Siglo XXI: La Odisea del Crecimiento

Arthur C. Clarke, a igual que Isaac Asimov (autor de las tres leyes de la robótica), desde sus escritos de ciencia ficción imaginó un conjunto de leyes que sobrepasa las fronteras de su propia obra. En este contexto nacieron las tres leyes referidas al progreso del conocimiento científico. La primera de ellas señala que cuando un científico distinguido afirma que algo será posible en el futuro, casi con toda seguridad está en lo correcto, mientras que cuando afirma que algo será imposible, seguramente está equivocado. La segunda sostiene que la única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse a lo imposible. Finalmente, la tercera afirma que cualquier tecnología que sea lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.

El paralelo a las tres leyes del avance científico del autor de “2001: Una Odisea del Espacio” en economía vendrían de la mano de la teoría, y muy especialmente por la evidencia empírica, del crecimiento económico. Así, la primera ley sobre el bienestar económico de la humanidad señalaría que si un especialista en historia del crecimiento asegura que el futuro será mejor que el presente probablemente tenga razón, mientras que los adalides del pesimismo estructural con sus sombrías visiones sobre la viabilidad del sistema seguramente están equivocados. Respecto a la segunda ley, la misma sostendría que uno debería ir más allá de la visión del corto plazo que se muestra llena de costos para lanzarnos al desafío del largo plazo (abrazados fuertemente a las regularidades estadísticas en la materia). Por último, toda visión sobre el futuro a largo plazo es indistinguible de una película de ciencia ficción.

En este sentido, el primer gran optimista y visionario del futuro fue Adam Smith, quien desde el título de su monumental obra de 1776 “Investigación sobre la naturaleza y las causas de la Riqueza de las Naciones” percibió con claridad los fundamentos del crecimiento económico. El sistema del padre de la economía se fundamentaba en las siguientes premisas: (i) el crecimiento económico estaba vinculado a la división del trabajo, (ii) el fomento de la libre competencia (que no es lo mismo que el modelo de competencia perfecta neoclásico), (iii) la exaltación del ahorro en el proceso de acumulación de capital (donde el diferimiento del consumo en el tiempo es lo que financia a la inversión), (iv) la vinculación del crecimiento con la innovación o lo que también denominamos progreso tecnológico, (v) un gobierno que minimice su intervención en el funcionamiento de la economía y (vi) cuya función principal es la administración de justicia, cuidar por la seguridad de los ciudadanos y velar por el respeto de los derecho de propiedad.

Durante los últimos 2.000 años, la tasa de crecimiento del producto interno bruto per-cápita ha crecido a una tasa promedio compuesta del 0,13% anual, lo cual implicó que el nivel de riqueza se multiplicara 12,9 veces. Sin embargo, este proceso de crecimiento no fue uniforme. Así, separando la evolución del PIB per cápita entre el período que va desde el año 1 al 1800 y los restantes 200 años, podemos observar que la tasa de crecimiento pasó del 0,02% al 1,1% (se multiplicó 55 veces). A su vez, mientras que el nivel de riqueza que durante el primer período creció un 40,8% (concentrado en los siglos XIV y XV), durante el segundo período creció un 817,7%. Puesto en otros términos, el producto per cápita se multiplicó 9,18 veces (71,2% del crecimiento del período), lo que a su vez implica que durante los últimos dos siglos el crecimiento fue de un 817,7% (92,0% para el XIX y 378,1% en el XX). Es más, durante la segunda mitad del Siglo XX la economía mundial se expandió a un ritmo del 2,1% anual compuesto, por lo que el ingreso per cápita se multiplicó por 2,8 veces.

En función de esto, para hacernos una idea de lo que la convergencia junto a la aceleración de la tasa de crecimiento de la economía significa, supongamos que la misma tuviera lugar durante el siglo XXI. El producto per cápita inicial era de USD 6.000 (en dólares Geary-Khamis de 1990), donde dicho indicador para EEUU era de USD 30.000, mientras que para el resto del planeta promediaba los USD 4.960. A su vez, la economía de Estados Unidos durante el último siglo se ha expandido a una tasa del 3%, por lo que de mantener la misma tendencia y junto a una caída a la mitad en el crecimiento de la población (del 1% al 0,5%) su producto por habitante crecería al 2,5%. Así, de cumplirse la convergencia, el resto de los países deberían crecer un 4,36% anual compuesto, lo cual implicaría que el producto per-cápita mundial creciera al 4,18%.

