Comercio y crecimiento luego de la crisis global

Luego de la quiebra de Lehman Brothers, el mundo enfrentaba la amenaza de caer en una nueva Gran Depresión. Aún peor que la de 1929-1933. Sin embargo, como consecuencia de 75 años de acumulación de conocimientos sobre el funcionamiento de la economía y el esfuerzo de los países que integran el G20, se coordinaron las políticas económicas que permitieron derrotar al fantasma tan temido.

Pasado el shock inicial, el mundo se movió a dos velocidades, fuerte en los emergentes y más débil en los desarrollados. Hoy, a poco más de cuatro años del episodio, el mundo se recupera a tres velocidades. Por un lado, los emergentes, si bien crecen a tasas algo menores, mantienen su dinamismo. Por otra parte, EEUU (pese al freno que implica la consolidación fiscal) y Japón, sus políticas monetarias están dando el soporte necesario para alcanzar una recuperación sólida.

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El retiro de Bernanke y el futuro de los emergentes

“Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina…”. Nada podría ser más apropiado que este fragmento de la letra “Presente” de Vox Dei, para describir el retiro de quien la historia monetaria de los Estados Unidos juzgará como el mejor Presidente de la Reserva Federal que haya existido: Benjamin Shalom Bernanke.

Al momento de tomar el timón de la FED el ex profesor de Princeton, el mundo enfrentaba una crisis de características muy similares a la Gran Depresión. El mayor grado de aversión al riesgo redujo la demanda de bienes en favor de activos emitidos por el Gobierno, implicando un nivel de producción e inflación debajo del nivel deseable. En función de ello, primero se redujo la tasa de interés. Sin embargo, la caída en la demanda agregada era tan profunda que no resultaba posible cerrar las brechas en producción y precios a tasas de interés nominales positivas. Así, cuando asomaba el fantasma de la trampa de la liquidez, Bernanke echó mano al efecto saldo reales de Pigou y comenzó a emitir dinero a tasas escalofriantes. La emisión de dinero incrementó los saldos reales del público sin tener que reducir la demanda de bienes, lo cual estabilizó al producto. Si a esto le sumamos los aumentos del gasto público impulsados por Barack Obama, el nivel de actividad comenzó a recuperarse, los precios salieron de la deflación y la tasa de desempleo de a poco comenzó a ceder. La depresión había sido abortada.

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