Mala la foto y peor la película

Desde hace tres años la economía nacional y popular keynesiana-estructuralista está estancada, el producto por habitante cae de modo permanente, la inflación ocupa el podio mundial y las restricciones cambiarias derivadas del empeño de fijar el tipo de cambio por debajo del nivel de equilibrio (con sus consecuentes excesos de oferta en el resto del sistema económico) no sólo no ha logrado frenar la caída de las reservas netas, sino que además empuja a un racionamiento de divisas que comprime al nivel de actividad vía caída de las importaciones. El origen de todo esto es el creciente desequilibrio fiscal y por ende, si no hacemos el ajuste por las buenas, lo hará el mercado por las malas. Al mismo tiempo, la lógica del ciclo político y la caracterización estructural de cara al crecimiento de largo plazo muestra que si la foto es mala, la película sería mucho peor.

En la coyuntura de corto plazo, la macroeconomía muestra cuatro desequilibrios fundamentales que definen la foto. En primer lugar, y sin lugar a dudas la madre de todos los males, está en el déficit fiscal. Pese a contar con la presión fiscal más alta de toda la historia argentina (y que ahoga al sector privado imposibilitando crecer), el déficit primario neto de transferencias del BCRA y ANSES durante 2015 alcanzaría el 6% del PIB, lo que sumado a los intereses y el cuasi-fiscal (déficit del BCRA) ubica al desbalance fiscal en torno al 9%-10% del producto. En este contexto, ante la imposibilidad de financiar con deuda semejante desajuste, ello deriva en una mayor emisión de dinero, lo cual presiona sobre el nivel de precios y la tasa de inflación.

El segundo de los desequilibrios de corto plazo es el del mercado monetario. En este sentido, la nueva cúpula del BCRA muestra un claro cambio en el diseño de la política monetaria. Así, durante el último trimestre de 2014, Alejandro Vanoli emitió en tres meses 16 veces lo emitido por Juan Carlos Fábrega en nueve meses. Esta tendencia expansionista se ha confirmado durante el primer trimestre del presente año. Mientras durante los tres primeros de 2014 la base monetaria se contrajo en $ 28MM, en lo que va del presente la cantidad primaria de dinero solo se expandió en $ 3,8MM (dato al 1º de abril). Este cambio de signo en la política monetaria está impulsado por la financiación del déficit fiscal, la cual ha sido 8 veces superior a la del mis período de 2014. Naturalmente, este accionar licúa las defensas sobre que Vanoli durante el 4° trimestre del año pasado sólo había emitido más que Fábrega por una cuestión estacional. En este sentido, todo esto nos lleva a una aceleración en la tasa de crecimiento de la cantidad de dinero a niveles del 32,5%. A su vez, cuando se tienen en cuenta los límites de la esterilización monetaria, dicho crecimiento sobrepasar el 40% anual de manera holgada en una economía que en el mejor de los casos quedaría estancada.

En tercer lugar tenemos el plano externo. Por el lado comercial, en los dos primeros meses del año las exportaciones cayeron un 21%, lo cual, dado el precario nivel de reservas netas (USD 17MM), induce a una mayor caída en actividad por la vía de menores importaciones. Si a ello le sumamos que la tasa de interés en los EEUU comenzará a subir, los términos de intercambio caerán y el combo brasilero de menor nivel de actividad y depreciación de su moneda se empieza a sentir, todo indica que será necesario emprender grandes cambios para que ello no derive en una crisis (en especial con el sobrante de dinero que está gestando el BCRA).

Por último, estamos frente a un desequilibrio de precios relativos casi sin precedente para la historia argentina. En este sentido, si no se avanza en una corrección que permita readecuar la ecuación económica financiera de las prestadoras de servicios públicos no sólo complicará la prestación de los mismos, sino que enviará una mala señal para las inversiones futuras.

Si bien la foto de inicio del año es muy mala, la dinámica 2015, dado que estamos en un año electoral, es aún peor. En este sentido, el Gobierno tiene dos alternativas. Por un lado, emprender un ajuste fiscal que permita estabilizar la economía. Sin embargo, dado que esta administración carece de reputación y por ende no es creíble, si procede a una mejora del ahorro ello no tendrá como contrapartida un mayor nivel de inversión, por lo que si bien logrará bajar la tasa de inflación y descomprimirá al mercado cambiario, la contracara será menor actividad, menor empleo, caída del salario real y menores votos. La otra alternativa es aprovechar los efectos positivos de lo que fue la política monetaria de Fábrega (que hoy explica la desaceleración en la tasa de inflación y “estabilidad” del tipo de cambio) y acelerar el deterioro fiscal-monetario junto a un recrudecimiento de los controles, apostando a que los beneficios de corto se presenten durante este año y que los costos (dados los rezagos con que opera la política económica) caigan en la próxima administración. Si al Gobierno todo le sale bien, hará una buena elección (hasta podría retener el poder) y si le sale mal tendrá los mismos votos que hubiera tenido con el ajuste. De este modo, el sistema de incentivos conduce a que en términos cantidad de votos esperados, la estrategia de exacerbar los desequilibrios resulta óptima.

Finalmente, pensando más allá del 2015, la perspectiva tampoco es alentadora. Para crecer hay que acumular capital y este Gobierno ha destrozado cuanta definición del mismo exista. Por el lado del capital físico, Argentina invierte muy poco, en especial si lo comparamos con aquellos países que crecen mucho como ser China (42% del PIB que brinda sustento sólido a tasas de crecimiento elevado) y Corea del Sur (31%). Por otra parte, en lo que tiene que ver con el capital humano, no sólo hay personas con serios problemas de alimentación, sino que nuestro desempeño en las pruebas PISA dejan de manifiesto la profunda decadencia de la educación, donde 70% de los evaluados no alcanzan los niveles mínimos de exigencia, sólo el 0,5% logra ubicarse en el pelotón de excelencia y el desempeño agregado es propio de un país de USD 4.000 per-cápita. Respecto al capital institucional, los niveles registrados en libertad económica son propios de un país altamente reprimido, donde dicho guarismo se asemeja al de países con ingreso por habitante 67% menor al nuestro y con niveles de pobreza que oscilan entre el 25% y 30%. Al mismo tiempo, el nivel de riesgo país (medido por el Credit Default Swap de 5 años) promedio durante la gestión de CFK, implicaría que en unas pocas décadas, nuestro producto por habitante respecto del de EEUU pasara del 20% a menos del 10% (cuando a mediados del Siglo XX estábamos en un 97%). Por último, el capital social, dado el nivel de enfrentamiento entre los distintos estratos sociales (la grieta), hace que sea muy complejo entablar un marco de cooperación que potencie la división del trabajo y el crecimiento.

Por lo tanto, dada la mala foto del presente que brinda la macro de corto plazo, la presencia de incentivos perversos para el 2015 y las malas perspectivas desde la óptica del crecimiento a largo plazo, todo ello deja en claro que si no emprendemos un verdadero cambio copernicano, al país le resultará muy complicado volver a crecer.