¿Quién ganó la batalla entre Clarín y el kirchnerismo?

El cambalache comenzó con la firma de Guillermo Moreno, en septiembre del 2007, que convalidó la fusión entre Multicanal y Cablevisión. Dos primaveras después, a contracorriente, el Gobierno de Cristina Fernández promulgó la ley de medios. Al año siguiente, Amado Boudou intentó desarticular la amalgama de las dos corporaciones con una resolución. Y, hace diez días, la Justicia Civil y Comercial porteña corrigió al vicepresidente y ratificó la unificación de ambas empresas. En el medio de este trabalenguas político-jurídico, fuimos testigos de “la 125”, “cruzadas culturales”, fallos de la Corte Suprema, extracciones de ADN, guantes de boxeo en un asamblea de Papel Prensa y dos preguntas retóricas que quedarán en la antología de las chicanas criollas: “¿Qué te pasa, Clarín? ¿Estás nervioso?”.

Todo muy fluctuante. Todo muy apasionante. Pero asoma el crepúsculo del kirchnerismo -al menos, en su versión sui generis- y la duda continúa flotando en el aire: ¿Quién ganó la disputa entre el Gobierno nacional y Clarín?

La respuesta posee diferentes ángulos de toma. Uno, por ejemplo, es el económico. En este plano, el colosal conglomerado comunicacional parece haberse impuesto. Y un claro indicio es el fallo reciente de la sala II de la Cámara Civil y Comercial que aprobó la mixtura entre Multicanal y Cablevisión, impulsada en sus inicios por el entonces presidente Néstor Kirchner mediante la resolución 257. Pero no solo eso. En estas semanas, Clarín se quedó también con el 49 % de la operadora móvil Nextel. Dos pájaros de un tiro. Pruebas fehacientes de que la empresa de Héctor Magnetto, lejos de replegarse, está en franca expansión. Su perímetro aumenta día a día. Continuar leyendo

La cara de Aníbal

7:30 am. Salen los primeros rayos de sol en Plaza de Mayo. Por delante del vallado de Casa Rosada aparece él. Saco, corbata, bigote simétrico y semblante imperturbable. Una docena de periodistas lo acosan con preguntas. Tranquilo, responde a todas: a algunas de forma concisa, a otras, con pirotecnia verbal. El graf del noticiero cambia constantemente. Son treinta minutos de títulos resonantes. Chicanas, aforismos, rabietas y acusaciones de alto voltaje decoran el acting. Ha dado su rueda de prensa el jefe de gabinete de la nación, Aníbal Fernández.

El precandidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el Frente para la Victoria es un político sin medias tintas. Según la encuestadora Ibarómetro posee una imagen negativa del 50 % y una apreciación positiva del 42,7 %. Números que ponen a la vista la fisura que provoca su personaje en la opinión pública.

Pero también habría que interrogarse cuántos de esos 50 puntos de rechazo son de su patrona, Cristina Fernández de Kirchner. Porque Aníbal, quizás como pocos jefes de ministros, ha comprendido perfecto su papel como dique mediático de la máxima autoridad del país. Día a día atrapa toda munición periodística dirigida al despacho presidencial. En criollo: es el que pone la cara. Para las inauguraciones, las inversiones, las obras y demás buenas noticias está la jefa. Labor que, evidentemente, no interpretaron muy bien Jorge Capitanich ni Juan Manuel Abal Medina. Continuar leyendo