¿Cómo evitar una nueva devaluación?

La Argentina se acerca al último trimestre del año y comienzan los pronósticos. Las entidades empresarias volvieron a la carga con la necesidad de “actualizar” el tipo de cambio, los economistas mediáticos pro establishment agitan nuevamente el mal del “atraso cambiario” y hasta la propia presidenta hizo una referencia a un posible diciembre convulsionado.

Los síntomas del período pre-devaluatorio son peligrosamente coincidentes con el escenario de finales del año pasado. Las entidades agrarias y exportadoras reteniendo cosecha, el Banco Central con una política de mini-devaluaciones diarias y una demanda de divisas creciente frente a una inflación que no cede. El caldo especulativo se está forjando y si se dejan que las cosas sigan el curso “natural” del mercado, no hay motivos serios para suponer resultados distintos. Continuar leyendo

Ante la crisis, prohibir despidos y suspensiones

Argentina vive una situación de crisis. Si es pasajera o profunda, catastrófica o sobrellevable, es algo que está por verse, y es deseable evitar los pronósticos apocalípticos. Pero que hay crisis es inocultable, y la pretensión de algunos analistas y funcionarios del oficialismo de aparentar que la casa está en orden y todo marcha según los planes resulta cada vez más difícil de sostener.

A los desequilibrios en las cuentas externas y las fuertes presiones sobre el tipo de cambio de 2013, le siguió una devaluación cuyo impacto regresivo e inflacionario aún estamos pagando. Sobre este escenario iniciamos formalmente una recesión económica que tiene su correlato en despidos y suspensiones en determinadas ramas de la industria, y un desplome particular en el sector automotor. A esta situación de desequilibrio cambiario y estancamiento económico se le sumó, quizás inesperadamente, una potencial crisis de deuda externa a partir del fallo del juez Griesa a favor de los fondos buitre, que coloca a la Argentina al borde del default.

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Las consecuencias políticas del acuerdo con el Club de París

En varias publicaciones anteriores venimos haciendo referencia al giro pro-mercado que el gobierno definió luego del resultado electoral de octubre del año pasado. Planteamos que para los últimos dos años de gestión de Cristina la estrategia oficial estaba signada por un “pacto de gobernabilidad” que intente asegurar una transición ordenada en 2015. El centro de esta política es buscar el apoyo de al menos un sector del establishment y por eso se comprende la constante apelación al empresariado en los discursos de la presidenta, así como el pedido de mesura hacia los trabajadores y el rechazo a las protestas sociales, como en el caso de Gestamp.

En materia de política económica tuvimos la devaluación de enero, los aumentos de las tasas de interés y el “redireccionamiento” de subsidios. En términos de variables macroeconómicas, las medidas permitieron estabilizar el tipo de cambio a 8 pesos y frenar la caída de reservas. Pero en términos de costo social, esto implicó una transferencia regresiva de ingresos, es decir que se perjudicó a la clase trabajadora y se benefició a las grandes empresas, bancos y en particular a las exportadoras.

Sin embargo esta estabilidad lograda podría ponerse en riesgo en el segundo semestre del año. Sin la cosecha que se liquida en el primer semestre, ¿cómo evitar que el 2014 no termine igual que el 2013? ¿Cómo evitar una nueva sangría de reservas, una nueva corrida contra el peso y en consecuencia una nueva devaluación?

Las respuestas del gobierno a estos interrogantes no se distancian mucho de la agenda propuesta por la oposición y la palabra clave es “confianza”. Había que dar “seguridad” para que vengan los dólares a través de inversiones y/o nueva deuda. Para lograr confianza había que sincerar al menos parcialmente los números del Indec, había que darle una compensación “razonable” a Repsol, había que dejar de rechazar las negociaciones con la Unión Europea para un acuerdo de Libre Comercio y había que llegar a un acuerdo con el Club de París.

La confianza tiene precio

¿Cuánto cotiza la confianza? En el corto plazo sale barata. El gobierno espera que gracias a todas estas señales pro-mercado en el segundo semestre y en el comienzo de 2015 tengamos una verdadera “lluvia de dólares” con inversiones en la industria, en la minería y en el sector energético a través de Vaca Muerta. Y también contar con acceso al mercado financiero internacional tanto para las empresas privadas como para la emisión de deuda pública a tasas “razonables”. Por supuesto que esto habrá que verlo, pero supongamos que fuera cierto y el objetivo es logrado. En ese caso en el corto plazo esto permitirá al Estado mejorar sus reservas internacionales, enfrentar posibles corridas y si todo sale bien liberar importaciones que están frenadas y hasta contar algún recurso para hacer política expansiva.

