Los cambios reales en Oriente Medio

Confundir resultados aparentes con hechos reales produce mitos y confusión e inexorablemente lleva al error de comprensión. Esto ha sido especialmente evidente en lo que viene sucediendo con la mayor parte de las noticias que circulan últimamente sobre los cambios políticos en Oriente Medio.

En concordancia con los informes de la prensa, la situación en Siria está empezando a mejorar, Rusia finalmente ratificó su actitud de apoyo abierto hacia Irán y la administración de Bashar Al-Assad. También hemos oído que el retiro houthi en Yemen es el resultado de un acuerdo entre saudíes e iraníes.

Lo concreto es que Arabia Saudita abandonó a la oposición siria, pero también negó cualquier reconciliación con Assad. Y los libaneses ya pueden elegir a un presidente tras el acuerdo nuclear iraní. Algunos medios incluso afirmaron que las nuevas posturas tomadas por el primer ministro iraquí, Haider al-Abadi, son el resultado de un paquete de reconciliación entre Irán y los países del Golfo y que Arabia Saudita ha comenzado a favorecer a Hamas, dando la espalda a la autoridad palestina.

Hasta ahora no hay pruebas convincentes de que estos cambios han tenido lugar, de hecho, personalmente no creo que se produzca ningún cambio político o militar. Continuar leyendo

Egipto recupera su fuerza

Indudablemente los primeros Cien días del Rais (presidente) egipcio, Abdel-Fattah Al-Sisi, permiten rescatar varios logros, a pesar que todavía el país está en franco reacomodamiento, algo que sin duda, dependerá de la posición política que el mandatario termine de galvanizar. Sin embargo, nadie, ni siquiera los opositores de Al-Sisi, pueden negar que el Presidente tomó decisiones arriesgadas y necesarias en el ámbito nacional aplicando las políticas adecuadas, eliminando subsidios innecesarios a bienes y servicios, como por ejemplo al combustible. También redujo las subvenciones a los partidos políticos, esto último, un soplo de aire puro en un país árabe que le valió el apoyo y aplauso del pueblo.

Egipto está recuperando su antigua fortaleza en el mundo árabe. Su pueblo ha soportado los aumentos de precios sobre la base de las promesas del Gobierno como la única manera de salvar al país del colapso total luego de la deficiente gestión económica de los islamistas de la Hermandad Musulmana. Al-Sisi también ha revitalizado el papel del país en el frente de la política exterior, aunque es evidente que a diferencia de sus predecesores, Hosni Mubarak y Mohamed Mursi, él está dando prioridad a la situación interna. Esto ofrece varios indicadores para el mundo exterior. A saber:

-El nuevo presidente no huye de los problemas internos para centrarse en cuestiones internacionales, como lo hicieron los presidentes anteriores.

-Ha enviado un mensaje claro a las potencias extranjeras indicando que él está en control de la escena nacional, incluidas las cuestiones relativas a las condiciones de seguridad y al aislamiento definitivo del islamismo radical.

-Al-Sisi no parece estar en busca de atención. La mayoría de sus reuniones con los líderes mundiales han sido limitadas y poco publicitadas por su Gobierno. Aunque es cierto que esto puede ser una situación temporal, hasta que el país se desarrolle y se mueva nuevamente hacia adelante, entonces puede que el Presidente dirija su atención a los asuntos regionales.

La crisis más importante para el nuevo mandatario fue la reciente guerra de Gaza entre Hamas e Israel. Durante el conflicto, demostró ampliamente que no permite ser impulsado ni influenciado por los medios de comunicación o la opinión de la calle que lo llamó a intervenir. El presidente egipcio sólo intervino después de que le solicitaran un papel especialmente humanitario y que sólo Egipto podría desempeñar en aquel estado de cosas.
Al-Sisi fue capaz de marcar líneas rojas al liderazgo de Hamas en su conflicto con Israel, y se aseguró de que no ataquen Egipto o traten de chantajear a su liderazgo. Esta es la razón por la que Hamas volvió a El Cairo en los términos egipcios y retirando una serie de exigencias inapropiadas que había hecho cuando constató que Irán, Turquía y Qatar no podían ofrecerle nada.

