¿Los aumentos de salario generan inflación?

El conflicto de las paritarias revive anualmente un viejo debate de la ciencia económica sobre la relación entre los salarios y la inflación. ¿Son los aumentos salariales causa de la inflación?

El Gobierno pareciera cambiar el libreto según el interlocutor. Cuando se dirige al sector empresarial lo responsabiliza por los aumentos desmedidos, de abusar de su posición dominante en vastos sectores de la economía y pide responsabilidad y solidaridad para no perjudicar el bolsillo de los argentinos.

En cambio, cuando se dirige hacia los trabajadores, les pide moderación en sus reclamos, no perjudicar al resto de la sociedad. Como dijo el Jefe de Gabinete en un programa de televisión hace pocos días, “no somos nosotros, sino la economía la que pone el límite a los aumentos de salarios”.

¿En qué quedamos? ¿El problema de la inflación se origina en el abuso de los empresarios o en los reclamos de los trabajadores?

Un primer error frecuente en la teoría económica tradicional es considerar la ecuación “salarios-inflación” y omitir un tercer factor protagónico que es la ganancia empresarial. Por ese “olvido” se cae en la discusión sobre la traslación de los aumentos salariales a los precios como si se tratara de una operación automática sin tomar en cuenta que, dado el precio de un bien, un aumento salarial tiene como primer impacto una reducción del beneficio empresarial. Es para defender o elevar ese nivel de ganancia que se produce luego el ajuste de precios, pero a diferencia de los trabajadores que dependen de extensas negociaciones y muchas veces de la realización de paros o protestas, a los empresarios les alcanza con apretar un botón del teclado de la computadora o a lo sumo ponerse de acuerdo con sus pares en alguna cena de gala o en un buen partido de Golf.

Al introducir la ganancia, lo que suele llamarse “puja distributiva” aparece como un claro desencadenante del aumento de precios, en un juego en donde el resultado es incierto y el rol del Estado no es en nada neutral. Entonces aparecen nuevas preguntas. ¿Son los niveles de rentabilidad empresarial tan bajos en nuestro país que imposibilitan absorber los reclamos salariales? Y además, ¿habrán atado los empresarios sus propios aumentos en las ganancias a los niveles de inflación en los últimos años?

Mientras que se escribe este artículo, se terminan de cerrar los detalles de la paritaria bancaria. Los trabajadores exigen aumentos que superen el 33% mientras que el Banco Central informa que las ganancias de los bancos privados durante 2014 crecieron un 56,2% respecto al 2013, año en el cual ya habían aumentado su rentabilidad en 50,2% respecto a 2012, año en que aumentaron un 32% sus beneficios en relación a 2011 y así siguen las cuentas.

En el sector agroalimentario el crecimiento de las ganancias fue aún más abultado. Según la información publicada por la Bolsa de Buenos Aires, en promedio las ganancias de las principales empresas del sector aumentaron nada menos que un 391% entre 2013 y 2014 destacándose Mastellone, Ledesma, Cresud, La Anonima, entre otras.

En la industria se destacan Aluar que aumentó sus ganancias un 274% y Siderar que lo hizo en un 55%. También en la construcción y el negocio inmobiliario hubo crecimientos importantes en donde firmas como IRSA, Caputo, Holcim, Polledo, entre otras, lograron incrementar en un 119% las ganancias sobre el patrimonio o un 61% si se miden sobre el nivel de ventas. Idéntica situación se registró en el sector energético, liderado por YPF.

Podría argumentarse que estos niveles de crecimiento en la rentabilidad de las empresas se explican por el bajo nivel del punto de partida durante los años más duros de la crisis financiera internacional. Pero los estudios sobre la rentabilidad de las principales empresas permiten desmentir esta idea al observar que los niveles de ganancias que se produjeron en nuestro país durante la crisis mundial, fueron superiores al resto del mundo. Según un estudio de Pablo Manzanelli (Flacso) durante el quinquenio 2008 – 2012 calculando las ganancias sobre el nivel de ventas, se concluyó que el nivel de rentabilidad de las principales firmas multinacionales que operan en nuestro país fue un 32,7% superior al promedio mundial. De aquí la correcta afirmación de la presidenta cuando se refirió a los que “la juntan en pala” en nuestro territorio.

