Inclusión educativa, ¿una mera palabra?

Cierra otro año lectivo, cargado de problemas y deficiencias. No se cumplieron los 180 días de clases. Continúan los problemas de infraestructura, los docentes siguen cobrando muy poco, hubo alumnos que abandonaron la escuela y, los que se quedaron, no recibieron una educación de calidad óptima. Al parecer, la sociedad argentina finalmente se ha puesto de acuerdo con respecto a estos puntos y reconoce que urge un cambio. 

En estas épocas de precisión terminológica y eufemismos, la primera medida que deberíamos tomar es llamar las cosas por su nombre y, ya que reconocemos la existencia de un problema, actuar para resolverlo. Dejar de emitir mensajes contradictorios sería un buen comienzo, y eso se puede hacer hoy mismo, en los hogares. Términos como “divertirse” y “entretenerse”, por sólo tomar dos ejemplos, no tienen necesariamente relación directa con lo que sucede cuando se lleva adelante una situación de aprendizaje. Distinto es el caso de “interesarse”, que sí la tiene. La sociedad debe comprender y transmitir a sus hijos que aprender da trabajo, que demanda un esfuerzo y un compromiso. La escuela debe crear y promover situaciones de aprendizaje motivadoras e interesantes para sus alumnos, que son individuos con diferentes características, saberes previos y preferencias, y están juntos durante lapsos de tiempo largos dentro de aulas. “Te compadezco porque tenés que ir a la escuela”, “La escuela no sirve para nada”, “Los docentes no están capacitados”, “Pérdida de tiempo” no pueden ir junto a “Tu obligación es ir a la escuela”; no son mensajes positivos para nadie. El apoyo familiar que recibe cada alumno y lo que sus padres opinan acerca de lo que debe suceder durante las horas que los chicos están dentro de la escuela inciden sobre el desempeño individual, lógicamente. Si la actitud del alumno hacia el aprendizaje formal es negativa, la calidad de la educación que reciba no será la mejor, independientemente de los esfuerzos que hagan o no hagan sus docentes. Y la palabra que resuena por todos lados: “Inclusión”, se quedará siendo una mera palabra.  Continuar leyendo

Carta a mis alumnos sin clase

Profe, me dicen que soy burro….

Esto es para los adolescentes que van a las escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires. Sé que es mucho pedir, porque no me conocen, así que me voy a dirigir a los que fueron mis alumnos y que saben que si les digo: “A ver, chicos, escuchen que es muy importante”, vale la pena oír. Y si un nuevo se anima a leer, genial, le digo: “Hola, soy Lara, la de Literatura. Escuchá esto, por favor”. Y empiezo:

Chicos. Están asistiendo a algo que nos pone angustiados a todos. Los profes estamos  peleando por nuestros derechos, y andamos por ahí aguantando que nos digan cosas violentas y agresivas. Ustedes están escuchando eso fuera de las escuelas, en la calle, quizás en sus casas, en la radio, en la tele. Los que fueron mis alumnos estudiaron que uno de los recursos argumentativos más sucios y eficaces es la “descalificación del adversario”. ¿A quién se le hubiera ocurrido que los docentes iban a ser vistos como “adversarios”? A nadie, pero parece que está pasando. Nos dicen “vagos”, “parásitos”, “criminales”, “ineptos”. Ustedes saben, porque son adolescentes y tienen criterio, que eso no tiene que ver con lo que pasa adentro de la escuela, que no se puede generalizar (que, dicho sea de paso, es otro recurso argumentativo muy eficaz). Pero no me voy a poner a explicar eso hoy, quiero decirles algo más importante. Y ahora sí, lean con atención:

Los chicos que van a colegio privado están en clases. Los chicos que van a colegios de Capital, también. Este conflicto salarial se va a resolver, y vamos a volver a las aulas en cualquier momento. Y en la tele, en los diarios, también escucharon y leyeron que hablaban de ustedes, “los de la pública”. ¿Y qué decían? Que son burros, que no aprobaron las pruebas PISA, que los docentes no les están enseñando nada, que no entienden lo que leen, que no saben nada… Resuena “vago” para el docente junto a “burro” para los alumnos de la pública, y bla, bla, que los que van a privado sí saben, que los de Capital sí saben, que entre ellos y ustedes se abre un abismo de desigualdad y que eso es culpa de, culpa de, culpa de, y bla bla bla…

Paremos acá. Y después les digo lo que quiero para este año. Estoy harta de que pase eso. Saben perfectamente que los profes que estamos con ustedes somos los mismos de las escuelas privadas y de las de Capital. Y saben que eso de que no aprobaron las pruebas PISA y que cada vez se aprende menos es en muchos casos cierto. No dejemos que siga sucediendo esto. Son ustedes los que junto a los profes pueden cambiar esta situación lamentable, son ustedes los dueños de sus cerebros. Paremos esto.

