Elecciones 2015: las Provincias, tan importantes como la Nación

Se especula con el gobierno que viene, en el que las opciones a nivel nacional parecieran reducirse a dos posibles candidatos, que son quienes mejor encarnan el sentimiento de la oposición, pero lo que está claro, es que el kirchnerismo, como opción de gobierno, se agotó.

No hay chances para otro candidato kirchnerista. De allí el desconcierto oficial al que asistimos a diario, que llega al extremo de mostrar como desde el propio gobierno se acusan unos a otros, de tirarse con “muertos”, como si la vida humana no tuviera ningún valor. Tan potente resulta la reacción que provoca el actual gobierno, que pareciera que para cambiar este estado de cosas los argentinos debiéramos concentrarnos tan solo en la elección del próximo Presidente de la Nación. Sin embargo, lo que muchos parecen pasar por alto es que tan importante como elegir al próximo Presidente, es elegir al próximo Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Continuar leyendo

El miedo manda

Bastaron diez años para desvastar un país. Sistemáticamente, se fue destruyendo todo. Se desprestigiaron las instituciones, las Fuerzas Armadas, los partidos políticos, la Iglesia, los medios, y hasta nuestra propia historia. Se intentó un revisionismo histórico para descalificar y poner en duda a nuestros próceres y colocar en su lugar a los artífices de tamaña patraña. Nombres como Kirchner o Chávez pretendieron reemplazar a los de San Martín y Bolívar. Intentaron hacernos creer que era lo mismo construir que destruir.

Hoy sufrimos un país sin fronteras, ni Ejército que las pueda cuidar, que ha dado lugar a que el narcotráfico se adueñe de nuestro país. Ciudades enteras como Rosario o la propia provincia de Buenos Aires padecen este flagelo, que no se cansa de cobrar vidas humanas y sembrar el miedo. Desde el Gobierno, se mira para otro lado. Se ha puesto el acento en la defensa del delincuente, -hasta el absurdo-, en detrimento de la víctima, como parte de esta estrategia de descomposición. Se ha desvirtuado el tema de los derechos humanos para hacer de ello un gran negocio; y paradójicamente se los ha violado sin ningún pudor, haciendo ver que lo que existe para unos, no existe para otros. ¿Qué peor violación a los derechos humanos que eso?

En este marco, la Presidente de la Nación, en una de sus tantas cadenas al mejor estilo cubano o chavista, nos advirtió que debíamos temerle a Dios, pero también un poquito a ella. Seguramente entonces, no alcanzamos a comprender la magnitud ni la extensión de la advertencia. Nos fuimos sorprendiendo, como en la fábula del sapo que se va cocinando a fuego lento, con los ataques que vimos, fueron sufriendo aquellos fiscales y jueces que tuvieron la osadía de investigar al entorno presidencial. Nombres como Righi, Rívolo, Rafecas, Campagnoli, Bonadío o Marijuan pueden dar fe de ello.

La frutilla del postre, la designación de los fiscales militantes, cuyo objetivo fue el de reemplazar a los fiscales afectos a ceñirse al Código y a la ley, en todas aquellas causas en que tuvieran que ver con sus patrones políticos. Y por cierto mostrarle al país, que prevalecía la defensa del interés político por sobre la vigencia de la ley. De esta suerte, el mensaje a la sociedad toda, fue el de tampoco cuentan ustedes para su defensa con el Poder Judicial. Ya antes de esto, la herramienta para reencausar al que asomaba con incomodar al Gobierno con sus opiniones, -por cierto nada novedoso en un Estado de esta naturaleza-, fue ni mas ni menos que la también pareciera “militante” AFIP. Se me ocurre emplear dicho término, pues parece que para muchos allegados al poder, la AFIP parece no haberle causado ningún temor ni mucho menos incoveniente, pese a las operaciones, que a la postre, empiezan a salir a superficie.

En este escenario donde la Justicia sufre los embates del Gobierno, que de manera abierta expone que está decidido a doblegarla en función de sus intereses e impunidad, con un Poder Legislativo totalmente subordinado al poder del Ejecutivo, amanecimos el pasado lunes con la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman. El hombre que horas antes había denunciado a la Presidente de la Nación, y que en pocas horas mas iba a exponer ante una Comisión del Congreso Nacional, apareció muerto en su departamento, con 14 personas de custodia.

Si hasta aquí la sociedad vivía en un estado de “intranquilidad”, donde la inseguridad aparece como la mayor preocupación en todas las encuestas, no quiero pensar cuál es hoy el sentir popular. Pero desgraciadamente, no se acaba alli esta película, a la que ya a esta altura, podemos calificar como de terror. Uno de los mas encumbrados agentes de Inteligencia del país, acaba de manifestar que teme por su vida y la de su familia; y destaca que en estas condiciones no regresa al país. El propio jefe de la Policía Federal también manifestó que teme por su vida. Luego, los ciudadanos nos preguntamos, si estas  personas que son quienes deben velar por nuestra seguridad, acusan tener temor por sus vidas, ¿qué nos queda a los ciudadanos, quién nos va a defender? A esta altura no exagero si pido que por favor cuidemos entre todos al juez Ariel Lijo.