Los altísimos niveles de rentabilidad no son una novedad en nuestro país, pero sí permiten desmontar algunas ideas fuertemente instaladas en el sentido común y que aparecen cuando se discuten las paritarias y las causas de la inflación. La primera es la falsa idea de la economía liberal que coloca al Estado como responsable del aumento en el nivel de precios y ubica a las empresas como víctimas. La segunda conclusión es la falsedad respecto de los supuestos “problemas de rentabilidad” que enfrentarían las grandes firmas, ya que incluso en un contexto de estancamiento  y crisis internacional como el que vive nuestro país en los últimos años las cifras son contundentes. Por último y más importante, es que la contracara del proceso inflacionario que ocurre en la Argentina no es la evolución del salario, sino las ganancias exorbitantes del sector empresario. En lugar de discutir la ecuación de causalidad “salario – inflación” debiéramos comenzar a plantearnos la de “ganancia empresarial – inflación”.

Ahora sí, volvamos al punto de partida. El Gobierno intenta estabilizar las paritarias en porcentajes aproximados al 27,8%. Este número supone un incremento acorde a las expectativas de inflación y podría garantizar la estabilidad en el bolsillo de los trabajadores para el 2015, lo cual no es poco cuando los principales grupos económicos están reclamando ajuste en las cuentas fiscales y recuperación de la competitividad a partir de la caída de los salarios.

Pero esta política de contención de las demandas salariales de ninguna manera es el mejor resultado posible para los trabajadores. En primer lugar porque no permite recuperar la pérdida salarial de 2014 originada en la devaluación de enero. En segundo lugar porque por lo expuesto anteriormente los niveles de rentabilidad empresarial son la verdadera causa de la inflación. La expectativa inflacionaria debería ser un piso, pero de ninguna manera un techo para las necesidades de mejora salarial de los trabajadores de nuestro país.

La contención salarial se fundamenta en la necesidad de dar estabilidad al equilibrio macroeconómico. Pero esta política, aunque lograra sostener el poder adquisitivo de los trabajadores durante el presente año, seguirá funcionando a costa de postergar la necesidad de avanzar sobre las ganancias y rentas extraordinarias que se generan en nuestro país. La historia demuestra que sin afectar esos beneficios será imposible asumir la agenda postergada de terminar con el trabajo precario y los salarios de subsistencia y pasar a construir una sociedad en donde la dignidad del trabajo este por encima del lucro del capital.

El pacto de gobernabilidad hacia el 2015

Una serie de factores políticos y económicos han generado una nueva coyuntura política. Nos encontramos en un nuevo momento dentro del proceso político que vive nuestro país a lo largo de los últimos diez años de kirchnerismo. Confluyen en esta nueva situación dos elementos fundamentales: 1) La acumulación de tensiones económicas propias de todo período de “bonanza” en el capitalismo dependiente; 2) La cercanía del recambio presidencial que va a cerrar doce años de gobierno kirchnerista. Los problemas económicos y políticos en este sentido no son independientes y unos alimentan a otros.

La estrategia planteada por el gobierno en esta última etapa no fue la “profundización” que se había prometido ni las transformaciones estructurales pendientes en esta década, que son el único camino para lograr una auténtica solución de la desigualdad social y la dependencia nacional. Probablemente este camino hubiera implicado el riesgo de agudizar los problemas económicos (inflación, escasez de divisas) y sociales (mayor conflicto con clases medias) y por otro lado también romper el esquema de alianzas políticas vigente. En este sentido quedó clarísimo que Cristina y el núcleo del kirchnerismo no quieren llevar a la Argentina a una situación “a la venezolana”. El camino elegido por el gobierno fue entonces el opuesto. Plantear un pacto de gobernabilidad para llegar al 2015 de la mejor manera posible y reservar a Cristina para un posible retorno al poder más adelante.