Sin embargo, pese a todo lo que le queda por crecer a China, India, los países de Asia que aún no han logrado la convergencia, los países de Europa del Este y de América Latina, sumado al hecho de que África recién está despertando, supongamos que para no caer en un optimismo que pueda ser tomado como excesivo el mundo logra mantener un crecimiento per cápita similar al mostrado en lo que va del siglo en torno al 3%. En términos de nivel de riqueza, los habitantes de la tierra multiplicarían sus ingresos en 19,2 veces, o lo que es lo mismo, se alcanzaría un nivel de vida 3,5 veces mayor al que tenía EEUU en el año 2000, mientras que la brecha de ingresos entre grupos pasaría de 6,1 a 3,3 veces (con plena convergencia la brecha se cerraría).

Esto es, en un siglo habríamos crecido 49% más que lo hecho en los 20 siglos anteriores, lo cual no solo significa algo difícil de imaginar (considere que pensarían los habitantes del año 0 si uno le contara como es el mundo del 2.000) sino que además ello implicaría el inicio del camino hacia la singularidad económica (plena convergencia), donde la economía dejaría de ser la ciencia dedicada a la administración de la escasez para convertirse en la ciencia del estudio de la acción humana frente a la existencia de una radical abundancia. Sin dudas, poder imaginarse dicho mundo y volcarlo en una producción cinematográfica no sólo sería un éxito de taquilla, sino que además conseguiría el galardón a la mejor película de ciencia ficción de la historia. Es más, quizás hasta se haga de un Premio Oscar al optimismo.

El marco institucional es decisivo para el crecimiento

La relación entre el marco institucional y el desempeño económico de los países ha sido un tema que por muchos años ha concitado el interés de los economistas. A su vez, en la última década ha ganado espacio entre los economistas, la hipótesis de que la estructura institucional de un país es un determinante de importancia de la tasa de crecimiento que éste registre, como también del comportamiento de otros indicadores macroeconómicos, como la inflación, el endeudamiento, el tipo de cambio real y la tasa de interés.

En términos generales el concepto de instituciones se asocia con la forma en que se relacionan los poderes públicos de un país, las restricciones que enfrenta la autoridad en el ejercicio de sus funciones, como también con el grado de protección que tienen la propiedad privada y los contratos entre individuos. Aspectos como la representación de las diferentes provincias en el Parlamento, el grado de independencia del Poder Judicial y el grado de centralización de las decisiones de políticas públicas debieran estar en el centro del análisis del crecimiento. A su vez, dentro de esta agenda de investigación ocupa un lugar preponderante el estudio de los procesos que llevan a alterar el conjunto de reglas dentro de las cuales se inserta la actividad productiva y la forma en que se distribuyen las utilidades y pérdidas resultantes.

Desde esta perspectiva, el análisis del conjunto de “reglas del juego” que configuran el entorno en el cual se desarrollan las actividades productivas es un aspecto esencial para comprender las diferencias que se observan en el desempeño de las economías. En este sentido, a continuación y de manera extremadamente sintética se presentan un conjunto de cinco instituciones que generan una mayor tasa de crecimiento.

1. Normas que regulan la actividad de los agentes económicos

La calidad de las normas y la medida en la que éstas incentivan la actividad empresarial, profesional y laboral, es un elemento institucional importante. El sistema impositivo puede representar una carga excesiva tanto para la actividad inversora de las empresas como para realizar el mejor esfuerzo laboral. Puede también generar sesgos a favor de actividades que no son las más eficientes para el crecimiento de la economía. A modo de ejemplo, la regulación del comercio exterior, si impide o encarece a los empresarios la importación de bienes de capital y otros elementos necesarios para la producción, o si dificulta la apertura de mercados en el exterior, puede operar como una importante traba para el crecimiento.

2. Seguridad Jurídica

El cumplimiento de las leyes y de los contratos necesita una Administración de Justicia eficaz e independiente. Pero también unos valores sociales que no sean tolerantes con los incumplidores. La relación entre Seguridad Jurídica y desarrollo empresarial es evidente. No se puede esperar que aparezcan y se mantengan empresarios con capacidad de innovar si no confían en que se mantengan y se cumplan las leyes, se cumplan los contratos y se les respete tanto la propiedad de sus activos como los rendimientos de los mismos.

3. Eficacia y Transparencia de las Administraciones

Buena parte de las normas que regulan las actividades económicas no sólo emanan de las propias Administraciones sino que son aplicadas por ellas mismas. Los sesgos que pudiera haber en el desarrollo de las normas y en su aplicación pueden condicionar la actividad empresarial. En general, los sesgos se producen a favor de grupos o empresas establecidos, que gozan de relaciones especiales con los poderes públicos, por lo que pueden entorpecer (o, incluso, impedir) el desarrollo de emprendedores que pudieran dinamizar los mercados y los sectores productivos.