Esto es Argentina hoy. A esto nos ha llevado este Gobierno. A una Argentina donde el miedo manda. El periodista que dio la primera alerta sobre la muerte del fiscal Nisman también se fue del país por miedo a que lo maten. Y como si quisiera que esto no pase desapercibido, desde el Gobierno se publicitan los detalles de la partida y destino del periodista.

Falta muy poco para las elecciones. Las urnas están muy próximas a hablar. No les demos el gusto ni de temerles ni mucho menos de doblegarnos. El fiscal Nisman no se doblegó.

Que no nos cuenten que somos lo que no somos

Ya en las postrimerías del año que se va, no puedo evitar reflexionar no solo sobre el 2014 sino sobre toda la década que estuvo bajo la órbita de esta misma administración. En aras de los derechos humanos, se ha tergiversado la historia y deformado y descompuesto las Instituciones. Pareciera incluso que se ha utilizado la ley con un sentido mas de venganza y oportunidad que con un fin de verdadera y sincera justicia. A nadie se le escapa que este gobierno cabalgó del extremo castigo y severidad a unos, a la extrema liviandad y liberalidad para con otros. Daría la sensación que los únicos delincuentes que cuentan para esta administración son aquellos imputados de haber violado la bandera de la que se han apropiado, la de los “derechos humanos del pasado”. Los otros delincuentes, los que violan los derechos humanos en la actualidad o cometen cualquier otro tipo de delito, pareciera que para este gobierno no solo no deben ser objeto de castigo, sino en todo caso, merecedores de todo tipo de contemplación.

Al amparo de esa “cruzada” contra los violadores de los derechos humanos del pasado, hemos presenciado todo tipo de troperías. Millones de pesos que nunca llegaron a sus destinatarios. Viviendas que nunca se construyeron. Indemnizaciones fastuosas. Funcionarios y/o allegados a ellos que se han vuelto multimillonarios. Pareciera todo permitido o justificado para los “defensores” de los derechos humanos “del pasado”.

Como parte de esa estrategia, se ha hablado hasta el cansancio de la década ganada. Pero a la luz de la situación actual del país, hoy nuevamente en default por no haber cumplido con la sentencia del juez Neoyorkino Thomás Griesa, sufriendo una inflación que según los expertos supera el 40%, que naturalmente se “come” el salario de los trabajadores, con un impuesto a las ganancias totalmente desvirtuado, que sencillamente se ha transformado en un impuesto al trabajo, con impuestazos que han destruído sectores enteros, como vemos sucede por ejemplo con el impuesto a los automóviles, o con el cepo cambiario que ha destruído entre otras cosas la plaza inmobiliaria, con una caída superior al 60% en la actividad si la comparamos con la de 2005, -y asi podría seguir exponiendo esta realidad-, advertiremos, que los únicos que realmente han “ganado” en esta década, han sido los allegados a esta administración, sus socios y/o amigos, que han hecho verdaderas fortunas, y/o las han incrementado sorprendentemente.

Tan solo deténganse en lo que sucedió por caso con la Presidente, quién acrecentó su fortuna personal en un 687% desde 2003 a la fecha, según informó un sorprendido diario brasileño, o con el patrimonio del matrimonio presidencial, que de 2003 a 2011 habría experimentado un crecimiento del 3540% . Ni que hablar de casos como el de Báez, que de empleado bancario pasó, al calor de esta década, a convertirse en uno de los millonarios mas investigados quizás, tanto por jueces nacionales como de otras latitudes. O aquellos que se han beneficiado con los millones de dólares que entraban al país en valijas desde Venezuela sin que nadie pudiera explicar su origen ni destino; o con los miles de dólares encontrados en baños de importantes funcionarios, sin que nadie pudiera explicar su origen ni destino. Década ganada…para unos pocos según se ve.

Diría a fuerza de ser honesto, que es la década ganada por la corrupción y la impunidad. Se ha intentado sistemáticamebte socavar los cimientos de nuestra sociedad, y de nuestra historia. Se quiso inventar un relato, y construir alrededor de él una matriz “Bolivariana” que no ha logrado otro efecto que el de dividir a la sociedad y descomponer las Instituciones. No hay mas que ver lo que sucede con el Poder Legislativo, que a fuerza de un ejercicio abusivo de las mayorías, se ha convertido en una “escribanía” al servicio del Ejecutivo, haciendo oídos sordos al reclamo de la ciudadanía y desnaturalizando su escencia y finalidad. O el enfrentamiento que se ha provocado dentro del seno del Poder Judicial, donde se ha producido una grieta entre jueces y fiscales, que vaya uno a saber que consecuencias deparará de cara a lo que viene. Hoy vivimos el absurdo de ver enfrentados jueces contra fiscales; una Procuradora General que denuncia a jueces y/o fiscales que investigan a funcionarios y/o empresarios vinculados al poder. Y jueces que denuncian o investigan a fiscales que se niegan a investigar a esos mismos funcionarios y/o empresarios vinculados al poder.