La intervención egipcia fue la única manera de llegar al acuerdo a la crisis militar cuando Hamas ya estaba extenuada. Por otra parte, la delegación israelí sólo fue recibida en El Cairo cuando el primer ministro Benjamín Netanyahu detuvo la incursión terrestre en la Franja de Gaza.

En mi opinión, el verdadero desafío para Al-Sisi es Libia. El país se encuentra en un estado anárquico de colapso institucional e inmerso en una guerra cuasi-civil. Esto representa una amenaza directa a la seguridad de Egipto. Así, el Presidente no desea involucrarse en una controversia entre las partes en conflicto en Libia y se distanció de la situación. Sin embargo, al mismo tiempo, no puede permitir que el caos de Libia llegue a las fronteras de Egipto; es por eso que se aseguro un acuerdo con otro vecino de Libia, Argelia, sobre cómo hacer frente a la situación que los islamistas han disparado luego de la caída del Coronel Khadafi.

Está claro que Egipto y Argelia priorizan restaurar la estabilidad, apoyando al parlamento y al gobierno legítimo de Libia. La cooperación entre Argelia y Egipto es la única manera de parar la situación en Libia que ha entrado en una espiral de violencia y descontrol.

En cuanto a la situación en Irak y Siria, el presidente Al-Sisi optó por mantenerse bien lejos de esta crisis. A excepción de una limitada participación en la alianza internacional formada contra el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), y éste es un paso que también ayudará en la guerra que libra contra los grupos armados dentro de Egipto, además de representar una justificación para la ilegalización de los Hermanos Musulmanes, especialmente en el apoyo de la Hermandad a las acciones del ISIS.

Por otro lado, Al-Sisi ha fortalecido sus relaciones con aliados originales, es decir, aquellos con los que fomentó vínculos antes de asumir la presidencia, en particular Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Rusia. La cooperación de Egipto con estos estados se incrementó drásticamente en los últimos cien días y beneficio el programa de reforma interna de Al-Sisi. Esta alianza también le ha permitido reforzar su posición en contra de los críticos de los gobiernos occidentales en general. De hecho, los norteamericanos y la Unión Europea parecen haber cedido a la nueva realidad en Egipto, al anunciar su aceptación y aprobación del gobierno de Al-Sisi.

El único enfoque de política exterior que sigue siendo turbio es la cooperación de Egipto con Rusia, sobre todo si se hace a expensas de la relación de larga data de Egipto con Estados Unidos. Aun así, ¿quiere el Presidente Al-Sisi realmente cambiar la historia por tercera vez? La primera fue cuando el presidente Abdel Gamal Nasser pasó a apoyar a la Unión Soviética contra el campo estadounidense para poder comprar armas checas. La segunda, cuando el presidente Anwar Al-Sadat expulsó expertos soviéticos de Egipto restaurando relaciones con los norteamericanos.

En mi opinión, no está claro aún si la política de Al-Sisi representara un cambio drástico hacia Moscú o es simplemente un movimiento calculado para servir a sus necesidades temporales. El tiempo lo dirá. Sin embargo, los primeros cien días del presidente son muy tenidos en cuenta, no solo por los gobernantes árabes, sino también por Occidente que comienza a verlo positivamente en el actual caos regional del mundo árabe.

La maldición de las guerras inconclusas

Dos semanas le tomó al Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, emitir un llamado al “cese al fuego en Gaza”. Su gesto diplomático -de forma y de orden tan bajo y endeble que ni el mismo se lo creyó- fue recibido por las partes como un efímero soplo del viento. El gesto del funcionario no hizo más que reflejar la falta de voluntad, la sumisión y la imposibilidad de la comunidad internacional para hacer frente a las causas reales de este absurdo, innecesario y sangriento conflicto.

