Financiamiento fiscal, nivel de precios y tipo de cambio

La semana pasada, durante el debate parlamentario acerca de la eliminación de las leyes que están trabando la salida del default (leyes cerrojo y de pago soberano), el ministro de Haciendo y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, tuvo un durísimo cruce con el actual diputado y exministro de Economía del último período kirchnerista, Axel Kicillof. En términos sintéticos, el exministro planteaba su inquietud sobre los efectos que podría traer el nuevo endeudamiento sobre la tasa de inflación, donde básicamente cuestionaba que el uso de financiamiento externo para financiar el déficit fiscal lograra contener de algún modo el crecimiento del nivel general de precios.

Sin embargo, si bien la respuesta del ministro Prat-Gay pulverizó el punto levantado por el diputado Kicillof (pese a sostener que su pregunta no ha sido contestada), el problema radica en que este último, en una muestra flagrante de su desconocimiento en la materia, realizó mal su pregunta al configurar a la economía como si se tratara de un modelo con tipo de cambio fijo, cuando en el presente estamos en un caso de tipo de cambio flexible. Continuar leyendo

Los daños extravagantes causados por el kirchnerismo

A la luz del discurso de apertura de sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación Argentina del presidente Mauricio Macri, , en el presente artículo se intentará dejar en claro la colosal destrucción de riqueza de la que hemos sido víctimas, fruto de la instrumentación de un esquema de políticas populistas salvajes por parte del régimen kirchnerista que ocupó el poder durante los últimos doce años.

En este sentido, a mediados del año pasado, junto a mis colegas Nicolás Federico Kerst y Diego Pablo Giacomini, desarrollamos un indicador al que llamamos “termómetro de riqueza”. El indicador en cuestión parte de la hipótesis de que la competitividad de un país viene dada por su capacidad de ganar dinero (esto es, generar riqueza). Para ello, partiendo de la Q de Tobin, se sintetiza toda la información sobre el futuro que resulta relevante para la toma de decisiones de inversión por parte de los agentes, ya que en su armado convergen las condiciones de equilibrio tanto del mercado de bienes (los ingresos resultan suficientes para cubrir todos los costos operativos, el fiscal y el del capital) como de capitales (el retorno de los activos se iguala con el costo de oportunidad del capital). Continuar leyendo

Vigilancia de precios: ¿El regreso de Axel Moreno?

Pocos días después del triunfo electoral de Mauricio Macri en la segunda vuelta y luego del levantamiento parcial del cepo cambiario, durante el último bimestre de 2015 y el mes de enero del presente año, los precios mostraron un salto en su tasa de variación que ha puesto a toda la población en estado de alerta respecto al futuro de la tasa de inflación, lo cual toma una mayor relevancia frente a la cercanía de las negociaciones en las paritarias.

Ante dicha situación inflacionaria, tanto el Presidente como algunos de sus ministros han realizado declaraciones altamente desafiantes hacia el empresariado; están buscando establecer un techo a las negociaciones salariales y, para ponerle la frutilla al postre, se ha deslizado la idea de lanzar un programa para vigilar los precios de los supermercados. Todo esto, puesto en blanco y negro, no es ni más ni menos que el típico programa keynesiano de políticas de ingresos que se ha venido ensayando en el país desde mediados del siglo XX hasta la fecha (salvo en los períodos de 1959-1962, 1967-1968 y 1991-2005, donde los precios fueron libres) y que siempre han fracasado, es más, sin ir más lejos, no es muy distinto (salvo por las formas, esperemos) de lo que hacía Guillermo Moreno. Continuar leyendo

Kicillof y el multiplicador de pobreza

Desafortunadamente para los 42 millones de argentinos que habitamos este suelo, el Ministro de Economía, Axel Kicillof, nos sigue castigando con sus frases poco felices. Esta vez fue el turno de la pobreza, donde el Jefe del Palacio de Hacienda afirmó que “cuantos pobres hay es una pregunta bastante complicada”, al tiempo que confesó no tener claro el número de pobres y que la medida le parecía bastante estigmatizante. A su vez, al ser consultado sobre la falta de cifras oficiales sobre pobreza, Kicillof negó que el Gobierno quisiera ocultar los índices y dijo que “hay un índice, que por los problemas de hacer homogénea la serie y hacerla nacional lleva más tiempo, y que cuando esté, se la va a publicar”; argumento muy similar al que diera tiempo atrás Jorge Capitanich. Por lo que parece, el empalme de las series tiene una tarea hercúlea adicional: ser coherente con el relato. Continuar leyendo

