Capital humano y crecimiento económico

¿Porque algunos países son ricos y otros son pobres? Los economistas se han planteado esta pregunta desde los tiempos de Adam Smith (1776). Respecto a las principales ideas sobre los efectos de la acumulación del capital físico en la expansión de largo plazo del ingreso, éstas se deben a Robert Solow y Trevor Swan, quienes desarrollaron el modelo neoclásico de crecimiento. Sin embargo, cuando el modelo fue testeado para el sector privado no agrario de Estados Unidos, la productividad total de los factores -PTF- (parte no explicada por la acumulación de factores, esto es, el residuo de la ecuación) representaba casi un 80% de la tasa de crecimiento de la producción.

El reconocimiento de que la acumulación de capital físico (al menos tal y como se medía en su forma tradicional) explicaba sólo una parte modesta del crecimiento de la renta de numerosos países condujo a la búsqueda de explicaciones más adecuadas. En este contexto, Theodore Schultz hizo notar la importancia del capital humano y su contribución al crecimiento económico, lo cual fue formalizado y testeado por Gary Becker y plasmado en un modelo de crecimiento bisectorial (donde se acumula tanto capital físico como capital humano) por parte de Hirofumi Usawa, quien hacía del tiempo dedicado a la educación el determinante principal de la tasa de crecimiento del progreso tecnológico (PTF).

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Productividad y crecimiento en América Latina

América Latina padece del síndrome crónico del crecimiento lento. En contra de la opinión corriente, el bajo crecimiento y las resultantes brechas de ingresos no pueden atribuirse en mayor medida a un problema de acumulación de factores (capital físico y trabajo) sino a un déficit permanente en el crecimiento de la productividad (total de los factores-PTF). Desde 1960 hasta el presente, los países de la región se han retrasado respecto al PIB per-cápita de los Estados Unidos un 37%, donde un 70% de la diferencia es explicada por un menor crecimiento de la productividad. Esta profunda diferencia en la PTF entre países no exige preguntarnos por qué algunos utilizan de manera más eficiente que otros el capital y el trabajo que disponen.

Un factor importante es el capital humano, el cual consta de la cantidad de conocimientos y de habilidades que acumulan los individuos a lo largo de su vida y que los hace más productivos. Este capital se acumula cuando los alumnos de los distintos niveles incorporan conocimientos, cuando los trabajadores de la construcción aprenden a manejar una grúa o cuando los médicos dominan una nueva técnica quirúrgica… Por ejemplo, en Estados Unidos cada año adicional de estudio tiene un rendimiento del 7%, mientras que en los países en desarrollo estos retornos son del orden del 12%.

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Crecimiento y productividad: la economía de las ideas

Durante los últimos dos siglos, en especial durante el siglo XX, los progresos de la humanidad en términos de bienestar han sido enormes. Así, mientras que en los siglos que van desde el I al XVIII el producto per-cápita creció un 40,8% (lo cual se concentra sobre los siglos XIV y XV), durante los últimos dos el crecimiento fue de un 817,7%, que se descompone en una tasa del 92,0% en el XIX y 378,1% durante el último siglo. Al mismo tiempo los datos dan cuenta de un proceso de aceleración, lo cual se puede apreciar en la cantidad de años que demandó duplicar el PIB per-cápita. Cronológicamente, el primero en lograrlo fue el Reino Unido que tardó 58 años (1780-1838), luego lo siguieron Estados Unidos con 47 (1839-1886), Japón con 34 (1885-1919), Italia con 21 (1890-1911), España con 18 (1950-1968), Corea del Sur con 9 (1978-1987) y China con 7 (1987-1994).

El dato es que la tasa de crecimiento de la economía mundial se ha acelerado con el paso del tiempo y esta tendencia no puede atribuirse solamente a las fuerzas de la acumulación de factores productivos (capital y trabajo), las cuales si bien pueden explicar la convergencia, la presencia de rendimientos marginales decrecientes (cada nueva unidad de producción requiere de una mayor cantidad de insumos) las deja de lado en la explicación de un crecimiento permanente. Para conciliar esta aceleración del crecimiento con el proceso de acumulación, el cambio tecnológico tiene que aumentar con el paso del tiempo a un ritmo lo suficientemente rápido como para contrarrestar las limitaciones de la producción.

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El retiro de Bernanke y el futuro de los emergentes

“Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina…”. Nada podría ser más apropiado que este fragmento de la letra “Presente” de Vox Dei, para describir el retiro de quien la historia monetaria de los Estados Unidos juzgará como el mejor Presidente de la Reserva Federal que haya existido: Benjamin Shalom Bernanke.

Al momento de tomar el timón de la FED el ex profesor de Princeton, el mundo enfrentaba una crisis de características muy similares a la Gran Depresión. El mayor grado de aversión al riesgo redujo la demanda de bienes en favor de activos emitidos por el Gobierno, implicando un nivel de producción e inflación debajo del nivel deseable. En función de ello, primero se redujo la tasa de interés. Sin embargo, la caída en la demanda agregada era tan profunda que no resultaba posible cerrar las brechas en producción y precios a tasas de interés nominales positivas. Así, cuando asomaba el fantasma de la trampa de la liquidez, Bernanke echó mano al efecto saldo reales de Pigou y comenzó a emitir dinero a tasas escalofriantes. La emisión de dinero incrementó los saldos reales del público sin tener que reducir la demanda de bienes, lo cual estabilizó al producto. Si a esto le sumamos los aumentos del gasto público impulsados por Barack Obama, el nivel de actividad comenzó a recuperarse, los precios salieron de la deflación y la tasa de desempleo de a poco comenzó a ceder. La depresión había sido abortada.

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Crecimiento y convergencia: película de un mundo maravilloso

Examinando la historia de la humanidad hasta el siglo XIX y comparándola con el siglo XX, creer que lo mejor está por venir (aun cuando de tanto en tanto haya crisis) no es un exceso de optimismo. No le pido que me crea, pero al menos déjeme proponerle un juego. Describiré algunas características de un país y usted me dirá que país estoy describiendo. En este país, la esperanza de vida al nacer es de menos de 50 años y 1 de cada 10 niños muere antes de cumplir un año. Más del 90% de los hogares carece de electricidad, heladera, teléfono o auto. Menos del 10% de los adultos jóvenes tiene estudios secundarios. ¿Se trata de Kenia, Bangladesh o quizás Corea del Norte?

Todas estas respuestas podrían ser buenas, pero en realidad ese país es Estados Unidos, no hoy sino a finales del siglo XIX. Hoy en día, en ese país, casi todos los hogares tienen electricidad, heladera, calefacción, teléfono y hasta varios autos. La mayoría de los adultos jóvenes poseen estudios secundarios y muchos van a la universidad. Piense en la gran cantidad de bienes que eran inimaginables hace cien años: la televisión, el aire-acondicionado, los satélites, el avión, los rascacielos, los DVD, la computadora, el celular, Internet, los lectores de música portátiles y otros muchos bienes que están al simple alcance de la mano. He aquí el poder del crecimiento y para aquellos que no han alcanzado este nivel de vida está el desafío de alcanzar la convergencia.

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