la irrupción del terrorismo palestino, a principios de los años setenta, gozó de un sistema democrático maravilloso. El pueblo libanés luchó valientemente a través de su historia en defensa de valores democráticos y de sus derechos políticos, civiles y humanos contra invasores y conquistadores. Miles de sus mejores hombres y mujeres sacrificaron sus vidas en el altar del Líbano por la defensa de su libertad, su democracia y su independencia.

En el pasado, para estas fechas, en Líbano se acostumbraba cantar con orgullo himnos por la libertad, la soberanía y la independencia. Así se conmemoraban las situaciones heroicas de nuestros antepasados y se rendía tributo al sacrificio de los mártires, en recuerdo al honor de los que nos antecedieron. Continuar leyendo

El infortunio árabe

Es tiempo de proponer, aportar elementos de juicio que ayuden a responder interrogantes sobre Medio Oriente y, al mismo tiempo, sugerir posibilidades y herramientas que puedan ayudar a superar la crisis para el bien de los pueblos árabes, sin pretender que esta nota sea un esquema programático en lo político o social. Ante todo es un punto de vista intelectual en búsqueda de herramientas superadoras a un presente sombrío y no buscado por millones de seres humanos.

Sin desconocer la realidad, pero también sin excluir responsabilidades dirigenciales y ciudadanas y, en toda instancia, este escrito es mi pensamiento y mi percepción como estudioso de la región, junto a una reflexión sobre el escenario como conocedor del terreno. En definitiva, es una voz e ideas sobre comportamiento humano y sociológico como las que se podrían escuchar en cualquier lugar del mundo, se trate de Buenos Aires, Nueva York, Damasco, Londres, Beirut, El Cairo, Casablanca o Bagdad.

Sin embargo, no por ello el lector y la crítica deben creer que busco cobijo en un pretendido consenso cuya uniformidad acuerde con mis ideas en la materia. Tal cosa no existe en lo relativo al pensamiento humano y no está en la órbita de las reflexiones e ideas que me han movido a escribir esta nota, aunque la identidad política de cada intelectual ciertamente influye en su propuesta y quien no reconoce este punto falta a la verdad o es un militante. Por lo que considero lo más justo y honesto dar a conocer la mía. Continuar leyendo

El islam político está venciendo al islam tradicional

Si bien la ausencia de democracia no es un mal inherente al mundo árabe, todos los países que lo integran la sufren por igual. La dictadura propiamente dicha —aunque limitada a dos o tres de ellos: Irak ayer, Siria hoy y Libia ayer y hoy— afecta al resto y reduce al mínimo el ámbito de las libertades, lo cual pone a las falsas democracias aún más en evidencia, en la medida en que la ciudadanía no ha adquirido en ninguna de ellas la inmunidad suficiente para impulsar una transformación democrática.

Sin embargo, sería engañoso atribuir la crisis de la ciudadanía a una predisposición cultural cuando en realidad es un problema que afecta a la organización del Estado.

El mundo árabe posee el dudoso honor de ser la única región del mundo donde el déficit democrático que padecen todos sus miembros se conjuga con la excusa de hegemonía extranjera —la mayoría de las veces indirecta, otras únicamente económica—, que, en los casos más extremos, como Siria e Irak, se asemeja a una nueva forma de colonialismo. Y si no, que lo digan Vladimir Putin y sus pilotos de la Fuerza Aérea rusa. Continuar leyendo