4. Políticas Macroeconómicas

Las políticas macroeconómicas seguidas por los gobiernos forman parte del marco institucional, ya que forman parte de las reglas de juego en las que los empresarios tienen que actuar. Una tasa de inflación alta y variable, un endeudamiento público alto y creciente, un tipo de cambio sobrevaluado y un tipo de interés intervenido, constituyen todas ellas distorsiones que entorpecen la inversión productiva y la apertura de los mercados internacionales.

5. Valores Sociales

Los valores compartidos por una parte sustancial de la sociedad condicionan la interpretación y credibilidad de las normas y dictan la aceptación o rechazo social de los incumplimientos de las leyes y de las conductas irregulares. Si bien, los valores sociales son persistentes, no son estáticos, por lo que estos cambian cuando la distribución de los recursos se altera de forma relevante, ya que los valores de los que mejoran inciden en los valores de la mayoría. Así los valores contribuyen también a la persistencia de las instituciones, lo cual también deja de manifiesto las dificultades que conlleva romper una estructura institucional de mala calidad.

En definitiva, como sostuviera Adam Smith en su Investigación sobre la Naturaleza y las Causas de la Riqueza de las Naciones (1776), respecto al rol del sector público en el manejo de las instituciones: “Poco más hace falta para llevar a un Estado del peor de los barbarismos al máximo grado de opulencia salvo la paz, unos bajos impuestos y una administración de justicia tolerable, el resto vendrá con el curso natural de las cosas”. En este sentido, el bien público más importante que puede suministrar el Estado es el diseño y respeto de un conjunto de instituciones económicas de buena calidad, de modo tal que permitan que el orden de mercado se desarrolle espontáneamente.

Capital humano y crecimiento económico

¿Porque algunos países son ricos y otros son pobres? Los economistas se han planteado esta pregunta desde los tiempos de Adam Smith (1776). Respecto a las principales ideas sobre los efectos de la acumulación del capital físico en la expansión de largo plazo del ingreso, éstas se deben a Robert Solow y Trevor Swan, quienes desarrollaron el modelo neoclásico de crecimiento. Sin embargo, cuando el modelo fue testeado para el sector privado no agrario de Estados Unidos, la productividad total de los factores -PTF- (parte no explicada por la acumulación de factores, esto es, el residuo de la ecuación) representaba casi un 80% de la tasa de crecimiento de la producción.

El reconocimiento de que la acumulación de capital físico (al menos tal y como se medía en su forma tradicional) explicaba sólo una parte modesta del crecimiento de la renta de numerosos países condujo a la búsqueda de explicaciones más adecuadas. En este contexto, Theodore Schultz hizo notar la importancia del capital humano y su contribución al crecimiento económico, lo cual fue formalizado y testeado por Gary Becker y plasmado en un modelo de crecimiento bisectorial (donde se acumula tanto capital físico como capital humano) por parte de Hirofumi Usawa, quien hacía del tiempo dedicado a la educación el determinante principal de la tasa de crecimiento del progreso tecnológico (PTF).

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Productividad y crecimiento en América Latina

América Latina padece del síndrome crónico del crecimiento lento. En contra de la opinión corriente, el bajo crecimiento y las resultantes brechas de ingresos no pueden atribuirse en mayor medida a un problema de acumulación de factores (capital físico y trabajo) sino a un déficit permanente en el crecimiento de la productividad (total de los factores-PTF). Desde 1960 hasta el presente, los países de la región se han retrasado respecto al PIB per-cápita de los Estados Unidos un 37%, donde un 70% de la diferencia es explicada por un menor crecimiento de la productividad. Esta profunda diferencia en la PTF entre países no exige preguntarnos por qué algunos utilizan de manera más eficiente que otros el capital y el trabajo que disponen.

Un factor importante es el capital humano, el cual consta de la cantidad de conocimientos y de habilidades que acumulan los individuos a lo largo de su vida y que los hace más productivos. Este capital se acumula cuando los alumnos de los distintos niveles incorporan conocimientos, cuando los trabajadores de la construcción aprenden a manejar una grúa o cuando los médicos dominan una nueva técnica quirúrgica… Por ejemplo, en Estados Unidos cada año adicional de estudio tiene un rendimiento del 7%, mientras que en los países en desarrollo estos retornos son del orden del 12%.

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