Pero esa década, final y felizmente llega a su fin. El ocaso de este autoritarismo bolivariano ya se vislumbra, se percibe, se siente. No finaliza tan solo el 2014 sino toda una década injusta, una década perdida. Asoma en cambio no solo un nuevo año, sino una nueva era. En la noche de fin de año, cuando alcemos nuestras copas y brindemos por el 2015 tan ansiado, tan esperado, que viene con la esperanza de las tan liberadoras elecciones, no nos detengamos en lo que pasó, ni en lo que se perdió, o se sufrió, a modo de lamento, sino a título de reflexión para que no nos vuelva a pasar un gobierno como el que se va. Que ese pensamiento dé paso a la esperanza, a la libertad, a la alegría, para que el país recupere su norte e identidad de siempre, y no permitamos que nunca mas, se nos quiera reformular nuestra historia, ni revisionar nuestro pasado. Que no nos cuenten que somos lo que no somos. Muy feliz año nuevo para todos los argentinos.

Cuidar las convicciones

Hay funcionarios que instalan la imágen de buenos y “sufridos” profesionales, aun a expensas del pésimo resultado de la gestión. Tal lo que sucede, por ejemplo, con el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega.  Es generalizado el concepto de que este funcionario desarrollaría una muy buena labor, si fuera él quién pudiera decidir y fijar las políticas a seguir. Pero lo cierto es que no es él quién decide, sino que quién manda e impone las condiciones resulta ser el ministro de Economía de la Nación, Axel Kicillof.

A juzgar por los antecedentes de uno y otro, pareciera cierto que es poco o nada lo que puedan compartir en materia de criterio para resolver la crisis que vive el país. Sin embargo, a la hora de los resultados, la elección de Juan Carlos Fábrega fue y es la de acompañar las decisiones que toma Axel Kicillof. Luego, es casi una obligación concluir en que no existe un funcionario “bueno” y uno “malo”, sino que en honor a la verdad, ambos forman parte “voluntariamente” del mismo equipo, incapaz de resolver ninguno de los graves problemas que afectan al país: inflación, default, etc…

Un funcionario, al igual que un dirigente, tiene que ser capaz de defender sus ideas; sobre todo cuando fue elegido por ellas. Mucho mas si de su decisión depende la suerte de un país, de una provincia o de un municipio. Quién acepta ocupar un cargo, debe tener el temple necesario para defender su pensamiento y las consignas por las que fue elegido. Debe brindar su sincero consejo a quién lo designó. O, en su caso, tener la honestidad intelectual para renunciar si le piden que actúe contra su convicción o que calle. Quién se defrauda a sí mismo decepciona a quien lo eligió. Mucho peor aun pudiera resultar traicionar la voluntad de quien apoyó con su voto.

El único jefe al que uno se debe someter cuando actúa públicamente es a la voluntad de la gente. Es a la gente a quien uno debe rendir cuentas. La política debe ser una herramienta para mejorar la calidad de vida de la gente, y no para servirnos de ella. Cuando la política se posiciona por sobre la gente, no sirve, desvirtúa su esencia. Por ello, si hay un funcionario que cree que lo que está haciendo atenta contra el bienestar de las personas, tiene la obligación de convencer a quién lo designó de su error, y trabajar para modificarlo. O renunciar y no ser parte de la decisión. Continuar en el cargo descargando en “off” su “sufrimiento” definitivamente no lo redime de su responsabilidad sino que lo hace parte de la decisión.

Muchas veces hemos escuchado decir al gobernador de la provincia de Buenos Aires que él no ha traicionado nunca al kirchnerismo, ni a sus “jefes”, Nestor Kirchner y Cristina Kirchner. Ojalá hubiera dicho lo mismo de la gente. Que él nunca ha traicionado a la gente, y que la gente no tiene “nada que reprocharle”. Pareciera que el Gobernador no escucha o no quiere escuchar los reproches de sus verdaderos jefes, los bonaerenses. Si el Gobernador “caminara” la calle, solo y sin custodia como lo hacemos los intendentes, y tomara contacto con las personas a quienes debe verdaderamente rendir cuentas de sus actos, advertiría seguramente, la gravedad de su error.

En el curso de mi actividad política, aprendí que se debe trabajar en equipo, escuchando todas las voces; las que están de acuerdo como las que están en contra. Solo así se puede llegar a una toma de decisión sana y de buena fe. Pero siempre priorizando el bienestar superior de la gente, y no el del dirigente. El funcionario se debe a la gente, no al partido. Jamás hay escapar a la responsabilidad que nos cabe. En mi caso, nadie toma las decisiones por mí,  pero eso me obliga doblemente a responder por mis actos y a asumir la responsabilidad que corresponda. Doy cuenta todos los días a mis vecinos de las decisiones que tomo, y ellos me responden al final del día, respaldándome con su voto. No traslado mi responsabilidad a nadie más ni hablo en “off”. Sencillamente, la asumo como debe ser. El día que entienda que las cosas no puedan ser así, seguramente sera el monento de dar el paso al costado.