Kicillof, casi el peor de todos

Recientemente, Axel Kicillof, en su intento por no ser menos que Marcó del Pont (quién fue considerada como la peor Presidente de un Banco Central) y para desgracia de algo más de 40 millones de personas, quedó en el penúltimo lugar en un ranking regional de Ministros de Finanzas que pondera la política macroeconómica, el desarrollo, el fortalecimiento institucional, atributos personales, nivel de inflación (aún con la del INDEC del 23,9%), deuda y ahorro como porcentaje del PBI y la calificación crediticia del país. El Ministro sólo superó a Rodolfo Marco de Venezuela, quien ha logrado el “milagro” de que un país con una riqueza petrolera de aproximadamente USD 1 millón por habitante padezca una brutal escasez. Desafortunadamente, la contracara de la nota de Kicillof en el ranking es haber posicionado al país en un sendero de profunda decadencia que en poco menos de 50 años nos convertiría en un país pobre. Continuar leyendo

Malas noticias desde Viena para Kicillof

Desde que Axel Kicillof ha ingresado en el Ministerio de Economía de la Nación, pese a tener el mejor contexto internacional de la historia, la economía se ha estancado. De hecho, si el nivel de producto se corrige por el número de habitantes, en estos tres años ha caído en un 3,4%. Es más, si tomáramos la tendencia mostrada por el producto per-cápita en dólares desde 2002, el mismo debería ser un 75% más alto. Naturalmente, la contracara de todo esto es la destrucción neta de cerca de 500 mil puestos de trabajo (maquillada por una suba del empleo público) y una tasa de inflación que ha trepado al 40% (20 veces mayor a la de un país desarrollado y 8 veces superior a la del promedio de la región).

Sin lugar a dudas, en esta película (de terror), el cepo cambiario ha jugado un rol fenomenal, ya que al fijar el precio del tipo de cambio debajo de su valor de equilibrio, genera un exceso de demanda en dicho mercado que tiene como contrapartida un exceso de oferta en el resto de la economía. De este modo, los efectos colaterales del cepo se traducen en altas tasas de interés en el mercado de bonos denominados en moneda extranjera, en una mayor inflación en el mercado de dinero, una caída en el nivel de actividad en el mercado de bienes (recesión) y un aumento en la tasa de desempleo en el mercado de trabajo.

Frente a este contexto económico, de cara a un año electoral, el ministro no dudará de sacar a las tablas la versión más rancia del keynesianismo (consistente con la “teoría general” de Keynes de 1936). En este marco, la economía está totalmente cerrada, la inversión es insensible a la tasa de interés y cuyo único factor causal es el crecimiento del nivel de actividad (los animal spirits son exógenos y vale el acelerador), el consumo solo depende de una fracción del ingreso corriente y el nivel general de precios y los salarios están fijos (o determinados de manera exógena por las autoridades), lo que sumado a una demanda de dinero infinita (trampa de la liquidez), dan como resultado una política fiscal plenamente poderosa para estimular la producción y el empleo sin impacto en precios, mientras que la política monetaria resulta impotente (sin efecto en precios ni en cantidades).

Sin lugar a dudas, la realidad argentina se ha convertido en una verdadera pesadilla para quienes se abrazan de manera fanática al modelo descripto. No sólo los aumentos en el déficit fiscal no han logrado impactar positivamente sobre el nivel de actividad (de hecho han logrado todo lo contrario), sino que al ser financiados vía emisión monetaria generan inflación, apreciación de la moneda, deterioro de las cuentas externas y degradación del balance del BCRA. Sin embargo, el ministro de Economía se empecina en torcer la realidad ajustándola a la lógica del modelo, por lo que a la inflación la combate con el control de precios y salarios, de modo tal que tome lugar el soñado ajuste de cantidades liderado por una demanda sustentada por el gasto público.