De todos los temas en la agenda global, evidentemente el conflicto palestino-israelí “es el más cargado de emociones” y, pareciera ser, el menos adecuado al análisis político. Sin embargo, sin tal lectura y sin abordar las verdaderas causas, sus disparadores y actores interesados en su permanente continuidad, no se puede esperar que un alto el fuego constituya algo más que un momento de calma para la siguiente ronda.

Como sea, es inevitable efectuarse una pregunta central: ¿por qué la guerra estalló en este momento? La guerra siempre estalla cuando una o más partes -en una relación de confrontación- perciben que el statu quo vigente es intolerable y debe modificarse. No procede en las tensiones geopolíticas de Medio Oriente hablar de cuestiones humanitarias, tanto Hamas como Israel dejan eso a los verdes a pacifistas y antibelicistas que piensan que pueden parar las bombas vociferando en plazas europeas o latinoamericanas. Rechazando la endemia de la guerra, a lo que me refiero es al punto de vista político-militar de dos energías en pugna.

Personalmente, no debato ideologías ni apoyos a tal o cual sector, eso se lo dejo al lector pensante. Me refiero siempre a los hechos. Y en el caso de Gaza, Hamas fue el primero en encontrar que debía cambiar el status quo establecido desde la efectiva retirada israelí del enclave, ocurrida en el año 2005. Así fue que se dio a la acción para modificarlo.

Varios acontecimientos llevaron a esto, a saber:

a) El colapso de la Hermandad Musulmana en Egipto, un aliado primario de Hamas desde la era del derrocado presidente Hosni Mubarak. Los Hermanos brindaban logística y apoyo de altísimo valor político, estratégico y militar que se perdió con la caída del presidente Mohamed Mursi, meses atrás.

b) Los crecientes problemas económicos de Irán, producto de las sanciones económicas sobre el régimen de los mullah’s y la consiguiente reducción del apoyo de Teherán a Hamas. Este punto se hizo sentir fuerte en el enclave gobernado por la organización islamista.

c) El fracaso de Hamas en reactivar la economía, combinado con métodos autoritarios y de rígido control le significó una pérdida de apoyo popular entre los propios habitantes de la Franja, por lo que había que apelar al pueblo con acciones convincentes para mantenerse presente en la reivindicación de sus postulados como movimiento de resistencia ante el enemigo externo.

Así, para cambiar el status quo, Hamas tuvo que volver a recalentar el escenario con sus ataques con cohetes contra Israel. De esta manera se dio a la acción, al tiempo que sometió a civiles de uno y otro lado a la devastación. En ello, dio relativa importancia a la devastación –incluso- para su propio pueblo y, mostrando su “resistencia al enemigo sionista”, se lanzo en una ofensiva temeraria. Esta ha sido la táctica de siempre, aunque esta vez, colisiono con una realidad inesperada para su conducción, salvo Qatar, “no hay apoyo de las naciones islámicas para Hamas”. Esto se aprecia en los críticos “silenciosos” dentro del mundo árabe y la comunidad palestina, incluidos los de Gaza.

Lo que Hamas ignoró es que Israel sintió también que el status quo era insostenible e insoportable, y decidió no recibir más misiles y cohetes a diario sobre sus poblaciones. El cálculo estratégico de Hamas erró esta vez. No consideró que el propio Israel puede aprovechar la oportunidad para intentar cambiar el status quo definitivamente en esta guerra y, saldar así, cuentas pendientes como vienen desde 2009 con la “Operación Plomo Fundido”.

En política, “si no se puede decir en una frase cuál es la meta que se persigue, siempre es mejor guardar silencio hasta que se pueda hacerlo”. Hamas no supo entender este principio básico. Ahora ¿cuál es -en una frase- la meta de Hamas? La pregunta no es de difícil respuesta. Se encuentra establecida en los estatutos de conformación del movimiento y, claramente se puede leer en su articulado: “la destrucción de Israel”.

