La tragedia, el periodismo liberal y la militancia

Gonzalo Santos

Juan Miceli pregunta con fidelidad, con honesta fidelidad al dogma liberal que quizás marcó su práctica durante su extensa trayectoria en el Grupo Clarín: ¿Por qué las pecheras “partidarias” si esta causa (la solidaridad y asistencia a los afectados por la tormenta más grande que haya azotado a La Plata en su historia) es “apartidaria”?

El que escucha es Andrés Larroque, diputado nacional y referente de La Cámpora. O mejor dicho: el que recibe la inquietud del periodista Miceli es un militante del campo nacional-popular. El “Cuervo” parece descolocado al principio: la pregunta lleva implícita la lógica de la antipolítica, de la incomprensión de los procesos colectivos de liberación, de la desaprensión en torno a la confluencia de la decisión política con las demandas populares y la participación de la juventud.

Parece una paradoja: la TV Pública es una marca de este nuevo tiempo histórico comunicacional, donde los paradigmas lineales del periodismo liberal (supuesta independencia, pretendida objetividad, la ilusión del cuarto poder impoluto) son debatidos y resignificados en el marco de la construcción de una comunicación popular, inclusiva e igualitaria.

Entonces el Cuervo no termina de demoler el argumento progre-liberal porque se ofusca, pero responde con la convicción y la vehemencia que debemos tener todos los militantes del proyecto que inició Néstor Kirchner en 2003 y que conduce la Presidenta Cristina. No es que Larroque no tenga herramientas para hacerlo, ya demostró con holgura en infinidad de ocasiones que es uno de los mejores cuadros políticos del kirchnerismo. Es que el razonamiento de Miceli está tan ligado a la lógica con la que se ataca a diario a la organización política más expansiva, sólida y con más sensibilidad social que hoy muestra el tablero político nacional, que descoloca. El Cuervo finaliza con una sutileza: invita al periodista a presenciar in situ el incesante trabajo que se realiza en la Facultad de Periodismo. Es un convite a abandonar por un segundo los clichés liberales antipolíticos, para trabajar (militar, decimos nosotros los militantes) un ratito en función de los que lo necesitan.

Lo que hace Miceli cuando utiliza conceptos como “partidario” o “apartidario” es reproducir el paradigma liberal desplegado en las últimas décadas en torno a la política, a la participación, a la democracia y a los actores que la motorizan.

Según esa visión, en ocasiones excepcionales como esta que atravesamos, al abordaje de la tragedia debería hacerse ataviados con
las virginales ropas del onegeísmo, siempre promocionado por las independientes cadenas de emporios comunicacionales y suplementado por las dadivosas fuerzas emergentes del mercado.

Aquel paradigma liberal no acepta nuevos actores ni novedosas formas de participación y construcción que hoy parecen ser centrales. En definitiva, no son tan novedosas. Más bien son las mejores tradiciones de participación popular, recuperadas desde 2003 por Néstor Kirchner, el presidente que fortaleció la política y empujó la participación y la organización.

Este nuevo paradigma que inició Néstor y que continúa Cristina es el que contiene e interpela a los jóvenes. Es para celebrar: en estas circunstancias tan dolorosas, vemos a los actores que siempre participaron (Cruz Roja, Cáritas, etcétera) y uno nuevo: la juventud política.

Convencido, militante, organizado y solidario, este “nuevo” actor se convierte en una de las herramientas más importante para canalizar la solidaridad de los ciudadanos, y para lograr que los recursos del Estado lleguen con fluidez, transparencia e inmediatez a los damnificados. Es una escena que reivindica y fortalece la democracia participativa.

Y, finalmente, las pecheras. Existe ahí, en la querella a las pecheras, otra dimensión que la lógica política liberal desprecia: la identificación, la dimensión afectiva y la convicción en la práctica político-social.

Primero y simple: la pechera identifica y refuerza la responsabilidad. Segundo: una de las dimensiones que le dan volumen al kirchnerismo es la dimensión afectiva en la construcción de una identidad colectiva que pueda ayudar a las personas que la conforman a dar sentido a lo que están experimentando y, a la vez, esperanza en el futuro. En resumen: la identificación que promueve la acción política. En este caso, para colaborar en una circunstancia catastrófica.

En línea con lo que expresó Larroque, los invitamos a participar y sumarse a cualquiera de las iniciativas solidarias que consideren. Y si quieren, también sería bueno que militen para seguir haciendo de la política la herramienta esencial para la transformación.