En el plano económico, el gobierno volvió a convocar al empresariado y concretó un giro hacia los mercados. Se asumió el diagnóstico empresarial del “atraso cambiario” que por un lado había generado un aumento del salario en dólares (del orden del 50% en 2011 y 2012) y por otro lado una demanda muy grande de moneda extranjera tanto para ahorro (que se cortó con la restricción) como para turismo. Originalmente el plan del oficialismo era devaluar de manera gradual, pero eso generó problemas con los movimientos especulativos de los exportadores, que terminaron logrando la devaluación brusca de enero.

Además de la devaluación, el otro eje central es conseguir financiamiento externo para hacer frente a la escasez de divisas. Para eso se arregló con el FMI, CIADI, Repsol y se sigue negociando con el Club de París y los fondos buitres. La idea del gobierno es que, si esta política es exitosa, la Argentina debería estar pudiendo emitir deuda en el segundo semestre de 2014 y de esa manera hacer frente a una posible nueva corrida contra las reservas cuando los efectos de la devaluación se hayan disipado. Junto al endeudamiento, el gobierno también busca conseguir dólares vía inversiones, sobre todo a través de YPF utilizando el proyecto de Vaca Muerta.

En conclusión, el kirchnerismo devaluó, subió las tasas de interés, hizo política monetaria contractiva. La única diferencia con la receta ortodoxa (la última bandera que le queda a la oposición para seguir exigiendo más ajuste) es que no realiza el ajuste fiscal ni lleva a cabo los famosos “planes antiinflacionarios” (tal como lo indican los organismos internacionales y el lobby empresarial), lo cual tendría efectos aún más recesivos y regresivos que los actuales desde el punto de vista económico y social. Pero incluso considerando ese componente “heterodoxo” del ajuste, el 2014 seguramente termine con una caída del salario real y redistribución negativa del ingreso y por ende en un beneficio para el capital concentrado.

En el plano social la nueva estrategia necesariamente tuvo que venir de la mano de un endurecimiento del discurso hacia la protesta social, que seguramente se va a expresar en mayores niveles, como ya quedó claro con la histórica huelga docente de la provincia de Buenos Aires y la convocatoria al paro del 10 de abril.

Y finalmente en el plano político, el gobierno apuesta cada vez más a consolidar la discusión dentro del Frente Para la Victoria (FPV) en un pacto de gobernabilidad con el PJ. La idea de resolver todo en el marco del FPV (es decir, contener a todo el espectro desde Unidos y Organizados hasta los gobernadores) es parte de esta estrategia más general. Pero también hay que interpretar dentro de esa estrategia política la apelación de Cristina a una gran concertación nacional, los gestos al radicalismo y las conversaciones con el papa Francisco.

En resumen, todo parece indicar que en esta fase el kirchnerismo aspira a llegar al 2015 de la manera más prolija posible, intentando campear la situación económica, fortaleciendo el FPV y cuidando la fuerza propia.  Desde nuestro punto de vista, hoy estamos pagando las consecuencias de no haber encarado transformaciones de fondo, ni en el plano económico ni el político. En lo primero, el gobierno apostó a construir un “capitalismo en serio” dando concesiones a los sectores populares pero hoy se demuestra que no hay capitalismo alguno que pueda resolver los problemas estructurales de la Argentina. En lo segundo, el gobierno apostó al PJ y a la institucionalidad tradicional para sustentar su proyecto político, pero hoy se demuestra que sin apostar a la movilización popular y a la construcción de poder popular no es posible transformar la Argentina.

El gobierno termina su mandato tirando la toalla y haciendo concesiones al poder económico, perjudicando el bolsillo de los trabajadores. El kirchnerismo eligió el camino del pacto de gobernabilidad. Por eso es necesario construir un proyecto popular verdaderamente transformador, que supere el horizonte del capitalismo serio y que sea autónomo de las estructuras tradicionales (PJ-UCR-PRO). Para esto es imprescindible convocar a todos los compañeros y compañeras que durante estos años apostaron al proyecto del gobierno a defender las conquistas de esta década, a construir una opción política superadora en una convocatoria amplia con el conjunto de la militancia popular.