Es claro que el mundo está lleno de movimientos utópicos mesiánicos, milenaristas y otros dedicados a las agendas idealistas, y no hay razón por la cual Hamas no debería ser uno de ellos. Sin embargo, Hamas vive en un mundo de fantasía donde ha olvidado el destino y el futuro de la población de Gaza. Hamas no calculó que los habitantes de Gaza son, en su mayoría, refugiados, bastante más apegados al modelo de la Autoridad Nacional y su justo reclamo por construir un Estado Nacional Palestino. Lo que no es lo mismo que un Estado islamista.

Si en el pasado Hamas obtuvo el respaldo de los habitantes de Gaza contra las autoridades de la Autoridad Nacional Palestina, fue precisamente por su posición frente a las viejas falencias de la ANP del presidente Mahmmud Abbas. Pero no para un programa pan-islamista ni para establecer allí un califato, como pretende Hamas.

En el contexto de la situación actual, el objetivo de Israel para detener los ataques con cohetes hacia su territorio fue facilitado por Hamas. Israel cuenta con los recursos para alcanzar esa meta y desmantelar los sitios de lanzamiento de cohetes. Lo mismo para neutralizar el mando y control de la red operativa de Hamas. Habrá por tanto que ver si es esta una nueva guerra inconclusa como las anteriores, o si esta vez tiene un final, sea por medio de las armas o, como sería más aconsejable, por medio de un acuerdo definitivo.

Vivimos en un mundo en el que la guerra rara vez se permite llevar a cabo en forma completa. Ello debido a que el estado de ánimo de la comunidad internacional es hostil a ella y, a pesar de que la guerra siempre ha sido, y es posible, infortunadamente, que continúe siendo, el instrumento de regulación de las relaciones conflictivas entre los pueblos.

En el futuro, la opinión pública internacional, la presión de EE.UU. y el creciente costo de la guerra moderna no permitirán al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, hacer uso pleno de la guerra como instrumento de remodelación de la realidad geopolítica. Peor aún, en vez de perseguir a Hamás en Gaza, Netanyahu puede terminar ayudando a Hamas a volver a Cisjordania. También puede que Hamas quede demasiado débil para conformar un nuevo status quo en el enclave. Una vez que las armas se hayan silenciado, entonces veremos dónde estamos con el nuevo status quo. Y más importante aún, cuales habrán sido las implicancias y consecuencias reales de una guerra “terminada o de una guerra a medio terminar”. Está visto que los dos adversarios no pueden entenderse desde 1948.

Sin embargo, a través de los años hemos sido testigos del auge y la caída de 17 movimientos palestinos de “liberación”. Con una sola excepción, todos eran grupos nacionalistas que decían luchar por la liberación y bajo una idea que aglutinó el pensamiento marxista, estalinista y maoísta. Todos esos grupos incluyeron la palabra “Palestina” en su identificación. La única excepción es Hamas, que con sus acciones y postulados representa al Estado teocrático, y con ello, socava las esperanzas de los palestinos por un Estado propio.

La tragedia de Gaza nos debería recordar un hecho trascendental a través de la historia de los conflictos humanos: “Si hay algo peor que la guerra, es una guerra a medio terminar”.

El Islam político, un término vacío de contenido

Un gran número de ‘analistas y expertos’ ahora están tratando de reinterpretar el estado de confusión y fracaso que ha caracterizado sus visiones y análisis sobre las inexistentes revoluciones árabes como ‘la experiencia de grupos, dirigentes y partidos políticos’ en Túnez, Egipto y Libia desde el estallido de lo que conceptualizaron -en supina ignorancia- como Primavera Árabe.

Quizás el rasgo más importante y a la vez peligroso que estas personas nunca comprendieron en los últimos cuatro años es que todos estos grupos políticos comparten un elemento distintivo: ‘su naturaleza violenta, teocrática y excluyente’.

