Evitar la rotonda justicialista

La política está llena de opiniones, de distintos modos de pensar y de eso se trata. Lo cierto es que los hechos políticos, o mejor dicho, los actos políticos, causan efectos. No es lo mismo hacer una cosa que la contraria.

Poner sobre la mesa lo que Sergio Massa hizo como Jefe de Gabinete de Ministros de Cristina Fernández de Kirchner tiene como objetivo debatir la política en concreto. Es posible que alguien haya asumido decisiones de las que se arrepiente, pero lo que hace Massa es negar el pasado reciente, ocultándolo en un sinfín de frases hechas, pretendiendo construir un presente aséptico y como consecuencia ofrece un futuro lleno de dudas o quizás colmado de lamentables certezas

Que haya nombrado en el Gobierno a Lorenzino, Moreno, Etchegaray, Schiavi y Boudou en definitiva no importa. En verdad ni siquiera importa Sergio Massa. Lo que sí es relevante es lo que haga la sociedad ante eso, porque lo que verdaderamente importa es el futuro de la Argentina.

No decimos esto porque si. Sabemos que nuestro repaso de la memoria de corto plazo sobre las aventuras de Massa, el hombre que inventó a Boudou y lo llevó al Gobierno Nacional, es una acción antipática e interesada.

Antipática porque plantea un contrapunto concreto y “la gente quiere mirar para adelante”. Y es interesada, porque al plantear este contrapunto concreto, pretendemos paradójicamente que la sociedad mire para adelante, avisore un futuro distinto y evite la rotonda del Partido Justicialista que nos vuelve poner en la mismo carril del cual queremos salir.

Massa nos convoca a una renovación tras haber acompañado medidas fundamentales de estos diez años de kirchnerismo, alguna de las cuales llevan su firma al pie de página; el veto a la Ley de Glaciares y los nombramientos mencionados constan en el boletín oficial.

No planteamos esto como un castigo a nadie. En Argentina necesitamos permitirnos el debate con todo sobre la mesa, que cada uno se haga cargo de sus acciones y decisiones. Solamente de esa forma podemos darnos el desafío del cambio. Cambio que no supone un jardín de rosas, sino un cambio que propone una argentina llena de desafíos, pero definitivamente otros desafíos.

Si no descubrimos quién es quién, con sus aciertos y sus errores, pero con la verdad, lamentablemente vamos a seguir discutiendo la corrupción. La falta de independencia judicial, el crecimiento económico con empobrecimiento, el avance del narcotráfico y la trata de personas, y algo tan básico como el funcionamiento del sistema republicano y la democracia.

Venimos peleando con el lenguaje, porque las palabras dejaron de significar lo que nombran, y también venimos peleando con los fenómenos políticos; Carrió decía: Lo nuevo no es el espectáculo de lo novedoso” y es acertado para pensar el país que viene.

¿Fin de ciclo o cambio de ciclo?

El resultado electoral de último domingo 27, que hoy pareciera sucedió un año atrás por el giro que tomo el debate publico en torno al fallo de la Corte sobre la Ley de Medios, fue contundente pero confunde.

Se ha instalado la idea de fin de ciclo como si eso fuera la meta de llegada y el desenlace de un fenómeno político que termina. Aquí entonces lo que se pone en debate si el kirchnerismo como fenómeno político ha concluido, y por otro lado si el fin de ciclo kirchnerista supone un cambio en la Argentina.

Sobre el primer interrogante, no hay dudas de que es así. El kirchnerismo se ha destacado por su complejidad política. A lo largo de esta década había logrado sostener en superficie una infinidad de transversales al peronismo, intelectuales, artistas, militantes por los derechos humanos que, a gusto con el relato, sostenían el discurso frente a las clases medias urbanas y medios de comunicación. Por supuesto que con eso no gobernaba pero era lo que le daba nombre.

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