Desafortunadamente para Kicillof, el Gobierno y los más de 42 millones de argentinos, el correo trae malas noticias desde Viena, capital de Austria. La carta en cuestión viene firmada por Carl Menger, Ludwig Heinrich Edler von Mises, Friedrich August von Hayek y Roger W. Garrison (entre otros muchos que han optado por permanecer en el mas profundo anonimato y con un pie de página sobre la función de producción).

La teoría austríaca que integra el ciclo y el crecimiento económico sostiene que la economía se expande en la medida que se acumula trabajo (donde ingresa el capital humano), capital físico y toma lugar el progreso tecnológico. Si en aras de una explicación simplificada dejamos exógeno lo que ocurre con el trabajo y el progreso técnico, el crecimiento vendría liderado de la mano de la acumulación de capital físico. A su vez, el aumento del capital físico per-cápita ocurre cuando la inversión excede a la depreciación de los equipos y al aumento de la población. Sin embargo, la financiación de este proceso no cae como maná del cielo, por lo que para poder llevar a cabo el mismo es necesario el ahorro, el cual representa la decisión de los individuos de trasladar su consumo presente hacia el futuro en función de percibir un interés. Así, cuanto mayor el ahorro, mayor la inversión, mayor la acumulación de capital por habitante y por ende una mayor tasa de crecimiento y un mayor nivel de vida conforme aumenta el producto per-cápita.

En función de lo anterior, la idea keynesiana del acelerador sostenida por el Gobierno, donde los aumentos del gasto público llevan a incrementos de la demanda, lo cual hace crecer al producto y con ello a la inversión llevando a un círculo virtuoso, no solo resulta ser falsa por violar la restricción de presupuesto (la mayor inversión requiere de un mayor ahorro) sino que termina siendo perjudicial para el bienestar de los habitantes del país. La estimulación artificial del consumo reduce el ahorro y con ello la inversión y el producto por habitante. Puesto en otros términos, la capacidad de producción (la oferta de la economía) se contrae. En este contexto, si el Ministro insiste con Keynes, los aumentos de demanda financiados con emisión monetaria no solo no lograrán evitar la caída del nivel de actividad, sino que además habrá mayores presiones inflacionarias. Es más, dada la destrucción de capital de los últimos años, si los salarios reales no caen habrá mayor desempleo, por lo que el Gobierno deberá elegir entre licuar salarios o que haya desempleo.

Sin embargo, las malas noticias no terminan con el tema del crecimiento. Esto es, por el lado del ciclo, la teoría sostiene que cuando se ha mantenido la tasa de interés real por debajo del nivel de equilibrio como consecuencia de una política monetaria expansiva (nótese que este efecto es distinto al anterior donde el ahorro cae de manera exógena por el mayor déficit fiscal), ello conduce a un aumento simultáneo del consumo y de la inversión que genera una expansión artificial que a la postre termina en una recesión y con un producto per-cápita menor, ya que la nueva inversión (que pueda ser financiada) terminará siendo liquidada por corresponderse con una mala asignación.

Por lo tanto, desde este punto de vista, el Gobierno no solo ha penalizado a la economía al reducir el ahorro por el mayor gasto público, sino que además ha falseado la tasa de interés, por lo que todo esto lleva a un equilibrio de menor producción y menores salarios reales y/o empleo. Al mismo tiempo, si en este contexto se llegara a redoblar la apuesta con el manual de políticas keynesianas, esto sería como echar más nafta al fuego. De todos modos, usted puede dejar de lado las apocalípticas visiones de los austríacos sobre el futuro de la economía y creer en las milagrosas ideas keynesianas que sostienen que cuanto uno más gasta uno se vuelve más rico (o lo que es lo mismo, salga y gaste con su tarjeta de crédito hasta reventar su límite ya que según estos “economistas” ello lo guiará a la prosperidad). Si luego de ello, su vida empeora, páseles la factura a los hijos de Keynes.