Tales grupos y organizaciones no han podido adaptarse a los diferentes segmentos de las sociedades que dijeron representar, particularmente en momentos sensibles a raíz de los violentos levantamientos. Sus dirigentes, una vez fueron parte de lo que se consideraba como oposición a los regímenes dictatoriales laicos que los oprimían duramente, pero nunca evolucionaron democráticamente y como resultado de ello, una vez en el poder, tomaron represalias intensificando aún más el estado de polarización alimentando la desconfianza, la ruptura y la fragmentación social. A la luz de los hechos, el discurso del Islam en la política en general demostró ser superficial y carecer de soluciones a las demandas y reclamos originales de las sociedades árabes.

Si bien podemos encontrar decenas de volúmenes y libros sobre la pureza, la adoración y otros temas en materia religiosa, hay muy pocos libros sobre ‘islam político’ y ello ha dado lugar al mayor error de los expertos occidentales al abordar una temática que no conocían. Esto significa que deberían aprender mucho sobre equilibrio y discreta moderación al hablar de Islam político. Nadie por sí solo puede reclamar una comprensión completa y nadie es capaz de imponer esta comprensión a los demás. De ello deberían tomar nota los sesudos -aunque amateurs- intelectuales y opinólogos en materia del mundo árabe islámico.

Los grupos del Islam político que han llegado al poder en los Estados donde se habló de primaveras árabes no han seguido los pasos del Islam ni los preceptos de Mohamed después de la conquista de la Meca. La historia es inalterable en ese punto, sobran ejemplos. En aquel momento, mientras los opositores del Profeta temían su reacción luego de la victoria, Mohamed anunció el ‘día de la misericordia’, y pronunció su famosa frase: ‘Incluso el que entra en la casa de Abu Sufyan estará a salvo’ (en referencia a su enemigo más feroz de aquel tiempo). Según las escrituras, el Profeta añadió: ‘Id, pues sois libre, la batalla termino’. Mohamed  no castigó ni tomó venganza contra nadie.

Este principio del Profeta fue aplicado más tarde por dos de los políticos más reconocidos del siglo XX: el líder indio Mahatma Gandhi y Nelson Mandela en Sudáfrica. Ambos ofrecieron un perdón completo a sus antiguos adversarios y enemigos e incluso los incorporaron a sus propios gobiernos para convertirse en parte de la solución, no del problema. Esta es la diferencia entre la sabiduría política, por un lado, y la inmadurez política vengadora y resentida, por el otro.

Cuando se elige representar a la religión en el ámbito político, ello implica una mayor responsabilidad moral, social y comunitaria, tal conducta debe ser así porque un daño inconmensurable puede ser causado si se fracasa. Los ejemplos pueden observarse hoy en Túnez, Egipto y Libia, donde la atmósfera que prevalece es violencia, muerte, decepción y frustración.

En Túnez, Rachid Ghanouchi y su partido Ennahda podrían haber superado el egoísmo y la arrogancia al aceptar asistir a Hamadi Jebali en la formación de un gobierno con el fin de administrar los asuntos del país en estos tiempos críticos sin considerar la iniciativa de Jebali como un ataque o una afrenta partidista. Sin embargo, el partido islamista Ennahda se inclino por adoptar una política de exclusión, violencia y acoso, el resultado fue su fracaso y la pérdida de credibilidad ante el pueblo tunecino.

Lo mismo aplica a lo sucedido en Egipto bajo el gobierno del presidente islamista Mohamed Mursi en su relación con el primer ministro Hisham Qandil. Una gran parte del pueblo egipcio creyó desde el primer día que Qandil no habría de gestionar correctamente los asuntos del país, y que el cargo de primer ministro requería de alguien con mayor experiencia. Además, la desconfianza por su manejo incompetente de la situación económica fue el mayor peligro para todos. No obstante, el hombre se aferro a su posición de ‘tozudez y prepotencia’ haciendo caso omiso a las demandas del pueblo, cuando en realidad este comportamiento fue una reminiscencia del estilo adoptado por los mismos regímenes ante los cuales las ‘pseudo revoluciones’ de la Primavera Árabe se levantaron.