Pero el contrato tiene una letra chica y que eleva muy alto el precio de la seguridad brindada al mercado. Con esta orientación de reconciliación con los mercados internacionales el gobierno está firmando la renuncia a las transformaciones estructurales que no se hicieron durante estos diez años y que muchos creían que a lo mejor se podrían comenzar a hacer en los próximos. Esta nueva orientación es incompatible con sancionar una nueva ley de inversiones extranjeras que afecte los intereses de las grandes multinacionales, con avanzar en el control público del comercio exterior, de ir por las rentas extraordinarias del agro y la minería, de regular el sistema financiero o de simplemente elevar el nivel de presión tributaria sobre los grandes capitales. Cualquiera de estas medidas y varias más que podríamos enumerar dinamitarían el objetivo enunciado y por el cual se hicieron todos los deberes en los últimos meses.

Las consecuencias políticas de esta orientación, por lo tanto, no son para nada gratuitas. El establishment ya ha expresado su vocación de contar a partir de 2015 con un gobierno más confiable, más previsible, tal como expresó a través del “Foro de Convergencia Empresarial”. Massa, Macri o Cobos ya se anotaron en esa carrera. El Frente para la Victoria no quiere quedar atrás y el círculo se va cerrando. Lógicamente, el candidato más cómodo y acorde a la nueva versión del modelo que se prepara para el 2015 se llama Daniel Scioli. 

Quién maneja la economía

En estos días de corridas cambiarias, golpes de mercado y cambios en la política económica oficial, pocos de los análisis que se ofrecen en los medios de comunicación presentan a los actores sociales y a los intereses en juego detrás de estos movimientos. En cambio, la mayoría prefiere aludir a cuestiones técnicas o hablar de la ineficiencia de tal o cual aspecto de la gestión gubernamental. Por eso no pueden explicar que el gobierno haya convalidado – al menos parcialmente – las exigencias que le hacía el poder económico concentrado. Como ya no pueden decir que los males de la Argentina se deben al atraso cambiario – actualizado en un 60% en el último año – ni al llamado “cepo”, ahora salen a plantear que en realidad no eran esos los problemas sino una deficiencia general – casi emocional – de falta de confianza hacia el gobierno por parte de los mercados. En definitiva, todo apunta a la idea de que no importa lo que se haga, las inversiones no vendrán y la cosa sólo se podría resolver con un cambio de gestión en el 2015. Pero cuando el relato liberal habla de “los mercados”, no se refiere a poderosos grupos económicos con capacidad de formar precios o realizar maniobras especulativas en búsqueda de ensanchar sus ya abultados márgenes de ganancia, sino pobres “agentes” víctimas de un clima de incertidumbre, a su vez hijo de la improvisación de un plan económico deficiente.

Sin embargo, lo ocurrido en los últimos días no es otra cosa que un rotundo triunfo de estos victimizados “mercados”,  y muy por el contrario del imaginario que los ubica como presos de los vaivenes de la política oficial, en realidad han demostrado que tienen y siempre tuvieron la sartén por el mango (y el mango también diría María Elena Walsh). El gobierno perdió una de las pulseadas más fuertes con los exportadores y, de declamar su rechazo absoluto a sus pedidos, pasó a convalidarlos. Primero defendió el tipo de cambio como ancla de precios contra los argumentos devaluacionistas, para luego adoptar la política de “devaluación gradual” contrapuesta a la “brusca” impulsada por el poder económico. Finalmente ahora se defiende los ajustes bruscos en el tipo de cambio contrapuestos a la “megadevaluación” que promueven los mercados.

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2014: nuevo año, mismos dilemas

Arrancó un nuevo año y, ni lerdos ni perezosos, volvieron a plantearse los principales dilemas de la economía de nuestro país. Es que mientras millones de compatriotas descansan, otros esperan poder hacerlo en las próximas semanas y una parte significativa (muchas veces ninguneada) no puede acceder al derecho de tener vacaciones. La realidad económica no se toma respiro.

En los últimos días vimos marchas y contramarchas en el gobierno nacional, algo poco común en la gestión kirchnerista, respecto de dos temas: una reforma del impuesto a los bienes personales y la importación de tomates para frenar los aumentos de precios. Ambas cuestiones terminaron por ser desmentidas por Kicillof, ungido ahora como voz de mando en temas económicos por la Presidenta.

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