La proyección de indecisos

Horacio Minotti

En épocas electorales, los medios de comunicación y las empresas de medición de opinión pública nos envían una serie de datos que no solemos tener que analizar en nuestra vida cotidiana y que, a veces, no podemos interpretar cabalmente.

En los últimos días, algunos encuestadores han comenzado a dar presuntos resultados de la elección del 25 de octubre, con la que llaman “proyección de indecisos”. Calculando esta, por ejemplo, Daniel Scioli, que parece no poder moverse en su intención de voto, de lo obtenido en las PASO (un 38,5 %), crecería a 41 o 42 puntos y si consigue separarse 10 % de Mauricio Macri, sería presidente en primera vuelta.

Ahora bien, más allá de la coyuntura que utilizamos para poder trabajar sobre un caso concreto, debemos saber con precisión en qué consiste la proyección de indecisos y qué verosimilitud tiene tal proyección.

Los encuestadores tienen un método que es casi siempre el mismo, con pocos matices, y está bien que así sea, porque de otro modo se haría imposible llegar a conclusiones más o menos plausibles. Pero ese método no siempre se relaciona con la verdadera indecisión de los indecisos, es decir, los que manifiestan que no han decidido todavía a quién votar padecen una duda, pero la proyección no valora en qué consiste esa incertidumbre.

Para proyectar, se toma el caudal de intención de voto de cada candidato. Digamos, para simplificar, que hoy Scioli tiene un 40 % de intención de voto, Mauricio Macri un 30 % y Sergio Massa un 20 %, suprimiendo a los demás candidatos a efectos metodológicos y pensando que hay un 10 % de indecisos. ¿Cómo se proyecta? Este último 10 % se prorratea de acuerdo con la intención de voto de cada uno, de manera que en este ejemplo lineal, 4 puntos irían para Scioli, 3 para Macri y 2 para Massa (en todos los casos con alguna décima adicional que completa dicho 10 %); queda entonces, con la intención de voto proyectada, el gobernador bonaerense con 44 %, el jefe de gobierno porteño con 33 % y el exintendente de Tigre con 22 %. Como se verá, la diferencia entre Scioli y Macri crece, con los votos proyectados, el 1 %.

Ahora bien, ¿es una regla de oro semejante cálculo? Veamos, podría uno sospechar que existen votantes opositores indecisos entre votar a Macri y votar a Massa. Y tal vez algunos electores podrían estar con dudas sobre si impulsar a este último o apoyar a Scioli. Pero muy difícilmente alguien esté indeciso entre votar a Scioli y votar Macri. Incluso uno podría creer que un voto positivo para el oficialismo ya está decidido o que si existen votos potenciales todavía indecisos para el Frente para la Victoria, estos son muy pocos, tal vez bastante menos que el 4 % que las proyecciones adjudicarían a Scioli, con su método.

Por ende, uno bien podría pensar que el candidato kirchnerista llegó a su techo electoral en las PASO y no puede sumar más que un par de puntos, que el resto de los indecisos, 8 % de ese hipotético 10 %, se podría repartir entre opciones opositoras, y que Macri se haría acreedor del 5 % y Massa del 3 %, o a la inversa. En el primer caso, el exmotonauta llegaría a un 40,5 %, el expresidente de Boca a 35 % o 33 %, según el caso, y Massa a un 23 % o 25 %., y entonces las hipótesis de que esto se termina en la primera vuelta se desvanecen totalmente.

¿Por qué proyectar entonces los indecisos de modo proporcional como lo hacen los encuestadores? Simplemente porque es un método y porque no hay otro modo científico de hacerlo y eliminar a los indecisos de las encuestas. Pero tal método está extremadamente lejos de ser una ciencia exacta. Hoy el resultado de las encuestas “con indecisos proyectados” es una aventura, una tómbola que las consultoras ponen a jugar, sea para influir en el electorado o simplemente porque es su mecanismo de funcionamiento.