El enfoque del Profeta Mohamed está muy lejos de los que actualmente dicen estar siguiendo sus pasos en nombre del Islam político. Mohamed no abogó por la venganza, la calumnia o la sospecha, ni tampoco por etiquetar a otros como traidores. Sin embargo, hoy en día, el Islam político continúa generando problemas sociales, divisiones internas, sedición y violencia. Esta situación se ve agravada por grupos específicos que reclaman el derecho exclusivo de hablar, entender y juzgar en nombre de la religión. Lo grave de estas conductas, es que el costo de ese accionar no será pagado por los gobiernos o regímenes actuales, sino que serán las generaciones venideras las que realmente lo sufrirán.

En los eventos mal conceptualizados como levantamientos, revoluciones y primaveras árabes, grupos islámicos llegaron al poder a través de elecciones democráticas, pero la democracia tiene criterios de observancia fundamentales como el respeto por los derechos de todos los ciudadanos junto a la observancia de la justicia, la igualdad y la unidad nacional. Con el devenir del tiempo y el ejercicio del gobierno por parte de partidos islamistas, estos principios parecen completamente ajenos a quienes tomaron el poder en nombre del Islam político y como resultado de tal experiencia, es el propio Islam político el que parece estar condenado al fracaso si no experimenta un cambio proactivo desde dentro.

El regreso de Rusia

Usted puede llamarlo como desee: ‘iniciativa rusa o repliegue estadounidense’. Como quiera que la llame, esta realidad llevó a Bashar Al-Assad a encontrar sobre la hora un milagroso acuerdo diplomático en el que prometió renunciar a sus armas químicas, evitando así un ataque militar que hubiera significado la caída de su régimen. Lo mismo para el caso de la República Islámica de Irán, que ha demostrado, en la profesionalidad de sus diplomáticos, estar muy por encima del actual ‘amateurismo diplomático norteamericano y europeo’.

Sin embargo, la realidad a la que nos enfrentamos no es más que a una debilidad Occidental nunca vista en materia de Oriente Medio. Tanto es así, que Moscú ha propinado a Washington y Bruselas, pero en particular el presidente Obama, una paliza diplomática inolvidable no sólo en lo referente a la crisis siria, también está ocurriendo lo propio en las posiciones que Irán está recuperando con apoyo diplomático ruso en materia del levantamiento de sus sanciones económicas, de la continuidad de su programa nuclear y del afianzamiento político regional.

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El ‘neocon’ arrepentido

En su tiempo, George Bush padre envió sin titubeos tropas a Panamá para expulsar a Noriega. Ello permitió a los panameños liberarse de un narco-dictador, votar, elegir democráticamente y crecer en lo económico. Ese día, el entonces presidente mando una tarjeta de Mickey Mouse al Congreso escrita de puño y letra en la que los congresistas pudieron leer: “En ocho horas habremos liberado Panamá. Cordialmente, el presidente”.

Hoy, el presidente Obama, quien tanto ha denostado a los republicanos por sus políticas y acciones, pareciera ser el nuevo neocon y está actuando como sus antecesores republicanos, pero hay diferencias. Personalmente no puedo decir que Obama me decepciono, menos aún que me haya sorprendido, sus acciones de gobierno son demasiado predecibles y su incapacidad evidente desde las primarias en las que se impuso a Hillary Clinton.

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Por qué la democracia es incompatible con “la primavera egipcia”

Durante los días de las movilizaciones que acabaron con el régimen laico del ex presidente Hosni Mubarak, escuchamos a muchos analistas occidentales desgranar halagos en referencia a la pacífica y civilizada revolución egipcia. Lo grave es que muchos eran académicos de cursos universitarios que educan jóvenes que una vez graduados, se incorporan a organismos internacionales.

