Respeto y honor a los héroes de una misión imposible

Gustavo Gorriz

Hace muchísimos años, más de los que quisiera recordar, en las escuelas argentinas era habitual que los alumnos pronunciaran como parte del juramento a la bandera, la frase: “Aquella que jamás fue atada al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra”, cita que dejó de ser verdadera hace 33 años, al finalizar una contienda que se inició un día como hoy, 2 de abril, pero del año 1982.

Como es común a muchas personas que vivimos esa época, damos por sentado que todos conocen de una u otra manera, las vivencias, dolores, alegrías y decepciones que se vivieron en aquellos trágicos días de la guerra. Sin embargo, es bueno pensar que quizás los subcuarenta, es decir, quienes eran niños o aún no habían nacido en aquellos días, poco o nada sepan de aquel conflicto que nos marcó para siempre y que, en parte, fue responsable directo del advenimiento de la democracia.

Para aquellos que poco o nada conocen de los avatares militares, digamos de manera simplificada que los hechos de la guerra se dividen primariamente en políticos, estratégicos y tácticos. No comentaré los gravísimos errores políticos, lo dejo para otros analistas, pero me resulta inevitable cuando menos mencionar al ala profesional de la Cancillería Argentina, que acompañó aquellas decisiones, desatendiendo uno de los pilares de la política, como es conocer a tu enemigo.

Dicen los analistas que los casos en que fallidas decisiones estratégicas dieron como resultado una victoria táctica (entendiéndose a la táctica como el lugar donde ocurren propiamente los hechos de la batalla) son apenas un puñado a lo largo de toda la historia militar. No fue el caso de Malvinas, en aquellas islas irredentas perdimos la guerra. En ellas se combatió con honor y eso fue reconocido por el propio enemigo. Las condiciones fueron las más adversas conocidas en la guerra moderna, pero todo ese valor, lamentablemente, no alcanzó más que para lograr una derrota digna.

¿Pero cuáles fueron esos errores estratégicos que llevaron a que ni el esfuerzo más sublime pudiera modificar una decisión que estaba resuelta de antemano? Permítanme realizar la comparación más vulgar y comparar aquellas decisiones con una empresa o con un acto comercial. Al hacerlo reitero mis disculpas hacia aquellos soldados que nos esperan en el cementerio de Darwin o a quienes hoy aquí y en todo el país se reúnen con sus camaradas de entonces.

Si las decisiones que se tomaron hubieran sido realizadas por una empresa que desea tener una actitud agresiva en el mercado para obtener un objetivo muy importante, estos serían algunos de los errores que cometería repitiendo la de la conducción militar de entonces:

- Cuatro meses antes de lanzar su emprendimiento fundamental, cambian de sus puestos, ocupados durante años, a todos los gerentes. Esto hicieron los militares en el mes de noviembre, cuando generaron todos los pases anuales como si nada estuviera por suceder.

- La empresa 90 días antes de su desarrollo fundamental hecha al 70% de los operarios con experiencia en su trabajo e incorpora gente inexperta sin conocimiento de ningún tipo. Esto hizo la conducción de la FFAA en el mes de diciembre de 1981, al dar de baja a la masa de la clase incorporada por el Servicio Militar Obligatorio, e incorporar a la nueva clase sin ningún tipo de instrucción militar.

- La decisión de la empresa de realizar una política agresiva en el mercado se organiza sin ningún tipo de preparación previa. Nunca las FFAA argentinas en ninguno de sus niveles, ni siquiera previamente al conflicto, tuvieron ningún tipo de instrucción vinculada con una guerra insular, que tiene características extremadamente particulares y con ineludibles factores a considerar que requieren una aceitada organización conjunta.

- La empresa decide poner en ejecución, en todo el mercado, su agresivo proyecto. Para hacerlo, carece de medios de transporte propio y de recursos para poder ejecutarlo. Esto, en términos militares, se denomina logística, que son todas aquellas actividades que permiten abastecer a quien va a dar la batalla y a sostener ese aprovisionamiento de todo tipo a lo largo de la contienda. Esta fue una falencia, una improvisación y una verdadera demostración de la más absoluta falta de planes serios que superaran la correcta operación inicial (operación Rosario, que permitió recuperar las islas aquel 2 de abril de 1982).

Toda esta situación estratégica, que podría tomar volúmenes para su análisis, que podría también tener un idioma técnico mucho más profesional pero que adrede intenta llevar un mínimo de claridad para los legos, fue ratificada en el que se denominó “Informe Rattenbach”, demoledora acusación de un anciano y respetado General, a quien se le pidió el análisis de lo ocurrido con posterioridad a la guerra. Esto fue ratificado por el Congreso Supremo de las Fuerzas Armadas, que durante el gobierno de Raúl Alfonsín incluyó penas de prisión para los tres integrantes de la Junta Militar y la degradación de dos de ellos, todo ello ratificado con posterioridad por la justicia ordinaria.

Lo dicho anteriormente no hace más que enaltecer a aquellos soldados argentinos que enfrentaron a los integrantes de la OTAN con el apoyo irrestricto de su aliado histórico, los EE. UU. Muchas veces confundimos aquellas erradas decisiones a nivel político y estratégico, con aquellos que pusieron el cuerpo en Malvinas. Tremenda injusticia para quienes combatieron en Pradera del Ganso, Dos Hermanas o Monte Longdon en situaciones meteorológicas extremas y sin movilidad, enfrentando a un ejército del primer mundo, con fuerzas de elite que eran reemplazadas por oleadas de soldados descansados y que contaban además, con el apoyo satelital norteamericano. También una tremenda injustica para aquellos conscriptos que aún hoy son denominamos como “pobres chicos mal instruidos”. Vayan para aquellos respetables hombres, las palabras del experto en Defensa Fabián Calle: “Centenares de muertos, dos destructores, dos Fragatas, un gran Portacontenedor, dos Buques de desembarco hundidos y una docena de unidades dañadas. Una década combatiendo en Irak y en Afganistán no le provocó tantas bajas a las Fuerzas Británicas”. 

Solo respeto y honor para aquellos oficiales, suboficiales y soldados que intentaron cumplir aquella misión imposible.