¿Política o académica?

Max Weber ya había diferenciado el mundo académico del mundo político. El primero estaba regido por la ética de la verdad, que era el propósito de su tarea, sin importar las consecuencias que los hechos o las palabras pudieran generar. Por el contrario, en el mundo político, la ética estaba referida a la responsabilidad y los políticos debían prestarles especial atención a los efectos de sus actos. Se oponían así la ética de la verdad, propia de los académicos y la ética de la responsabilidad, que rige en el mundo político.

Lilita Carrió se encuentra entre ambos escenarios. Su preparación intelectual la pone por encima de sus colegas políticos y posiblemente sea la más académica de los políticos. Pero también podría ser la más política de los académicos. ¿En qué mundo hay que colocarla, cuando se pronuncia en temas muy delicados y que conmueven a la sociedad, pero mucho más profundamente al mismo partido al que pertenece, sin importarle las consecuencias? ¿Privilegia la verdad, como una académica, o debería tener más responsabilidad sobre lo que dice, como política?

La percepción de la sociedad sobre Carrió es ambivalente. Juega a su favor el crédito que la gente da a sus palabras. Pero también le juega en contra el ser percibida como alguien destructivo, incapaz de mantener en el tiempo lo que ella misma ha fomentado. Continuar leyendo

Ética femenina, derechos humanos y legitimidad

Hasta los años setenta, y sobre la base de los estudios de Lawrence Kohlberg, la creencia generalizada era que las niñas tenían un menor desarrollo moral que los varones de su misma edad. Luego de las pruebas realizadas sobre niños de 11 años de ambos sexos, se interpretaron los resultados como una forma de flaqueza moral de la mujer.

Pero en 1982, Carol Gilligan publicó In a different voice, sobre teorías psicológicas y de desarrollo femenino, que cambió esa perspectiva. Gilligan, que había colaborado con el propio Kohlberg, refutó la afirmación sobre esa debilidad moral de las mujeres y estableció que, en contra de esa creencia, la razón es que las mujeres tienen un sentido moral diferente, no inferior. A dicha moral la llamó “Ética del cuidado”. Es decir, que no es que tengan menores capacidades para hacer razonamientos morales, sino que privilegian los vínculos con los demás y las responsabilidades en el cuidado por encima del cumplimiento abstracto de los deberes. Es bajo esta óptica que debe considerarse qué es lo que hace que las acciones sean moralmente buenas o malas.

Mientras las teorías clásicas enfatizan en el carácter universal e imparcial de los deberes éticos, la ética del cuidado pone el acento en la responsabilidad hacia los seres a su cuidado. La creencia básica es que las personas no son independientes y extrañas unas de otras, como asume la ética kantiana, sino que, por el contrario, tienen entre sí diferentes grados de dependencia e interdependencia. Aquellos particularmente vulnerables merecen una especial consideración, y que se los considere de acuerdo con ello. Continuar leyendo