Era notorio que no tenían idea del daño desinformativo que estaban ocasionando a la opinión pública. Hasta llegaron a decirnos que todo era un gran movimiento liderado por una generación joven y pujante que se erigió en el paladín de la calle árabe desde la mítica plaza Al-Tahrir.

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Nuevo proceso de dialogo palestino-israelí

La administración estadounidense auspicia nuevas conversaciones de paz entre palestinos e israelíes. El presidente Obama intenta acercar a las partes al diálogo a través de los oficios de su secretario de estado, John Kerry, quien ha expresado la estrategia de la administración para reactivar el proceso de paz celebrando encuentros previos para definir los elementos más importantes de un futuro acuerdo por medio de un dossier preliminar que se presentará en una futura conferencia que tendrá lugar dentro de nueve meses en Washington.

Lo que aún permanece en el terreno de lo incierto, es si los acuerdos a los que se pueda arribar serán implementados de forma definitiva, pues los antecedentes históricos muestran que las partes esgrimen argumentos posteriores a cualquier acuerdo que han comprometido las aproximaciones logradas. La diplomacia israelí, ratifico al secretario Kerry que la seguridad de Israel está por encima de cualquier exigencia, incluyendo la creación de un estado palestino. Jerusalén tiene muy clara la diferencia entre dirigentes palestinos “pragmáticos” y el movimiento islamista Hamas. La dirección pragmática palestina debe entender que la puesta en marcha de futuros acuerdos sólo tendrá lugar en cumplimiento de las fases de una hoja de ruta nueva, clara y definida, aunque el escollo mayor es que el proyecto central del plan de paz internacional se encuentra en punto muerto.

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Comunidad internacional y crisis Siria: “opciones estratégicas”

Dos años y cinco meses después del comienzo de la revolución siria y su posterior transformación en abierta guerra civil, la comunidad internacional se encuentra en una encrucijada histórica: intervenir directamente con el objetivo de destituir el régimen del presidente Bashar Al Assad para ayudar a construir un poder alternativo en Damasco o respaldar con poder suave a la oposición al punto de empujar al régimen a negociar su salida sin más opciones.

La administración estadounidense declaró el pasado 10 de junio que comenzaría el proceso de armar a la oposición. El Pentágono indicó que considera también otras medidas, incluyendo, muy posiblemente, una zona limitada de exclusión aérea sobre el asediado país. Pero incluso en este punto, el juego final de EEUU en Siria es incierto. Washington aún debe explicar sus planes estratégicos regionales con respecto de Irán y Hezbollah por un lado y a las milicias salafistas y yihadistas por el otro.

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Sin líneas rojas: el conflicto intersectario árabe

Cuando el influyente clérigo Yusuf Al-Qaradawi llamó en su sermón del pasado viernes a los musulmanes suníes a unirse masivamente a los rebeldes que luchan contra el régimen del presidente sirio, Bashar al-Assad, lo que hizo efectivamente fue quitar el manto de hipocresía reinante en el mundo árabe islámico en torno del desenfrenado enfrentamiento histórico entre sunitas y chiítas en el Oriente Medio.

Qaradawi dijo que no era su intención demonizar a todos los musulmanes chiítas -lo cual es difícil de creer conociendo sus posiciones- pero ese ha sido precisamente el efecto de sus palabras que inflamaron más aún la confrontación en curso. El clérigo suní denunció a la secta alawita (rama del islam chiita) a la que pertenece Bachar Al- Assad, como “más infiel que los cristianos y los judíos“. Extendiendo, precisamente, a todos los chiítas la demonización que indicó no iba a hacer. También sostuvo que la organización chiíta Hezbollah (cuyo nombre se traduce como “partido de Dios”) es realmente “el partido del diablo.”

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