Facebook y Twitter contra las creencias argentinas

Iván Carrino

Hace poco se conoció un estudio que revelaba la opinión que los argentinos tienen, en promedio, acerca de los compatriotas más ricos de la sociedad. Los resultados fueron alarmantes. Más del 40% de los encuestados respondió que para ser rico hay que ser corrupto o bien haber heredado la fortuna familiar.

Por el contrario, solamente el 16% indicó que la mayor fortuna dependía de la mejor educación y únicamente el 13% afirmó que ser más rico tiene relación directa con el esfuerzo personal.

La respuesta de la corrupción se entiende en un país como el nuestro. Gran parte de la dirigencia política combina, por un lado, un enorme patrimonio y, por el otro, cantidades industriales de denuncias de corrupción y enriquecimiento ilícito. Además, es innegable que existe un entramado empresarial que se enriquece gracias a licitaciones poco transparentes y los contratos amigos, lo que contribuye a la malversación de los fondos que el Gobierno toma de los contribuyentes.

En tanto, la percepción acerca de que la herencia es una de las principales fuentes de la riqueza es una mirada con amplio consenso no sólo en nuestro país, sino también en muchos ámbitos académicos a nivel mundial. El francés Thomas Piketty, de hecho, sostiene que vivimos en un mundo cada vez más desigual en el que los ricos se vuelven cada vez más ricos, ya que al ser poseedores de capital pueden invertirlo a una tasa de retorno superior a la del crecimiento de la economía. En este marco, la herencia de ese capital se convierte en una ventaja fundamental en el inicio de la “carrera” hacia la riqueza y el bienestar, lo que genera desigualdad entre los distintos competidores.

Hay una serie de cuestionamientos a este planteo, pero tal vez un indicador más que cualquier otro pueda servir para demostrar su falsedad: la lista de las fortunas más grandes en personas menores de 40 años alrededor del mundo elaborada por la revista Forbes.

Sin dudas, muchos de los jóvenes multimillonarios que allí aparecen son herederos de fortunas creadas en el pasado. Tal es el caso de los hermanos Tom y Karl-Johan Persson y Charlotte Söderström, herederos de la marca H&M, que fundó su abuelo, o de Scott Duncan, heredero de Enterprise Inc., un gigante del sector petrolero norteamericano.

Sin embargo, también aparecen entre los jóvenes más ricos del mundo una cantidad de innovadores que, sin haber heredado grandes fortunas (ni estar envueltos en escándalos de corrupción), le están cambiando la vida a la gente en todo el mundo. Mark Zuckerberg, creador de Facebook, está al tope de esa lista, con una fortuna estimada en 33 mil millones de dólares. Junto a él se ubican sus ex socios, Eduardo Saverin, Dustin Moskovitz y Sean Parker, cuya fortuna conjunta supera los 15 mil millones.

Otros innovadores tecnológicos que están cambiando la vida de las personas son el fundador de Whatsapp, Jan Koum, el fundador de Twitter, Jack Dorsey, los creadores de Uber, Garret Camp y Travis Kalanick y los fundadores de Airbnb, Brian Chesky y Joe Gebbia.

Esta realidad nos lleva a pensar que algo falló en el momento de la elaboración de la encuesta. Es que estos multimillonarios jóvenes sin lugar a dudas dedicaron tiempo y creatividad a fundar estos grandes inventos que hoy disfrutan miles de millones alrededor del planeta. Pero es muy vaga la definición de “esfuerzo”, ya que todos los empresarios y los trabajadores del mundo se “esfuerzan” día a día para mejorar y prosperar.

Para una próxima edición, debería incluirse entre las causas de la riqueza el haber fabricado un producto o servicio que sea valorado por la gente, independientemente del “esfuerzo” o “sacrificio” invertido.

Finalmente, a eso debemos apuntar en nuestro país: a llenarlo de innovadores y creativos listos a generar mayores cantidades de productos y servicios que mejoren la vida de la gente. Si se consigue esto, se combate la corrupción y se diseña mejor la encuesta en el futuro, es probable que las respuestas cambien.

En el mejor de los casos, los argentinos entenderemos que la riqueza no es producto de la corrupción o de la herencia, sino de la creación de valor por parte de empresarios ávidos de ganancias, quienes no tienen otra alternativa que competir en el mercado libre y ganar la carrera por la mejora de la calidad de vida de sus compatriotas.