¿Y qué puede hacer cada uno de ustedes para ayudar a revertir esta situación, que los sabios y los intelectuales no saben cómo resolver? Les digo cómo: este año, chicos, mantengan el celular en el bosillo. Lleguen puntualmente y no falten a clase. Si mamá o papá no les compraron hojas, ocúpense o avisen en la escuela, si hay problemas más graves, avisen, veremos cómo ayudar, no se queden callados ni dejen de venir. Si no les prestan atención en casa, y bueno, es un bajón, pero ocúpense ustedes de ustedes mismos, ya no son ningunos bebés. ¿Van a hundirse en la ignorancia porque sus parientes no los atienden? Allá ellos, a ustedes les va a ir bien porque son ustedes los dueños de su destino y nadie más que ustedes. Tengamos la carpeta linda, prolija, usemos cartuchera y pongamos una lapicera adentro. Chicos, basta de perder el tiempo en clase con estupideces, basta de la pelea con apagar cosas, con dormir, con no prestar atención. Basta de agredir a los profesores, de insultarlos, de decirles tomátela, porque nosotros estamos trabajando y nos merecemos su respeto. Si no entendemos una clase, preguntemos. Si no pudimos venir, pidamos la tarea. Si tenemos compañeros que se portan mal, no permitamos que eso siga sucediendo. Si un alumno no permite que se den las clases, ¿quién se perjudica? Todos. Basta de echarle la culpa a los docentes de absolutamente todo. Ustedes son grandes, saben cómo hay que comportarse. Y saben perfectamente cómo hacer para que las cosas salgan bien. Tenemos las netbooks, tenemos todo para poder igualar y hasta superar a cualquier alumno que tiene papás que pueden pagar una privada. No hay gente más inteligente que otra de nacimiento, la inteligencia se desarrolla. Hay que esforzarse, hay que leer, hay que dejarse de embromar con eso de que la escuela es un lugar para haraganear y copiarse los trabajitos prácticos hechos por otro porque total no pasa nada. Sí pasa. Cambiemos eso.

Ya sé lo que están pensando. No, no estoy enojada con ustedes ni pienso que tengan la culpa de, culpa de, culpa de. Estoy enojada con eso de que nos traten mal desde todos lados. Porque ustedes deberían tener lo mejor, y no lo tienen. Pero aprovechemos lo que tenemos. Hay libros nuevos, hay compus, hay hojas, hay lapiceras, hay profes y hay chicos. Aprovechemos lo que tenemos.

Chicos, no digo que vaya a ser fácil. Voy a hablar por mí ahora. Yo me comprometo a trabajar igual que todos los años, con la misma atención y el mismo esfuerzo. Yo enseño los mismos contenidos que se enseñan en las escuelas privadas, al igual que todos sus profes. Pero sola, no puedo ayudarlos. Necesito que me escuchen cuando explico, que estén atentos, que anoten, que lean, que investiguen, que se rían, que conversemos, que aporten ideas, que discutamos, no más trabajos copiados, no más gente durmiendo, no más excusas, no más peleas por pavadas que sólo hacen perder el tiempo.

No les pidos que sean unos nerds (aunque yo lo haya sido cuando estaba en la escuela, pero shhh, guárdenme el secreto). Les pido que sean alumnos. Les pido que se pongan las pilas. Les aseguro, les prometo, que se puede. La única forma de aprobar, de comprender lo que se lee, de escribir bien, es empezando a ser alumno y dejando de ser un número, uno de esos “pobres que son hijos de los que no pueden pagar una privada”. Basta de quedarse afuera, mejoremos la educación pública cambiando la actitud, chicos, demostremos que podemos ser los mejores.

Eso es todo. Que este 2014 que empezamos tarde no nos encuentre cansados de dar batallas por la educación pública, que nos encuentre lúcidos y con ganas; levantémonos contra la pobreza, las cosas que nos faltan, los obstáculos,  demostremos que no tenemos por qué ocupar el último lugar, demostremos que, cuando queremos, podemos.